Su sobrina, Liliana Favaloro, recuerda el lado más íntimo del cardiocirujano creador del bypass
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René Favaloro amaba el campo, los ravioles y gritar los goles de Gimnasia y Esgrima de La Plata. “Era muy casero, después de tantas horas de trabajo le gustaba cocinar y poner música”. Quien recuerda el costado más humano del cirujano cardiovascular creador del bypass coronario que este 12 de julio cumpliría 100 años es su sobrina Liliana Favaloro (65). Ella también es cardióloga y siguió los pasos de su tío, uno de los argentinos más comprometido con la salud pública, que a los 77 años se quitó la vida.
El célebre médico nació en La Plata el 12 de julio de 1923, estudió en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de esa ciudad y se especializó en Cleveland Clinic (EE.UU.), donde se incorporó al Servicio de Cirugía Torácica y Cardiovascular. A su regreso, se desempeñó en el Sanatorio Güemes y levantó la fundación que lleva su apellido y un fin social: atender a la comunidad.
Liliana Favaloro, hija del doctor Juan José Favaloro, el único hermano de René, retomó su legado en la presidencia de la Fundación Favaloro, el cargo que ocupa desde 2016. Allí también se desempeña Laura Favaloro (41), sobrina nieta de René, cardióloga y codirectora ejecutiva. Son las únicas familiares directas en la institución.
–¿Qué recuerdos tiene de René Favaloro en su rol de tío?
–Siempre estuvo muy de cerca, a pesar de los 10 años que pasó en la Clínica Cleveland de Ohio. En 1968 por primera vez se tomó vacaciones y nos invitó a recorrer Estados Unidos, puro disfrute. Fuimos con mis hermanos. Somos cuatro, pero el menor era muy chiquito para viajar. Teníamos entre 10 y 14 años y él nos llevó en auto al Cañón del Colorado y a Disney. Como tío, René era muy compinche y generoso.
–¿Era muy familiero?
–Si, muy típico de una familia italiana. Nos reuníamos los domingos, se charlaba de política y de fútbol. A él le gustaba cocinar ravioles o distintas pastas caseras, como las hacía su mamá. También cocinaba matambre. Tanto disfrutaba la cocina, que sus recetas se publicaban en todas las ediciones de la revista de salud que se editaba en el Sanatorio Güemes [Favaloro desempeñó un rol clave en la institución desde los ‘70] . Sabía hacer muchas cosas. En uno de sus libros, Recuerdos de un médico rural, escribió sobre la abuela: “De ella heredé un gran amor por la tierra; no podía vivir sin un huerto. Desde muy pequeño la acompañaba por las tardes a trabajar en la quinta familiar. Doña Cesárea fue, sin duda, una de las grandes mujeres que he tenido la suerte de conocer, quizá la mejor”.
–¿En el plano personal era muy reservado?
–Junto a mi tía Tony [María Antonia Delgado] viajaba muchísimo, casi siempre por conferencias o compromisos académicos. Disfrutaron mucho esos viajes. Recuerdo que se iban a las playas de Aruba. René llevaba una valija entera de libros, la mayoría sobre San Martín y Bolívar. Y se dedicaba a escribir los suyos [De La Pampa a los Estados Unidos; ¿Conoce usted a San Martín?, entre otros]. No tuvieron hijos, nunca supimos las causas, pero seguro es porque no han podido.
–¿Le gustaba salir o prefería quedarse en casa?
–Era muy casero, después de tantas horas de trabajo le gustaba cocinar y poner música. Muy de vez en cuando cenaba afuera, pero nunca en la semana. No salía mucho, capaz iba algún evento social. Era un apasionado de Gimnasia y Esgrima de La Plata, muy fana del “Lobo tripero”. Iba a la cancha cuando podía. Los miércoles visitaba La Plata, o el campo. Así volvía un poco a su Jacinto Aráuz, el pueblo de La Pampa donde trabajó en los 50. Junto a mi padre crearon allí un centro asistencial. Se ocupaba y se preocupaba por la comunidad.
–¿Quiénes fueron sus amigos más cercanos?
–Su compañero del Colegio Nacional de La Plata, el doctor Guillermo Masnatta, quien dirigió el proyecto de obra del edificio de la Fundación, en Av. Belgrano 1746. También el doctor Luis de la Fuente, cofundador de la Fundación Favaloro el 4 de julio 1975 junto a Juan José Favaloro, mi padre. Además, el contador Héctor Mozenberg, Ángel Cholo Peco de la Sddra, uno de los que influyeron para el regreso de René a la Argentina. Y los doctores Horacio Cingolani, Carlos Bertolasi y Ángel Cholo Peco de la SDDRA (sindicato de Canillitas).
–¿Por qué su tío no aceptó nunca un cargo político?
–Le ofrecían con frecuencia puestos en el Ministerio de Salud, pero su energía estaba dedicada a la Fundación. Su compromiso con la sociedad era muy fuerte, le preocupaba muchísimo la inequidad, la injusticia social más que otra cosa. Por eso en una de sus últimas conferencias, en el American College, habló sobre la desigualdad. Con Alfonsín, Menem y De la Rúa mantenía conversaciones frecuentes. Y formó parte de la CONADEP (renunció en desacuerdo a que la comisión no estuviese facultada a investigar los crímenes de la Triple A).
–¿Cómo surgió la idea de homenajear el 100º aniversario de su nacimiento con una función de gala a beneficio, el próximo lunes en el Teatro Colón?
–Nos parecía muy importante un reconocimiento a su legado. A René no le gustaban los cumpleaños, pero una vez avanzado el festejo lo disfrutaba. Nos preguntamos mucho qué le hubiese gustado. Teníamos ganas de armar un evento federal, no solo plantearlo en Buenos Aires, porque su pensamiento siempre abarcó a todo el país. Pensamos en el CCK, pero finalmente nos decidimos por la función a beneficio, que contará con la Filarmónica Nacional, Elena Roger y Escalandrum, entre otros artistas. Es por un proyecto que a él le hubiese dado mucha satisfacción. El edificio lindero al hospital (en Av. Belgrano al 1700) necesita una reforma para aumentar la capacidad de la atención ambulatoria. Allí queremos construir un centro de estudios de imágenes, para seguir su legado, de reemplazar “el yo por el nosotros”, como siempre decía.
–¿Cuántos años tenía usted cuando murió René Favaloro?
–Tenía 42. Fue un golpe durísimo para todos, no solo para la familia. También para la Fundación, porque él se ocupaba de todas las gestiones.
–¿Usted se especializó en cardiología por vocación o por herencia?
–Siempre me gustó esa rama de la medicina. Mi padre era médico cirujano y crecí con su consultorio en casa. Claro que me transmitió esa dedicación y sobre todo, la pasión. No fue una decisión impuesta para nada. Sigo ejerciendo con la misma pasión.
–¿Sus hijos también van a seguir los pasos de René?
–No. Ninguno de mis cuatro hijos trabaja en la Fundación. Uno es guitarrista, otro chef, otro economista y la menor realiza edición de cine. De los 11 sobrinos nietos, solo Laura Favaloro es médica cardióloga e integra el equipo desde 2019 como codirectora ejecutiva.
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