Autor del libro “Vivir a mil” e investigador de este trastorno, plantea que la mayoría de la gente no es consciente del tipo de vida que lleva
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Lo primero que hizo Pablo Resnik, psiquiatra y autor del libro Vivir a mil (Ediciones B) que desde hace más de 15 años atiende e investiga el campo de los trastornos de ansiedad, es ensayar una disculpa por no poder coordinar antes la entrevista con la nacion. “Perdón, tenía que hacer un millón de cosas…”, dice y enseguida se da cuenta de su propia contradicción.
Él, que también escribió Ansiedad, estrés, pánico y fobias, Toc: decisiones, compulsiones y rituales y Mi cabeza no para, se ríe y se permite reflexionar, en una pausa obligada por el feriado extralargo, acerca de cómo elegimos vivir, o cómo no podemos evitar vivir, porque, en definitiva, las decisiones personales están atadas siempre al contexto. Así, el especialista, que codirige el Centro de Investigaciones Médicas en Ansiedad (CentroIMA), sostiene que hay opciones para encontrar el equilibrio y bajar un cambio, aunque, admite, no es tan fácil lograrlo.
–¿Elegimos vivir estresados o el sistema nos lleva a vivir a mil?
–Yo diría que son las dos variables. En realidad, es una tríada: está lo que el sistema te propone, lo que el entorno te exige y lo que la persona hace según su sistema de valores. En Occidente el éxito es el norte, la medida de valoración que tenemos es lo económico. Si una persona vive con dos pesos, le alcanza y es feliz, igualmente tiene una valoración negativa de la sociedad. El éxito está sobrevalorado, es una estructura de pensamiento antigua que seguimos teniendo. Hoy las generaciones de 30 años se lo están replanteando, tienen otra cabeza. Hay oleadas de pibes que se van a vivir afuera, abandonan sus carreras para juntar limones o atender un bar de playa y rompen con el sistema. Viven el presente, cortan a las 16 y valoran su tiempo libre. Son opciones que están presentes en determinadas clases sociales, pero a veces no las vemos porque estamos atravesados por ese sistema de valores. No se trata de romantizar no hacer nada, cada uno tiene que encontrar su equilibrio, tomar decisiones para alcanzar su ideal: pero se puede trabajar menos y combinar el trabajo con otras cuestiones.
–¿En Argentina esto también es posible?
–Acá tenés menos margen de elección. El estado de cosas a veces te impone unas exigencias que son muy duras. Te piden que seas un individuo superpoderoso. Esto de “vos tenés que poder”, “vos tenés que reinventarte”, es una exigencia que una mínima cantidad de personas puede hacer. Le estás pidiendo a gente común, con trabajos comunes, que tengan un rendimiento extraordinario, y hay quienes no pueden dar esos rendimientos desde lo emocional porque no toleran esa absorción. Muchos de mis pacientes son esclavos de lujo, personas que llegan “quemadas” a la consulta.
–¿La gente es consciente de que vive estresada?
–En general no es consciente, no ve como patológico lo que está sintiendo. El primer trabajo que tenés que hacer es que lo reconozcan. Vienen porque los mandó el clínico porque hay un valor en un estudio que no está bien, o porque sus parejas les reprochan su estilo de vida, pero en general, lo niegan. Algunos te dicen que están bajo presión en el trabajo, eso sí. Un tema que sale mucho en las consultas es el maltrato de los superiores. Una de las peores cosas que te pueden pasar es tener un jefe adicto al trabajo y que te maltrate.
–¿Cómo describirías a las personalidades de tipo A, que mencionás en tu libro?
–Hay personalidades que necesitan altos niveles de estrés. No siempre para ellas lo económico es el norte, a veces hay una adicción al estrés. Muchos de los jefes o “personas exitosas”, justamente, son todo lo contrario de lo que parecen: son inseguras, necesitan de reconocimiento permanente, de competencia para revalidarse. Esas personas van a un psiquiatra a pedir que les recete un ansiolítico no para vivir mejor, sino para seguir a mil, tolerando esa vida que las está llevando a la ruina personal. Y esa no es la idea.
–¿Se puede bajar el nivel de estrés sin patear el tablero, es decir, sin hacer cambios de vida radicales como dejar todo e irse a vivir al campo?
–Hay un buen porcentaje de pacientes que lo logra. Lo primero es cambiar la perspectiva respecto de las preocupaciones, tomar el trabajo como una parte de tu vida y poner el resto de la energía en algo que te gusta. Cuando logran esto, pueden seguir su vida sin soluciones drásticas. A veces hay que poder mirar el partido desde la tribuna en lugar de estar jugándolo para decidir cosas.
–En otro de tus libros hablás de no poder parar los pensamientos, ¿por qué sucede eso?
–Tengo muchos pacientes que están preocupados todo el día porque tienen la sensación de que si se despreocupan quedan a la intemperie, es decir, la preocupación de alguna manera los protege. El proceso de preocupación normal es detectar un problema, analizarlo y tomar una decisión. Cuando ese proceso termina, ya está. Pero para mucha gente, no. Están como en un loop. En general, son preocupaciones vagas, a futuro, no concretas. Son las peores, porque son las que generan ruido en la cabeza, que se traduce en ansiedad y cansancio mental. La gente no diferencia el cansancio mental del físico, te dicen que están cansadas y ya. Del físico uno se recupera al otro día, es el cansancio positivo que te llena de energía; el mental no termina, es algo de todos los días y te deja knock out. Se mejora con tratamientos, cuando la gente empieza a ser consciente de esta dinámica y logra establecer otra relación con el entorno.
–¿Cómo se hace para parar ese diálogo mental interno?
–A veces, cuando hay miedos frente a exámenes o a algo que va a suceder en el trabajo, sirve incorporar la peor opción. En general no queremos pensarla, la reprimimos. Pero sirve bajarla a tierra. Está mal decir “a mí eso no me va a pasar”. Me puede ir mal, es una posibilidad. Con estos pacientes trabajamos mucho el tema de la posibilidad versus la probabilidad. ¿Es posible que me vaya mal en un examen? Sí, es posible. Bueno, ahora veamos qué tan probable es. Estudiaste, prestaste atención en clase, estás bien considerado por el profesor… Es poco probable, entonces no tiene sentido que te preocupes tanto antes. Cuando vos hacés este ejercicio, es más fácil bajar la ansiedad. Y además te permite tener un plan B. Si lo escondés debajo de la alfombra, es peor. Son pequeñas cuestiones que ayudan a las personas.