Clubhouse. De qué se trata la app de moda que celebra el regreso a la oralidad
Disponible para iPhone, permite sostener eventos en vivo, solo de voz, de hasta 5000 personas
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En una conferencia sobre las tendencias que se vienen en Twitter, su CEO Jack Dorsey mencionó una palabra clave: “audio”. El año pasado esta red incorporó los tuits de audio y desde otras plataformas como Spotify o Instagram (que ya prepara la llegada de las salas de audio al estilo de Clubhouse) también parecen estar reconsiderando el valor de espacios de voz. En este marco aparece Clubhouse, una aplicación disponible solo para iPhone que suma cada vez más adeptos y que muchos definen como algo a medio camino entre escuchar una conferencia y una juntada de amigos que charlan sobre un tema determinado. Básicamente, esta app permite sostener eventos en vivo solo voz de hasta 5000 personas en los que la audiencia puede levantar la mano para hablar. Claro que lo más interesante quizás no sea la manera en que esta nueva plataforma funciona, sino qué nos dice en términos de una vuelta a la oralidad en un momento de saturación visual como éste. “A mí me ilusiona mucho pensar en una red social en donde no prioricemos tanto los likes, el video y toda la cosa narcisa, sino que podamos tener charlas entre comunidades”, dice Juli Schulkin, periodista especializada en tecnología y conductora del podcast Las promesas de Elon, de Congo.fm.
Como señala la socióloga Zeynep Tufekci, lo que está sucediendo tal vez no es tanto una lucha entre la palabra escrita y la oralidad, sino el reconocimiento de esta tensión. En cierto sentido, la oralidad no solo permite conservar mejor ciertas formas culturales que le escapan a lo escrito, sino que cada vez vemos –desarrollo tecnológico mediante– que es más afín a los nuevos medios y canales que aparecen. O que, por decirlo de otro modo, funciona mejor en plataformas recientes como Twitch, TikTok o la misma Clubhouse. Un ejemplo que da Tufekci es el inicio de Twitter, cuando esta plataforma era utilizada mayormente por la comunidad Afroamericana (black twitter) y se constituía en un registro de historia oral de esta comunidad, o lo que sucede hoy con esta red en Turquía, donde algunas expresiones o palabras que solo se usan en el lenguaje oral aparecen escritas.
Por otro lado, hay una cuestión de hábitos, usos y funcionalidad. “Creo que al no tener la carga de imagen y/o audiovisual Clubhouse resulta más sencillo. Y eso es un alivio si pensamos en las demandas del ecosistema. En el año de pandemia habitamos los espacios digitales con mayor frecuencia, los utilizamos para seguir con diferentes áreas de nuestras vidas y se transformaron en la única opción factible para mantener ciertas rutinas. Vimos nuestro propio rostro en cada conversación digital (FaceTime, WA, Zoom, GoogleMeets), incrementamos las horas en Instagram y creo que estamos agotados de vernos. Además resulta cansador generar contenidos: estás en el mismo lugar, ves un grupo reducido de personas”, contextualiza María Celeste Nasimbera, editora digital L’Officiel Argentina.
“La oralidad permite escuchar al otro, sentir sus inflexiones, si hay conocimiento detectar estados de ánimos y no tenés la obligación de crear un universo visual relevante. Instagram está hiperestetizado. La voz sobre la imagen puede resultar más accesible en estos días”, sigue Nasimbera.
¿Todo es la personalidad?
Asimismo, es inevitable pensar cuánto del componente pandémico contribuye al éxito de Clubhouse y afines. “Me resultó inevitable pensar cuánto del éxito de esta app se debe a que gran parte del mundo sigue en aislamiento. Me hizo reflexionar sobre la importancia que tienen nuestras voces y expresiones y cómo eso es tan característico de uno. En Clubhouse no seleccionás ni editás demasiado tus participaciones, porque no hay tiempo. Todo es espontáneo. Es increíble cómo personas que no te conocen empiezan a seguirte solo porque lo que dijiste les pareció valioso, no importa cómo luzcas, importa tu conocimiento, personalidad o punto de vista”, aporta Alejandra Torres, cofundadora de Drop The mic –comunidad de podcasters– y de NOW Agencia Creativa.
Otra cuestión es el tema de lo acumulativo y el registro, ya que una vez que una charla sucedió no hay manera de verla o reproducirla –al menos por ahora– nuevamente. Aunque en teoría todo se graba al menos temporalmente según la empresa, el usuario no tiene capacidad de hacerlo y tampoco de volver a ver los contenidos ya que no existe un repositorio. ¿Acaso esta apuesta por lo efímero no refleja también cierto pánico ante la omnipresente cultura de la cancelación?
En las criticas que suelen surgir con cada red social nueva, en particular aquellas que favorecen lo instantáneo, se suele citar la degradación de la complejidad. Sin embargo, a lo largo de los años y con la evolución de la cultura particular de cada red (sucedió con Facebook y Twitter), muchos espacios demostraron servir tanto para informar, como para abrir el debate en la esfera pública. Con Clubhouse es probable que suceda lo mismo.
Si bien su formato todavía está definiéndose ya que puede ser usado para muchas cosas muy diferentes entre sí (conferencias, shows de stand up, actuaciones teatrales, discusiones sobre libros, intercambios de idiomas, gente que debate tópicos y hasta speed-dating), parece un tanto prematuro caer en posiciones puristas o demasiado temerosas acerca de su utilidad a futuro.
Algunos señalan que mientras el lenguaje escrito sostiene cierto esquema de poder (desde las clases educadas, la academia y los medios tradicionales), plataformas como Clubhouse, que se postulan como “personales” y ciertamente más participativas, podrían abrir el juego a nuevos actores y voces democratizando los contenidos. Incluso ya se habla tímidamente de su rol sociocultural en lugares como Arabia Saudita donde se encuentra en auge (es la app social más bajada) como espacio para poder expresarse libremente. No es difícil entender el atractivo que podría tener esta herramienta en lugares donde la conversación tanto pública como privada es monitoreada de cerca, sea por tabúes autoimpuestos o por un Estado totalitario.
Volver a conversar
“Esto de hablar y de hacer idas y vueltas parece innovador aunque definitivamente no lo es: ¿acaso nos desacostumbramos a hablar? Sería una locura no decir que el texto se lleva una parte muy importante de nuestra humanidad, pero la voz, los tonos, los espacios, las dudas, ese sonido específico cuando una persona habla y se le nota la felicidad o los nervios, son realmente particulares y valorables”, explica Alejandra Torres.
Tal vez se trate de eso, de volver a encontrarnos, voz a voz, sobre todo en una primera etapa de mayor organicidad de la plataforma, que no tiene un sistema de likes, y en donde prima la creación de contenido de nicho, el florecimiento de espacios de diálogo y hasta funciona como lab de ideas y networking profesional. Están los escépticos que esperan que esto cambie pronto en tanto se haga más masiva –recordemos que es solo por invitación y excluye a los usuarios de Android–. Para algunos, por ahora, esto es un aliciente suficiente para unirse y probar.
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