Médico, columnista y jefe del Servicio de Medicina del Estrés del Hospital de San Isidro, destaca que el miedo y la incertidumbre colectivos aumentan el malestar
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En un mediodía gris que se confunde con la noche, el doctor Daniel López Rosetti (especialista en Clínica Médica y Jefe del Servicio de Medicina del Estrés del Hospital Central Municipal de San Isidro) asegura que esos días también le gustan mucho. “Porque escribo y hago cosas, me adapto. Y la capacidad de adaptación es una de las cuestiones para el manejo del estrés. De hecho, antes se llamaba síndrome general de adaptación. Así lo definió Hans Selye cuando ya hablaba del impacto que puede tener en nuestra salud física y mental”, explica.
Autor de best sellers, entre los que se encuentra Estrés, sufrimiento y felicidad, el médico imparable –el de la tele, el de los premios, el estudioso, el que lleva a cabo talleres exitosísimos sobre este tema– insiste con una frase que tomó de Buda, aquella que dice “el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es optativo”.
–¿Cómo sería eso de optar por no sufrir?
–Si tuviéramos que buscar un sinónimo de estrés sería sufrimiento; tener una situación de dolor sostenida en el tiempo. Sabemos que el dolor es inevitable porque hay eventos dolorosos. La muerte de un familiar, cuestiones personales, afectivas, económicas, financieras, que nos llevan a eso. Al decir dolor estamos hablando de estrés agudo. Lo que quiere decir esa frase es que convertir el dolor en algo estable y crónico en el tiempo depende, en parte, de uno.
–Entonces, partiendo de la base de que casi todos vivimos estresados, el desafío sería no llegar al estrés crónico...
–Si una condición de estrés persiste sostenida en el tiempo y la persona siente que no la pasa bien, que tiene una condición de sufrimiento, casi seguro que si efectuamos mediciones, ese paciente padece estrés crónico. Muchos me comentan que viven sintiendo que no llegan, que corren pero no terminan con todo. Y eso tiene que ver con la facultad de control. En general, la vivencia de estrés crónico es inversamente proporcional a la facultad de control subjetivo de su vida. Si vos controlás tu día a día, el nivel de estrés es más bien bajo porque tenés gobierno sobre tus acciones y el futuro. Eso supera cualquier situación de temor, duda e incertidumbre.
–¿Cómo funciona el servicio de Medicina del Estrés en un hospital público?
–Va muy bien. Estamos muy orgullosos porque es el primer servicio de este tipo en el país, y es público y gratuito. Hacemos diagnóstico y abordaje terapéutico del síndrome del estrés. Ahí, a través de múltiples talleres, explicamos que el dolor es estrés agudo mientras que el sufrimiento es estrés crónico. Y esto último es lo que hace daño, lo que produce arteriosclerosis, temas cardiovasculares como infartos, arritmias e insuficiencias cardíacas, accidentes cerebro vasculares, problemas digestivos, insomnio o sueño no reparador, gastritis, contracturas, alteraciones en el estado de ánimo. Esto se solapa con la ansiedad y la depresión, que son síndromes superpuestos.
–¿Qué herramientas dan en estos talleres?
–Tenemos dos vías de abordaje. Están los talleres para el público en general que llamamos PROMES (Programa del Manejo del Estrés, que incluye herramientas para manejar la contingencia del dolor crónico o sufrimiento) y después un sistema de diagnóstico para los pacientes. Nosotros trabajamos en cosas que parecen simples, pero no lo son. Por ejemplo, aprender a decir no. Y hacemos hincapié en la vivencia del momento presente, el aprovechamiento del día (carpe diem), el manejo y deconstrucción de los pensamientos distorsionados, recomendaciones nutricionales y de actividad física. Tenemos 3 programas que directamente son estrés y filosofía. Porque el abordaje del sufrimiento del estrés tiene 3 áreas. Una que es médica, otra psicológica y una tercera que es la frontera final: la filosofía con la cual abordamos la vida.
–¿La meditación es clave?
–Todos los talleres incluyen entre 10 y 15 minutos de meditación mindfulness. Después los pacientes lo repiten en sus ámbitos y nosotros los vamos siguiendo por un grupo de WhatsApp. Sabemos que esto es Occidente y los términos de vida y velocidad son diferentes, por eso adaptamos esa meditación a una terapéutica que es meditar menos, 5 minutos 3 veces por día. Y luego proponemos otras cortas, de un minuto de duración, con inspiración abdominal profunda. Es increíble los buenos resultados que nos da.
–¿La gente mayor no se resiste?
–Para nada, funciona muy bien. Generalmente ellos concurren a la mañana, porque tenemos 4 turnos. Actualmente estamos asombrados por el crecimiento en la asistencia de chicos de entre 15 y 20 años. Hay toda una corriente de gente muy joven que se acerca para manejar el estrés. También tenemos un programa de meditación en colegios, hay que ver lo fácil que meditan los chicos. Y eso hace que disminuya la violencia, entre otras cosas.
–¿Existe el estrés generalizado postelecciones?
–Eso se llama estrés psicosocial. Porque existe un estrés individual (vos y tu circunstancia), pero esa realidad a veces cruza transversalmente a la sociedad en su conjunto. Ejemplos: la Segunda Guerra Mundial, la caída de las Torres Gemelas, la crisis económica del 2001 en Argentina, Atocha en España. La más grande que hemos tenido en la historia es la pandemia. Entonces, si me preguntan qué está sucediendo ahora, tengo que hablar de la tríada comportamental de temor, duda e incertidumbre. Eso es lo que provoca estrés porque, sumado a la inflación, la violencia y todo lo que sabemos, no hay un horizonte claro. Estamos, sin dudas, viviendo una condición de estrés psicosocial. Este año tenemos los 4 turnos completos.
–¿Se utiliza medicación?
–En línea general nosotros sacamos medicación. Pero cuando hace falta, obviamente la usamos. Los ansiolíticos bien medicados permiten reorganizar el curso del pensamiento. Pero también sabemos que tienen capacidad adictiva; hay que utilizarlos en dosis y frecuencias adecuadas y por un tiempo.
–Usted debe saberlo: en ciertos grupos los ansiolíticos se convidan como caramelos.
–Estamos entre los países del mundo con tasa más alta de consumo de psicofármacos. Y el ansiolítico, se sabe, produce adicción, dependencia y síntomas de privación cuando te falta. Lo que hoy son 0,25 miligramos no va a actuar igual a los 60 u 80 días. Ya no es dosis sufiente porque las células lo metabolizan más rápido. Se están acelerando los tiempos de todas las patologías psicológicas, neurológicas, neuropsiquiátricas.
–¿Somos un país de alterados? A veces, la excusa, es la herencia sanguínea...
–Sin dudas nuestra base latina genera cierta efervescencia. Pero eso no es enfermedad. Lo que sí está sucediendo es que vamos camino a un estrés psicosocial colectivo que, en aquellas personas que tienen un umbral de descarga más bajo, condiciona situaciones de estrés. Y a partir de eso se gatillan enfermedades. Porque cuando uno tiene una circunstancia de estrés o sufrimiento puede que, con el tiempo, dispare una enfermedad para la cual uno estaba genéticamente predispuesto.
–¿Las mascotas sanan?
–Toda relación interpersonal afectiva juega a favor del manejo del sufrimiento, y eso incluye personas y mascotas. Los animales tienen efecto terapético. Charles Darwin se hizo famoso por la teoría de la evolución, pero escribió sobre las emociones en el hombre y los animales. Se anticipaba a algo que ya sabemos. Porque las emociones en el ser humano son transculturales pero también transespecie. Así que sí, la relación vincular con nuestras mascotas es absolutamente terapéutica.
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