Ciencia ficción feminista. Desembarco en el mercado editorial
La adaptación a novela gráfica de El cuento de la criada y la reedición de La mano izquierda de la oscuridad de Ursula Le Guin, entre otras, son parte del fenómeno
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La reedición de dos libros esenciales para el desarrollo del pensamiento feminista La mano izquierda de la oscuridad, de Ursula Le Guin y El cuento de la criada, de Margaret Atwood, invita a revisar una vez más la productividad de la ciencia ficción para pensar ciertos aspectos del funcionamiento de la sociedad y, particularmente, de las cuestiones de género.
En los últimos años, muchas discusiones propiciadas por los movimientos feministas lograron instalarse en el centro de la agenda política y periodística, llamando la atención sobre el crecimiento de los femicidios, la violencia obstétrica o el uso del lenguaje inclusivo. Sin embargo, para que estos temas pudieran adquirir visibilidad pública, fueron necesarios años de trabajo académico y lucha política y que, sobre todo desde los años ’70, recibieron el acompañamiento de las ficciones como un aliado ideal.
La aparición de un libro como La mano izquierda de la oscuridad –que este mes vuelve a ser publicado por Minotauro– produjo una fuerte conmoción en el ámbito literario por los interrogantes que abría con respecto a las identidades de género. El planeta Gueden que imagina Le Guin se encuentra habitado por personas que carecen de sexo definido y pasan por fases de dominancia masculina o femenina según decidan en cada momento. El carácter profético de esta propuesta -que hoy en día se encuentra plasmada en lo que conocemos como género fluido- resultó tan pregnante que llegó incluso a eclipsar las virtudes narrativas de una novela plagada de escenas memorables y de un virtuosismo poco común para las descripciones.
Algo similar sucedió con la publicación de la novela de Margaret Atwood, El cuento de la criada, que a mediados de los años ’80 volvió a poner la maternidad en el centro de la discusión. Esta temática que durante un tiempo había sido relegada por los feminismos antimaternalistas, vuelve con fuerza a través de un universo distópico donde las mujeres son forzadas a tener hijos para entregárselos a familias de clase alta que no pueden procrear. La potencia visual de esta historia impulsó la creación de una serie televisiva que ya va por la cuarta temporada y la novela gráfica que Salamandra Graphic publicó hace unos meses. Adaptada e ilustrada por la dibujante canadiense Renée Nault, la historia original se potencia con planos que refuerzan la idea de encierro y control social y una paleta cromática que genera climas y sensaciones diversas.
El carácter visual constituye una búsqueda creciente en el mundo de la ciencia ficción feminista. En este punto son interesantes los casos de las editoriales independientes, Hotel de las Ideas y Feminismo Gráfico, que desde hace unos años vienen trabajando en este campo. Con la publicación de Intensa, de Sol Otero y Alienígena, de Femimutancia, se abre un camino en el ámbito local para la investigación sobre las identidades sexuales y de género haciendo uso de los recursos específicos de la historieta. “La novela gráfica tiene la posibilidad de apropiarse y combinar distintos lenguajes y códigos, por ejemplo, los ángulos y planos cinematográficos, las tradiciones de las artes o el ritmo del videoclip y el zapping televisivo. Todo esto hace que el lenguaje de la historieta permita construir un relato identitario multidimensional. Tiene mucho potencial para narrar algo tan complejo como la identidad en la que el yo, además de ser una construcción de un sujeto individual, está condicionado por la clase, el género, la orientación sexual, la etnia y el color de piel. Y todo eso también en juego con la mirada de la alteridad”, afirma Mariela Acevedo, una de las responsables de la editorial Feminismo Gráfico.
Por ese camino transita Banzai, el tercer libro de Julia Inés Mamone (Femimutancia). En esta novela gráfica publicada por Feminismo Gráfico, Jules vuelca las experiencias personales que vivió en el proceso de transición hacia el género no binario pero filtrándolas con una estética visual extrañada que bordea el surrealismo. De ahí que los sueños extravagantes que tiene la protagonista o los vitrales de un café antiguo puedan decir más sobre sus procesos identitarios que el guión propiamente dicho.
Otra prueba de la vitalidad del género la encontramos en las últimas publicaciones de la editorial Ayarmanot, dirigida por la escritora de Laura Ponce. Con El fin de la era farmocopornográfica, de Paula Irupé Salmoiraghi y Siamesas, de María Belén Aguirre –ganador del premio del Fondo Nacional de las Artes 2020–, la autora de Cosmografía profunda apuesta a la poesía como modo privilegiado de ponerse en contacto con historias y sensaciones que se corren de la realidad de todos los días. “Creo en la necesidad de textos mutantes e híbridos, en recuperar la potencia metafórica del lenguaje para pensar de nuevo la realidad, en formas emancipadoras del decir para otro modo de habitar el mundo y de construir el futuro -explica Ponce-. El libro de poemas de Salmoiraghi es ciencia ficción clásica en su vertiente utópica, es decir, la que piensa modos deseables del futuro. Además, como es una utopía feminista, piensa un futuro no patriarcal, libre de capitalismo, la posibilidad para toda la humanidad de volver a empezar. La utopía es un no-lugar, pero nos habita bajo la forma del deseo. Este libro habla de ese deseo”, concluye.