Aperturas, cabalgatas frente al mar, pistas de skate y paradores de moda: un panorama de las propuestas para este verano
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Los caballos de alquiler de Oscar “Coco” Bonavetti (721 entre 0 y 4) conocen bien el recorrido y avanzan en la excursión de media tarde por las calles de tierra, se desvían entre algunos pastizales altos, próximos a la ruta, y apenas ven cerca los autos viran tierra adentro, de espaldas al mar, donde se multiplican las casas de veraneo y las novedades que van desde un hostel hasta un café de especialidad.
Así se vive, disfruta y transforma este Chapadmalal modelo 2025, que allá atrás pero no hace tanto, cuando la pandemia empezaba a ser historia, se despertaba como un oasis de aire puro y paisajes despejados. Tres años después, el destino de la costa atlántica se consolida como un paraje con residentes en ascenso y una oferta turística que no tardó en encontrar fanáticos. Hasta los bautizaron “chapalovers”. Así les dicen a los que vieron nacer el fenómeno y lo abrazaron cada verano. Manuel Pico, creador de la plataforma ChapaMood, da fe. “Mi familia es de Mar del Plata y yo estoy viviendo en Chapadmalal desde hace un tiempo. El año pasado armé esto con el objetivo de unir eventos y personas. Si estás acá y querés ver qué hay de noche, o a la tarde, tenés todo en ChapaMood, porque cada vez hay más cosas para ofrecer”.
Lo cierto es que los jóvenes, en particular, vienen eligiendo este destino año a año, tentados por las buenas olas de la zona para la práctica del surf, sus hostels siempre vinculados a deportes de mar y una gastronomía que subió a escena en temporada estival y se quedó por 12 meses.
Playas unplugged
Una marejada adolescente cruza la interbalnearia, a mitad de camino entre Mar del Plata y Miramar, para adueñarse de las arenas públicas de Luna Roja y Cruz del Sur, dos de los balnearios más celebrados de esta zona que es remanso entre tanto ruido en el sur.
De un tiempo a esta parte, Luna Roja, con el característico arroyo que la atraviesa y desemboca en el mar, se modernizó con sus dormis y gazebos para pasar el día, y hasta opciones para comer sobre la arena. Claramente, son playas en modo “unplugged”: si cerca del faro hay DJ, aquí abundan los libros. Allá ofrecen recitales en grandes escenarios; aquí, con suerte, puede asomar una guitarra al atardecer. Aires bien distintos y bienvenidos en este extremo sur que se convirtió en tendencia y arranca el año con novedades.
Una pista de skate 0km es uno de los grandes hits 2025: en las cabañas La Candelaria (Chicama 4 y 749), unos alpinos que llegaron cuando casi no había nada, acaban de estrenar Chicama Pump Track. “Sacamos una piscina y un hermoso parquizado para darles un producto a los riders que nos eligen”, cuenta Pato, responsable del complejo donde se puede rodar con tablas y bicis de BMX.
Sin dudas, las tierras de origen surfero siguen siendo las favoritas de los que eligen la cercanía de aguas con buenas olas. Desde la zona de Los Lobos, donde la bajada a la playa es más bien rústica, hasta Chapa Trapa, el point que está sobre el frente de playas de los hoteles del Complejo Turístico de Chapadmalal. “Una vez por mes, todo el año, me vengo a correr unas olas”, dice un rosarino que encara con su tabla un mar más calmo de lo normal por estos días.
A su vez, las variantes de alojamiento se han multiplicado. La oferta incluye casas particulares de amplios jardines que se alquilan a grandes grupos y unidades más pequeñas que encontraron una construcción rápida con contenedores marítimos. Además, hay establecimientos en variedad de formatos, como las coquetas propuestas de Casa Pampa (0 entre 725 y 721) o los sorprendentes y muy buscados domos de AykenChapa (743 bis y Pehuenco), con espacio para parejas y hasta un menor, contando con comodidades cien por ciento estilo “glamping”.
En paralelo, se consolida un desarrollo inmobiliario a gran escala: bien cerca de allí crece Olas (Ruta 11 y 515), un amplio y ambicioso barrio privado que lleva el espíritu del mar en su diseño. Son más de 100 hectáreas con 350 lotes; las obras de los primeros servicios ya están en marcha.
Un poco más lejos se levanta La Hostería. Sus dueños abrigaron un sueño y dieron algo más que techo a quienes por allí buscaban reposo y algo para comer. Hoy, este bar de playa y hostel (0 y 699) creció y, con estética palermitana, es un gran lugar de reunión para después de la playa, ofreciendo cerveza tirada, pizzas y hamburguesas.
La Casa del Abuelo (0 y 697) es la cita obligada con las carnes. En la otra esquina es posible encontrar muy buena cerveza en Las Cuevas (0 y 699), otra casona con años a cuestas y buenos jardines. Allí, la nueva ola trajo los sabores del mar: Proyecto Pescado se instaló con un grupo de apasionados por los anzuelos. Ellos mismos se embarcan y un rato después cocinan en su food truck lo que rindió el buen pique.
En esas pocas cuadras, la variedad gastronómica planta bandera. Pueden degustarse crepes y sándwiches asados en La Herrería (699 y 4), que acondicionó su taller para atender y servir sus tragos, y está también la hamburguesería y el Club Social y Deportivo Costa Azul (4 y 699), con aires de bodegón y minutas de esas que, para llevar o en salón, invitan a volver. “Este es un lugar de encanto, un sueño que se disfruta cada vez más”, dice el concesionario del lugar, Daniel Martínez, quinta generación de familia criada en Chapadmalal. Daniel supo vivir en soledad, con unos pocos vecinos y otros que apenas hacían escala, hasta que fue testigo de este crecimiento exponencial. “Llegaron los ‘chapalovers’ y llegaron para quedarse”, dice entre risas.
Así, el aluvión de fanáticos fue el puntapié de una oferta comercial que, con ferias y locales que ofrecen desde recuerdos hasta ropa de primera marca, tiene como locomotora la industria del alojamiento y la gastronomía. Y la primera línea más próxima a la Ruta 11 como plato fuerte. Bai Bai (0 entre 64 y 719), por ejemplo, ofrece una barra en altura para saborear desayunos, almuerzos y meriendas con el mar en el horizonte cercano.
Lo mismo Cafecito Ruta (11 km 541), que desde su rincón abrió el camino al café de especialidad en Chapadmalal.
La buena cocina también se hace lugar en sitios como Casa Pampa (0 entre 725 y 721), que sembró la semilla con su imponente propuesta seguido de cerca por Gava Mar (Ruta 11 km 543), con su carta de estilo mediterráneo que ofrece pescados, mariscos, arroces y buenos tragos.
Todas estas propuestas conviven con la más tradicional presencia de Antares, que llegó hace algunos años y marcó territorio con sus cervezas y un lugar distinguido también por su diseño y comodidades.
Es innegable que el nivel de la gastronomía de Chapadmalal se consolidó el verano pasado con la renovación del restaurante del parador Luna Roja, que quedó en manos de Patricio Negro y Fernanda Sarasa, creadores del restaurante marplatense Sarasanegro y pioneros de esta ola de exquisita cocina con platos de mar: desde sorrentinos de salmón hasta pulpo a la plancha.
Arroyo Lobería de por medio está Manantiales Club de Mar, pionero también en esa zona con una propuesta de balneario y una escenografía dominada por el bosque. Si bien es espacio de servicio para huéspedes de Torres de Manantiales, está abierto a todo público con su propuesta de carpas, playa con cabañas, dormis, piscina, cancha de paddle, yoga y actividades para los más chicos.
Para sorprenderse
Se sabe: Chapadmalal es multitud a mediodía y a última hora de la tarde. En esta línea, hay otro food truck que a metros de la Ruta 11, con reposeras sobre el verde y bancos y mesas de madera al reparo de un toldo, ofrece hamburguesas, sándwiches de bondiola y versiones veggies, con ensaladas y licuados. Todo al paso. “Zona de amigos y naturaleza callejera”, se presentan, rodeados de acantilados y unas pocas unidades de servicio. Un par de kilómetros más adelante aparece Cruz del Sur, que linda al norte con un sector de playa pública bien amplia, también con un arroyo que corre sobre su límite norte. Cruz del Sur se convirtió en otro de los reductos favoritos de los jóvenes: allí es donde deporte, lectura y algo de música muestran otra versión de los mismos que más tarde andarán por las pistas de baile, en busca de diversión.
El otro encanto cercano es La Redonda. Al nivel de la arena, hay una paz absoluta (apenas el sonido del mar y los pájaros), mientras que en la cima del acantilado se levanta una base para acampantes con sus casas rodantes o campers.
De todos modos, algo de ruido se ha filtrado. Los vecinos originales y los que han llegado más tarde a Chapadmalal atraídos por la tranquilidad están viendo crecer El Calamar Loco (Ruta 11 y 721), otra bajada de playa que asomó con los after a media tarde, y sube la música hasta altas horas de la noche.
A descubrir
Lo que es indudable es que ese frente de playa es apenas el punto de partida de un universo mucho mayor que invita a ser descubierto. Así, se ve a muchos que, desde el ciclismo o las caminatas, se filtran por las calles flanqueadas por vegetación hasta llegar a los límites de las plantaciones de kiwi.
Por allí también, lejos de la costa, hay novedades para conocer. Vale la pena, por ejemplo, llegar hasta Samay Huasi (14 y Ale Pue), la aventura de Marisa Sguerra, una apasionada por la pastelería, y Ezequiel Arca, arquitecto. Aquel que se acerque podrá disfrutar de un salón en medio de un jardín donde se sirven deliciosas tortas, bocados y variedad de tés. Un ambiente sencillo y coqueto que vale la pena probar.
Quienes estén con auto, pueden permitirse la experiencia de transitar y descubrir nuevos parajes. Conocer los primeros viñedos marplatenses puede ser una buena opción. Costa y Pampa (Calle 749) es la marca en Mar del Plata de Trapiche, que tiene su bodega a 2000 metros del mar y produce allí sus pinot noir y gama de blancos. Hay visitas guiadas y degustaciones. Se trata de vides que nacieron, se criaron y multiplican en Estancia Santa Isabel, parte de un circuito de grandes establecimientos rurales caracterizados por sus casonas amplias y de estilo; espacios privados con reducidas posibilidades de ser visitados. Uno de los más renombrados es Marayuí, convertido en barrio cerrado. Tiene cancha de golf propia y si no se es propietario, el ingreso requiere invitación. Otro es Estancia Santa Sylvina, cuya hermosa capilla se puede visitar a diario en los horarios de misa. ¿El dato? El chalet histórico con ocho dormitorios y lo que fue el sector de caballerías, ahora rediseñado como apartamentos, se alquilan a turistas.
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