Cada vez más desarrollos inmobiliarios suman infraestructura para facilitar la separación de residuos y el reciclado; las composteras de uso colectivo son un ejemplo
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Lavar el sachet de leche, dejarlo secar. Juntar las tapitas de envases y gaseosas. Separar envoltorios. Contribuir al medioambiente. Cada vez son más los argentinos que clasifican los reciclables al momento de tirar la basura. En Argentina el porcentaje asciende a 64% de acuerdo a un estudio reciente de Ecoplas, la asociación civil sin fines de lucro. La encuesta que impulsó junto con Opinaia arrojó que, de ese porcentaje, 4 de cada diez personas sabe cómo hacerlo mientras que el resto lo hace de todas maneras a pesar de la falta de información.
La relación de los argentinos con la economía circular y sus beneficios ecológicos, económicos y sociales revela el interés por esta modalidad: el 83% de los que no se ocupan de separar residuos reconoce que le gustaría hacerlo, pero no puede por falta de infraestructura, tiempo o desconocimiento.
Pero el tema está instalado y hay varios desarrollos inmobiliarios que lo contemplan. En Caballito, el edificio Donna Terra inauguró este año una compostera escultural para uso colectivo. De acero inoxidable, la lombriz gigante es también una obra de arte. Diego Bianchi es el autor y ganador del Premio Azcuy, una iniciativa del estudio de arquitectura Azcuy en alianza con el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y el Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad. Esta gran escultura tubular que recorre parte del jardín del edificio está compuesta por tres partes y un total de 70 metros lineales que se contorsionan, buscan desarrollar una relación entre tiempo, paisaje y habitantes. Tiene múltiples accesos con puertas rebatibles y es un receptor de desechos orgánicos para generar compost.
“El proceso integra el arte visual con la responsabilidad social y la sustentabilidad. Está activa y en permanente gestión, ya que la vamos ajustando junto a los vecinos y sus necesidades. Mutanti pone el tema del reciclaje sobre la mesa e invita a iniciar esta conversación”, detalla Sol Juarez, arquitecta, gerente de Producto e Innovación del estudio que ya lanzó la 4ta edición del premio nacional. “Fue gestada para que los vecinos se la apropien, que ellos también funcionen como un sistema y que así se impulse la responsabilidad social y la sustentabilidad. Apostamos a este cambio cultural desde el arte”, señala Juarez.
En tanto, el estudio ATV Arquitectos impulsa en el complejo de casas en altura Sens Palermo Green una estrategia de manejo de los residuos de sus vecinos junto a los locales comerciales. “Es un trabajo interesante, donde instalamos salas de enfriamiento de la basura para que salga reciclada y compactada del edificio”, explican los arquitectos Federico Azubel, Ignacio Trabucchi y Walter Viggiano sobre el proyecto que están levantando sobre Godoy Cruz, a la altura de Soler.
Los arquitectos desarrollaron un sistema para que la basura siga una ruta específica de recolección que estipula horarios por la mañana y la noche. Así, los reciclables y no reciclables, los vidrios y el material orgánico se mantienen separados desde el almacenamiento hasta que llegan al depósito principal, donde los esperan contenedores diferenciados. “Es un proyecto integral y sustentable que también incluye el registro de cantidad de residuos generados, almacenados y refrigerados para evitar la propagación de olores, sin restos del proceso a la vista”, señalan.
Este edificio será certificado con normas Leed y Fitwel: “Garantizan el uso racional de la energía, particularmente de energías renovables, materiales y recursos esenciales como el agua. Estamos convencidos, que debemos incorporar nuevas formas de construir y de habitar, más amables y respetuosas con todo lo que nos rodea. Se optimiza el impacto del proyecto en la salud en relación con el entorno y la comunidad”, explican.
Separar o no separar
“Separar los residuos es una micro tarea que me conecta con la empatía. Mi intervención es mínima, pero sostenida en el tiempo”, dice María Luisa, óptica, mamá de Charo y Jeremías, de 6 y 9 años. “Los chicos ya lo tienen incorporado, les resulta parte del cotidiano porque lo ven en casa. Faltaría una vuelta de tuerca desde la escuela y garantizamos un planeta mejor para el futuro”, apunta. En este sentido, el estudio de Opinaia revela que “los consumidores asumen la responsabilidad por el reciclaje pero también perciben falencias cuando no hay información clara e infraestructura como cestos y puntos verdes accesibles”, explicó Verónica Ramos, Directora Ejecutiva de Ecoplas.
Las cifras revelaron que hay mayor concientización y que la pandemia marcó un punto de inflexión. Un 21% de los encuestados sumó este hábito en sus hogares. Para Mariela Mociulsky, CEO de la consultora de tendencias Trendsity, “la pandemia resignificó el vínculo con el medio ambiente y el bien común y puso en cuestión los hábitos de consumo, especialmente los alimenticios”. Del estudio de Trendsity se desprende que 6 de cada 10 personas considera que el COVID aumentó la preocupación sobre esta problemática.
Entre las principales actividades la separación de residuos y el uso de bolsa ecológica se convirtieron en un hábito. “Tener la bolsa a mano, cerca del tacho de basura y llevarla al contenedor de la esquina de casa facilita muchísimo la tarea. Ahora ni se me ocurre tirar vidrio o plástico con el resto de los desperdicios orgánicos”, plantea Daniela Méndez, docente de Caballito.
Los nativos sustentables, según Mociulsky, son los que reflejan mayor compromiso. Para este segmento la clave está en empezar el cambio desde el hogar. “Saben que tienen una oportunidad única y la quieren aprovechar, quieren hacer un cambio de hábitos por más arraigados que estén y no se desmotivan ante la inacción de otros”, dice la consultora.
“Lo que me encanta de compostar es que el registro de basura cambió. Tenemos otro concepto de lo que nos da asco, y poder observar cómo se transforma la basura en abono nos deja una gran conciencia sobre nuestros consumos”, comenta Carolina Muñoz Agopian, autora del libro infantil La Niña y la Enredadera. Desde Compas, el emprendimiento de tres diseñadores industriales que fabrican composteras urbanas, arrojan números que ratifican la tendencia: “Incentivamos a 19.400 personas a compostar y generamos 95 mil kilos de abono para plantas en 7 años”, dicen Lucía Martinez, Pablo Bianchi y Dario Mercuri, que obtuvieron el Sello Buen Diseño por los productos de polietileno rotomoldeado que ahora vienen con tapas realizadas a partir del propio descarte de producción.
Bajo el lema “Nada se pierde, todo se composta”, el gobierno porteño instaló Puntos Verdes, contenedores en 14 ferias de la ciudad donde se pueden depositar residuos orgánicos. Los días y horarios se pueden consultar acá. Entre la lista de lo que se puede dejar figuran frutas, hortalizas y tubérculos, legumbres, verduras y cereales, pasto recién cortado, flores, cáscara de huevos, cáscaras y carozos de frutas y verduras, yerba, café, saquito de té e infusiones, cáscaras de cítricos, hojas secas y restos de ramas.
Además, desde el Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana se instalaron tres centros de compostaje, en Chacarita, Villa Soldati y Palermo. La iniciativa también cuenta con un mapa interactivo donde se pueden consultar la ubicación de campanas, contenedores y puntos verdes. Allí también reciben las “botellas de amor”, rellenas con plásticos de un solo uso, que luego la g Fundación Regenerar utiliza para crear madera plástica para mobiliario urbano.
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