Cerca de la primavera y con un aumento de la vacunación, se esperan de 1200 a 1500 uniones por mes, según datos del Registro Civil
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Cuando la cuarentena estricta cerró todo, casarse parecía un sueño imposible. Los eventos aparecían allá lejos y olvidados, la última de las prioridades. Y en ese limbo quedaron miles de parejas que planeaban sellar su amor con una fiesta. Mientras en 2019 se registraron 13.500 enlaces matrimoniales en la ciudad de Buenos Aires, en 2020 fueron solo 5200. Incluso aquellos que lo habían pensado para la primera parte de 2021 debieron replantearse la agenda. Pero hoy las aguas parecen estar aclarándose. De camino a un clima más templado que permite organizar festejos al aire libre y con una vacunación que se acelera, los novios vuelven a envalentonarse: la temporada alta de casamientos está en puerta.
Algunos datos dan cuenta del auge. Desde el Ministerio de Gobierno porteño y a través del Registro Nacional de las Personas, estiman que entre septiembre y diciembre se verán de 1200 a 1500 casamientos por mes. Y prevén un número similar para los meses entre febrero y Semana Santa. También planean habilitar hacia noviembre los lugares emblemáticos donde celebrar, como el Rosedal, la glorieta de Barrancas de Belgrano o la Usina del Arte. “Hace mucho que con mi pareja teníamos el sueño de casarnos. Y justo dio la casualidad de que encontramos un turno para el 9 de agosto, día en que cumplimos 8 años de novios. Aunque se complicó el tema de invitados, porque el protocolo admite muy pocos, fue muy significativo. Por suerte la pandemia no impidió que pudiésemos llevar a cabo lo que tanto queríamos”, relata Evelin Alanis Páez, que se casó el último lunes en el Registro Civil de la calle Uruguay.
Los salones de eventos también van notando esta apertura. Desde el Four Seasons Hotel Buenos Aires aseguran que tienen muchísimas reservas, tanto para este año como para 2022 y 2023. “La gente que pospuso sus casamientos está con muchas ganas de poder festejar y reunir a sus seres queridos”, detalla Camila Ripoll, coordinadora de Relaciones Públicas. Sus generosos salones conectados a jardines y terrazas, con amplias ventanas y corrientes de aire no son un dato menor. Tampoco el hecho de que a los protocolos locales establecidos le suman uno propio de la cadena, “Lead with Care”, enfocado en garantizar una mayor limpieza y seguridad.
Las socias de la agencia de organización de eventos Pink Brain, Sole Pazos y Caru Manzella, confirman este auge. “Durante toda la pandemia seguimos teniendo consultas y armando propuestas, incluso sin tener una visibilidad de cuándo se podría celebrar. Hoy tenemos varios clientes nuevos; vemos que la gente sigue con ese mismo interés de festejar el amor”, sostiene Sole. En el último mes los proveedores a los que les piden cotización comezaron a tener menos disponibilidad de fechas, desde salones a DJs, caterings y ambientadores. Y no todo sigue igual: golpeados tras un año y medio casi sin ingresos, estos servicios empezaron a afinar la letra chica de sus contratos y los anexos de sus presupuestos, sabiendo que hasta lo imposible puede pasar. “En algunos casos también achicaron su stock de recursos, por lo que cuesta más conseguir algunos insumos”, agrega Pazos. Ya casi no existe la congelación de tarifas: entre crisis y pandemia, hoy no hay proveedor que no plantee en el presupuesto una indexación a la inflación. “Antes empezabas a organizar un casamiento hasta dos años antes. Hoy hay rubros que no tienen claridad de precios ni siquiera de acá a seis meses”, cuenta Caru Manzella.
Adaptarse al cambio
Pero no todos los rubros pueden darse el lujo de ser espontáneos. La creación de un vestido de novia es un trabajo artesanal que demora tiempo y dedicación. “A pesar de fijar fechas, las novias no tienen la fehaciente seguridad de la concreción de su boda, y por eso muchas se comunican por su vestido con muy poco tiempo de anticipación. Esto nos impide tomar el encargo, ya que no podemos realizar un genuino trabajo de alta costura como el que ejecutamos con habitualidad”, relata el diseñador Gabriel Lage.
A la vez, a este rubro le cuesta conseguir ciertos géneros y materiales, en muchos casos importados. “En nuestro caso, sorteamos esta contrariedad mediante el acopio de telas atemporales y también con la posibilidad de confeccionar nuestros propios géneros a través de un desarrollo artesanal”, cuenta Lage.
Sobre los cambios en esta nueva tanda de casamientos, el diseñador apunta a una revalorización de diseños que marquen la personalidad y el estilo de la novia, pero siempre con trabajos artesanales que hagan más único el modelo. “Siluetas románticas o sensuales, escotes y espaldas envolverán vaporosamente o con elaboradas exageraciones la figura femenina”, describe.
Para Sole Silva, especialista en importación de telas exclusivas y proveedora de marcas de indumentaria de Argentina y Latinoamérica, los festejos al aire libre (en ocasiones los únicos permitidos) imponen también su estilo en la elección del vestido. Así, el valor principal se encuentra en el tejido y los volúmenes y formas que puedan crearse a partir de los mismos. “Lo que más se pidió en estos meses son las gasas de seda bordadas, por su caída y su vuelo, y los guipures, unas telas más opacas que no tienen brillo y permiten, en conjunto o por separado, un look más relajado para usar en celebraciones al aire libre”, detalla Silva. Sin embargo, debido al boom de novias que planean realizar su fiesta en los primeros días de septiembre, no hay telas en el mercado, y menos aún aquellas diferenciales. Aunque siempre hay profesionales precavidos: “En plena cuarentena de 2020 y con mis tres modistas sin mucho que hacer, pensé que debíamos producir vestidos de stock. Imaginé que en algún momento la gente se iba a casar”, sostiene Sol Montes de Oca, diseñadora de Son Santas, que suele comprarle a Silva. Hoy tiene cerca de 100 vestidos ready to wear, lo cual ayuda a esta menor anticipación que se ve en las clientas. “En años anteriores la lógica era venir seis meses antes. Hoy estoy recibiendo novias que se casan en octubre, noviembre, diciembre. Me da la sensación de que estaban desmotivadas pensando que no iban a poder celebrar y ahora que ven que se levantan las restricciones corren a buscar vestido”, describe.
Otros cambios notorios en esta nueva era de festejos tienen que ver con la cantidad de invitados: hoy los eventos son más chicos e íntimos, y por ende la lista de invitados se realiza más a conciencia y menos por compromiso. “Esa reducción no significa restarle suntuosidad a la boda, sino poder ofrecerle mucho más a cada asistente”, apunta Lage. También hay una mayor búsqueda de espacios con aire libre, y por eso los salones con jardín o grandes terrazas son los preferidos. Así lo demuestran las reservas en locaciones como Espacio Pilar, donde ya hay 60 eventos confirmados. “Hay más conciencia. Las personas quieren celebrar pero no de cualquier manera, saben que se tienen que cuidar a ellos y al resto. Los salones mejor preparados en este sentido, con espacios amplios, lugares abiertos y protocolos, contamos con ventaja”, apunta Carola Zimmermann, directora de ventas de Grupo Sens, a cargo de las locaciones Espacio Pilar, Espacio Márquez y 5500 Figueroa y también de Kiria Catering, quien además cuenta que las reservas están llenas a partir de septiembre, y que han recibido muchos más pedidos de presupuestos que en los últimos años.
“Elegimos Espacio Pilar por la posibilidad de poder festejar al aire libre, con mucha vegetación y verde. Nuestro casamiento tendrá entre 70 y 80 personas y este salón es mucho más amplio. Además, si el clima no ayuda tiene un área techada grande que permite abrir ventanales en medio del parque”, relata Carla Piccolo, a quien su pareja de 13 años y con la que tiene dos hijos, Marcelo Sanchez, le pidió matrimonio el 14 de febrero pasado. Y aunque inicialmente habían pensado en mayo y tuvieron que cancelar por la llegada de la segunda ola, ahora se toman con humor hasta el tener que tachar a mano la fecha de las invitaciones, y apuntan a noviembre. “Se dieron justo ahora las ganas de ambos y elegimos no esperar. No sabemos cuándo termina la pandemia y no quisimos postergarlo. La experiencia de organizar en este contexto es positiva, porque entendemos que hay que estar abiertos a diferentes posibilidades”, apunta.
“Cambió la dinámica del casamiento, porque se piensa más en burbujas, cambió la relación con los proveedores y las condiciones de contratación, cambió el proceso de organización, que ahora se guía por protocolos. Lo que no cambió son las ganas de celebrar y divertirse que tiene la gente”, sintetizan desde Pink Brain.
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