Flamante abuelo y embajador de Marca País, el diseñador habla de su relación con Máxima y las peleas entre colegas como Gino Bogani
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Benito Fernández es la clase de personajes que nacieron para resolver, que desdramatizan, que le escapan al conflicto, que volantean su camino cuando es necesario. Extrovertido y dueño de cierto entusiasmo adolescente que lo convierte en un hombre sin edad, cuenta que ser abuelo le cambió la vida. Una vida que, en realidad, nunca paró de cambiar.
“Y eso es así porque soy una persona que combate los prejuicios. Primero fue lo de mi dislexia, algo que supuestamente me iba a condenar a hacer todo mal. Después, a pesar de haberme casado y ser padre de dos hijos, pude vivir sin culpa mi sexualidad. Y creo que siendo yo, se fueron dando todas las otras cosas”, dice el diseñador.
–Las otras cosas que incluyen vestir a la reina Máxima de Holanda, por ejemplo.
-Sí, son premios que te da la vida. Y pude sostenerlo a través de los años. Empecé en su casamiento, vistiendo a su cuñada, Mariana Andrés, y a sus cinco mejores amigas. Después tuve el honor de crear diseños para ella: fueron más de cuarenta vestidos y muchos los ha repetido hasta tres veces. Máxima siempre tuvo guiños muy lindos conmigo.
–¿Se hablan directo o, a pesar de este vínculo, hay que seguir protocolos?
–Si es un tema personal, cuestiones familiares, usamos WhatsApp. Me refiero a situaciones puntuales, acontecimientos felices o tristes. Pero si hay que resolver, algo de moda, lo hago a través de su asistente.
–De todo lo que le hiciste, ¿qué vestido pensás que fue el hit?
–Sin dudas el que usó, ya siendo reina, cuando visitó Canadá y los Estados Unidos. El fucsia de un sólo hombro, con flecos de seda natural. Fue muy comentado y ponderado. Salió en todas las revistas porque ella lo llevó increíblemente bien. Eso es lo que me fascina de Máxima. Se atreve. Es fresca, distinta.
–Se descarta que adorarías vestir a sus hijas, ¿no?
–Desde ya, pero no hay que ser tan pedigüeño en la vida. Me doy cuenta de que uno siempre quiere más, y es natural en el ser humano. Pero también está bueno disfrutar y valorar lo que hay. Siempre recuerdo cuando me llamaron para vestir a la madrina de la boda. Entonces pensé: ‘¿Podré alguna vez vestirla a Máxima?’ Y se dio. Después, ya siendo reina, lo mismo. Yo pensaba: ‘¿Podré vestirla ahora o seguirá usando cada tanto algo de la etapa del principado?’ Y bueno, también se dio, pude lucirme. Claro que me encantaría vestir a las chicas. Pero dejo que las cosas pasen.
–Estás bastante zen...
–En realidad soy hiperactivo en el trabajo, pero en la vida muy relajado. A veces hasta me da fiaca cargar el celular. Creo que la pandemia cambió muchas cosas. Bueno, en realidad aceleró ciertos ciclos. En mi caso, además de separarme, pude concretar muchos temas que ya tenía decididos, pero que no concretaba por una cuestión de tiempos. Asuntos relacionados con la solidaridad, la empatía. Y me puse en acción. Empecé a hacer los ponchos para Acnur, reinventé mi empresa en varios sentidos.
–¿Por ejemplo?
–El sumarme a la tendencia de vestirnos más cómodos, accionar la venta online, no trabajar más con cueros, empezar a hacer desfiles con zapatos viejos de colecciones anteriores mías para apoyar la moda circular. Pensar en proteger el mundo, que no es poco. Y estoy feliz porque este año me hicieron embajador de Marca País. Es un orgullo enorme que mi nombre represente a la Argentina.
–Dijiste que la pandemia terminó con tu pareja. ¿Estás solo?
–Solterísimo. Y, la verdad, ahora bastante desenfocado del tema amores porque estoy enloquecido con Fermín, mi nieto, que ya tiene tres meses. Es el hijo de mi hija Marina, con quien también trabajo. Estoy tan feliz de verla así. Ella también es hiperactiva. Está por lanzar Mini, una marca para chicos. Y así vamos por la vida. Con proyectos, siempre trabajando y con buena onda.
–Es cierto que le escapás a las peleas. Aunque con Bogani tuviste tu round mediático...
–Siempre que tuve diferencias con alguien terminé amigándome. Y con Gino, gracias a Graciela Borges que es una amiga en común, pasó lo mismo. ¡Ahora somos amigos con Gino! La verdad es que estuve enojado porque me dolió mucho la crítica que me hizo. A mí y a otros colegas. Me afectó porque siempre fue mi referente. Obvio que si admirás a alguien y te mata, la sensación es horrible. Pero me pidió disculpas y supe entender que él viene de un lugar donde hubo mucha competencia, envidias, malas jugadas. Eran épocas donde alguien te señalaba con un dedo y te bajaba de una nota. Reinaban otros códigos. Pasó en la moda y en todos los ambientes. Por suerte hemos evolucionado. Yo de joven me reía con Olmedo y la verdad es que hoy no me veo riendo con lo mismo.
–Viene Forever 21 a la Argentina, ¿qué opinás?
–Yo creo que está bueno que vengan marcas así nosotros podemos empezar a competir. Y me parece bien que confeccionen acá. Igual, siempre sosteniendo que el gobierno debería apoyar a la industria textil, ya que genera muchas fuentes de trabajo. Aclaro que esto no es una crítica puntual a quienes nos gobiernan porque con la gestión anterior pasó lo mismo. Y es una pena. Acabo de ir a la ruta del diseño misionero y es impresionate. Cada vez hay más diseñadores arriesgando, tomando un ADN más personal, más nuestro. Y esa es la que va. Para competir afuera hay que tener eso. Sé que Máxima me elige a mí cuando quiere transmitir algo distinto. Porque para vestirse de reina ya lo tiene a Valentino. Creo que se viene nuestro momento en el mundo.
–¡Al fin un poco de optimismo!
–Es así. Europa y Estados Unidos están mirando mucho lo que hacemos en cuanto a diseño y admiran nuestros textiles. Lo mismo que pasa con los artistas. El caso de Lali, Tini; ni qué hablar Ricardo Darín y nuestros actorazos que la rompen afuera. Somos más nuevos, frescos y tenemos otra mirada.
–Nadie se olvida del vestido con pompones de lana, multicolor, que le hiciste a Natalia Lobo para una gala: muy criticado.
–Lo destruyeron. Susana, Mirtha, la Canosa. Todas criticando el vestido. Prendías la tele y no paraban. Decían que era un disfraz. Pero ese mismo vestido, 15 días después, fue aplaudido en el Fashion Week de Nueva York. La colección se llamaba Etnia, estaba Valeria Mazza en primera fila con una pollera igual. Me acuerdo que fui con Dolores Barreiro, que hipnotizó. Para mí fue inolvidable porque esa situación me empujó a seguir un nuevo camino. Fue un quiebre en mi carrera porque le terminó de dar identidad a la marca Benito.
–¿Te considerás un tipo audaz?
–Me defino como persona que saca prejuicios. Visto a una reina y al otro día hago remeras para un supermercado. Me engancho con la gente, la incluyo en lo social y lo laboral. Más que audaz soy libre y voy cumpliendo sueños. Vengo de una generación donde todo se ocultaba. No solo la sexualidad sino las enfermedades, las separaciones, las simpatías políticas. Estoy feliz porque hoy se vive en otro mundo, pero también queda mucho por destrabar. Aunque nos creamos modernos, la sociedad argentina sigue siendo muy prejuiciosa. Basta con prender la tele para darte cuenta.
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