De cronista estrella de la alfombra roja a productor de la multipremiada película argentina: cómo fue decirle adiós a la zona de confort
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Durante 20 años lo vimos en cada edición de los premios Oscar, entrevistando a celebridades internacionales. Este 2023 volvió a pisar la alfombra roja (que fue color champagne), pero, esta vez, además, como productor asociado de Argentina, 1985, película dirigida por Santiago Mitre y nominada al gran premio de la Academia.
Axel Kuschevatzky es, para el público argentino, un referente natural del mundo del cine: periodista, guionista, y productor. El año que viene, contando las películas en las que trabaja actualmente, contabilizará 100 producciones en su haber. Entre otras, participó en El secreto de sus ojos, la ganadora del Oscar dirigida por Juan José Campanella, donde fue productor asociado, y en Relatos salvajes, de Damián Szifron, como coproductor.
En enero de 2020, poco antes de declararse la pandemia de Covid-19, Axel decidió instalarse con su familia –su mujer, la periodista Patricia Molina, y sus hijos, Juan y Julia– en Los Ángeles, dondehoyreside. La charla con la nacion transcurre en conferencia virtual mientras el exvecino de Almagro camina por las calles soleadas de su nuevo barrio, Culver City. Cuando finalice la entrevista, retomará su rutina de 14 horas de trabajo diarias en Infinity Hill, la productora de cine y TV que creó en 2019 junto con dos socios, el productor inglés Phin Glynn y su amiga de toda la vida, la argentina Cindy Teperman. Entre los tres, manejan las sedes en Londres, Los Ángeles y Buenos Aires.
–¿Cómo fue el salto de pasar de ser periodista de cine a un productor de éxitos internacionales?
–A mí el periodismo me abrió las puertas de la producción gracias a que conocí a referentes que se convirtieron en mentores, como Juan José Campanella, Victoria Alonso y Peter Bogdanovich [ya fallecido]. El primero que me sentó en una mesa y me dijo que sería un muy buen productor fue Campanella. Él me dio la luz verde para pensar en eso que yo deseaba y no me animaba a poner en palabras. Entonces yo siento que a Juan le debo la existencia. Más allá de eso, la realidad es que no hice un salto arriesgado de periodista a empresario porque sin dejar nunca el periodismo, empecé a producir: primero para Telefé, eventualmente para Telefónica y posteriormente para Viacom. Cuando tomé la decisión de armar mi propia productora, tenía un vínculo muy bueno con Viacom, que ahora es Paramount, y había proyectos que habíamos empezado a charlar cuando yo estaba en relación de dependencia a los que quisimos darles continuidad.
–No sentiste que saltabas al vacío, no fue algo que te asustara...
–No, sí, sí que me dio miedo. Obviamente después de casi dos décadas de trabajar en relación de dependencia, de saber que cobrás un sueldo a fin de mes, de manejarte en un universo que ilusoriamente pensás que entendés, la idea de salir de ese esquema y de ser responsable único no solo de mi propia vida laboral, sino del bienestar de mi mujer, de los chicos, en un lugar diferente, era bastante aterrador. ¡Y ni te digo después de que nos agarró la pandemia y se comió los ahorros! Porque nosotros vinimos a Los Ángeles con un calendario de producción muy concreto que se empezó a diluir porque estaba todo cortado. Y a la vez yo sentía que era un tren que se iba, que si no tomaba esa decisión después me iba a arrepentir. Pero sí, hubo momentos en que la pasamos muy mal, con mucha angustia y sintiendo que no podíamos resolver los problemas. Salir de la zona de confort a veces es muy difícil.
–¿Cuándo tomaste exactamente la decisión de irte de la Argentina?
–Lo pensamos mucho, durante años, pero nos mudamos en 2020. Llegamos un mes antes de la pandemia. El primer año nos pasó de todo: nos agarró la pandemia, los incendios forestales, un toque de queda porque hubo saqueos, con los supermercados vacíos como en la época del desabastecimiento, nos comimos siete terremotos. Fue bastante duro, porque teníamos que acomodar a los chicos en un colegio nuevo y adaptarnos a una vida que tiene reglas comunes, pero otras que no se parecen en nada a lo anterior.
–¿Qué necesitaron al llegar?
–Garantía para alquilar, cosas básicas. Cuando llegamos, una amiga nos prestó los platos, las primeras mesas, el colchón inflable que usamos la primera semana hasta que llegó la cama. Son cosas que a la distancia no parecen significativas, pero que cuando llegás a un lugar en el que no conocés las reglas del juego pueden hacer que te supere la angustia.
–¿Y ahora? ¿Te está gustando tu vida en Los Ángeles?
–Por suerte hicimos un clic con la vida cotidiana, un clic con la gente, tenemos un grupo muy grande de amigos. Hay un mundo social muy del barrio, tenemos un grupo grande de argentinos, algunos del periodismo y mucha gente de publicidad.
–Hace unas semanas diste un discurso encendido en la entrega de los Premio Platino, donde Argentina, 1985 ganó como Mejor Película Iberoamericana...
–Las reflexiones tienen mucho que ver con lo que como grupo fuimos charlando durante todo el camino que fue recorriendo la película. Por qué sentíamos que esta película es relevante, cómo tuvimos la suerte de ser parte y, algo que para mí es muy importante: reivindicar el lugar del cine y de las series como generadores de puestos de trabajo, como dinamizadores de la actividad económica. Generalmente se le achacan el cine, y también a la tele, conceptos ridículos como que se hacen con la plata de los jubilados o con “mis impuestos”, lo que no son más que manipulaciones ideológicas. En cambio, poco se habla de los efectos positivos que tiene la industria del cine no solo en términos culturales, porque eso ya lo sabemos, sino en términos de la vida de las personas, de generar laburo. Esa es una conversación que no existe en la Argentina pero sí en otros países, como España o México. El cine es maravilloso. Es generoso para los espectadores y para los que laburan.
–Hoy estás viviendo un presente soñado. ¿Qué te hace bajar a la realidad?
–Después de ganar el Oscar por El secreto de sus ojos, mi mujer me agarró y me dijo que lavara los platos. Por suerte en la vida cotidiana tengo gente que todo el tiempo me pone en el lugar correcto. Ella carece absolutamente de cualquier grado de cholulez, si le digo que vamos a cenar con alguien muy prestigioso, capaz me dice “bueh, no lo conozco, voy porque me lo pedís”, y para mí es un sueño cumplido estar sentado a la mesa con ese actor, cineasta o un director. Actúo como un adolescente enamorado, pero mi mujer se conecta con la cosa más humana.
–¿Cuántos proyectos estás llevando adelante?
–Tenemos, en diferentes estadios, entre producción, desarrollo y posproducción, entre 10 y 12 proyectos anuales. Y no somos una productora muy grande. Somos 5 en el trabajo cotidiano. Siempre nos asociamos con otra gente, buscamos socios. El proceso creativo con gente interesante es más rico y este es un trabajo donde el elemento más importante es el factor humano: no el dinero, sino la capacidad para relacionarse.
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