Instalado en Miami, el hijo del expresidente del Banco Central habla de todo antes de inaugurar su galería
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Es el mismo chico que hace unos años pensaba ser diplomático, el que la pasaba pésimo cuando lo nombraban en los programas de chimentos como uno de los personajes involucrados en el Redrado-Salazargate. Pero pasó bastante agua bajo el puente, terminó su carrera de Relaciones Internacionales, se instaló en Miami y siguió su instinto. “Siempre me gustó el arte y tenía la fantasía de exportar cultura. Lo pensé mucho antes de decidir irme del país. Tenía 24 años y, como tantos jóvenes, pensaba qué me depararía la vida en Argentina. Había un montón de cosas que no me gustaban. Y decidí partir en las vísperas de la pandemia”, cuenta Tomás Redrado, hoy convertido en marchand, galerista y, como le gusta decir, constructor cultural de puentes.
Hijo del economista y expresidente del Banco Central, Martín Redrado, dice que fue liberador comprender que el mundo de la economía y las finanzas no tenían nada que ver con su ideología de vida. Y que, si bien el apellido pesaba, se animó a dar un volantazo, asociarse con un amigo que era agregado cultural en la embajada de México y no parar hasta dar con el mejor espacio en Little River, donde el mes próximo tendrá su propia galería.
–¿Qué te alejó definitivamente de Argentina?
–Yo adoro mi país y su cultura; eso quiero dejarlo claro. Pero el panorama era bastante negro. No coincido con las medidas que toma el gobierno actual, veía que eran cada vez peores. En ese momento la Argentina no me representaba así que no me imaginaba como un diplomático orgulloso. Y surgió lo del arte, algo que me encantaba pero que hasta entonces no lo tenía planeado como un modo de vida.
–Y apareció por ahí Marta Minujín, una especie de hada que te dio el empujoncito...
–Exacto. Un empujoncito amoroso, porque ella es fantástica. La respeto y admiro mucho, creo que es uno de los personajes más importantes, reconocidos y exportables que tenemos en el país.
–¿Cómo se conocieron?
–Fue por mi socio, Mauricio Díaz Escalona, quien trabajó años en temas culturales. Fue cuando empezaba todo este desastre de la pandemia. La cosa es que terminamos en su taller y surgió la idea de vender obra suya en Miami. Me gusta decir que no solo me inspiró la trayectoria de Marta, sino toda su luz y su corazón. A mí me dio un gran empujón, me bendijo, me pidió que me largue. Y ahora tenemos proyectos juntos. Ella tiene ganas de hacer una súper instalación internacional. ¡Quiere acostar un clon de la Estatua de la Libertad en pleno Nueva York! Y nosotros tenemos muchas ganas de colaborar con la galería que la representa. Sería un big challenge, un movimiento histórico que ojalá podamos cumplir este año. Le tengo mucha fe al 2022.
–Bueno, empezás el año inaugurando galería...
–Sí, estamos muy entusiasmados con el tema de la apertura, que será el mes próximo. Fascinados con el espacio y con la zona. Abrimos en Little River, un lugar alucinante, emergente. Es un barrio con mucha onda, donde hay restaurantes y tiendas increíbles. A tres cuadras la tengo a Flor Macri, con su local de ropa. Y también está Deborah de Corral, que inauguró Tigre, un restaurante que tiene una onda impresionante.
–Hablás de argentinos. Hay una tribu importante, ¿no?
–Sí, nos vamos cruzando todo el tiempo. Hay un grupo de gente muy interesante y emprendedora ligada a la cultura, la gastronomía, la moda, la música y el polo.
–Uno te imaginaba más tradicional y clásico como tu papá...
–De clásico no tengo nada. Yo iba a la Universidad Di Tella y ahí sí estaban los clásicos. Chicos ditellianos. Pero yo siempre intenté alejarme de eso. Soy otro estilo. ¿Viste que hasta mi español es distinto? No es el castellano de Buenos Aires.
–¿Será que te escapaste de un destino que parecía tallado de antemano? Redrado, hijo mayor, el camino hacia la cancillería...
–No lo sé. No lo analizo mucho. Tuve ganas de ser libre, de hacer mi camino, de no depender de mi padre.
–El escándalo mediático de tu papá con Luciana Salazar habrá sido clave en esa decisión, ¿no?
–No fueron tiempos fáciles, pero ya está.
–¿Mucha terapia?
–¿Sabés que no? Y te voy a dar una noticia que todavía no sabe nadie: estuve con Luciana. Fue el 31 de diciembre acá en Miami. Coincidimos en un lugar, nos cruzaron y bueno... año nuevo, vida nueva. Hablamos un rato. Y me sentí muy bien. Yo no me pienso enroscar más con cosas que hace mi padre. Además estoy haciendo algo que no tiene nada que ver con él. Y lo digo bien. Yo lo amo y respeto mucho, pero no quiero más karmas del pasado.
–Tomás, ¿qué hablaron con Luli? Imposible no pedirte data.
–¿Palabras textuales? Le dije: “Está todo bien, Luli. Amigotes no vamos a ser, pero respetémonos”.
–¿Por qué creés que se manejaron tan mal las cosas? Se nota que la pasaste mal.
–Fue la combinación de varias cosas y el mal manejo de la situación. De repente apareció ella en la película... Un personaje bastante distintivo como es, y bueno. Papá nos lo contó a todos, pero fue raro. Él estuvo una vida casado con mamá y no supo manejar el juego. Ahora lo miro a la distancia y pienso que fue una idiotez. Pero no me voy a amargar por nada porque ya está. Ya dejé de ser “el hijo de”.
–¿Estás de novio?
–No, no. Estuve noviando con una colombiana, Daniela, en épocas de la universidad. Y me volvió loco. Mucha intensidad.
–Por favor, la dejás picando...
–Bueno (risas), pero yo enseguida salgo de las relaciones tóxicas. Y, la verdad, dije: “Nunca más de novio”. Ahora estoy saliendo con una chica americana amorosa, que colabora en el armado de mi galería. Pero la palabra noviazgo no me va. Estoy en edad de picotear, pasarla bien.
–Hablando de picoteo, te encanta la gastronomía, ¿no?
–Mucho. Y acá hay tanto que no lo podés creer. Me encanta dar con la mejor pasta de Miami, y eso sucede en Boia De. Y así tengo mis lugarcitos con las diferentes especialidades. Soy un buceador de ciudades. No me gusta vivir como turista sino empaparme en el verdadero ADN del lugar. Jamás iría a los lugares típicos de argentinos. Hay un Miami under que es alucinante.
–Hablamos de tu papá pero todavía no la mencionaste a tu mamá (Ivana Pagés). Sin embargo alguna vez te asumiste “mamero”.
–Y claro que soy mamero. Mi mamá es la persona que más extraño siempre. Y también a mi abuela paterna, Beatriz. Noventa años, tiene. El año pasado vino a verme con mi abuelo, que es diez años más joven. Una reina. Hace las mejores milanesas con puré del mundo y también canelones. En cambio mamá, con ese cuerpazo que tiene, es más de postres. Le encanta hacer dulces.
–¿Algún problema con que tenga novio?
–Por supuesto que no. ¡Cómo no la voy a dejar estar en pareja! Soy cero celoso. Incluso soy relajado con mi hermana Martina, de veinte. Le digo que hay que probar todo, que tenga todos los novios que quiera, que disfrute y se coma el mundo.