Luego de una semana plagada de incertidumbres, los chicos se ven afectados en sus rutinas escolares: los efectos pedagógicos y psicológicos de los cambios constantes
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“¿Ma, mañana que me toca?”, pregunta Felicitas, algo perdida. No se refería a si tenía lengua, o matemáticas o si debía ponerse el uniforme de gimnasia o el jumper gris. Este año las dudas pasan por cuál modalidad (virtual, mixta o presencial) de enseñanza tendrá ese día. O esa mañana. O en horas de la tarde. Tras un 2020 sin aulas, en lo que va de este 2021 los chicos han tenido un ciclo lectivo intermitente y cambiante en el que han experimentado, en simultáneo, distintas formas de “ir a la escuela”. Esta última semana, además, debieron adaptarse a un debate frenético sobre la presencialidad que aumentó sus dudas y su ansiedad. ¿Cuáles son los efectos de los constantes cambios en las modalidades de enseñanza? ¿Influyen en el proceso de aprendizaje?
“Se sabe que el estrés impacta en el cerebro y es un desincetivo para el aprendizaje. Está estudiado que un cerebro estresado aprende menos –sostiene Luciana Vázquez, periodista y referente en temas educativos, autora de La educación de los que influyen–. En este contexto de pandemia, estamos a la espera. El discurso social es ‘cuando pase todo esto...’ Esa espera por algo que no llega genera estrés en todos, y en los chicos también.”
Más allá de que los niños y adolescentes mantenían desde el comienzo del año una modalidad mixta, con Zoom y clases presenciales en distintas proporciones, según el ciclo al que pertenecen, el impacto por las idas y vueltas de la última semana hace imposible “normalizar” el año escolar. Estrictos protocolos sanitarios, burbujas que se cierran intempestivamente por casos sospechos o confirmados, docentes que están aislados en su casa por algún contacto estrecho y dan clases a los niños que asisten a la escuela, chicos que no van porque conviven con algún familiar de riesgo... La diversidad de situaciones en torno al ciclo escolar 2021 plantea nuevos escenarios que interfieren con el aprendizaje.
“Hay cosas que la herramienta virtual no puede dar porque la escuela es un lugar y es un tiempo que les proporciona cierta certeza. La enseñanza transcurre en un edificio durante un determinado período, en el que el niño se aísla de sus padres y donde las reglas entre adultos y menores son diferentes. Y donde existe además el efecto de los pares: hay una línea de análisis que sostiene que dentro del aula lo fundamental no es necesariamente lo que el docente produce o transmite, sino lo que los pares provocan en el aprendizaje de cada chico. La pandemia arrasó con esa maquinaria de precisión que es la escuela. Así, la idea de escuela desaparece”, reflexiona Vázquez.
Natalia Cajelli es pedagoga y educadora y una de sus áreas de interés es la tecnopedagogía. En momentos fluctuantes como el actual plantea la necesidad de dejar atrás la grieta entre educación virtual y presencial: “Muchos padres dicen que sus hijos no aprendieron nada por Zoom el año pasado y lo mismo pasa ahora. Puede ser que el aprendizaje se haya visto afectado, pero es distinto de no haber aprendido nada –plantea–. El milagro y la desgracia del aprendizaje suceden siempre. No todo se puede enseñar pero todo se puede aprender. Los niños aprenden todo el tiempo, más allá de los procesos sistemáticos que la escuela propone. Y ahora están aprendiendo sobre este conflicto. Porque educar también es cuánto estamos dispuestos a sacrificar cada uno para que nuestros hijos tengan la mayor presencialidad posible”, reflexiona.
Cambiar el foco
En tiempos en los que la virtualidad y la presencialidad conviven de manera permanente (aunque por momentos prime una por sobre la otra), Cajelli, que es experta en educación de Identidad Argentina (empresa nacional dedicada a la industria del conocimiento y la innovación) asegura que lo que tiene que cambiar, más allá de que el aprendizaje sea dentro de un aula o través de una pantalla, es el foco. “Hasta ahora el sistema educativo en general estuvo puesto en el qué, en transmitir contenidos: hay un maestro que sabe más que vos y te enseña el conocimiento socialmente valorado, lo que se supone que hay que saber –sostiene–. Pero hoy los chicos tienen información en todos lados y esto pone en jaque el rol docente como transmisor de contenidos. En lo que sigue siendo fundamental e irremplazable es en la formación de habilidades, en las competencias emocionales. Y la presencialidad es mejor para el desarrollo de estas habilidades sociales y emocionales. La tarea docente consiste en formar seres humanos libres, comprometidos, responsables y pensantes para ser adultos productivos y autosustentables. Necesitamos de la presencialidad para eso y de la tecnología para facilitar los procesos.”
Además de los desafíos pedagógicos que este escenario pandémico plantea, a muchos chicos el ciclo intermitente les impacta directamente en lo emocional. “Después de toda una mañana de clases por Zoom, cuando Feli tiene clase presencial a la tarde le cambia el ánimo. Es como un oasis en medio de la virtualidad”, compara Solange Ventura, la mamá. Por eso, ante la posible pérdida de ese espacio de presencialidad, Feli se puso mal. “Ella prefiere ir a la escuela y yo apoyo la presencialidad porque entiendo que es fundamental, pero trato de que también rescate algo de lo virtual –dice–. Hubo una semana que tuvo ciento por ciento clases por Zoom porque aislaron su burbuja y no le gustó nada, la noté desganada. Pero siempre le resalto que hay que adaptarse a cualquier escenario y que eso no es solo para lo que está pasando ahora, sino también para la vida”, dice Solange.
Esto mismo es lo que destaca la psicóloga Florencia Pérez Platas: “Ante la incertidumbre, debemos armarle a los niños esquemas referenciales con algunas pautas previsibles y enseñarles la importancia de la flexibilidad y la capacidad de adaptación –afirma–. Si nos volvemos muy rígidos, nos va costar mucho más adecuarnos”, plantea la especialista miembro del Guidance and Support Team St George’s College North. De volver a la virtualidad completa, Pérez Plata asegura que no será igual que el año pasado. “Los chicos ya tienen un aprendizaje realizado. Es muy importante saber apoyarse las herramientas tecnológicas disponibles.”
Anticipar escenarios
Para Lorena Ruda, psicóloga especializada en crianza, es positivo que lo chicos y padres verbalicen las emociones frente a estos cambios abruptos. “Siempre está bueno poner en palabras lo que está pasando. Sin dudas es una situación que genera confusión y malestar en muchas familias, y esa sensación puede aumentar o disminuir según la información que los padres y madres le bajen a los chicos en sus casas -plantea-. Más allá de la idea que uno tenga, si al niño le decís que es esperable que en algún momento del año se cierren las escuelas porque todavía estamos en pandemia, entonces seguramente su nivel de ansiedad bajará. Depende mucho cómo los chicos reciban la información. Yo diría que es un momento en el que hay que ser prudentes con lo que se les dice”, recomienda.
La especialista recuerda que desde el inicio, el año escolar 2021 se sabía que no iba a ser un ciclo “normal” y que iba a estar marcado por la intermitencia. “Creo que nadie estaba pensando que iba a haber presencialidad completa durante todo el año. Tal vez lo que sorprendió son los tiempos, muchos esperaban cierres para los días más fríos. Pero de alguna manera se sabía que este iba a ser un ciclo fluctuante porque desde el inicio se planteó la modalidad mixta. Lo positivo o rescatable es que dentro de todo se hace más fácil el pasaje de una modalidad a otra. El sistema y los niños están más preparados que el año pasado y está bueno anticiparles que seguramente va a haber más días o semanas que solo tengan clases virtuales y que es una realidad con la que van a tener que lidiar todo el año”, plantea Ruda.
Mixta, presencial, virtual. Si 2020 se recordará por siempre como el año de la escuela virtual, este será evocado como el ciclo intermitente. Como dijo alguna vez Heráclito, “nada es permanente, excepto el cambio.”
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