Asegura que prefiere no especular sobre su futuro y pone el foco en sus vínculos, el arte y la gastronomía
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Hace una semana, Jorge Telerman regresó de un viaje exprés a París invitado por Emmanuel Macron a la Ceremonia de Entrega de la Legión de Honor, la máxima condecoración de la República de Francia que se entregó a Daniel Barenboim y Martha Argerich, dos personajes de la cultura argentina muy cercanos a él. “Sería un sueño tenerlos nuevamente juntos sobre el escenario”, dice Telerman: un desafío más para el periodista, docente, diplomático, gestor cultural y político de raza que fue jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y, de 2022 a la actualidad, se desempeña como Director General del Teatro Colón (reconfirmado en su cargo por el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri).
Claro que el personaje público que siempre supo estar en escena también tiene un costado privado. Padre de Federico (30) y de Catalina (28), está en pareja desde hace siete años con la artista plástica Cynthia Cohen, con quien convive. “Los dos sabíamos de la existencia del otro porque somos personajes públicos, pero tuvimos un encuentro fortuito en un arteba. Unos meses después gestionamos nosotros otro encuentro y, desde allí, fuimos inseparables”, confiesa sin timidez.
Melómano y chef de calidad reconocida (“mi hija siempre dice que cuando afloje un poco voy a poner un restaurante”), cuida su estilo con una estética perfeccionista en la que se destaca una variada colección de sombreros y chalecos, esa fusión de moderno y clásico que tan bien supo concebir y que hace que responda, aún las preguntas más descontracturadas, con un costado emocional y algo de filosofía.
–Si hoy dejara el Teatro Colón, y pudiera elegir su siguiente destino, ¿dónde sería, y por qué?
–Nunca se debe pensar lo que harías si no estuvieras en el lugar donde estás, o con quién te gustaría estar si no estuvieras con él o con ella. Creo que es la peor manera de vivir. Así que por ahora, como he hecho toda mi vida, aunque sabiendo que me puedo ir mañana, voy a vivirlo, aprovecharlo y comprometerme como si fuera el último lugar en el que me toque estar. Estoy muy agradecido con la vida.
–Buen cocinero y gran epicúreo. ¿Cuál es el plato que nunca le falla?
–El pescado a la sal. Se hace así: se toma una pieza de dos o tres kilos que puede ser una corvina negra o lubina entera, se condimenta con rama de estragón, de tomillo y de pimienta, se lo envuelve y se cocina en una costra de sal gruesa. Cuando se pone en la mesa y los comensales rompen la costra, además de ser muy vistoso, la carne del pescado queda húmeda y sabrosa.
–Dijo que el Colón es para todos pero no para todo. ¿Qué o a quién le gustaría llevar ahí y qué o a quién nunca llevaría aunque se lo exigieran?
–Dije que el Colón es para todos pero no para todo, y cada vez lo reafirmo más. Me gustaría llevar a muchísimos... Imagino un gran espectáculo, una gran jornada maratónica con los genios argentinos, donde puedan estar Martha Argerich con Daniel Barenboim dirigiendo, con una coreografía de Julio Bocca y una puesta de Alfredo Arias, para hablar de cuatro geniales argentinos que han pasado por este escenario. Ponerlos juntos sería un gran sueño para mí. ¿A quiénes nunca llevaría al Colón? Son demasiados. Pero nunca lo diría porque es algo muy antipático, y yo no lo soy.
–Siempre le gustó agasajar con tertulias a muchos personajes ilustres. ¿Quién le sorprendió más y por qué?
–Como rarezas, una de las que más cuento últimamente, porque realmente me sorprendió, fue que hace un par de años en una comida que hicimos en casa, muy relajada después de sus conciertos, Martha Argerich se quedó como hasta las cuatro de la mañana contando chistes a todo un auditorio. Nos hizo morir de risa, era imparable.
–Hace varios años que está en pareja con Cynthia Cohen. ¿Cómo es la convivencia entre un funcionario bien terrenal con una artista plástica que suponemos que vive más en el aire?
–La convivencia entre un funcionario y una artista es muy buena, porque el arte, como la ciencia, es uno de los caminos más eficaces para acceder a la verdad, a lo justo y a lo bello, y un buen funcionario tiene que aspirar a lo mismo. Así que es mucho mas fácil, sobre todo cuando hay amor en una pareja, como en nuestro caso: las diferencias en la forma de abordar las cosas te enriquecen. Y no es un lugar común, te enriquecen en serio.
–Tienen un proyecto cultural inmobiliario en conjunto. ¿Discuten mucho por la obra?
–Con Cynthia nos hemos hecho una casita en las sierras de Córdoba que adoramos. No discutimos sobre la obra, aunque yo pensé que lo haríamos por nuestros distintos recorridos, por nuestras experiencias de vida diferentes. Sin embargo ha habido una armonía que facilitó todo. Los aspectos de la cocina ella sabe que me interesan porque me dedico más a eso. Yo admiro y amo su capacidad estética y su manera de imaginar formas y espacios donde no hay nada: en esas cosas le doy la palabra y acompaño sus decisiones. Y así vamos, ladrillo a ladrillo.
–Dicen que es empecinado... ¿En qué se empecina más?
–A esta altura de la vida, no queremos siempre ganar la discusión, pero me gusta por lo general insistir en las cosas. Cuando parece que no van a salir, hasta suelen producirme una buena sensación de desafío. Y no por creer tener algún rasgo ególatra o narcisista de delirios de omnipotencia ni mucho menos. Pero si veo algo que necesito en serio, o que alguien lo necesita, o que es justo y que por algún motivo no se da, insisto.
–Un hombre culto, refinado, buen cocinero, melómano. ¿Cuál es su mejor arma de seducción ? ¿Alguna historia para contar?
–Confieso que me gusta la seducción, pero como algo en general. Me gusta la gente seductora. Me gusta que la persona a la que te estás dirigiendo se sienta homenajeada, celebrada, cuando la situación da, por supuesto. Yo creo que la mejor arma de seducción es la escucha. Que la persona que está con vos sienta que le prestás atención, que te importa. Es algo que a mí me seduce y me imagino que al otro también.¡Y no pienso contar, ni bajo tortura, ninguna historia de seducción, porque las más interesantes son las que menos se pueden contar!
–Se mueve en bicicleta y hace gimnasia. ¿Cuánto le pone al cuidado personal?
–Hago todo eso porque es imprescindible. Creo que el cuidado del cuerpo es un deber. Para quienes tenemos un sentimiento religioso o por cualquiera de las tradiciones, el cuidado del cuerpo y mantenernos lo más sanos posible es un deber que tenemos hacia nosotros mismos, y hacia la gente que nos quiere y queremos.
–¿Le gusta estar a la moda?
–Sí, me encantan la moda y el diseño. No me refiero a marcas ni a los diseñadores en particular, sino a prestarle atención a lo que uno ve. Lejos de parecerme algo frívolo, yo creo que la moda es la forma en la que uno se presenta ante el mundo. Hay un gesto glamoroso y de belleza intrínseco en esta forma de expresión maravillosa.