Trabajaba en el ACA y juntó plata para viajar a Londres: estudió en Saint Martins y, tras codearse con Alexander McQueen y Marc Jacobs, llegó a director de diseño de la línea femenina de Loewe, firma del grupo LVMV
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El único cliché en la vida del diseñador argentino Adrián Appiolaza es el de el niño que diseñaba la ropa de las muñecas de su hermana, en su San Telmo natal. Después, nada en su historia está viciado de algún lugar común. Su primera experiencia laboral fue nada menos que con Alexander McQueen, pero dejó el trabajo para terminar la carrera en la prestigiosa Central Saint Martins (considerada la mejor escuela de diseño del mundo). Se recibió y se mudó de Londres a París para trabajar en la firma Chloé, rechazó a Prada, pero le dijo que sí a Miu Miu y partió a Milán. Más tarde recibió el llamado de Marc Jacobs en Louis Vuitton y se fue con él.
La vida de Appiolaza es vertiginosa. No por nada dice que tiene como máxima no estar más de tres o cuatro años en un mismo lugar. Pero incluso él puede permitirse una excepción: desde 2014 es el director de diseño de la línea femenina de Loewe, una marca de lujo de origen español que fue adquirida por el grupo LVMH, acaso el más importante en lo que a moda se refiere a nivel mundial.
Próximo a cumplir 50, Appiolaza repasa cómo fue irse a los 21 años de Buenos Aires, cuando abandonó la carrera de Diseño Gráfico, renunció a su trabajo como empleado para el ACA (Automóvil Club Argentino) y, con la plata que había juntado, compró un pasaje para viajar a Londres y dejar por primera vez la Argentina. De ahí en más, todo fue en ascenso: su camino en el mundo de la moda y su colección personal de piezas de diseñadores avant garde como Yohji Yamamoto, Martin Margiela y Comme des Garçons. “Sé que estoy en un lugar privilegiado, en el que todos quieren estar. Cuando yo empecé en el mundo de la moda, a fines de los 90, éramos 15 en la clase, ahora son 50 y además se multiplicaron las escuelas. No hay lugar para todos”, dice quien encabeza un grupo de siete diseñadores que trabajan para crear la colección femenina de una de las firmas de lujo más importantes. “Hay libertad para crear. Yo no me ato a ninguna década. Una cosa que logramos acá es no poner ese tipo de limitaciones, para que el resultado sea inesperado”, cuenta.
–¿Siempre te interesó la moda?
–Digamos que la mía es la típica historia del diseñador que cuando era chiquito jugaba a vestir a las muñecas de su hermana. Mi abuela tenía una máquina de coser y le pedía que me enseñara. Le cortaba los vestidos y le hacía ropita a un Action Man que pedí de regalo para Navidad solo para poder hacerle ropa. Recuerdo que me juntaba con mi prima que tenía una Barbie y diseñaba ropa a su muñeca también. Después, cuando llegó el momento de estudiar una carrera, el Diseño de Moda en la UBA obviamente se me cruzó por la cabeza. Pero era otra época de Argentina, me acuerdo que me asomé para ver cómo era el curso y eran todas chicas y yo pensaba que si me metía en la carrera todos se iban a dar cuenta de que era gay. Así que me anoté en Diseño Gráfico. Duré dos años, hasta que me fui a Londres porque era muy fanático de la movida musical Madchester (con grupos como Happy Mondays, Stone Roses, Depeche Mode y The Smiths) y partí”.
De bartender a asistente de Alexander McQueen
En Londres estuvo 4 años trabajando por las noches en bares, juntando plata. “Laburé un montón, ahorrando cada centavo. Hasta que cumplí 25 y dije: ‘Es el momento de hacer algo’. Formaba parte de un grupo de amigos muy cercano a la moda: uno era Nicola Formichetti que después fue stylist de Lady Gaga. A fines de los 90 Nicola vendía ropa de diseñadores jóvenes en un localcito en Londres. Kim Jones (actual diseñador de Dior) que estaba estudiando en Saint Martins y me dijo: ‘¿Por qué no te anotás?’. Así empecé”.
En realidad, el camino fue más complicado. Appiolaza necesitaba un portfolio y bastante dinero para estudiar en la escuela de la que salieron John Galliano y Alexander McQueen. “Yo no tenía ni lo uno ni lo otro. Entonces me ofrecieron anotarme en un curso de fashion folio de 9 meses para armar uno y toda la plata que había ahorrado en esos 4 años la puse ahí. Mientras terminaba el curso me dijeron que en McQueen estaban buscando asistentes de diseño. Llamé y me tomaron. Pero al mismo tiempo había hecho la postulación para entrar a la carrera y cuando me aceptaron dije: ‘No puedo hacer todo’, porque además trabajaba a la noche para pagar la escuela y como McQueen no me pagaba, lo dejé. Me ofrecieron quedarme y abandonar los estudios. Pero preferí tener el título. Para mí era importante”.
Adrián se puso a full con la carrera (ganó el premio a Mejor Colección Mujer de su promoción) y se recibió. Aquel reconocimiento le abrió las puertas de Chloé, donde Phoebe Philo lo convocó para trabajar con ella. “Me mudé a París. Estuve un par de años, hasta que ella se fue porque quería ser mamá y me fui también. Siempre pensé que no era bueno quedarse en un trabajo por mucho tiempo. Cuando trabajás en algo creativo, hay que cambiar cada tres o cuatro años porque eso te mantiene fresco”, plantea como máxima.
Su archivo de moda
Después lo contactaron de Prada, pero dijo que no porque “tenían un modo muy industrial de trabajar”. La misma persona que lo llamó le ofreció ir a Miu Miu, que era una firma más acorde a su perfil. “Aprendí mucho, pero Milán es una ciudad pequeña comparada con Londres y París. Después de poco más de dos años quería un cambio y me contactaron de Dior para trabajar con John Galliano, aunque él nunca se presentó a la entrevista. A la semana me llamaron de LV. Ahí estaba Marc Jacobs y me fui a trabajar con él. Me divertí mucho, pero era diseñador senior y sentía que ya estaba para convertirme en Design Director y volví a Chloé, donde me ofrecieron ese puesto. En 2014 me llamaron otra vez del grupo LVHM para ser el director de diseño para la línea femenina en Loewe, que además iba a tener como director creativo a Jonathan Anderson, y dije que sí inmediatamente. Y acá estoy”.
Entre la cosas que fantasea, está la de tener una casa en el sur de Italia y dedicar tiempo completo al archivo de moda que construyó a lo largo de sus años en el mundo fashion. “Es algo muy importante para mí. Es ropa de colecciones de Yohji Yamamoto, Martin Margiela y Comme des Garçons que alquilamos a celebrities (Kim Kardashian, por ejemplo), stylists, productoras... Por el momento no me da la comodidad económica que me da Loewe, pero en un futuro tal vez sí”, reconoce Appiolaza, que recuerda en qué invirtió su primer sueldo ni bien llegó a Londres. “Me compré una camisa de Comme des Garçons –dice–. Y cuando empecé a ganar dinero como diseñador, comencé a comprar y a juntar prendas de estos modistos avant garde hasta que me di cuenta de que tenía algo importante, entre 3000 y 4000 prendas. En ese sentido, eBay me ayudó mucho a encontrarlas. Y también viajo para conocer a mujeres que se vestían con Margiela en los 90 y algunas me venden su ropa. El archivo está en una baulera, pero quiero conseguir un showroom. Además, tengo maniquíes en casa y les armo looks. Me quedo mirándolos horas. Estoy un poco loco, es como mi obsesión”.
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