Adiós a los fósiles. El camino hacia la transición energética
“Mi próximo auto va a ser eléctrico”. La calco adorna las lunetas de miles de autos a lo largo y ancho de Estados Unidos. Adeptos a los mensajes en forma de stickers, muchos conductores norteamericanos la lucen a modo de compromiso, conscientes de las emisiones que generan sus vehículos actuales. Otros tantos la pegan con cierta ironía, despreocupados por el impacto ambiental y sin perspectivas reales de cambio de auto.
La resonante aparición de un informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE) la semana pasada podría dejar obsoleto el mensaje de la calco. Según la organización intergubernamental, máxima referencia en materia energética, para 2035 no se deberán vender más autos a combustibles fósiles en el mundo. Esta es apenas una de las 400 medidas que la agencia propone para descarbonizar el sector energético global y así evitar un colapso climático.
El histórico reporte titulado Net Zero by 2050 –el más ambicioso hasta la fecha publicado por una entidad tildada de conservadora– es cautelosamente optimista. La buena nueva es que, al parecer, existe una hoja de ruta viable para construir una economía global sin emisiones para 2050. Pero, a su vez, el documento advierte que este camino es muy estrecho y demandará “una transformación sin precedentes en la forma en que producimos, transportamos y consumimos energía a nivel mundial”.
“Se trata de metas necesarias para evitar una catástrofe ambiental. Pero, al mismo tiempo, son objetivos muy ambiciosos. Sobre todo, teniendo en cuenta la escasa respuesta que hasta ahora ha dado la comunidad internacional a estas iniciativas”, opina Ricardo Lauretta, responsable del Laboratorio de Energía del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA). Y agrega: “En algún momento los combustibles fósiles deberán dejar de utilizarse: debido a su agotamiento, o mucho antes, por el nefasto efecto de la contaminación que producen. Que esto ocurra antes del 2050, dependerá de una fuerte voluntad global.”
¿Cuál es el denominador común de las medidas de la AIE que ya estudian con atención gobiernos, empresas y ambientalistas? En el mundo que viene no hay lugar para los combustibles fósiles. En el caso de los autos, para 2030 el 60% de todas las ventas deberán ser vehículos eléctricos, frente al 5% actual. Para 2035, lo dicho: ya no se venderán los que funcionan a nafta o diesel. Y para 2040 directamente se deberán sacar de circulación todos los autos de combustión interna. La lista de sugerencias alcanza a cualquier actividad que demande energía. En relación con la aviación, por ejemplo, para 2040 el 50% de los combustibles utilizados tienen que ser de bajas emisiones. En la construcción, para 2030 todos los nuevos edificios deberán proveerse de fuentes renovables. Y para el 2025 no se tendrán que vender más calderas hogareñas a gas.
Frente al fin del reinado de los fósiles y para alcanzar las ambiciosas metas propuestas, las energías renovables deberán experimentar una verdadera revolución tanto en precio como en eficiencia. Según este escenario, las fuentes limpias como la solar y eólica superarán a las fósiles para 2030. Y para 2050 el 90% de la generación de electricidad global provendrá de renovables. Claro que nada de esto será posible sin el desarrollo de nuevas tecnologías. En este punto, uno de los pilares de la descarbonización podría ser el hidrógeno verde, señalado por los especialistas como la energía del futuro. En su último libro, el propio Bill Gates lo destaca como la mejor innovación de los últimos años para combatir el cambio climático.
¿Cómo afectará la nueva era de energía limpia a la Argentina? Para el director del Centro de Desarrollo Sustentable de la Facultad de Economía de la UBA, Marcelo Corti, este escenario supone un llamado de atención por la fuerte dependencia de la economía local por los combustibles fósiles, pero a la vez puede ser una oportunidad por el potencial del territorio argentino en términos de fuentes renovables: “La energía fotovoltaica, en más de la mitad del territorio nacional, recibe una radiación solar que es muy viable para su explotación. La energía eólica, con un creciente desarrollo en nuestro país, dispone de excelentes condiciones en las provincias patagónicas. Y contamos con un alto potencial bioenergético a partir de una gran diversidad de fuentes de biomasa”, enumera.
En cuanto a los consumidores, la transición energética impondrá nuevos hábitos, algunos de ellos lejanos a nuestras costumbres. Esto implicará una ponderación distinta de la energía, con un uso residencial más consciente y una rápida adopción de alternativas más sustentables. Será cuestión de estar a la altura del desafío, quizás, “el mayor al que la humanidad se haya enfrentado”, como lo describió Fatih Birol, director ejecutivo de la AIE.
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