Adiós a los conocidos: otro lazo social que se va evaporando
Amigos de amigos, compañeros de trabajo, vecinos: la ola de Covid limitó la sociabilidad y eliminó las interacciones cotidianas que eran parte de la vida
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“Extraño a los amigos de mis amigos, esos que ves en las reuniones, que escuchás cantar en zapadas, extraño charlar con las libreras, a las personas que trabajaban conmigo. También las casas y los gatos de mis amigos que ahora veo al aire libre. Todos microvínculos que se evaporaron, para mí su existencia era una bocanada de aire fresco”, cuenta con nostalgia Sofía Ondarts (35), reflejando cómo la pandemia evaporó también el contacto social con vínculos no directos o tan íntimos. Esos que el sociólogo Mark Granovetter bautizó como “weak ties” o “lazos tenues” en 1973, para hacer referencia a aquellos conocidos que ves frecuentemente o “semiextraños con los que compartís cierta familiaridad”.
Lo interesante es que estos vínculos que pueden parecer superfluos son, en verdad, parte de la amalgama social que nos permite ejercitar la escucha o la empatía y cuya desaparición, según psicólogos y especialistas, también está teniendo consecuencias en nuestra salud. Según un estudio de la Universidad de California, la pérdida de estas interacciones puede tener un impacto en lo que se conoce como reciprocidad conversacional, entre otras habilidades, que hacen a la interacción entre dos personas, de forma cotidiana, por lapsos no estructurados. Esta falta de reciprocidad que produce sentimientos de felicidad y satisfacción, y que difícilmente encuentre un correlato digital, hace que las interacciones pierdan su “textura” y humanidad.
“Se optimizó la vida al máximo reduciendo las instancias de conversaciones casuales con colegas, cafés entre compromisos, conversaciones no intencionales pero potencialmente enriquecedoras. Solo queda lo esencial. Se utiliza mucho la palabra esencial, la que, sin duda, nos hacer pensar en priorizar. También se habla de dejar de hacer cosas que no son estrictamente necesarias. Lo triste es que en esta poda abrupta de actividades ‘no esenciales’ se dejan de lado las casualidades que muchas veces llevan a grandes proyectos o emprendimientos, situaciones memorables que probablemente no son planificadas”, dice Marcela Collia, psicoterapeuta cognitivo-conductual y divulgadora en IG (@marcelacollia).
Si bien durante la pandemia muchos encontraron la forma de mantener los lazos primarios (amigos más íntimos y familia) cerca, ayudados en gran parte por la tecnología, la pérdida de estos “conocidos” para los cuales no hubo protocolos o rituales de reemplazo también significó un retroceso en la vida profesional/laboral; o incluso, que sus carreras se vieran afectadas.
Según un artículo de The Atlantic los amigos casuales o conocidos son tan importante para el bienestar como la familia, mejores amigos o pareja. Además cuenta que estudios recientes revelan que la mayoría de la gente que obtuvo un nuevo empleo lo hizo gracias a estas personas en la periferia, y que algunas de las consecuencias de este hiatos social son: la dificultad para establecerse en un contexto de jerarquías, perder acceso a oportunidades o reconocimiento y dificultad para progresar en el ámbito laboral en general.
“En lo laboral influye un montón, al menos para mí. Casi un año entero sin ir a la oficina. Volvés con protocolo que evita justamente que te cruces con otros. Esos otros que no son tus amigos cercanos pero con los que te tomabas un café, charlabas durante el almuerzo, o te cruzabas en un pasillo y humanizaba ese espacio. También con los colegas con quienes no trabajás de manera directa pero sí en el cruce diario. Y quizás ahí mismo en un pasillo surgía una posibilidad de interacción buenísima”, admite Vicky Ferré (43), sommelier que trabaja para una empresa gastronómica. La falta de contacto con esos vínculos también redujo la creatividad y hasta las oportunidades profesionales.
“Somos sujetos sociales, nos constituimos como tales desde la interacción con otros. La fragilidad de los lazos se dio tanto en el plano interpersonal como en el institucional. Si bien la virtualidad fue y es una gran aliada que apaciguó la distancia impuesta, sobre todo en la primera etapa del confinamiento, tiene una enorme limitación: no permite que nos devolvamos la mirada, parte constitutiva de nuestra subjetividad. Y en lo presencial, el tapaboca cubre nuestra sonrisa, otro gran aliado al momento de vincularnos con los demás. Esos anclajes vinculares prácticamente quedaron reservados para el hogar como un privilegio escaso”, aporta por su lado la psicóloga Teresa Crivaro.
Tal vez todo esto sirva para poner en valor estas interacciones, muchas veces tan subestimadas en lo cultural, pero que constituyen una parte crucial del tejido social individual y colectivo, haciéndonos mirar con otros ojos de ahora en más esa sonrisa o comentario cotidiano intercambiado al pasar. “Soy optimista, nos reencontraremos en un futuro que espero llegue antes que después, en el vestuario del gimnasio, el pasillo de la oficina o el bar al que íbamos, y volveremos a mirar a los no tan cercanos a la cara y sin barbijo”, cierra Ferré.
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