Con el fuego encendido desde hace más de 30 años, Lo de Charly se transformó en un emblema nocturno de Buenos Aires que atrae a vecinos y visitantes en busca del sabor más popular
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Brasas siempre encendidas y hierros humeantes que soportan el fuego. Esta postal se repite desde hace más de tres décadas, las 24 horas del día y durante 363 días al año. Es que Lo de Charly es realmente una parrilla que nunca duerme, uno de los últimos testigos de esa Buenos Aires trasnochadora que supo hacer de las madrugadas su seña de identidad. “Hay dos únicas excepciones: cerramos en Navidad y en Año Nuevo, solo ahí, para que todos podamos ir a festejar con nuestras familias. El resto del tiempo estamos abiertos: vos podés venir y pedirte un bife de chorizo a la hora que sea”, dice Hugo Archipetre, gerente a cargo de manejar esta icónica parrilla de Villa Ortúzar.
Hugo comenzó a trabajar en Lo de Charly hace 23 años, tiempo en el que este lugar se convirtió en lo que es ahora, un férreo emblema de los sabores populares, esos que gustan a todos: el sagrado matrimonio del chorizo y la morcilla, los bifes más tiernos y los asados con hueso, los riñoncitos, los chinchulines y las papas fritas, entre otros.
Nacida en el año 1991 de la mano de Carlos Solnie (el “Charly” de la marquesina), el lugar funciona como un catálogo del comer argentino que convoca a vecinos y visitantes de toda la ciudad. Por sus mesas pasaron y pasan clientes famosos, muchos vienen del mundo de la música, de la televisión, del deporte: desde Fito Páez a Luis Scola, pasando por Vicentico, Juanse, Falcioni y muchos más. “Hugo Gatti era muy habitué, él se había hecho amigo de Charly, venía todo el tiempo. Pero lo mejor de todo es que no importa qué tan famosos sean, los que vienen siempre tienen buena onda”, cuenta Hugo.
Hoy Carlos ya no está –murió joven, a los 42 años– pero la parrilla sigue vigente, mantienendo a varios de los empleados de siempre, como el propio Hugo, muchos con más de una década ahí dentro. Y son ellos los que, sin dudas, sostienen el ADN del lugar.
–¿Quién fue Charly?
–Fue el inventor de todo, el que tuvo la idea original y armó el local. Empezó como una parrilla muy simple, con un tambor donde se prendía el fuego, para vender choripanes y sándwiches a taxistas que pasaban por la avenida Álvarez Thomas. De ahí, de esa base, comenzó a crecer. Pero más que nada, Charly fue una persona muy generosa y un gran profesor. Él nos enseñó lo que sabemos hoy, lo que hacemos cada día: atender bien a la gente, ser respetuosos de nuestros clientes, lograr un ambiente de trabajo sano. Son cosas pequeñas que se demuestran minuto a minuto.
–¿Fue suya la idea de abrir las 24 horas?
–Sí, es algo que arrancó casi sin querer. Venían muchos taxistas que se iban turnando en las mesas, se quedaban por horas, nadie se iba. Entonces, en un momento, Charly dijo: “No cerramos más”. Y desde ahí la parrilla sigue abierta de día y de noche, llueva o truene.
–Pasaron muchos años… ¿Sigue siendo Buenos Aires “la ciudad que nunca duerme”?
–Yo creo que sí, es una ciudad que tiene mucha noche, aunque es verdad que ya no es lo mismo que antes. En especial después de la pandemia, ahí es como que todo se tranquilizó un poco… Igual nosotros siempre tenemos clientes, no importa qué hora de la madrugada sea. En especial los viernes y los sábados de noche, ahí vienen muchos pibes que salen de la discoteca a las 4 o 5 de la mañana, vienen personas que fueron a una fiesta y se quedaron con ganas de comer algo, vienen otros que están por entrar a trabajar.
–¿Y taxistas?
–Cada tanto hay algunos, pero ya no es como antes, que éramos el punto de encuentro. Lo que pasa es que la carne es hoy más cara de lo que era históricamente, ya no es algo que vas y comés así nomás. Nosotros nos esforzamos por tener siempre promociones vigentes, para acompañar a nuestros clientes, para que todos puedan comer un rico sándwich de vacío o un choripán. Pero luego hay temas de la coyuntura que nos sobrepasan, que no podemos manejar. El bolsillo de la gente viene complicado. Como se dice en la jerga futbolera, hay que aguantar los trapos.
–¿Hoy es un mal momento para la gastronomía?
–Nosotros tenemos mucha clientela fija que nos sostiene, que nos acompaña. Es verdad que el costo de la carne sube mucho y es complicado mantener los precios, pero estamos bien parados, la seguimos peleando día a día. Otra cosa que es complicada es conseguir personal para el trabajo: antes había mucha más gente dispuesta a las exigencias de un restaurante, que cumplían con el horario, con sus responsabilidades. Eso ahora cuesta más. Y cuando se trata de trabajar de madrugada, es incluso mucho más difícil.
–El lugar nació como una parrilla al paso, con apenas un par de mesitas. ¿A cuántas personas atienden ahora en un buen día?
–Cambiamos por completo. Hoy, en un muy buen día, pueden pasar 1000 personas. En un día solamente bueno pueden ser 800. Pero tiene que haber sol, así la gente aprovecha la vereda y cae a lo largo de toda la jornada. Luego, un día común, rondaremos las 500 personas.
–¿Cómo se definirían hoy?
–Seguimos siendo lo mismo de siempre, una parrilla de barrio. Acá vienen muchos vecinos a comer, con muchos de ellos nos saludamos con el nombre de pila, son como amigos que hicimos en la vida. Aunque también vienen clientes de otros lados, caen taxis que llegan del centro, de la provincia. Incluso vienen muchos turistas que oyeron en algún lado que somos una parrilla abierta las 24 horas y quieren ver cómo es un local así, un lugar tan típico de Buenos Aires.
–¿Hay platos que sean los más vendidos?
–Sí: lo que más sale, siempre, son los sándwiches. Los de vacío, los choripanes. Funcionan por el sabor que tienen, por el tamaño y por el precio. Pero también nos piden muchísimas parrilladas para compartir. Acá te pedís la parrillada que es para dos personas y comen fácil tres, incluso cuatro. Salen en bandejas bien abundantes, con un poco de todo: vacío, asado, pollo, provoleta, chinchulín, riñón, chorizo, morcilla. Lo que nos gusta a los argentinos.
–¿Cómo come la carne el típico comensal de lo de Charly: jugosa, a punto o seca?
–Hay de todo. Para nosotros, el bife de chorizo debería salir un poco más jugoso, para darte cuenta de la calidad, pero si alguien lo quiere seco, se lo damos así. El resto a mí me gusta a punto, creo que es la mejor manera de comerlo. Pero buscamos que todos reciban lo que quieren, que cada cliente se sienta como en su casa. Esa es de algún modo nuestra estrategia para durar tanto tiempo. Llevamos más de 30 años con la parrilla encendida y acá seguimos, por muchos años más, siempre con clientes que nos bancan.
–Pintaron dos murales en las paredes. ¿Qué significan?
–Esos murales buscan mostrar lo que pensamos, lo que somos. En uno están nuestros vecinos, que son lo principal que tenemos, nuestra razón de ser. Sin ellos no existiríamos. Son los que nos sostuvieron en la pandemia pidiendo comida para llevar, los que vienen siempre. Y en el otro mural aparecen Diego, Spinetta, Olmedo y Cerati. Creo que ahí ni hace falta explicación.
–Son una parrilla de barrio, pero tienen cuenta de TikTok: ¿cómo se llevan con las redes sociales?
–Es algo muy nuevo que estamos aprendiendo a usar. Todo esto vino por la pandemia, el peor momento que nos tocó vivir, incluso peor que el 2001 cuando la crisis era enorme. Empezamos a la fuerza, arrancamos con Facebook, también con Instagram. Imaginate nosotros metidos en todo eso, nosotros, que ni siquiera teníamos número de teléfono y que no hacíamos envíos. De golpe tuvimos que entrar a este mundo. Y con todo ese público joven que viene, nos pareció buena idea meternos también en TikTok. Ahora queremos empezar a hacer filmaciones en vivo, para que nos vean en el minuto a minuto. Hoy hay que posicionarse en todo y aprender con los más chicos.
–¿Recordás un momento particularmente feliz en Lo de Charly?
–Hay muchísimos: hay festejos, días buenos, noches donde todo sale bien. Ahora me viene a la memoria el último Mundial, una locura. Nosotros estuvimos abiertos y todo el tiempo vino gente, a toda hora, todos contentos, con ganas de celebrar. Fue una gran fiesta ininterrumpida.
–¿Qué plato te pedirías si comés en Lo de Charly?
–¿Yo? Una buena tira de asado con fritas.
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