La exmodelo habla de la soledad, el vínculo con su hija y su flamante emprendimiento, ligado a la jardinería
- 7 minutos de lectura'
“¿Vos no sos Paula, la chica de la huerta que sube cosas a Instagram?”, le preguntó hace unos años una señora que atendía la caja en un restaurante al que solía ir a comer. “Me quedé dura y dije ‘wow’. Me encanta cómo me llamó, lo voy a adoptar”, cuenta Paula Colombini, que pasó de ser una “Dotto girl” en los 90, a “la chica de la huerta” en plena pandemia.
En ese recorrido, Paula (51 años) brilló en las tapas de las revistas de moda, transitó las pasarelas más prestigiosas del mundo, vivió afuera y trabajó para las marcas internacionales más top. Se casó, tuvo a su hija Matilde, se separó, y volvió a formar pareja. Pero lo que mantuvo inalterable a lo largo de los años fue su amor por las plantas y la naturaleza, un vínculo que ya está dando sus primeros frutos: hace una semana lanzó Betarraga (como se la llama a la remolacha en varios países), el proyecto integral de cursos, charlas y talleres de huerta, compostaje y plantas nativas, al que le puso el nombre de su brote preferido. En el evento de lanzamiento la acompañaron las supermodelos de su época como María Vázquez, Carola del Bianco y Soledad Solaro, además del reconocido fotógrafo de moda Gabriel Machado.
–¿Cómo fue ese reencuentro?
–Carola fue muy generosa, nuestro vínculo no es de amistad, pero empezamos a hablar por redes porque ella también tiene una huerta en el sur, me preguntó un par de cosas, la invité al evento y vino. Por María [Vázquez] tengo mucho cariño… La verdad estoy muy contenta porque siento que volví a parir un hijo, aunque el embarazo fue largo, venía de hacía rato. Me parece muy valioso poder decir que a mis 51 años encontré algo que realmente me apasiona.
–Es inspirador porque muchas veces creemos que hay que encontrar eso que nos gusta hacer de jóvenes.
–Como personas estamos programadas para que el éxito sea ese algo que hacés en sentido ascendente hasta que te morís. Y la realidad es que lo más natural es ir cambiando, encontrar qué es lo que te resuena mejor en cada momento, lo que despierta tu curiosidad. El tema es que hay que permitírselo. Todo lo que hice en mi vida fue muy espontáneo, soy muy poco cerebral, en general todas las decisiones que tomo, las tomo por impulso.
–¿De qué trata tu proyecto?
–Me hice vegetariana a los 14 años y empecé con la huerta en medio del jardín de mi casa hace más de 20 porque vi unos fascículos... Así empecé, sin saber muy bien adónde me iba a llevar todo eso. Betarraga (@betarragaporpaula) básicamente es mi forma de vivir, concentrada en una página web y en redes. Ahí hay subidos unos cursos de huerta orgánica para empezar a hacer tu propia huerta, hay otra parte que es una tienda online de productos que son amigables con el medio ambiente y también tengo mi blog. En poco tiempo vamos a sumar una sección que se llama “Diálogos”, que la estamos desarrollando, y después hay otra parte de servicios, en la que ofrecemos llevar adelante proyectos de paisajismo con plantas nativas. De hecho, hace poco hice una terraza botánica para el bar Rooftop 460 del Microcentro y ahora voy a empezar dos más. Me encanta la idea de poder vivir de esto el resto de mi vida. Poner las manos en la tierra hace bien, es muy sanador.
–¿Hay una marcada necesidad de volver a lo natural?
–Lo primero es entender que nosotros como humanidad tenemos mucha más vida en la naturaleza que en el cemento. Empezar a tomar conciencia de eso es tratar de vincularnos con la naturaleza más y mejor y eso va a hacer que seamos más compasivos y amorosos con ella. Puede que no te guste meter las manos en la tierra, pero sí podemos descalzarnos y caminar por el pasto, hay estudios que demuestran que es una práctica muy positiva.
–¿La moda es una etapa cerrada en tu vida?
–Le tengo mucho cariño porque es parte de quién soy hoy. A los 18 años yo quería ser famosa y tener plata, ése era mi proyecto de vida y me propuse llevarlo adelante. Pero en determinado momento empecé a sentir que no tenía nada que ver con la persona que empezaba a ser a los 35 años. De verdad me empecé a sentir incómoda, a no reconocerme. En el medio, transité un largo camino en el que me separé del padre de mi hija (Matilde, de 23 años) y en pandemia me pregunté: ‘¿Qué sé hacer yo?’. Y me acordé que cultivaba, que me gustaban las plantas y empecé a plantar y no paré más.
–¿Entonces la Paula modelo no tiene nada en común con la chica de la huerta?
–No sé, yo siento que todas mis elecciones hoy están lejos de lo hegemónico. Por ejemplo, en los 90 la estética era sumamente hegemónica, hasta diría muy cruel. A mí me fue muy bien y yo estoy muy agradecida y evidentemente es lo tuve que transitar para llegar a ser la persona que soy hoy. Pero mis jardines son naturalistas, no son hegemónicos con plantas europeas o invasoras.
–¿Cómo te llevás con las críticas, sobre todo en las redes?
–Me parece que quienes nacimos con un montón de cosas resueltas como la salud, la educación y la economía, tenemos la responsabilidad de hacer valer esta vida. La verdad no me importa mucho lo que la gente diga porque en general yo soy empática con el otro, trato de entenderlo y pienso que se lo están diciendo a ellos mismos. Tener una huerta es cuidar a otro ser vivo que no es un ser humano y eso no es algo menor. Además, yo no planteo que la huerta vaya a cubrir las necesidades alimentarias de toda una familia, no es mi objetivo, pero lo que me parece súper valioso y trato de transmitir es que así estás dándole un espacio muy útil a tu jardín porque un jardín nativo con huerta alimenta no solamente tu familia sino a los picaflores, a las mariposas y a otros seres vivos.
–Hablemos de amor. La decisión de no convivir con tu pareja actual, ¿es para preservar el vínculo o te gusta la soledad?
–Yo vivo sola en Pilar porque mi hija ya se fue de casa. Tengo un lindo vínculo con ella, nos juntamos a almorzar o me quedo en su casa cuando me deja. Además, Matilde me acompañó mucho en este proyecto. Y con mi novio compartimos mucho tiempo juntos, ya sea en mi casa o en la de él. La verdad es que a mí me gusta esta soledad en la que no estoy sola. Además, cuando empezás a conectarte con la naturaleza, a la soledad no la sentís, por lo menos a mí me pasa eso.
–Por último: ¿es mito o realidad el detrás de pasarela con las modelos de los 90, donde por envidia se decía que escondían o rompían la ropa de la otra?
–Sinceramente, yo no tuve ninguna mala experiencia, lo que no quiere decir que no haya sucedido. Además, viví mucho tiempo afuera y cuando venía a la Argentina era puntualmente para hacer algunas cosas como desfiles y programas de televisión y nunca viví nada parecido. Sinceramente, tengo un muy lindo recuerdo de aquellos años.