Instalada en Buenos Aires junto a su hijo Thiago, sigue desfilando, es DJ y diseñadora de interiores
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La chica de los ojos azul cobalto, símbolo de la belleza de los años noventa y princesa en la movida mundial de las supermodelos, volvió a la Argentina. Después de 22 años viviendo en diferentes países de Europa y Estados Unidos, sintió que lo mejor que podía pasarle a su hijo Thiago, de 11 años, sería criarse entre abuelos y tíos, con nuestras costumbres. “Puede parecer una pavada, pero lo que vivió el año pasado con los festejos del Mundial, toda la locura y la ilusión de la previa... Verlo llorar de felicidad en familia fue muy fuerte y casi definitorio. Él es americano, vivíamos en Miami, que es muy lindo, pero tiene un estilo cultural muy diferente. Por eso, después de pensarlo mucho, decidimos quedarnos acá. Y está feliz”, cuenta Daniela Urzi, que con 47 años y esas piernas intactas, es modelo del staff de Lo Management, hace música (es DJ), y también se dedica al diseño de interiores y a la fotografía.
“Siempre fui inquieta”, asegura. Pero jamás planeó una carrera, ni siquiera le importaba ser famosa. Su vida de chica, en San Fernando, era el club, los amigos de la escuela pública. Soñaba con ser profesora de educación física, pero las propuestas de las agencias de modelos aparecían en cada esquina. “Era muy loco. Estábamos en el shopping y le dejaban tarjetas a mamá. Íbamos a cualquier lado, o simplemente caminábamos, y lo mismo. Hasta que un día me dio curiosidad”.
–Y por curiosa te cambió la vida...
–Además la suerte, la puntería del primer día. Fui a una entrevista y justo estaba Jean-Luc Brunel, dueño de la famosa agencia Karim de París. Había visto como 100 chicas, yo estaba esperando. Pero me vio y dijo: “Es ella”. Como yo sabía bastante francés, ya que mi mamá es profesora, nos quedamos hablando. Y todo fue vertiginoso. Al año de trabajar me compré mi primer auto y a los 18 mi departamento. Primero hice base en París, pero estuve por todos lados. Llegué a tener 17 agencias.
–¿Es difícil no marearse cuando todo llega tan de golpe?
–Yo vengo de una familia humilde, tranquila, pero siempre la pasé bomba. Tuve una linda infancia, con valores. Obviamente el modelaje me abrió unas puertas que nunca hubiese imaginado, pero no me mareé. Tal vez porque jamás proyecté lo que logré. Lo hice para probar, como decía... por curiosidad. Y me salió bien.
–¿La vigencia cómo se logra? En el último desfile de Fabián Zitta, por dar un ejemplo, te ovacionaron.
–No es algo que se planee, supongo, porque tiene que ver con la aceptación de la gente. Yo siempre fui una persona creativa, me van surgiendo cosas, me actualizo, cambio de look, soy libre. La curiosidad siempre te lleva a buen puerto, además lo tengo a mi hijo, que me inspira muchísimo.
–¿Tenemos idealizados los 90?
–No creo que sea idealización. Para mí fue una etapa de oro. Había movimiento, creatividad, dinero, glamour, ideas. Es una época no muy lejana en la que no existían las redes sociales, ni siquiera internet. Había estilistas y editoras estrella, las supermodelos, los diseñadores. Todo ese universo hilvanaba nuestros sueños adolescentes. Fueron tiempos en que las tops se convirtieron en celebridades. La moda y el mundo han cambiado mucho desde entonces. Yo tuve la suerte de vivir bastante todo eso. Se me abrieron las puertas, pero porque siempre fui muy ambiciosa y trabajadora.
–¿Por qué nunca hablás de tu vida privada?
–Soy reservada. La fama fue de la mano de mi trabajo. No es algo que busqué. Tengo una familia bárbara, me llevo muy bien con el padre de mi hijo [Pablo Cosentino, con quien estuvo casada 12 años]. Por otro lado, nunca me importó el qué dirán. Soy muy segura de mí misma.
–Llegaste a París, ¿y qué pasó?
–Todo. Tenía 20 e hice mi primera campaña para el perfume de Yves Saint Laurent. Con esa carta en la manga supieron venderme bien; de golpe todos querían contratarme. Enseguida llegó lo de Hugo Boss, Roberto Cavalli, Giorgio Armani, Victoria Secret. Y los cientos de desfiles, tapas de revistas...
–¿Cómo es hoy un día en tu vida en Buenos Aires?
–Estoy acá, pero viajo mucho. Y tengo varios trabajos diferentes. Me recibí de diseñadora de interiores, algo que siempre me encantó y practiqué informalmente, aunque ahora estoy haciendo dos casas. Después el tema de la fotografía, hago fine art y algunas campañas. Cada tanto desfilo y bueno, después está mi pasión por la música electrónica. Compongo y paso música en muchos lugares del mundo. Esta semana toco en un evento acá en Buenos Aires, pero después me voy 2 meses a Europa. Voy a estar en Ibiza y después en Dublín con mi hijo.
–¿Qué heredó Thiago de vos?
–Thiago es una cosita increíble que ya está por graduarse de la primaria. Juega muy bien al tenis, pero se la pasa construyendo. Dice que va a ser arquitecto, cosa que no sería disparatada porque tanto su padre como yo nos la pasamos construyendo, reciclando, decorando. Se crió entre planos.
–¿Sentís que reseteaste tu vida?
–No, yo creo que uno crece, continúa y evoluciona. A veces me impresiono viendo todo lo que hice. Algunos se sorprenden por lo que logré en la vida con la edad que tengo. Suelen decirme que mucha gente no logra eso ni en dos vidas. Y es cierto. Si lo pienso, es bastante impactante.
–¿La música salva vidas?
–Creo que salva, acompaña y te hace feliz. Yo hago música electrónica orgánica. Es música a la que se le incorporan instrumentos grabados en estudio. Eso le da un toque orgánico. En lo personal, la música me mueve, me genera cosas lindas y, poder transmitirlas al público, es algo que me transforma.
–¿Algún sueño o proyecto al que querés ponerle fichas?
–Me gustaría conducir y también trabajar como actriz. Eso es algo que pude saborear en la película Giro de ases, donde tuve una participación. Fui muy feliz, es un mundo que me gustaría explorar.
–¿La mujer se cambia el color de pelo cuando está en crisis?
–En mi caso, no. Yo lo hice para estar vigente. Tal vez a alguno le pase, pero lo mío es por trabajo o simplemente ganas. Lo fui cambiando por diferentes campañas, y también por un tema de aburrimiento. Me divierten los cambios.
–¿Nos contarías secretos de belleza y qué no harías jamás para verte más joven?
–Yo no me toco la cara ni loca. Pienso envejecer con mis facciones. Me mata ver tantas chicas monas, súper jóvenes, que están todas tocadas e idénticas. Si te empezás a hacer cosas de chiquita, la verdad se pierde. Yo solo me hago algún plasma rico en plaquetas y mesoterapia. Kate Moss no se hizo nada y sigue siendo Kate. No digo que estén mal las cirugías porque cada uno tiene derecho a hacer lo que quiere. Pero me sigue conmoviendo lo auténtico.
–¿Harinas sí o no?
–Las dejé por consejo médico y ahora me siento mucho mejor. Pero no soy estricta. Si salgo a comer, jamás me levanto sin pedir un dulce. Mi favorito es el volcán de dulce de leche con helado de banana.
–Dijiste que no tomaste tu separación como un fracaso.
–No, creo que uno va evolucionando a medida que va creciendo. Yo no vivo nada como un fracaso.
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