La cercanía, el río y la exuberante vegetación lo convierten en el preferido para realizar retiros de yoga y meditación; hay lugares especialmente acondicionados para albergar grandes grupos
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Patricia Taborda acaba de pasar el fin de semana con 12 personas a quienes no conocía en un retiro de yoga. Hace más de 10 años que los hace en distintos lugares, y siempre tiene la sensación de que es el primero. “Me considero una principiante. Siempre estoy iniciando”, dice la docente acerca de la experiencia de estar 48 horas en pleno contacto con la naturaleza, esa sensación tan placentera que le permite “perderse” entre el follaje que crece virgen, guiarse por el instinto y estar dispuesta a encontrarse con lo que el destino le ponga delante. Y lo más increíble es que no tuvo que irse lejos para vivir una desconexión plena: le bastaron apenas 40 minutos de viaje desde su casa en Buenos Aires.
El Delta de Tigre se transformó en un rincón zen donde cada vez más gente acude a desintoxicarse y darse “baños de naturaleza”. Los retiros de yoga, meditación, alimentación consciente, cuencos tibetanos y constelaciones familiares encontraron allí el lugar ideal para darse cauce. Sucede que la cercanía con la ciudad y la exuberante vegetación lo transforman en el preferido de los instructores y guías de meditación. Pero también ayudó la cantidad de espacios y emprendimientos turísticos que supieron explotar a la perfección este concepto de lo zen como “el nuevo lujo”, aun cuando la mayoría de los espacios se mimetizan con la fisonomía de lugar, más rústico que lujoso.
En Minahasa (@somosminahasaok) un complejo de 4 cabañas que se encuentra en la primera sección del Delta (se accede solo por lancha), hay retiros prácticamente todos los fines de semana. Si bien se trata de un complejo turístico en el que también se hospedan personas que no participan de estas prácticas, Lucila Couriel, la pareja del dueño del lugar, cuenta que “últimamente hubo un giro a la espiritualidad” y en parte eso explica el auge del Delta hacia lo zen. El complejo es perfecto para estas propuestas holísticas: las cabañas son réplicas exactas de las típicas construcciones de Indonesia, incluso todos los materiales y hasta los constructores fueron traídos desde ese país. “Desde septiembre estamos colmados de retiros. Yo creo que hubo un giro hacia la espiritualidad. El ambiente húmedo y la abundante vegetación se prestan a todo lo relacionado con la meditación. El Delta tiene magia, inspira lo holístico. Es tranquilo y muy cerca de Capital”, destaca Lucila, la encargada de Minahasa, que significa ‘camino al cielo’.
Paula Andrea Rodríguez (@bisma_yogaestudio) organizó los últimos retiros en Minahasa y las razones de su elección apuntan a la comodidad y a las características particulares del Delta. “Tener ese lugar de naturaleza tan cerca es maravilloso porque permite que el cuerpo y la mente hagan un clic rápido, que es fundamental en retiros cortos de dos días porque podés ir más profundo –plantea–. La pandemia aumentó la necesidad de sanar. Por sus características, el Delta es un lugar que te transporta, que te invita a admirar la naturaleza. Hay silencio porque no pasan muchas lanchas. Y eso permite prestar atención a aquellos sonidos que no escuchamos en la ciudad como el de los pájaros. Creo que esta parte del Tigre es una zona muy zen”, resume Paula.
Como la serie Nine perfect strangers –en la que nueve desconocidos van a un retiro a sanar– la mayoría de los participantes no se conocen entre ellos. “Se trata de la vinculación con uno mismo y con la naturaleza. Con las demás personas se da una confianza y familiaridad que es difícil de explicar. Sabés que el otro que no te va a juzgar. Hay confianza y respeto. A veces yo misma me asombro de lo que sale y eso es porque todos estamos en la misma sintonía. Es confiar y mucha intuición. Surge dentro de estos retiros un entramado medio mágico”, describe Patricia, que participó el último fin de semana del retiro en Minahasa.
Marilina Mordeglia (www.movimientomedicina.com) descubrió Casarbol (@casarboltigre) un fin de semana con amigas. Quedó tan deslumbrada por el lugar que decidió hacer uno de sus primeros retiros como instructora de yoga ahí. Pero el alquiler de la casa a turistas (es de las más demandadas en la plataforma Airbnb) hizo que mudara sus retiros a Casa Ceibos (@casarbolceibos), del mismo dueño, que está a solo 100 metros de Casarbol y es un espacio de mejoramiento personal, con la infraestructura para albergar cómodas 20 personas. Tiene un estudio de yoga y meditación y un jardín con pileta circular que es el corazón del lugar.
Marilina asegura que elige ese espacio para sus retiros porque “es un lugar energético, que te permite mirar la naturaleza 360, donde el verde es más verde que en otros lados”. Pero lo fundamental, además, es el acceso. “Ni siquiera tenés que tomarte una lancha porque se llega en auto. Este no es un detalle menor porque somos gente de ciudad y aunque está la necesidad de desconectar, a veces nos cuesta salir de esa zona de confort. El porteño quiere desestresarse pero no irse lejos y busca una buena infraestructura porque es todo un desafío convivir con 18 desconocidos. Salís de acá y al lado está Nordelta”, dice Mordeglia, que además es coach corporal (acompaña a los otros en procesos de cambio pero involucrando el cuerpo).
Otro de los lugares especiales para la desconexión es Isla El Descanso, en los márgenes del río Sarmiento, que recibe durante la semana a CEO y empleados de empresas para jornadas de relax, meditación y yoga. Fue también el lugar elegido por el ex presidente Mauricio Macri para recibir a su par Emmanuel Macron durante una visita oficial al país en 2018. Su jardín, inspirado en los de los cuadros de Monet, es uno de los grandes atractivos en donde la gente puede darse los famosos “baños de naturaleza”. Como no hay instalaciones para quedarse a dormir (aunque sí un restó indoor-outdoor que ofrece una gastronomía de alto nivel), allí no se realizan retiros.
“Es un jardín botánico en medio del Delta. Ahora tenemos 3600 hortensias en flor. También hay obras de arte, una pileta y un restaurante. Se pueden hacer caminatas por el predio, hay distintas islas conectadas por puentes. En la semana recibimos muchas empresas que vienen a clases de mindfulness, meditación, yoga y baños de gong. Todos buscan desconectarse. El Delta era un lugar olvidado pero ahora está viviendo un boom, la gente lo está redescubriendo”, asegura Felipe Durán, uno de los dueños de Isla El Descanso.
Cambio de vida
Pero el Delta no solo atrae visitantes de fin de semana, sino que además hay quienes lo eligen para vivir una vida más zen. Según datos aportados por la intendencia de Tigre, desde enero de 2020 hasta abril de 2021 unas 500 familias se han mudado a la zona para vivir de forma permanente. En su mayoría, se ubican en la franja de los 30 a 50 años y entre las razones por las que eligen este lugar está mejorar su calidad de vida y tener un contacto directo con la naturaleza. Hay unas 700 nuevas construcciones entre casas terminadas y en proceso, aunque muchas son para usar los fines de semana.
Una de las personas que hizo un cambio de vida radical es Soledad Simond, directora de la revista OhLalá. Hace un año y medio dejó su piso 25 en una torre con amenities en Núñez y se mudó a una casa que fue acondicionando muy de a poco en medio de la naturaleza. “Fue un proyecto colectivo y prepandémico. Con un grupo de amigos decidimos hacer una inversión a futuro pensando un plan de retiro para acompañarnos de más grandes. Todos habíamos pasado los 40 años, éramos solteros y fuimos comparando casas y terrenos cerca para construir. Yo compré una casa con una amiga que vivía en Chile y dos amigos íntimos invirtieron en un terreno para construir. También teníamos un amigo nuestro que ya vivía ahí. La zona se llama Rincón de Milberg y es la última lonja de tierra que da al río sin ser barrio privado. Lo interesante de este lugar es que llegás en auto,”, cuenta Soledad.
Todos los amigos son instructores del Arte de Vivir, por lo que los unen ciertos valores y hábitos en relación con la meditación, respiración y alimentación. “El plan original era venir los fines de semana, pasar el verano, pero la pandemia adelantó los tiempos –dice Simond–. La casa que compré era bastante rústica, de arquitectura bien isleña. Para pasar los fines de semana estaba más que bien. Enero y febrero 2020 la pasamos acondicionándola, yo iba y venía desde mi casa en Núñez hasta que llegó marzo. En ese mes yo viajé a Miami por trabajo y volví agotada. Justo a los tres días salió el DNU de que los que llegaban de Estados Unidos tenían que hacer cuarentena y para mí fue un regalo que pudiera ir a hacerla al Tigre”.
Cuando Soledad se instaló esa vez en su casa del Delta, pensó que a los 15 días volvía a Núñez. Pero después de esa cuarentena siguió otra y otra y se fue quedando. “Con mis amigos nos fuimos organizando para hacer las compras, nos acompañamos, nos ayudamos. Nos movimos en burbuja. Fue muy linda experiencia. Y hubo un momento en que tuve que decidir: estaba pagando un alquiler carísimo en Núñez y sentía que ya esa vida no era la mía. En pleno mayo contraté una combi y me mudé definitivamente. Con esa decisión hice una reforma en la cocina, volví la casa más confortable y estoy feliz”.
Los encuentros de yoga y mantras forman parte de su la vida de Soledad en el Delta: “Generamos espacios de conversación y encuentro sobre lo que nos interesa, aunque no de forma sistematizada –cuenta–. Los lugares de agua fueron siempre muy codiciados. Acá la naturaleza se impone, es preponderante. Me parece que la gente que vive en la ciudad empezó a darse cuenta de que muy cerca tiene un lugar increíble y lo está valorando. Literalmente, sentís que estás en la selva a solo 40 minutos de Capital.”