A 20 años del 11-S. El atentado que cambió la experiencia de viajar en avión
Desde sacarse los zapatos y el abrigo para su revisión hasta la prohibición de visitar la cabina del piloto: cómo fueron endureciéndose los controles de seguridad
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Llegar al aeropuerto sobre la hora, sin tener que sacarse los zapatos, el cinturón y el abrigo para su control, ni tampoco la notebook de la mochila o la valija de mano; no tener que preocuparse por la botella de agua o gaseosa comprada de camino, ni de los perfumes, cremas u otros elementos de cuidado personal como alicates o maquinitas de afeitar guardados en el equipaje de mano. Y, por qué no, estirar la despedida de nuestros seres queridos hasta la puerta misma de la sala de embarque, como en las películas.
Todo eso se acabó el 11 de septiembre de 2001, cuando dos aviones secuestrados por terroristas de Al Qaeda se estrellaron contra las torres gemelas del World Trade Center, en Nueva York, otro contra el Pentágono y un cuarto sobre un campo en Pensilvania. El golpe a la seguridad aérea de los Estados Unidos modificó para siempre la forma de volar, poniendo en segundo plano la intimidad de los pasajeros y llevando a extremar las medidas de seguridad previas y a crear otras.
“A partir del 11 de septiembre cambió completamente la seguridad de la aviación, simplemente porque el país que se pensaba más seguro en materia de aviación fue violentado completamente y en diferentes aeropuertos”, afirma Rocío Andrade, inspectora e instructora en Seguridad de la Aviación certificada de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI).
Andrade señala como ejemplo del cambio cuestiones que hoy pueden resultan impensadas, como el hecho de que se pudiera utilizar cuchillos metálicos a bordo. “Antes no se hacía tanto hincapié en la seguridad en el catering, que es algo que se ha vuelto algo minucioso”, dice y señala que muchos de los cambios que ha habido en materia de seguridad en la aviación civil después del 11-S tienen que ver con precisar medidas de cuidado previas que se encontraban formulas de formas general.
Previo a los atentados de 2001 se prohibía subir a la cabina del avión con “dispositivos para aturdir”, “instrumentos contundentes” o “sustancias y dispositivos explosivos e incendiarios”. Los efectos de los atentados llevaron a ser mucho más precisos, de modo tal que se prohíbe el uso de pistolas Taser, de bates de béisbol o de patines para hielo, por ejemplo.
Camino al 11-S
Claro que el de las Torres Gemelas no fue el primer atentado terrorista en el que se vio involucrado un avión. En 1973, una ola de secuestros de aviones con destino a Cuba llevó a instalar detectores en los aeropuertos norteamericanos; en la década siguiente, la llamada “tragedia de Lockerbie” de 1988, en la que murieron 259 personas por la detonación de explosivos plásticos ocultos en un reproductor de cassette reforzó la identificación del equipaje a bordo.
En todo caso, el 11-S implicó algo distinto: no se trataba de derribar aviones, sino de utilizarlos como armas. Entonces es que comienzan a volverse algo rutinario el tener que llegar al aeropuerto con más de 2 horas de antelación y a extremarse el uso de las máquinas de rayos X, los detectores de armas y de explosivos, junto con los recién llegados escáneres corporales 360°.
Y se da también otro cambio radical: se prohíbe que los pasajeros ingresen durante el vuelo a la cabina del piloto, ahora a prueba de balas y con cierres con código que solo pueden ser abiertas por el comandante. Esto último demostraría no ser una medida perfecta el 24 de marzo de 2015, cuando el copiloto del vuelo 9525 de Germanwings aprovechó que el piloto fue al baño para cerrar la cabina por dentro y estrellar el avión en los Alpes Franceses, en un acto suicida que mató a las 149 personas a bordo.
Medidas posteriores
Sin embargo, algunos de las medidas de seguridad que han transformado la experiencia de volar no son efecto directo o inmediato de los atentados del 11-S. La obligación de quitarse los zapatos surge un par de meses más tarde, a raíz de un incidente ocurrido en un vuelo de American Airlines que cubría la ruta París-Miami, en el que tras sentirse olor a quemado en la cabina se descubrió que uno de los pasajeros llevaba explosivos ocultos en sus botas de montaña.
En cuanto a la prohibición de llevar a bordo botellas de agua y otros recipientes que contengan líquidos hubo que esperar a 2006, cuando un grupo terrorista trató de explotar varios aviones en el Reino Unido con bombas líquidas. El incidente fue descubierto el 10 de agosto de ese año y en noviembre se puso en funcionamiento una normativa que solo permite subir a bordo recipientes de no más de 100 mililitros.
También en noviembre de 2006 entró en vigencia la obligación de quitarse el abrigo y de sacar las notebooks de sus fundas para ser pasadas por separado por las máquinas de rayos X. Finalmente, en 2010 se implementaría en forma regular el uso de escáneres corporales, a raíz de la detención del apodado “terrorista de la ropa interior”, que llevaba una bomba dentro de su ropa interior con el que trató de hacer caer el avión, pero que por fallas en el dispositivo solo quemó la alfombra y parte de las paredes de la cabina.
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