2020, ¿el peor año para los solteros?
Quienes están solos plantean la gran dificultad de repensar las dinámicas sexo-afectivas
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Si el chiste recurrente en muchos círculos sociales de amigos, e inclusive en las redes sociales, giraba en torno al latiguillo “el peor año para ser soltero”, lo cierto es que para aquellos que viven solos o no estaban en pareja el 2020 fue un año especialmente complejo. “No ha habido ningún esfuerzo serio para enfrentar los desafíos particulares de lo que es ser soltero –estar solo– en 2020. Solo la ilusa suposición de que todos los que no estábamos en pareja hasta marzo de 2020 debemos vivir sin una conexión significativa hasta que haya una vacuna”, reclamaba la escritora y crítica Megan Nolan en un editorial del New York Times titulada “El gozo del sexo frívolo” hace unas semanas.
Pero más allá de las bromas, cabe preguntarse cómo fue para la gente sola este año, qué estrategias tuvieron que desarrollar y por qué en el imaginario colectivo, todavía, las preocupaciones socioafectivas y sexuales de los solteros –la cantidad de hogares unipersonales viene en aumento en todo el mundo y en Buneos Aires llegan casi al 40%– parecen algo menor o trivial. “Incluso quejarse de lo que se siente al vivir solo y no poder salir con nadie en este momento se considera indecoroso. No se puede esperar que los seres humanos soporten la pérdida repentina y total del consuelo social”, sigue Nolan.
“El año 2020 ha sido un año en el que se ha hecho mucho énfasis en fragmentar al ser humano y no verlo como una totalidad. Los individuos estamos formados por una parte biológica, una psicológica y otra social. La llegada de la pandemia, la falta de experiencia previa reciente en una situación similar, hizo que la mayoría de la sociedad se abocara a sostener y cuidar nuestra parte biológica. Pero somos un todo y no atender muestra parte psicológica y social tuvo y tendrá consecuencias en la salud de las personas y los solteros no son la excepción”, explica Giselle Bordon, psicóloga especialista en vínculos y trastornos de ansiedad.
Asimismo ya a mediados del año pasado un estudio de la Fundación Ineco determinó que los niveles de depresión en la población argentina se habían quintuplicado con respecto a los valores “prepandemia”, y que los más afectados eran los jóvenes con 8 de cada 10 con algún síntoma de depresión. Otro estudio realizado por el Instituto Gino Germani mostraba también que en la franja etaria de 35 a 44 años, se había cuadruplicado el consumo habitual de bebidas alcohólicas.
“No fue fácil estar tanto tiempo sola cuando había momentos de desesperación, mi cuarentena tuvo mucho llanto porque se empezaban a mezclar demasiadas cosas: no ver a mi familia, estar sola, no tener trabajo, y si bien luego las cosas se fueron encaminando los primeros meses fue super heavy, y ahora ya no pienso tanto así, estoy un poco más positiva”, cuenta Maggie, gastronómica de 30.
La noticia de la vacuna y otros acontecimientos, sumados a cierto optimismo veraniego –que empieza a menguar con el aumento local de casos y varias ciudades en otros continentes cerrándose de nuevo–, pareció diluir los cuestionamientos en torno a cómo será vincularnos en este 2021, en particular, para los solteros, los que no tienen pareja estable, los separados o hasta divorciados y viudos. Es un momento de gran incertidumbre.
“Vincularse en 2020, para mi, significó una evolución cuasiestratégica de sentimiento. Del miedo, a la entrega emocional en meses. Creo que para quienes estábamos solteros fue quedarse adentro para entrar en el propio ser. Personalmente, pasé a valorar el relacionamiento de calidad. Que paradoja que tenga que haber una pandemia en la que peligre nuestra salud para empezar a pensar en vínculos saludables. Apps de citas que sumaron videollamadas y uno mismo que se expuso a vinitos virtuales para descubrir a ese otro digitalizado. Un encierro que puertas adentro me permitió conocerme y hoy me vuelve a poner en el mismo lugar ¿Con quién me voy a juntar en este 2021? ¿Voy a tener otro año sin compañero sexo-afectivo estable? ¿La ansiedad de estar ‘sola’ me va a comer?”, se pregunta Eugenia, marketer y emprendedora de 27.
Para muchos, las charlas y estrategias del comienzo fueron evolucionando a la par de las medidas oficiales, del sexting a los encuentros al aire libre o las primeras citas con barbijo, pero lo que seguro se hizo visible es que tener un soporte vincular fuerte hizo la diferencia para muchas personas.
“Mi vida social estaba muy vinculada al trabajo entonces al comienzo no lo noté tanto, pero después entré como en un bucle medio depre y así estuve de a mayo junio. Volví más fuerte vínculos que tenía de amistad, algunos laborales, hasta familiares también, así que aún en la lejanía esos lazos me permitieron salir, y proyectos más bien creativos y del orden de la esfera más íntima cómo escribir y cosas que antes no tenía tiempo. Luego estuve con alguien, pero creo que si no hubiera estado en pandemia no hubiera pasado, hubo como una demanda desde mi soledad”, relata por su lado Antonia, bailarina de 33.
En algunos países como Holanda el año pasado se llegó a recomendar a la gente sola que encuentre una pareja para abrazar o tener relaciones sexuales. Una suerte de “compañero de abrazos” con el que tener una charla honesta sobre riesgos y protocolos. Especialistas de género como Linda Duits, consideran al sexo un derecho humano y explican que la proximidad y el contacto físico son necesidades básicas. “El contacto social, la charla cara a cara, el contacto físico pasando por caminar de la mano hasta las relaciones sexuales, todo es parte de lo que las personas necesitamos para ser saludables. Somos seres sociales que a partir de la experiencia con el otro modificamos nuestra biología. El privarnos de esto tendrá consecuencias”, elabora la licenciada Bordon.
¿Perder el ritmo?
Otro relato recurrente es el miedo a perder la habilidad para relacionarse. “No soy de usar apps de citas pero llegó un punto en dije ‘bueno lo voy a hacer para al menos reírme un rato’ y me descargué Tinder, pero a la primera persona que me habló lo desintalé porque yo estaba super aislada y me habla un pibe que me ofrecía pasar por mi casa. Mis amigas más cercanas todas están en pareja, y las que no están como yo y sienten que perdieron la capacidad de generar vínculos. Claramente la opción no puede ser no hacer nada porque tampoco es sano, entonces creo que pasa por estar un poco más abierto, y buscar generar lazos con gente que tenga los mismos valores o consciencia al respecto de los cuidados”, admite Maggie.
Quizás un primer paso sea animarnos a hablar de esto sin pensar que es un tema frívolo, y entendiendo tanto el rol de la sociabilidad en la salud integral como las distintas necesidades según coyunturas sociofectivas diversas. “No hay que tener miedo a decir ‘tengo miedo’, trabajarlo y a partir de ahí tomar confianza en uno mismo para encontrar la forma de transitar este período tan atípico que parece que vino para transformar lo que era normal hasta marzo del 2020. Ser flexibles psicológicamente, animarse a pensar las cosas de una forma diferente, eso es fundamental”, aconseja Bordon.
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