La banda liderada por Adam Granduciel lanzó su primer LP en más de cuatro años, uno de los lanzamientos de rock más esperados de 2021
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The War on Drugs - I Don’t Live Here Anymore
Tres estrellas y media
Adam Granduciel, el líder de The War on Drugs, es un compositor de canciones decente, aceptable cantante y buen músico. Pero en lo que él y la banda realmente se destacan es en esa especie de interiorismo romántico indie, en el gusto de clase media por los pequeños himnos guitarreros pero bien educados, capaces de disociarse y construir abstracciones magníficas y a la vez reconfortantes. Lo suyo es una emocionalidad movediza, expansiva pero hogareña, cada centímetro del espacio emite una sensación tibia y nítida. Esa es la onda que a The War on Drugs, cuyo primer LP en más de cuatro años es uno de los lanzamientos de rock más esperados de 2021, le viene funcionando perfectamente bien.
La santa trinidad según Granduciel la forman Dylan, Petty y Springsteen. En I Don’t Live Here Anymore, Granduciel le pone todas las fichas a la fantasía retro-rock, con sintetizadores brillantes y redoblantes que retumban, pero tan nítidos como un cascabel. En su utopía nostálgica, los conceptos comerciales que definieron los años de Reagan se han diluido en una masa de recuerdos amorfa y feliz. Por eso “Change”, una elegía con reflejos de neón, es reminiscente de “The Boys of Summer” de Don Henley, con Peter Buck de REM en la guitarra y Bruce Hornsby al piano. “I Don’t Wanna Wait” es todavía mejor en su evocación de “In the Air Tonight” en manos de Phil Collins, pero con tonos más drone, como si Brian Eno la hubiera producido, antes de que se transformara en algo de Bob Dylan.
Como sugiere su título, I Don’t Live Here Anymore trata en gran medida de seguir adelante después del final de una relación. En la canción que le da título al disco, Granduciel presenta este tema en toda su majestad. La letra es un pastiche de citas de Dylan: Granduciel canta sobre ser una “criatura sin forma”, que baila “escuchando ‘Desolation Row’”. En el terreno lírico, los sentimientos románticos de transformación y pérdida, “las idas y vueltas” y las separaciones a medias, condenadas a permanecer inconclusas o latentes, son muy Blood on the Tracks. Es decir, es como si Dylan hubiera sacado esta obra maestra en 1985, no en 1975, y con producción de Dave Stewart o Mutt Lange.