Días antes de una nueva visita para el Lollapalooza, Julian Casablancas y Albert Hammond Jr. repasan su poco ortodoxo presente como banda y su peculiar vínculo con la Argentina
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“Contanos por qué fue, queremos saber. ¿Tanto nos quieren en Argentina?”. En vez de responder a una pregunta, Julian Casablancas y Albert Hammond Jr. contraatacan con otra. Ni el vocalista ni el guitarrista de The Strokes tienen una definición siquiera vaga del porqué del crecimiento exponencial de su convocatoria en nuestro país con el paso de los años. La muestra más notable estuvo en su última visita, como cabeza de cartel de la edición 2017 de Lollapalooza Argentina, donde la banda dio el show más grande de su carrera, ante 90.000 espectadores, y promete una convocatoria similar para su presentación en la edición de este año. A Casablancas y Hammond Jr., sin embargo, el dato parecería no asombrarlos demasiado. “Evidentemente tenemos muchos fans allá que conectan con nuestra música. Supongo que nuestro género rinde bien en la Argentina y tienen buen gusto”, sintetiza Albert con una falsa modestia impostada y sin echar mano a su carta de localía por filiación materna (es hijo de la modelo Claudia Fernández y sobrino de la actriz y vedette Mónica Gonzaga) a la hora de ensayar explicaciones. “Para serte honesto, no creo que eso sea lo que hace que la gente vaya a nuestros conciertos”, se apura a responder Julian, y los dos ríen a coro. Luego, ensayan una disculpa: “Probablemente vos lo sepas mejor que nosotros”.
Hammond y Casablancas mantuvieron una charla exclusiva con Rolling Stone antes de su regreso a la Argentina como cabeza de cartel de la edición 2022 de Lollapalooza. Al momento de la entrevista ambos se encuentran en Costa Rica y lo que en un principio iban a ser dos encuentros por separado termina siendo una videollamada conjunta al día siguiente. A la hora de conectarse, lo hacen sin encender la cámara, lo que por momentos convierte el diálogo en una rutina en la que, mientras uno habla, el otro parece gesticular o le responde por lo bajo. Un gesto más de esa complicidad que nació hace dos décadas y media y se mantiene en plena forma, por más sobresaltos que hayan superado en el medio.
Desde su formación, en una Nueva York refulgente en el cambio del milenio, a este presente, mucha agua ha pasado por debajo del puente. En la última década y media, The Strokes se mantuvo en actividad de modo intermitente: a medida que cada uno de sus integrantes empezó a explorar inquietudes artísticas por su cuenta, más difícil fue hacer coincidir no solo sus agendas, sino también sus intereses. Como consecuencia de eso mismo, su paso por los escenarios dejó de tener correlato con su discografía. En 2006, después de un tour mastodóntico de 133 conciertos para presentar First Impressions of Earth, la banda entró en un período que ellos mismos definieron como hibernación y que duró de 2007 a 2010. Su regreso a las giras llegó con Angles, de 2011, pero duró poco: tras otro receso de dos años, ni Comedown Machine ni el EP Future Present Past tuvieron presentación formal, ya que el grupo adoptó tácitamente la política de dar no más de seis o siete conciertos por año.
“No sé, es difícil tratar de entender nuestras idas y venidas”, sintetiza Hammond, y su compañero recoge el guante con rapidez: “Esto pone un poco el dedo en la llaga para Albert, porque creo que a él le gustaría que girásemos más seguido. Pero creo que la verdad es que todos tenemos otras cosas que hacer en la vida, así que ya no decimos ‘OK, vamos a girar por los próximos dos años’, sino que esperamos a que aparezcan las ofertas de los festivales. Hacemos algunas fechas, y si no hay nada para los meses siguientes, aprovechamos para hacer nuestras cosas. Vamos con la corriente, no lo calculamos demasiado”.
De hecho, Hammond y Casablancas son los dos únicos integrantes del grupo que aprovecharon esos impasses para visitar la Argentina con sus proyectos paralelos e incluso formaron parte del Lollapalooza, en ese plan, aunque en ediciones distintas.
Esta vez, las energías parecen renovadas. “Estamos listos para salir disparados del cañón”, asegura Casablancas. El guitarrista comparte el espíritu: “No sé bien cómo expresar ese tipo de sensación que vivimos en este último tiempo, pero estamos muy emocionados de poder salir a tocar estas canciones”. Esas canciones a las que se refiere Hammond Jr. son las de The New Abnormal, el primer disco de The Strokes en siete años, que vio la luz en abril de 2020. Con Rick Rubin sentado en la silla de productor, la banda volvió a pegarle una lavada de cara a su sonido, en una ecuación en la que la esencia se mantiene intacta y lo que cambia es su exterior. En vez de explotar la fórmula garagera y valvular de sus dos primeros discos, con The Velvet Underground y Television como referencias más visibles, en esta ocasión la nostalgia pegó un salto de década y llegó a los ochenta, con máquinas de ritmo vintage, sintetizadores y guitarras con abundante chorus, todo para que la canción siga siendo la misma.
“No creo que nunca hayamos pensado las cosas en esos términos. Quizás la gente lo analice, pero nosotros solo nos preocupamos por que las cosas suenen bien”, dice Casablancas para intentar explicar este presente en el que aparecen citas explícitas a The Psychedelic Furs (un fraseo de “The Ghost in You” en “Eternal Summer”) y Billy Idol (la melodía del estribillo de “Dancing with Myself” en el hit “Bad Decisions”). Aun así, el cantante asegura que no responden a un plan preestablecido. “Obviamente puede ser que escuches algo que te gustó, pero nunca fue en plan ‘Uh, sí, hagamos algo como The Psychedelic Furs’. Las cosas se registran subconscientemente en tu cerebro y vienen cuando estás en un proceso creativo, escribiendo, pintando o lo que sea, nunca se sabe”, sintetiza. “Puede ser algo que escuchaste la semana pasada o cuando tenías cinco años. Siento que, por lo general, para mí se trata de pasar tres años con un loop de cosas que escuchás mucho, y después sale un poco de eso una vez que lo digeriste en tu inconsciente. La verdad es que nunca sabemos cuándo va a salir ni de dónde, y casi nunca es una elección, realmente”, completa.
Y también está el tema del título del disco. Cuando en febrero de 2020 la banda anunció que su nuevo trabajo llevaría por nombre The New Abnormal, nadie esperaba que a las pocas semanas una pandemia obligase al mundo a incorporar el término de “nueva normalidad”. “Somos parte de los illuminati que armaron todo esto, tenemos un informante interno que nos anticipó todo”, bromea Casablancas para explicar una infeliz coincidencia: la frase fue tomada de un discurso que dio el gobernador de California a raíz de los incendios forestales de 2018. “No sabíamos que teníamos ese poder profético, realmente. Al próximo disco tendríamos que ponerle Utopia o The End of an Era, hay un montón de opciones positivas”, dice entre risas. “Cuando ganamos el Grammy (por Mejor Álbum de Rock, en la entrega de 2021), yo solo podía pensar ‘Honestamente, podríamos haber ganado solo por el nombre’. No podría tener uno mejor”, remata con orgullo.
Al momento de su aparición, The Strokes fue la punta de lanza de un cambio de paradigma en el mainstream sobre el principio de los 2000, que puso al rock de guitarras de nuevo en relevancia e instaló a Nueva York como una tierra prometida en la que cada semana aparecía un grupo nuevo emocionante, desde Interpol a Yeah Yeah Yeahs pasando por LCD Soundsystem, The Rapture y Liars. Veinte años después, la promesa de un recambio parece haberse disuelto en el aire: quienes no se quedaron en el camino, emprendieron nuevas búsquedas (“¡No había una escena!”, dice Hammond, con notable poder de síntesis). Aun así, para los autores de “Last Nite”, la Gran Manzana sigue siendo el norte de su brújula artística, sea cual fuera el resultado final. “Creo que todavía es el centro de la cultura. Antes de la pandemia se estaba poniendo medio cuestionable, para mi gusto, porque se había vuelto demasiado aburguesada a un nivel molesto de una manera medio extrema y acelerada”, dice Casablancas. “No sé si fue la pandemia o qué, pero ahora las cosas se revirtieron un poco y hay lugares oscuros e interesantes de nuevo –amplía–. En general, hay algo de la naturaleza de Nueva York, donde la gente se amontona y une con diferentes culturas, y esa termina siendo la mejor de todas las culturas. La manera en la que tenés que interactuar con la gente es distinta al resto del mundo, y creo que eso influye en el arte, y ojalá sea así por mucho tiempo más. Siempre hay algo ocurriendo en Nueva York”.
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Aparte del sonido, esta versión de The Strokes vino con otro cambio a la vista: un marcado compromiso político. El 10 de febrero de 2020, la banda tocó en un acto de apoyo a Bernie Sanders (que, como dato de color, terminó con el escenario invadido por el público mientras el grupo tocaba “New York City Cops”), y en mayo del año siguiente la banda hizo la primera presentación acústica de su historia para patrocinar la candidatura de Maya Wiley, una precandidata demócrata para la alcaldía de Nueva York. “En este momento, en el mundo ya no se trata de la política en el sentido tradicional a la que estábamos acostumbrados cuando éramos jóvenes”, esboza Hammond. “En la mayoría de los lugares, especialmente en Estados Unidos, todos los políticos son básicamente corruptos, y hay cinco o seis que no lo son. Cada vez que se postula alguien que no está financiado por corporaciones y corrompido, queremos acompañarlo y darle nuestro apoyo”, agrega. La explicación le da pie a Casablancas para contar una anécdota referida a su última visita a la Argentina con su banda The Voidz. “Hice un comentario político cuando estaba en el escenario [N. de R.: antes de “Human Sadness”; Casablancas le dijo al público “Hablando de tristeza humana, qué triste lo del activista, Santiago”, por Santiago Maldonado] y me retuvieron en el aeropuerto”, asegura el cantante. “No sé si se pensaban que estaba contrabandeando drogas dentro de mis zapatillas o si me estaban diciendo ‘No tenés que hablar de política cuando venís a tocar acá’. Soy malo leyendo entre líneas”, dice.
La anécdota sorprende a su propio compañero de banda que, al pedirle más precisiones recibe como respuesta: “Sabés que soy la persona equivocada a la que pedirle fechas y líneas temporales del pasado distante... o de hace más de tres días”.
Después de dos décadas y cierto distanciamiento creativo entre algunos de sus miembros, es válido preguntarse cuál es la esencia de The Strokes en 2022. “¡La pasión, animal”, responde Casablancas en un español susurrado, similar al del Gato con Botas de la saga de Shrek. Acto seguido, le cede la palabra a Hammond Jr.: “La esencia es que pudimos mantenernos creativos a lo largo de todo este tiempo. Tuvimos un comienzo increíble y los discos siguen siendo maravillosos, moviéndonos hacia adelante. La música es cada vez más interesante y nuestros shows son mejores porque cada vez somos mejores intérpretes. No sé, la esencia constantemente cambia. Si mirás para atrás, sos la misma persona, pero sos todo lo diferente que deberías ser a cuando tenías 21″.
Tras unos segundos de silencio, el cantante revela un chiste interno que de alguna manera linkea con lo que su compañero acaba de desarrollar: “El otro día estábamos charlando y decíamos que, si tuviésemos la chance de tener una máquina del tiempo para viajar del pasado al presente, seguramente nuestras versiones del pasado terminarían demandándonos por lo que terminamos haciendo”.
Dentro de ese contexto, no sería errado pensar que su convocatoria en San Isidro en 2017 tendría que haber sorprendido a los propios protagonistas. “Just another tuesday afternoon”, responde Casablancas, cantando la primera estrofa de “Can’t Talk Anymore”, de The Vapors, como para quitarle peso al asunto, aunque luego recula: “Es demencial. Es raro, ante todo”. “Estaríamos demasiado muertos por dentro si no nos pasara nada”, agrega Hammond Jr. a su lado, para explicar que, aun a veintitrés años de su comienzo (y dos décadas como un número de peso en el mainstream), The Strokes todavía parece intimidarse ante las grandes aglomeraciones de público. “Una vez que superás la barrera de las tres mil o cinco mil personas, deja de ser algo íntimo y empezás a dejar de entender el asunto. Eso puede hacer que te pongas nervioso y enloquezcas. Hay un punto justo de equilibrio cuando estás tocando y sentís que podés verlos a todos e interactuar con ellos”, ensaya Casablancas, que pone algunos reparos en los conciertos masivos, aunque se hayan vuelto el hábitat natural para su banda prácticamente desde su propia fundación.
“El problema con los festivales es que la música nunca estuvo pensada para ser tocada al aire libre, así que eso hace que sea raro. Se siente parecido a como supongo que debe ser cuando tocás en el Super Bowl. Ni sentís que estás tocando una canción porque solo podés pensar ‘Puta madre, hay demasiada gente mirando. Tratemos de no tropezarnos y caernos a la mierda’”, dice.
Su paso por la edición 2017 del Lollapalooza tuvo además una anécdota que quedó para la historia. Mientras, en la noche anterior, Metallica realizó su ya clásica salida a escena con “The Ecstasy of Gold”, de Ennio Morricone, en un clima épico y solemne, Casablancas, Hammond y compañía hicieron lo propio con el remix de “Reptilia” en clave cumbia a cargo del santiagueño Oscar Coronel, publicado en YouTube bajo el alias El Shulian K-sablan-k. “Ese fui yo, creo. Un amigo me la mostró, o fue el encargado de manejar la camioneta con la que recorríamos la ciudad, no me acuerdo bien, perdón si fue una especie de crimen”, dice Casablancas. Para su show del sábado 19, asegura estar dispuesto a ir aún más a fondo. “No quiero prometer nada porque quizás me lo terminen vetando, pero tengo la intención de ‘cumbificar’ levemente alguna de nuestras canciones. No lo puedo garantizar, pero estoy acá para vender más tickets, y si está agotado, venderemos todos de vuelta”, dice risueño. Consciente de que el anuncio es por demás intrigante, el vocalista prefiere alimentar ese misterio en vez de despejar interrogantes. “No puedo decir qué va a ser, será una sorpresa. Va a ser más divertido si te sorprende. Antes de que ocurra vas a pasarte todo el show preguntándote ante cada tema ‘¿Se refería a esa base de bajo?’ o ‘¿Eso que hizo el hi hat es un patrón de cumbia?’, pero te aseguro que va a ser lo suficientemente claro”, promete.
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Aunque no lo pongan explícitamente en palabras, detalles como recurrir a una versión de un tema propio reformulada entre cencerros, timbaletas y un riff tocado en keytar no son más que recursos para acortar la distancia ante la inmensidad de la convocatoria (otro, aseguran por lo bajo, es dejar que su sonidista ignore los límites establecidos de decibeles para un show al aire libre y los haga sonar lo más fuerte posible). “Ese día había mucha gente, y no sé cómo se llegó a eso. Fue sorprendente, aunque estamos tan sorprendidos como vos”, comienza a esbozar Hammond Jr. Y luego complementa: “Te voy a ser honesto, en situaciones como esa, el contacto con la gente no es íntimo, se puede convertir en algo rimbombante. Termina siendo algo más teatral, pero de todos modos el público acusa recibo y terminan pasando cosas”, dice el guitarrista.
Finalizada su gira por Latinoamérica, The Strokes tiene por ahora agendado un único concierto, que será en el Barclays Center de Brooklyn. El estadio tiene una capacidad de diecinueve mil espectadores, una cifra cercana a un aforo intimista en comparación a la magnitud de los conciertos en Lollapalooza de Argentina, Brasil y Chile, sumado a su rol de headliners en Colombia y México en los festivales Estéreo Picnic y Tecate Pal Norte, respectivamente. “Siempre decimos que, si alguna vez la gente se olvida de nosotros y nos sentimos perdidos, tenemos que ir a la Argentina y decir: ‘¿Se acuerdan de nosotros? ¿Alguien?’”, bromea Casablancas.
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El hecho de que The New Abnormal haya despertado un nuevo interés por The Strokes en cierto modo se traduce a que son los propios músicos los que se sienten más a gusto con su presente que con el legado que les garantizó el lugar que ocupan en la historia. Así como están los artistas que públicamente manifiestan disfrutar tener que aferrarse a un mismo repertorio para complacer lo que el público está yendo a buscar a sus conciertos, Casablancas no duda en afirmar que no experimenta el mismo tipo de satisfacción después de tantos años de interpretar temas como “The Modern Age”, “Someday”, “Soma” o “Last Nite”. “Es algo que no tiene que ver ni con las letras, la música o si me generan nostalgia o no, simplemente las tocamos demasiadas veces ya”, dice el vocalista, y asegura que no necesariamente tiene que ver con que se trate de su propia obra. “Podría ser una canción de Mozart (sic) que aprendí en el piano, si la toqué cinco mil veces tampoco sentiría nada. Pero si fuera una canción parecida a ‘Soma’ que nunca hubiéramos tocado, eso estaría bien”, dice.
La explicación también viene a cuento de que, de alguna forma, con el pasar de los años, el estilo que predominó durante los primeros tres discos del grupo se volvió algo más que un formato y se convirtió en una suerte de plug in con el que hacer que algún tema “suene” a The Strokes si las guitarras se tocan de determinada manera, o se le imprime la distorsión adecuada a la voz, un yeite que aseguran no es el mismo en todo el mundo. “En algunos países se trata de una cosa más relacionada con el ritmo, pero parece que la melodía toca un nervio sensible en la Argentina. Yo tengo un vínculo latino e hispánico y todas esas escalas siempre me interpelaron, así que creo que viene por ahí, sumado a la cosa del rock and roll”, analiza Hammond a la hora de pensar si existe una influencia de su obra en el país.
Tanto Hammond Jr. como Casablancas coinciden en que lo que se entiende como la esencia de The Strokes está notoriamente condicionado por la mirada ajena y no por algo que ellos mismos se hayan encargado alguna vez de definir en palabras. “Siempre estoy explorando cosas nuevas haciendo colaboraciones, y a veces me puede pasar que esté trabajando con un amigo que me diga: ‘Sí, esa idea estuvo buena, ¿pero podés hacer esa cosa de The Strokes que sabés hacer?’. Cuando pasa eso me quedo pensando ‘¿A qué cosa te referís? ¿Querés una imitación de Lou Reed, es eso? ¿O estás queriendo que las guitarras toquen acordes bien rasgueados?’”, dice el vocalista, intentando entender qué es lo que terceros entienden por hacer algo alla Strokes, y donde muchos divisan un resultado final, él ve el paso previo, el de la suma de factores. “No nos quiero comparar porque estamos bastante debajo en la escala, pero eso me recuerda a una entrevista que vi de Chuck Berry en la que le preguntaban por algo parecido y él respondió ‘Bueno, escuché a Muddy Waters y a todos estos otros tipos y así terminé haciendo lo que hago’. De todo lo que hicimos, lo que queda es la combinación”.
“Es algo que nos preguntamos todos los días y nunca pudimos responder”, dice Hammond tan en broma como en serio a la hora de intentar explicar qué es lo que define a The Strokes en 2022. Para Casablancas, no hay todo sino la suma de las partes, y ni siquiera eso garantiza que el resultado final vaya a ir por terreno conocido: “No sé si es algo a lo que se puede ponerle una etiqueta, pero sí siento que cuando estamos los cinco juntos pasa eso que los demás entienden como The Strokes. La manera en la que Nikolai (Fraiture) toca el bajo, como Nick (Valensi) toca la guitarra, Fab (Moretti) la batería y yo canto, ese cóctel quizás para la gente signifique algo específico, pero personalmente para mí, mi enfoque en cada canción va a ser sin la más absoluta idea de adónde ir”.
La explicación trae a colación un hecho deslizado con firmeza, pero sin mayores precisiones de plazos ni intenciones. Al cierre de este número, The Strokes ya estaba trabajando en nuevas canciones para dar forma al sucesor de The New Abnormal, y lo único que la banda parece tener en claro es que nadie sabe hacia dónde irán las composiciones que tomen forma durante el proceso. Así lo explica Julian: “No sé si el próximo tema va a tener sonido de delfines alienígenas o sonido de panderetas de aguavivas subterráneas. No tengo ninguna noción previa, no es que tengo una cosa incorporada de The Strokes en mi interior. Entiendo lo que la gente dice y cree, pero eso es para los que lo ven de afuera, creo. No lo sobreanalizo, porque seguro me deprimiría. Quizás lo sobresimplifico”. Y remata sobre su futuro show en Buenos Aires, como uniendo un tema con otro: “No prometo lo de la cumbia porque la decisión todavía tiene que pasar por cuatro personas más, pero si fuese por mí, lo haría sin problema. Pero si no ocurre, voy a dar nombres y señalar a los responsables para que puedan depositar su enojo en ellos”.