Con un álbum que co-produjo junto a Héctor Castillo, Vicentico continúa corriéndose del lugar y muestra su faceta más libre
- 3 minutos de lectura'
Pasaron casi veinte años desde la edición de su primer álbum solista, Vicentico (2002), aquel que empezó a trazar un nuevo espacio para el cantante de Los Fabulosos Cadillacs (un personaje, músico y performer fuera de foco, siempre un poco corrido en el marco del rock argentino desde los años 80), entre el prístino pop y la música popular, con la posibilidad de abrir el juego al bolero, el flamenco y, por qué no, el género melódico. Dos décadas y seis discos firmados con su nombre/apodo más tarde, Vicentico continúa corriéndose del lugar con El pozo brillante, un álbum tan freak y tan popular como él. Un álbum que se mueve libremente de aquí para allá, hilvanado apenas entre canción y canción por el hilo de su voz, un sello lacrado tanto sobre bases programadas y guitarras orientales como al frente de ritmos de salsa y swing rockero.
“Pero entonces ¿qué es lo que soy yo?/ ¿Y qué es lo que veo alrededor de mí?/ Soy solo esto”, canta en el segundo tema del disco, “No tengo”, su impecable versión en castellano de “Ain’t Got No, I Got Life”, popularizada por Nina Simone. “Tengo mis ojos, tengo piel/ Y tengo oídos, tengo pies/ Tengo mis brazos y mis piernas para irme/ Tengo mi boca y puedo hablar/ Tengo mi pelo y libertad/ Y un sentimiento que me lleva donde quiera”.
Y aquí, ese “donde quiera” puede ser la salsa deforme que abre el disco (“Freak”), un brumoso beat con aires hindúes (“¿Quién sabe?”), un exquisito experimento que mezcla flamenco, trap y cha cha chá (“Rima”), e incluso meter, una detrás de otra, dos tomas de un mismo tema, “Ahora 1” y “Ahora 2”, en plan pop irresistible. “Siempre igual es la misma canción”, canta y justifica.
“Tengo miedo” podría ser un out-take del último trabajo de Los Fabulosos Cadillacs, La salvación de Solo y Juan (2016), en donde, como en casi todo el disco, los vientos se lucen; mientras que “Solo para mí” lo lleva con elegancia a ese territorio situado entre Sandro y Babasónicos, y “Chau estrella” tiene algo de presentación circense: “Yo tenía una orquesta y en ella tocaba/ No tenía instrumentos, ya los imitaba/ Y la banda tocaba y la gente deliraba” (¿Sgt. Pepper’s Lonely Heart Club Band?).
El pozo brillante cierra con “El plan (La Reina del Miedo)” y Vicentico vuelve a demostrar su habilidad para la melodía romántica, pero, una vez más, corriéndose unos metros más allá, con su voz fuera de foco, jugando con el misterio, las luces y las sombras.
Después de tres discos bajo el método de producción de Cachorro López, Vicentico decidió tomar parte en el asunto y coproducir el disco junto a Héctor Castillo, quien colaboró también en bajos y programaciones. Una jugada que, según él mismo confesó, le permitió moverse con mayor libertad: “Al producir yo, me dejé ir un poco”. Y ahí va él entonces, detrás de ese sentimiento, que lo lleva donde quiera.