Tres años después de convertirse en un fenómeno adolescente, la cantante regresa por todo
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“Dios, lo siento tanto”, dice Lindsey Jordan, de 22 años, llegando media hora tarde al museo Cloisters, cuando la vemos que surge de uno de los senderos cubiertos de follaje del parque Fort Tryon de Manhattan. “Volvía de terapia y pensé: o vuelvo a mi departamento a hacer pipí o, si no, voy a tener que hacerme en los pantalones”.
Jordan, también conocida como Snail Mail, cuida muy bien de sus jeans azul índigo; más tarde se va a tomar el trabajo de tirarse agua en la rodilla después de salpicarla con café. Con mochila negra, suéter color lavanda y unos mocasines Celine en blanco y marrón, parece una estudiante de secundaria increíblemente elegante en una excursión grupal. “Es tan adictiva la ropa linda”, dice. “Es la panacea definitiva”.
Jordan trabaja con un asesor de indumentaria, para crear la apariencia precisa que quiere que transmita cada sesión de fotos o filmación. Fíjense en la canción principal de su último álbum, Valentine. Es un rock ardiente, alimentado por el desamor y la traición; en el video, usa un traje estilo Regency mientras asesina salvajemente a la nueva novia de un ex y le llena la cara de crema de torta.
Las canciones de Jordan en Valentine son una clase magistral sobre el agotamiento existencial y el desamor, en una clave en que solo una persona sensible de veintitantos años puede entender.
Pero más que de un amor perdido, Valentine se trata realmente de cómo Jordan casi se pierde cuando su éxito en 2018, Lush, la convirtió en un prodigio del indie-rock y se hizo famosa. Después de una gira de tres años y un intento fallido de hacer un segundo disco, se sintió bloqueada.
En noviembre de 2020, Jordan pasó 45 días en un centro de rehabilitación en Arizona. No fue idea suya: “La rehabilitación podría no haber sido necesariamente lo que necesitaba hacer”, dice, pero en su entorno sintieron que era importante y ella lo aceptó. Describe ese momento como “una hijaputez” y “un alivio”. Se niega a responder sobre su consumo de sustancias en la actualidad, pero lo que aprendió en la rehabilitación tuvo un profundo impacto en ella. “Ahora, siento que tengo una nueva herramienta. Al menos a nivel intelectual, no siempre en la práctica”.
Después de salir de rehabilitación, se reunió con el productor Brad Cook y le mostró algunos demos que había escrito al comienzo de la pandemia, cuando se mudó temporalmente a casa de sus padres. “Volver adonde estaba físicamente cuando escribí Lush de repente le sacó presión a todo. Pasó todo muy rápido, apenas tuve un poco de tiempo a solas y en silencio”.
Mientras viaja de regreso a su apartamento del Lower East Side, Jordan dice que desea poder dormir un poco. Últimamente está tan agotada que le ha pasado quedarse dormida dormida incluso mientras habla con su novia, con quien ha estado saliendo durante cuatro meses. “Puedo estar en medio de una conversación y de repente pum, me quedo dormida”, dice riendo.
A Jordan le gusta la idea de que sus fans queer la admiren y se sientan bien con su música. “Si hay una razón para dejar que [mi] vida personal entre en la música, es que otras personas puedan decir: Ey, esto es algo con lo que puedo identificarme’”, dice. “Soy bastante joven y, cuando empecé, no tenía nada con lo que identificarme. Lo que hago es para rockers del futuro, para que tengan algo de eso hoy”.