El 11 de febrero sale su nuevo álbum, ‘4′, con Myles Kennedy y The Conspirators
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En entrevista con Rolling Stone, el gran violero habla sobre la actualidad del rock, de cómo se sentía “un raro” cuando era chico, del regreso de Guns N’Roses y de cómo mantener la paz en la banda que lo hizo famoso en compañía de Axl Rose.
Te volviste a juntar con Guns N’Roses cinco años atrás, pero estás por sacar tu segundo disco solista desde entonces. ¿Qué te produce liderar tu propia banda a esta altura?
Nada de toda la otra mierda que rodea estar en una banda de rock & roll y ser famosos y tener esto y aquello y lo de más allá, y las cosas que le preocupan tanto a la gente. Nada de eso existe en esta banda. Todo lo que queremos hacer es juntarnos, tocar, grabar y salir de gira. La mantengo porque lo pasamos bien y sin estrés.
El rock & roll no es tan popular como antes. ¿Alguna vez te tentó la idea de cambiar de estilo?
Soy un rockero de principio a fin. Lo llevo en la sangre. Me importa un carajo qué pasa más allá de eso, esto es lo que hago. Ahora, que al rock no le va tan bien como antes, he visto cómo la integridad del asunto se va al demonio. Después de los noventa, cuando empezó el tema de bajarse música digital, todo el mundo empezó a querer hacerse ver sin necesariamente preocuparse demasiado por lo que sonaba. Ahora que no hay dinero de por medio, los chicos lo están haciendo puramente por pasión. Y es buenísimo. Me encanta.
Tu madre era negra y tu papá es blanco. ¿Cómo encontraste tu identidad al madurar?
De chico, era un raro. Cuando me mudé a Estados Unidos, tenía un fuerte acento británico. Tenía el pelo largo, usaba remeras todas escritas y jeans rotos. No encajaba. En mi escuela había más que nada chicos blancos. Pero el lado negro de mi familia vivía en South Central, Los Ángeles, y ahí en cambio yo me sentía demasiado blanco [risas]. Era difícil. Nunca me sentí totalmente cómodo en mi propia piel. Entonces, en séptimo u octavo año, empecé a tocar la guitarra y eso lo cambió todo. De pronto, era cool porque de algún modo me destacaba. Y desde ese momento ya no importó de qué color era nadie; salvo cuando estaba buscando a otra gente para una banda y tu piel era más oscura que la de ellos. Claramente, había algo ahí que se notaba… Pero es parte de mi vida y aprendí a bancármelo. Nunca lo tomé demasiado personalmente. Simplemente me identifiqué con no ser nada en particular.
En este punto de tu vida, ¿dónde termina Slash y dónde empieza Saul Hudson?
Me empezaron a decir Slash en noveno grado. Ahora me suena raro si alguien me llama Saul porque la última persona en decirme así fue mi abuela. Pero mantengo mi nombre real en la licencia de conducir, el pasaporte y todos mis documentos legales. Es mejor no ser Slash en ese contexto.
¿Cuál es el secreto para mantener la armonía en Guns N’Roses hoy en día?
Mantener las cosas entre nosotros. El gran problema fue que cuando la banda creció tanto, por más que me encantaría decir que teníamos mucha calle, el negocio logró interponerse en nuestra relación y tuvo un efecto realmente negativo en todo. Terminó por hacerme renunciar y, testarudo como soy, ya no miré atrás.
¿Qué fue lo mejor de haber vuelto?
Creo que lo mejor fue superar esa horrible nube oscura que cubría todo lo que tuviera que ver conmigo y Axl. Había muchos temas que venían de terceras personas, cosas muy lastimosas que fueron creciendo aún más por no hablarlas a tiempo. Pero lo más importante fue que cuando Axl, Duff y yo nos juntamos a tocar en una sala, pasó algo que no puedo siquiera describir, como: “Wow, de esto se trataba”. Entonces, ahora que salimos a tocar, me pregunto cómo mierda fue que nos metimos en todo ese quilombo en los noventa.