Ruldolf Schenker y Klaus Meine, de la histórica banda alemana, reivindican su balada “Still Loving You”, pero sin dejar de rockear desde hace... ¡56 años!
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En abril de 1985 la tasa de natalidad en Francia experimentó un pico inesperado. Generalmente, los baby booms están asociados al rebote de un hecho social doloroso: por ejemplo, el más grande del siglo XX se dio después de la Segunda Guerra Mundial. Pero este caso fue distinto: París se llenó de bebitos sin que hubiera una guerra, un atentado, una hambruna a la que reaccionar. Intrigado, el gobierno galo investigó qué pudo haberle sincronizado las hormonas a su población nueve meses antes, y se encontró con que el motivo no era una jugarreta de la CIA ni un experimento turbio del Kremlin: lo que había pasado era que en julio de 1984 Scorpions había lanzado su himno franelero “Still Loving You”.
“¡Eso no fue un invento, fue real!”, dice Rudolf Schenker, el guitarrista que fundó el grupo en 1965. Él y el cantante Klaus Meine –los dos miembros “clásicos”, aunque Meine se sumó en 1969– se enteraron hace poco y desde entonces no dejan de chapearlo con orgullo: “Es una gran historia, ¡hicimos que la gente creara nueva vida!”.
Scorpions es un caso raro de banda heavy con mensaje siempre positivo. Casi cuarenta años después de hacer su magia para que los franceses copularan más de lo normal, siguen bajando línea para que seamos más y no menos: “Peacemaker”, su último single, se monta a un riff y un estribillo de cancha para decir que “el monstruo está vivo tras todo este tiempo, está escrito en las estrellas, amor para siempre, paremos la guerra”.
Lo que inspiró esta reflexión musical fue –cómo no– la pandemia de Covid-19, ese sopapo universal del que se suponía que íbamos a salir mejores, pero pasaron cosas. “El mundo está tenso ahora”, dice Meine, y Scorpions viene al rescate con una canción que advierte que “si no cambiamos, nos vamos a estrellar”.
“Peacemaker” es el primer adelanto de Rock Believer, el decimonoveno disco en estudio del grupo. El plan original era pasar parte de 2020 grabando en Los Ángeles con el productor Greg Fidelman (colaborador de Metallica en Hardwired... to Self-Destruct de 2016 y de Slipknot en We Are Not Your Kind, de 2019, entre otras bandas) y encadenar eso con una residencia de unas cuantas fechas en Las Vegas, pero el bicho forzó un volantazo. “Llegaron las restricciones para viajar y decidimos quedarnos en Hanover, Alemania. Greg estaba por Zoom con nosotros en el estudio: en Los Ángeles era la hora del desayuno y en Alemania, la de la cena. Funcionó por un tiempo, pero después teníamos que tomar una decisión sobre si queríamos seguir adelante o postergar la sesión de grabación para 2021. Decidimos seguir trabajando y poner toda la fe en nosotros y en nuestro equipo”, cuenta Meine.
El vocalista, Schenker y el segundo guitarrista Matthias Jabs escribieron y demearon con tiempo y sin presiones, asistidos por el productor que reemplazó a Fidelman: Hans-Martin Buff. También se decidió que no hubiera compositores externos como en el disco anterior, Return to Forever (2015), donde los productores Mikael Nord Andersson y Martin Hansen aportaron canciones: la idea era reafirmar la propia identidad en busca de lo que ellos llamaron “la energía de los 80″. Más que nada, Love at First Sting (el disco de 1984, de donde salen “Still Loving You” y el gran hit “movido” de la carrera de Scorpions, “Rock You Like a Hurricane”) pero también el anterior Blackout (1982), son el 1-2 infalible de Scorpions, ese con el que trascendieron las fronteras de Alemania y Europa y terminaron de aterrizar en Estados Unidos (en Japón ya eran grandes desde mediados de la década anterior, por esas cosas que tiene el metal). Esa era la vibra que perseguían para Rock Believer: la de una banda unida que –sin importar que hayan dado su primer show el año en que los Beatles editaron Rubber Soul– igual piensa en el futuro. “La actitud fue la de hacer un disco con toda la banda rockeándola juntos, en vez de usar muchas sesiones de ProTools en distintos lugares. Nosotros nos juntamos a sentir la música, a sentir las nuevas canciones e imaginar temas que nos gustaría tocar en los próximos shows, cuando saliéramos a la ruta otra vez. Esa onda hizo la diferencia”, dice Meine.
Esa sensación de volver al garaje se potenció con la renovación que implicó la llegada al grupo de Mikkey Dee, el baterista que reemplazó a James Kottak en 2016 y que venía con una de las mejores experiencias laborales que un soldado del rock duro puede traer. “Con Mikkey el espíritu de Motörhead estaba todo el tiempo alrededor nuestro. En cada ritmo que Mikkey tocaba había algo de Lemmy. Así que podés imaginarte que lo que salió fue un gran disco de rock”, dice el cantante, y Schenker se entusiasma: “Tenemos una gran química, y más ahora con Mikkey, que parece que hubiera estado desde el principio. Con Lemmy y el resto de Motörhead ya éramos amigos. Tenemos una larga historia de amistad con Lemmy y creo que a él le gustaría que Mikkey esté tocando con nosotros. Así que acá estamos: rockeamos y vamos a rockear para siempre”.
Además de un chiste de Los Simpson, lo de “rockear para siempre” no deja de ser un lugar común de las bandas con recorridos largos; lo que sorprende acá es que el grupo que se plantea como objetivo la eternidad hace diez años se estaba despidiendo. En el nombre de las tres etapas de la gira que hicieron entre 2010 y 2014 se ve cómo cambiaron de opinión de a poco: después del Get Your Sting and Blackout Tour (una celebración de sus discos más populares) vino el Final Sting Tour (el nombre se explica solo) y todo terminó con el Rock ‘n’ Roll Forever Tour (una posición más cercana a la actual).
Una de las razones para reconsiderar el adiós, dice Schenker, fue Internet. “Fuimos de las primeras bandas en tener un canal de YouTube, cosa que hizo que los chicos jóvenes dijeran ‘eh, está bueno Scorpions, ¿qué pasa acá?’. Así que de repente tuvimos una generación nueva ante el escenario, fue increíble”, explica el guitarrista. La renovación de la audiencia (cayeron al baile los hijos de los hijos que ayudaron a engendrar) trajo motivación fresca. Pero, además, un hallazgo “arqueológico” les hizo caer la ficha de que, si querían, podían celebrar algo que pocos celebraron.
“Encontré un cuaderno que mi madre hizo en el comienzo de la banda. Mi padre me dio la plata para comprar instrumentos. En este cuaderno ella anotaba lo que entraba, lo que salía y lo que quedaba, y después le teníamos que pagar. Pero lo importante es que el cuaderno empezaba diciendo ‘Scorpions 1965′, así que fui y le dije al resto de la banda ‘muchachos, ¿sabían que el año que viene es el 50° aniversario del grupo?. ¡Tenemos que festejar!’. Las únicas bandas que siguen después de cincuenta años son los Beach Boys, los Who y los Rolling Stones. Y la respuesta de los promotores fue ‘sí, hay que hacer esto’”, cuenta Rudolf.
“Eso” fue el 50th Anniversary Tour, que en los papeles fue la gira promocional de Return to Forever pero más fue la fiesta de cumpleaños de la que no se podían privar. El sitio especializado Pollstar ubicó el tour en el puesto 79 de los 100 más exitosos de 2015 y en el 68 del chart del año siguiente, con una recaudación de casi cincuenta millones de dólares.
Esta convocatoria de unos Scorpions de medio siglo se explica por su estatus de banda transversal: no solo se expande hacia arriba y abajo en lo que a edades concierne, sino también hacia los costados, con un estilo que representa tanto al hardrockero ortodoxo como al amante del AOR dulzón. Eso, más la locura de que no haya conflictos de pertenencia como suele pasar en el mundillo metalero: ni la vieja guardia se queja cuando se ponen gomosos ni los que los conocieron escuchando Aspen en el auto se asustan cuando tocan “Big City Nights”. La hipótesis de Klaus Meine es que el que avisa no traiciona: “Las baladas siempre fueron parte de nuestro repertorio, desde los primeros días. Me acuerdo de que, en los viejos tiempos, a mediados de los 70, cuando tocamos por primera vez en Gran Bretaña, el promotor se volvió loco porque vio que tocábamos una canción como ‘Holiday’ –una balada acústica– en medio del set. ‘No pueden tocar esta canción, esto es un show de heavy metal, los van a matar’, decía. Y les dijimos que no, que íbamos a mantener el tema en el set, y resultó que tocamos ‘Holiday’ y todos los pibes de pelo largo con las camperas de jean se volvieron locos. Esos shows nos probaron que eso era algo que separaba a Scorpions de otras bandas y nos hacía especiales. Hay bandas por ahí que están celosas por no tener esas canciones…”.
Dice Schenker que el grupo tiene un lema: “Amor, paz y rock n’ roll”. El amor lo aporta “Still Loving You”, la paz “Wind of Change” y el rock n’ roll “Rock You Like a Hurricane”; a cada hit, un propósito, aunque el fin ulterior –concluye Klaus– sigue siendo el que los movilizaba a los 17: “Para ser honesto: las baladas atraen a las chicas a los shows, así que tenemos una audiencia bastante mezclada. Los tipos traen a las chicas a los conciertos, y ellas aman las baladas”.
Uno de sus lentos insignia, “Wind of Change”, los hizo noticia el año pasado: Patrick Radden Keefe, escritor y periodista del New Yorker, aseguró que una de sus fuentes en la inteligencia estadounidense le había confesado que la mismísima CIA había compuesto la canción. El tema, que habla de “vientos de cambio” en Moscú en 1990 (un año después de la caída del Muro de Berlín, un año antes del fin de la URSS), no sería entonces una baladita pegota sino una compleja movida de la administración de Bush padre para apurar el declive del régimen comunista soviético. Todo esto terminó en un podcast muy exitoso, también llamado Wind of Change, en el que Keefe entrevista a unas cien personas y hasta va a ver a Scorpions tocar en Ucrania, sin llegar a ninguna conclusión terminante. La pregunta, entonces, estaba servida.
¿Están trabajando con alguna agencia de inteligencia por estos días?
Schenker: Ja, ¿vos estás seguro de si estás entrevistando a músicos o a espías?
Meine: Me reí mucho con esto, es tan delirante. Lamentablemente siempre hay gente que cree estas pavadas, pero debo decir que fue un podcast muy popular. El autor fue a ver a Scorpions en Kiev y cuando confrontó a algunos fans con esta teoría se volvieron locos. Esta canción, con su mensaje de paz, es muy emocional para muchos fans, especialmente en países como Ucrania o Rusia. Si vos decís “esto no fue real” los fans se vuelven locos. Yo sí me puedo reír porque sé la verdad.
Si hay quien cree que volteaste el comunismo con un lento es porque supiste construir un verosímil amplio, en base a la acumulación de logros atípicos como tocarles baladas a las novias de los metaleros sin que te linchen, triunfar en el rock siendo alemán o hacer que los franceses se froten unos contra otros. A Scorpions se le cree porque hace milagros. Hoy son ellos los que refuerzan su fe con Rock Believer, un disco que parece ponerle un moño conceptual a su carrera. “Escuchamos la frase ‘el rock murió’ tantas veces… Con el rock alternativo, con el punk, con el hip-hop, lo que sea. Nosotros siempre éramos noticias de ayer, pero cuando estábamos de gira veíamos a todos esos creyentes del rock frente a nosotros”, dice Meine. Entre la muerte proyectada por otros y la que nos rozó a todos en los últimos dos años por la pandemia, no quedaba otra más que aprovechar la experiencia y salir a celebrar la vida: “Es un privilegio tocar para tres generaciones, ver a los más chicos parados frente al escenario. Ellos son los creyentes del rock hoy. De eso hablan estas canciones”.