En su nueva película, ‘The Adam Project’, el actor trata de arreglar su pasado y ostenta la esencia que lo convirtió en una figura fundamental del nuevo Hollywood
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Ryan Reynolds es una estrella atemporal. Como actor protagónico, es capaz de anexar los resquicios generacionales del viejo y nuevo Hollywood. En su figura convive el protagonista de antaño (la virilidad de un John Wayne, el carisma de un Cary Grant) con el humor autodespectivo del hombre posmoderno. Y el fulgor de su estrella no parece próximo a apagarse. Los números lo constatan. Su película más reciente, Red Notice, tuvo el día de estreno más exitoso en la historia de Netflix. La anterior, Free Guy, triplicó un presupuesto de 100 millones de dólares con su recaudación, un logro descomunal para un lanzamiento pandémico, ajeno a franquicias y a la modalidad on demand.
El nuevo proyecto de Reynolds, The Adam Project, conjuga la fórmula de esos dos tanques; reúne a Ryan con la plataforma de Red Notice y también con el director de Free Guy, Shawn Levy. “Todo el mundo quiere regresar en el tiempo, ¿pero qué sucedería si descubrís que odiás a tu versión más joven, y le atribuís la responsabilidad de todo lo que ocurrió después?”, le dice el actor canadiense a Rolling Stone, desde su departamento en Nueva York, sobre la premisa del film. “Nos enseñan a mirar al pasado a través del prisma de la compasión, pero mi personaje en The Adam Project está muy lastimado y roto. Considera que el preadolescente que fue es un flojito que no supo afirmarse a tiempo. Ese fue el ángulo nuevo desde donde abordamos el dispositivo de la narración”.
Por “dispositivo de narración”, Reynolds se refiere al concepto de viajar en el tiempo, alrededor del cual se edifica The Adam Project. La película, que se estrena este viernes 11 de marzo, sigue la historia de un piloto que debe regresar a los 2010 para impedir que su padre difunto invente la posibilidad de moverse temporalmente. Bajo la cubierta fantástica, en claro homenaje a la producción ochentosa de Steven Spielberg y Robert Zemeckis, subyace un comentario sobre duelar y paternarse a uno mismo. The Adam Project no alcanzará la altura de esos hitos, pero sí cuenta con una destreza clave, y es la congruencia, actoral y dramatúrgica, del personaje en sus versiones niña y adulta (incluye, además, un reencuentro entre Mark Ruffalo y Jennifer Garner, que protagonizaron juntos Si tuviera 30; The Adam Project podría haberse titulado Si tuviera 13).
Hay una escena en la película donde el Adam mayor, más fornido y plantado, le dice al menor que no va a llegar a ser así sin antes haber atravesado una buena cantidad de golpes. Esa línea parece tener una resonancia metatextual con la carrera de Reynolds. La graduación a A-Lister definitivo en Hollywood se da con la encarnación de un superhéroe. Reynolds llegó a construir dos, primero para DC y luego para Marvel. Con la mira puesta en capitalizar sobre esa primera instancia de fama global, accedió a ponerle el cuerpo a Linterna Verde, lo que resultó en un fracaso crítico y comercial inesperado. De la noche a la mañana y a los ojos del público, Reynolds parecía haber perdido hasta el último ápice de seriedad. Su estrategia de control de daños fue reírse de sus fracasos, lo que devino en uno de los rebrandings más fructíferos de Hollywood. Deadpool, su comedia de 2016, satirizó todos los tropos del género de superhéroes, cosechando más de 700 millones de dólares y exonerando a Reynolds de cualquier responsabilidad sobre Linterna Verde.
Si algo derivó de Linterna Verde, además de una esposa como Blake Lively, es su sentido acervo del humor, su forma de alquimizar comedia, y consecuentemente éxito, de sus propios demonios. “Mi esposa no se casó conmigo por mi método Stanislavski”, le bromeó a Ellen DeGeneres en 2018 sobre sus dotes actorales. De su técnica, le dice a Rolling Stone: “Hay un cierto grado de familiaridad que las audiencias pueden tener. Sin compararme con él, crecí viendo a Steve Martin y siempre hay un punto de acceso reconocible en sus películas. Eso es algo que aprecio e intento aplicar. Hace años leí un libro y algo que persistió conmigo es que la gente está en la búsqueda constante de la felicidad. Más que estar en esa misión interminable, es mucho más saludable ser autoconsciente. Intento aplicar un aspecto de autoconsciencia y otro de autodesprecio. Me gusta interpretar personajes que se odian a sí mismos, porque también lidio un poco con eso en mi vida personal. Pero es una herramienta útil”.
Una instancia viral de su sentido del humor se dio cuando posó con un suéter navideño junto a Jake Gyllenhaal y Hugh Jackman. “Hugh es un gran amigo mío, lo caracterizaría como uno de los más cercanos que tengo. Me aparecí en su fiesta navideña con ese suéter estúpido y le eché la culpa en redes sociales porque eso es lo que uno hace. Le echa la culpa a Hugh Jackman de las cosas”, se ríe. “Curiosamente, ese suéter recaudó millones para la fundación Sick Kids, que es una organización con la que trabajo en Canadá. Convertimos ese meme de Internet en algo generador del bien, que es lo que hace Sick Kids, convertir lo feo en algo hermoso”.
These assholes told me it was a sweater party. @RealHughJackman #JakeGyllenhaal pic.twitter.com/qGLa2a2o0Z
— Ryan Reynolds (@VancityReynolds) December 21, 2018
Reynolds fundó su propia compañía, Maximum Effort, tras la recepción de Deadpool, para producir él mismo los vehículos conceptuales de su sarcasmo. Los guiones son elegidos en base a sentimiento. Free Guy, sobre el extra de un videojuego que cobra conciencia de su existencia, fue su “respuesta a todo lo que estábamos atravesando en ese año particular: ansiedad, angustia, enojo”. The Adam Project apunta a lo contrario. “Quiero que la gente salga del cine y se sienta como yo me sentí cuando salí de ver Volver al futuro. The Adam Project tiene un concepto, pero está mucho más bajada a tierra, porque sucede en el mundo real y busca generar calidez, regodearse en una droga legal como lo es la nostalgia”.
Hay una escena en The Adam Project entre Reynolds y Garner que está dotada de un pathos inesperado, casi como si hubiesen construido una película a su alrededor solo para albergarla. “Buscábamos una premisa que pudiera saciar un deseo pero a su vez funcionar como un caballo de Troya, con algo significativo en el interior. En este caso, fue mi relación real conmigo mismo y con mi papá. En mi vida real tengo una relación tensa con ambos. Me interesan las historias que nos contamos a nosotros mismos para hallarles algún sentido a nuestras vidas, y de eso se trata esta película. Hay una línea donde mi yo más joven me dice: ‘Estás enojado con papá porque se murió’. A esa secuencia la escribí yo porque fue lo que atravesé con el mío. Mi padre falleció hace unos años, y yo me conté ciertas historias a mí mismo para sentirme mejor, porque se sentía mejor resentirlo que extrañarlo. The Adam Project es un intento de procesar ese misterio, envuelta en el manto de una película de acción sobre viajes en el tiempo”.