La española habla con Rolling Stone sobre las referencias y en qué se inspiró para el tercer disco de su carrera, ‘Motomami’, que se lanzará en 2022
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“Antes de mis trece años nunca había escuchado flamenco”, señala Rosalía cuando le pregunto sobre sus raíces. Estamos en el emblemático hotel Four Seasons de la Ciudad de México. Luego de varios encuentros coincidimos para escuchar su nuevo disco y terminar una conversación que inició a comienzos de 2020, en plena pandemia. La española lleva su pelo recogido y luce una camiseta grande que hace las veces de minifalda. El rojo de sus labios contrasta con el color de sus uñas; tiene unas botas Rick Owens que van hasta encima de su rodilla y parecen salidas de la última película de Mad Max. “Cuando lo escuché, para mí fue un antes y después”.
Para una artista que ha sido cuidada para ser la sucesora de las más grandes superestrellas del pop global, Rosalía es abrumadoramente cálida y cercana. Nos dirigimos a Sony Music Studios, un legendario estudio de grabación en la zona industrial al norte de la ciudad; el mismo en donde se grabaron algunas de las más grandes canciones de José Alfredo Jiménez. El plan está acordado; escuchar por primera vez MOTOMAMI, el último disco conceptual que le ha tomado más de tres años de desarrollo y con el que regresa en 2022 para imponer un camino artístico que la ha llevado a su propia emancipación.
Rosalía Vila Tobella, de 28 años, nació en San Cugat del Vallés, a las afueras de Barcelona. Aunque su abuela la llevaba a clases de baile mientras que su madre trabajaba, creció en un entorno alejado del flamenco y solo se conectó con él hasta su adolescencia, cuando conoció a artistas como Camarón de la Isla. “Siempre, desde muy pequeña, pude bailar, cantar; no recuerdo un momento en mi infancia sin vivir eso. Desde los 10 años ya estaba cantando en casa, sin nada de técnica, no sabía lo que estaba cantando”. Pero sería hasta los 16 años, y ya obsesionada con el flamenco, que empezó a tomar clases profesionales. “Yo no sabía que iba a poder usar mi voz en el flamenco, hay muchos tipos de voces en el flamenco... no es lo mismo un Valderrama que un Camarón”.
En 2017, junto con el productor y guitarrista Raül Refree, grabó Los ángeles, un álbum conceptual de flamenco que rinde culto al duelo y a la muerte; en él Rosalía expone toda la potencia de su voz y el alcance de su virtud como soprano. Allí presenta dos melodías aplastantes como “De plata” y “Aunque sea de noche”. En ese mismo año, sería nominada como Mejor Nuevo Artista en los Latin Grammy, mientras se encontraba grabando su segundo álbum, El mal querer, que la llevó rápidamente a la penetración del mercado latino y a la admiración de la crítica especializada, ayudada, en parte, con una docena de videos realizados por la productora catalana Canada, que funcionaron como un statement estético para su obra.
Desde entonces, se enfocó en las colaboraciones con otros artistas, haciendo más de una docena de hits en los que se destacan aciertos como “Antes de morirme”, con C. Tangana, “TKN”, al lado de Travis Scott, “Con altura” junto a El Guincho y J Balvin, o “Yo x ti, tú x mí”, con Ozuna.
“Para forjarte como músico, tienes que escuchar mucha, mucha música”, me dice mientras que ella misma configura el sonido y los detalles del estudio Vicente Fernández, ya que no quiere que nadie lo escuche. Soy el primero en hacerlo fuera de su círculo de confianza. Un cable desde su laptop va directo a la entrada de la consola de 72 canales. Me ofrece una copa de vino mexicano, ¡y lo primero que suena es “Saoco”!
MOTOMAMI es un conjunto de binomios que configuran, en pares disonantes, una obra maestra basada en progresiones, sintetizadores y órganos saturados. Es un disco vanguardista que recoge las raíces y las capacidades técnicas de Rosalía, y al terminar de escucharlo deja más preguntas que respuestas.
Cuestiona la música comercial como la conocemos. ¿Cuatro cuartos? ¿Coros pegajosos, beats o dembows homogéneos? No. Por el contrario, desarma la estructura tradicional de la música en español, haciendo que las raíces sirvan de acompañamiento melódico y no rítmico. Sus bombos triggueados recuerdan fácilmente al bombo de Trent Reznor y llevan la experimentación a tal nivel que invoca a quienes lograron liberarse de la industria comercial para hacer su verdadero arte.
El grado de exploración lírica, rítmica y sonora de MOTOMAMI es comparable con grandes obras en donde la experimentación es un exceso exitoso como Ill Communication de los Beastie Boys o Play de Moby; álbumes que parten de la deconstrucción y el cuestionamiento. Pero también puede ser dulce, cálida y vanguardista como Lorde en Pure Heroine; o ruda y cruda como The Downward Spiral de NIN. En varias ocasiones, Rosalía sobresatura y juega con su voz a tal límite que, sin titubear, la deconstruye constantemente creando samples y sonidos que se entrelazan con la base rítmica, si es que se le puede llamar así a la percusión sincopada, fuera de tiempo y puesta en caliente según la progresión de la canción. Además, redefine la estructura, haciéndola discordante y asimétrica, pero esta es una de sus cualidades más interesantes, incluso en exceso.
Eso de los géneros es cuestión del pasado, aquí hay espacio para todo, todo está cocido con puntadas a mano que forman el esqueleto de lo que debería ser la música urbana contemporánea: arte y sabor, dembow, champeta, flamenco, bachata, hip-hop y melodías de piano. Cuando terminamos, Rosalía cae en llanto. El producto más honesto de su vulnerabilidad ha sido expuesto. Después de tres años de exploración siente que ha culminado el álbum más importante de su carrera y, escuchando canción por canción, recuerda cada discusión y sesión con su equipo de trabajo; entiende, por primera vez como espectadora, la grandeza de su obra. Es un reflejo de sí misma.
En los últimos años ella fue como David Bowie en Laberinto; frente a una industria despiadada, en la que todas las puertas están custodiadas por hábiles y mentirosos, solo hay una hacia la salvación: el trabajo duro y la experimentación. Las preguntas quedan hechas: ¿podemos dejar de ver a la música en formatos y géneros obsoletos? ¿La música comercial en español debe continuar siendo el resultado de un molde homogéneo de galletas simples, dulces y empalagosas? España parece tener todas las respuestas. Mientras tanto, MOTOMAMI es un tren del futuro que viene hacia nosotros, sin frenos y a gran velocidad. Rosalía es el deseo y la fuente de fuego infinito que lo alimentan.
¿Qué conclusiones quedaron de la Rosalía de Los ángeles y El mal querer? ¿Qué puedes resumir de todo eso?
En verdad no siento que haya cambiado mucho desde entonces, creo que ahora me estoy divirtiendo haciendo música de una manera diferente. Como que lo abordo con códigos distintos, también a lo mejor, y creo que antes, en Los ángeles estaba investigando el flamenco, fue algo más clásico, entonces quise hacerle un homenaje desde un lugar personal, pero al final era eso, ¿no? Y El mal querer era algo que tenía sentido en ese momento, pero repetir algo de ahí, por pequeño que sea, no tendría ningún sentido para mí. Entonces, creo que no me gusta tanto mirar al pasado [risas], si eso tiene sentido.
Pero también es lo que te ha puesto en el presente.
Cien por ciento, por eso me siento muy agradecida de todo lo que estos proyectos me han dado, pero intento dejarlo a un lado cuando estoy tan enfrascada en qué es lo siguiente. Creo que me permitieron entender mejor cómo hacer un disco, por ejemplo, Los ángeles me permitió entender cómo usar mi voz de una determinada forma, cómo grabar voces, aprendí mucho de Refree haciendo ese disco. Luego con Pablo aprendí muchísimo a componer y, aunque El mar querer tenga una parte de flamenco tradicional, también hay mucho en composición; creo que he aprendido mucho escribiendo a su lado. Ahora, en este disco todo es compuesto de cero. No es explícitamente tradicional, ni mucho menos. También hay sentido del humor, hay ironía, es distinto, es como que quería usar otros códigos, quería encontrar otra forma de hacer un disco esta vez.
La última vez que hablamos me dijiste que el disco estaba casi listo. Entiendo que el desafío de superarte como artista es un reto constante que debes tener, pero ¿qué hizo que este disco se tardara tanto en salir a la luz?
Es que es algo que siento, cuando está listo y cuando está terminado de verdad. A lo mejor te lo dije porque realmente quería pensar que estaba terminado, pero yo sé que está terminado cuando de verdad lo puedo escuchar y separarme. En ese momento, meses atrás, tenía que ir todo el rato volviendo atrás a ajustar esto, a ajustar lo otro, regrabar voces, he grabado las voces diez mil veces, hay algunas que a lo mejor son tomas de las primeras, pero la mayoría no. En fin, es como que ha habido todo un trabajo de, como te dije antes, experimentación muy grande. Y entonces me ha tomado tres años en llegar a poder ponerte el disco y saber que está hecho.
Aparte de, supongo yo, la presión interna que deberías tener por, primero, satisfacer tus propios desafíos, ¿sentiste en algún momento alguna presión externa de tu equipo, de la disquera, de tu audiencia incluso?
Mira, sí que sentí un poco la energía de freaking out alrededor, en general, un poco esa sensación como si yo no estuviera yendo al ritmo de las cosas. Pero estaba yendo a mi ritmo, al mío, el que necesitaba para poder hacer esto. En estos últimos tres años he querido enfocar mi energía en que este proyecto tuviera riesgo y emoción, ante todo, y pienso que la industria, claro, a veces parecería que todo está como encorsetado. En la industria de la música, por el hecho de que haya dinero involucrado, las cosas a veces no están frescas o no fluyen de la forma natural en que deberían. He intentado olvidarme de todo el contexto, del negocio, podrás decir lo que quieras del disco, pero hay riesgo y emoción; por lo menos a mí me lo parece, y ojalá sea así.
Es un disco valiente, además.
Creo que ese es uno de los mejores adjetivos que te pueden dar. Te lo agradezco mucho porque sí siento que he tomado riesgo, ante todo, sí que lo siento así.
Además, este disco tiene un aspecto adicional en la mitad y fue la pandemia. ¿Te ayudó o fue una interrupción?
Creo que como punto de aislamiento está presente de alguna forma en el proyecto. Y claro, el hecho de que...
Pero cuando hablas de aislamiento, ¿estabas literalmente sola?
Hubo mucho tiempo en que estaba sola, sí, hubo mucho tiempo de batallarlo y sentirme en un abismo. A nivel creativo era la sensación de un abismo, porque en los otros discos siempre estaba acompañada, aunque yo fuera la que tirara pa’lante y tuviera muy clara la visión. Pero en este caso, más que nunca, me he sentido más con el peso y la responsabilidad de todo el proyecto. Aunque antes también lo sintiera, es distinto aquí, realmente he trabajado con muchísimos productores distintos, he colaborado con diferentes personas y, aunque lo he disfrutado mucho, me lo he tenido que pelear.
Con los discos anteriores no tuve esa sensación, era más que todo fluía como el agua, easy, fácil. Y en muchos momentos he estado muy sola, pero en otros también acompañada, y tengo que decir que estoy muy agradecida con todos los colaboradores que ha habido en el proyecto. Por eso mismo, no lo veo de forma negativa el aislamiento, esa soledad, porque me ha hecho empujarme mucho más como escritora y como productora.
Todos los discos conceptuales tienen unos propósitos muy claros del artista desde su inicio. ¿Cuáles crees que fueron los propósitos específicos de este disco?
Me gusta mucho cuando has dicho que es una declaración de principios porque creo que musicalmente lo es, y conceptualmente las letras también. Creo que es el disco más personal o confesional que haya hecho, porque siempre me he considerado una storyteller. MOTOMAMI es la historia más personal que he contado hasta ahora, en realidad. Y al final, para mí, MOTOMAMI en mi cabeza tiene sentido como concepto, como una figura femenina que se hace a sí misma. Entonces, tiene que ver por ahí, casi como un autorretrato, cuando un artista hace un autorretrato en el contexto del mundo contemporáneo.
¿Cómo continúa aterrizando el feminismo en tu obra hoy en día?
Para mí ha sido muy importante, por ejemplo, colaborar con Tokischa, con Rita Indiana, con Caroline Shaw, son mujeres que han formado parte de este proyecto. El título del disco es un nombre femenino, aunque “moto” sea una cosa y “mami” sea otra, también. Para mí hay una dualidad, igual que en el sonido; el disco está estructurado en binomios, dos tipos de energías que se contrastan. Entonces, cuando me hablas de feminismo, yo creo que está implícito en la intención, para mí es radical, está muy presente en algunas canciones, y quizás abajo en otras, porque al final eso es como el journey emocional de sube y baja en el que puede estar un artista muchas veces. Hay mucho de mí día a día, por eso está implícita esa reivindicación de la mujer y de lo femenino.
¿Qué opinas cuando en el género del reggaetón algunos hombres, no todos, continúan perpetuando toda esta temática machista y misógina? Aunque es inexplicable que siga funcionando, funciona. ¿Qué opinión tienes de eso?
Sí, te entiendo. A lo mejor estaría muy feliz si este disco hace contrapeso con esto que estás diciendo, porque no siempre he encontrado referentes de mujeres que escriban fuerte, sobre todo en la música popular. No es fácil encontrar referentes en música en español, más fácil en inglés, en español no tanto, y creo que en este disco hay canciones en las que hay contestación a algunos de los conceptos que estás mencionando ahora. Como vistos desde otro lugar.
¿Y es algo que haces conscientemente por tu naturaleza como mujer?
Siempre hay una parte en lo creativo que es como irracional, que está ahí, que está pasando. Y hay otra que tiene que ver con tomar esa decisión e ir pa’ allá. Yo creo que las dos están ahí. Pero también pienso que no es solo un tema del reggaetón, creo que también responde como a un reflejo de la sociedad; si eso está pasando en la música, es porque hay algo a nivel social, en la calle.
Que lo mantiene vivo.
Claro, entonces a lo mejor tenemos que preguntarnos por qué ocurre y qué trabajo hay que hacer aún, en ese sentido.
¿De repente te tomas muy en serio cuando alguno de tus colegas, con los que trabajas, maneja este tipo de temática?
No me lo tomo tan en serio porque hay veces que pienso que el sentido del humor también forma parte de todo esto, y que la música muchas veces puede ser ficción, y la ficción no tiene por qué ser políticamente correcta. Entonces, desde ahí es que yo lo entiendo, no juzgo si un artista o un amigo mío no habla de una forma que a mí me haga sentir cómoda. Voy y le digo algo, pero no juzgo su obra porque parto del principio de que la música muchas veces puede ser ficción, igual que una película, y a una película nadie la juzga cuando se pone sobre la mesa una realidad que no es especialmente bonita.
¿Qué conclusiones sacas de todas estas colaboraciones que has hecho estos años? Canciones que de repente están sueltas y que no hacen parte de un concepto real como este disco.
Me siento como cuando un niño está en un parque jugando y hay opciones, por aquí hay esto, por aquí hay lo otro, y yo divirtiéndome. Porque en realidad ha sido diversión pura. Desde El mal querer tengo la posibilidad de entrar al estudio con equis artista que admiro y que me lo paso bien estando cerca, entonces es algo que no está tan premeditado, ¿sabes? Siento que he aprendido mucho de estar colaborando con otros músicos, con otros productores, con otros artistas, cosa que cuando estaba en Barcelona, mientras estudiaba en la universidad, no tenía la posibilidad de hacer.
No es tan estratégico como uno pensaría.
No, para nada. Es como: “OK, coincidimos en un estudio, esto se siente bien, ahora en este momento me resuena, lo comparto”. Aunque prefiero pensar en proyectos, creo que realmente es donde disfruto y consigo exprimirme, si tiene sentido, pensando un proyecto como un disco, me gusta mucho hacer discos, más que hacer singles. Pero también tiene sentido hacer ciertas colaboraciones.
¿Cuáles fueron las referencias conceptuales que tuviste para llegar a este disco?
He estado escuchando mucho Héctor Lavoe, he estado escuchando mucho Nina Simone, Patti Smith, Bach, mucho dembow, bachata clásica, como te decía antes, mucho, mucho reggaetón. Vivienne Westwood me impresiona, me inspira, Michèle Lamy me inspira, Almodóvar sigue inspirándome, he estado mirando películas de Tarkovsky. No sé, de todo, todo.
Y esas referencias van cambiando todo el tiempo...
Sí, muchos documentales, he estado mirando muchos documentales de artistas porque en este disco hay una parte muy autobiográfica, muchas referencias de mi vida, de mi día a día, pero también hay una parte de reflexión, del artista o de la figura del artista y cómo se relaciona con el mundo, con el exterior, con el público también, con el mundo en el que está expuesto. Entonces, hay mucho de eso y tenía también la curiosidad, no solo de cómo yo lo siento, sino cómo lo han sentido otros, y de golpe ver el documental sobre la vida de Nina Simone me ha marcado, leerme un libro sobre la vida de Chavela y escucharme su discografía me ha marcado. Todo eso está ahí, les debo mucho a los referentes.
¿Qué tanto crees que ha logrado la industria interferir o no en el desarrollo de tu obra? Porque entre una canción como “De plata” y “Linda”, independientemente de su calidad, hay un abismo creativo que las pone en costas opuestas, entonces, ¿crees que en algo han influido la industria y el negocio para que esas cosas pasen?
Yo creo que no, escucho reggaetón desde que tengo 13 años. De hecho, me acuerdo de comprarme un CD recopilatorio de canciones de reggaetón y de ponerme a bailar en casa, cuando tenía solo 13 años, porque lo disfrutaba. Entonces creo que siempre he tenido pasión y mucho amor por la música que viene del Caribe, siempre me ha encantado. Entonces, “Linda”, al final, para mí es diversión. “De plata” es luto. Casi está polarizado. Y podría hasta dar la sensación de que es lo que tú mencionas, pero en realidad todo forma parte de lo mismo, porque en la vida hay luto y hay celebración de la misma forma. Entonces, para mí, todo es lo mismo, aunque sean energías distintas, códigos distintos.
Es la representación de una emoción al final.
Sí, y una energía. Si la energía está ahí, cada uno decidirá si está o no, pero si la energía está ahí, da igual el código que hayas usado, o la temática o la intención.
Pero, de repente, “De plata” es una canción tan fuerte que pudo haber sido compuesta por Ennio Morricone...
Es flamenco tradicional también.
Sí, pero ese es el punto, y es que canciones como esas te hacen dejar de pensar que es flamenco, simplemente son canciones y son melodías hermosísimas. Hablando de eso, ¿consideras que hoy Los ángeles podría ser un disco relevante viendo lo que está pasando con la industria?
Yo no te sé decir, porque solo Dios diría, no tengo ni idea. Pero si tuviera la oportunidad, ahora mismo, de que mi siguiente disco, después de MOTOMAMI, fuera como Los ángeles, yo lo haría, 100 %. Pero ese disco tuvo sentido con ese contexto, es irrepetible, el momento en el que estaba, dedicándome a entender el flamenco, encontrarme con Refree. Es como que esas cosas, cuando pasan, es porque tienen que pasar, y pasó así. Entonces, también pienso que, a lo mejor, lo que decías tú, el contexto, la industria interfiere. Sería una mentira decir que no interfiere. Claro que interfiere, claro que sí, especialmente también en el peso que uno lleva porque ya no estoy sola haciendo esto. Porque cuando no tienes nada, no tienes nada que perder, pero ahora mismo mi familia trabaja conmigo, mi equipo ha crecido mucho en los últimos años; no es lo mismo hacer música sin ningún tipo de responsabilidad que hacerla cuando tienes un gran equipo contigo. Al inicio de este disco yo estaba como que: “No escucho claro, no pienso claro, no veo claro, no siento claro”; había una vorágine tan grande, de todo lo que estaba pasando, que me tomó tiempo parar y encontrar las piezas de este puzzle. Pero si ha servido para algo este contexto de confusión, es para reafirmarme y para definir el camino de las cosas. Aunque sea con otras influencias, con otros códigos que también disfruto. Siempre he escuchado a Lil’ Kim, siempre he escuchado a Tupac, para mí no es tan distinto hacer una canción donde esté rapeando, es usar mi voz de una forma distinta, es que mi voz es un instrumento, es absurdo usarla de una sola forma. Y al final este disco tiene muchas influencias distintas, es como si tuviera una paleta amplia de posibilidades, de colores, y hay pinceladas por aquí, pinceladas por allá, y tiene sentido así porque entonces hace que sea un journey.
Y así es la vida en sí.
Sí, subes y bajas. Y creo que a veces como que hay que reconciliar un poco más los géneros entre ellos, porque muchas veces se habla de buen arte o mal arte, de música buena o música mala, yo no pienso así. Hay muchos géneros que han inspirado este disco, y yo celebro que así sea, y al final mi carrera quiero que sea como una carta de amor a todas las músicas que quiero y este disco forma parte de eso.
Yo sé que no has sido una bandera del flamenco, porque tampoco es tu intención...
Es que llevar una bandera, ¡qué peso también! ¿Eh?
Claro, pero, ¿en algún momento sentiste esa presión de pensar: “Soy española y estoy haciendo folclore español”?
No. Y cuando dices banderas, tampoco. Pesan demasiado. Creo que eso a mí me coartaría creativamente, y cualquier cosa que se sienta como tabú o que te limita, te coarta creativamente, es enemigo del proceso creativo, no me interesa. Yo sé que mi objetivo es ver cómo puedo ser cada vez más libre como artista. Y ponerme encima una bandera sería todo lo contrario.
¿Cómo lograste controlar la ambición de este disco? Porque tienes ambiciones personales, tienes ambiciones artísticas, tu equipo tiene otras ambiciones que deben compartir, tu discográfica tiene otras ambiciones, y al final del día puede haber una gran ambición...
Pues hay dos canciones, como la de “Delirio de grandeza”, que dice: “La ambición, delirio de grandeza”. Justo Betancourt dijo eso, y me pareció tan genial escribir una canción sobre ello, la fama. Porque al final quiero que todo lo que está pasando a mi alrededor afecte mi música, afecte mi sonido. Y luego que sea lo que Dios quiera. Yo no empecé mi carrera haciendo hits. Si he tenido alguno, es gracias a que la gente le ha dado amor y ha pasado. Creo que intentaré mantenerme siempre así, trabajando por proyectos, haciendo la música en la que creo, y si de golpe pasa que tienes una canción grande, ¡jo, qué guay! Me haré una fiesta, me lo pasaré super bien, estaré feliz, lo celebraré y me sentiré agradecida.
¿A nivel lírico, qué temáticas desarrollaste para este disco? ¿Qué tan importante sigue siendo el amor o el desamor allí?
La transformación, la sexualidad, el desamor, la celebración, la espiritualidad, lo cotidiano también, el respeto por uno mismo y por lo que una es. Todo eso está ahí, está entendido y presentado al mismo nivel. Entonces, el desamor es como un lugar desde el que uno puede partir para escribir, pero es uno más. No me quiero quedar solo en eso, a no ser que fuera hacerse un disco completo sobre el desamor; El mal querer tiene algo de eso también, pero un disco entero sobre el desamor no me parece muy interesante. Me gusta más verme como una storyteller, puedo explicar cosas distintas, que por lo menos para mí es mucho más challenging, mucho más interesante verme explicando historias desde lugares distintos. Entonces el desamor es una más, ni mejor ni peor.
¿Cómo y en qué forma el reggaetón ha influenciado tu carrera?
Ivy, por ejemplo, fue una gran referencia para mí. Especialmente por cómo ella se presenta: “La caballota”, qué fuerte presentarte a ti misma de esa manera. Es una mujer muy irreverente, yo creo, la manera en la que lo hace y cómo lo ha hecho. El reggaetón siempre ha estado en mi vida, desde que tenía 11 años, cuando lo escuché por primera vez en la feria de mi pueblo, con mis primas bailando todas las canciones de Don Omar. Entonces, es algo muy orgánico, igual que lo ha sido, a lo mejor, el flamenco. Cuando estaba estudiando canto, en el tren iba escuchando Arcángel o Daddy Yankee. En fin, es que forma parte de mis vivencias, de la música que he escuchado, entonces es como un código que me es natural musicalmente.
¿Qué opinas de lo homogénea que puede ser la música en español hoy en día? Y me refiero a la música comercial, porque claramente Latinoamérica está llena de diversidad. ¿Cómo has logrado escapar de eso? ¿Hay algo de rebeldía allí?
[Risas] Te entiendo. O sea, yo hago la música que me gusta escuchar, si eso tiene algún sentido. Yo disfruto mucho escuchando Oneohtrix Point Never, Arca, Frank Ocean, pero después también me gustan mucho, por lo que te digo, Wisin y Yandel. Entonces, intento encontrar la forma de que ambas cosas convivan, de reconciliarlos una vez más, de reconciliar esas energías, porque disfruto ambas. No me gusta cuando algo suena muy preconcebido, que lo he escuchado 10.000 veces, no es challenging. Me gusta cuando algo es así en la letra, aunque la música te sea familiar, o todo es familiar, pero nunca has escuchado una melodía o una producción así. Por ejemplo, el disco de Popcaan es super pop, pero es la melodía, sus fraseos, todo me parece super fresco, eso es muy especial.
De repente, esa puede ser la clave, hacer que lo auténtico sea pop, es decir, los Rolling Stones hace 60 años haciendo rock & roll eran pop...
Claro, exactamente. Es que, al final, la mejor cualidad del mejor pop es que es accesible, es inclusivo. Kanye tiene algo que corta, y que llega a la gente. Mi proceso en el estudio es desde la experimentación, siempre. ¿Cómo puedo hacer una bachata sin usar la guitarra? ¿Cómo puedo hacer que esta voz suene saturada como nunca has oído? ¿Cómo puedo hacer para que esta voz se sienta realmente frágil y cerca de tu oído? Entonces, hay que comprimirla muchísimo y estar pendiente de todos estos detalles de que puedan convivir varios géneros entre una misma canción. Yo interpreto eso desde la experimentación, me sale así, pero a la vez, que la música sea inclusiva o accesible, eso también es un objetivo para mí. Porque no hago música solo para mí. No hago música solo para ser feliz, no hago música solo porque me llena, no hago música porque sé que he venido para aprender a hacer canciones en este mundo. Es para los demás, es pa’ compartirlo. Sería muy egoísta, hacer música que solo te complace a ti. Y pienso, ¿cómo puedo hacerlo para que, siendo fiel a mi proceso creativo, esto corte y llegue a la gente? Tiene que cortar, y a veces no es fácil, nunca sabes si realmente va a pasar o no, pero yo creo que está muy bien que la intención esté ahí, por lo menos.
¿Qué tienen los españoles, por lo menos en los dos últimos años, que pueden estar poniendo las reglas del juego? Y hablo específicamente de ti, de C. Tangana. De repente, coincidencialmente, nacieron en el mismo país y no tiene nada que ver con que sean españoles, o tal vez sí. ¿Qué piensas de eso? Aparece C. Tangana con este gran disco, vienes tú con esto, y llevan a que algunos artistas se replanteen.
Igual, pienso que sí hay artistas brillantes en Latinoamérica. Mucha inspiración ahí; Arca es venezolana. Yo encuentro que de golpe están pasando cosas muy interesantes en ese sentido, en la música de Latinoamérica. Pero quizá es que hay un folclore tan rico, de donde yo soy hay un folclore tan maravilloso, que siempre lo he visto como el faro; cuando uno está perdido, mira pa’ allá, vuelve que siempre hay una luz ahí. Tengo la suerte de que en mi país hay mucho arte, es un país de arte. Entonces, hay mucha inspiración, por eso hay tantos artistas y tan buenos. Por eso hay bailaores increíbles, por eso hay cantaores increíbles, por eso hay un Israel Fernández, un Israel Galván también; estuvo Camarón, ha habido artistas tan grandes. Creo que es eso, el folclore y la inspiración. España es un país que tiene mucho arte.
Todas las Fotografías por Greg Swales. Fashion Director: Alex Badia. Fashion Stylist: Angélica Diazgranados. Producción ejecutiva: Bibiana Quintana. Maquillaje: Gustavo Bortolotti. Peinado: Latisha Simone Chong. Uñas: Zaira Vega; Asistentes de fotografía: Amanda Nicole Yanez, Lucinda Ann Holt, Yolanda Rae Leaney. Asistente técnico de fotografía: Diego Carrasco. Producción: Daniela García, Karla Barreda. Fotografías realizadas en Solosé Estudio, Ciudad De México.
Esta nota fue publicada originalmente en la primera edición de Rolling Stone en Español.