En su tercer disco el artista de 21 años expone sus primeros pasos en la vida adulta
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“Cuando grabé el disco no tenía nombre. Tenía en claro una sensación, pero no tenía claro cómo hacerla carne”, dice Rocco Posca. “Entonces en un sueño nace ‘El Gaviota’. Un día me voy a dormir y sueño que estaba en un tablao de flamenco, que se me acercan dos gitanos y me dicen: ‘Todo bien con la música que haces, pero ya no te puedes llamar más ‘Rocco’. A partir de ahora eres ‘El Gaviota’”.
En la tarde del 5 de marzo pasado, el día del lanzamiento de su tercer disco, Rocco, de 21 años, relata que para octubre de 2020, ya con un adelanto estrenado, un sueño le mostró el camino para concretar la salida de El Gaviota y el proyecto empezó a volar con viento a favor: surgió la idea de convertir a este personaje en una figura del santoral, la fotógrafa Belén Asad, su novia, le tomó un retrato y el ilustrador 0usi hizo el arte de tapa como si fuera una estampita. “Yo sueño muy seguido y cosas que me movilizan mucho. Hace unos días soñé que se me venía un planeta encima. Son sueños que me inspiran”.
Después de su debut, el setentista Niños del universo, Rocco pasó por la experiencia de grabar su segundo disco, Fervor, junto a un productor con chapa, como Gordon Raphael, involucrado en los primeros años de carrera de The Strokes. Esta vez quería sonar hi-fi y aprovechar lo que esté a su alcance para evolucionar la calidad de su sonido.
Para las fechas en vivo de la gira presentación de Fervor, se había sumado en los teclados de su banda Martín Bosa, un músico que había trabajado con su padre hace muchos años, que le produjo un primer EP a Rocco en la preadolescencia, aún inédito, y que “sabe mucho de audio”, según Rocco. Juntos trabajaron en los detalles, buscando el sonido justo de una guitarra o un hi-hat por horas, y, a medida que se levantaron las restricciones del ASPO, ajustaron la mezcla de unas canciones rockeras que lo muestran íntimo y vulnerable en una etapa de mucha felicidad, a partir de nuevos sonidos, el amor y los aprendizajes de una vida en movimiento, entre la Costa Atlántica y Ámsterdam.
En una playlist que compartió en Spotify con el mismo nombre del disco, Rocco mostró que a sus influencias de David Bowie y Led Zeppelin les sumó artistas que definieron el sonido de las últimas dos décadas como Arctic Monkeys, Arcade Fire y Tame Impala más Él Mató, Barbi Recanati, Marina Fages y Juan Mango, entre otros que agregó antes de que El Gaviota estuviera disponible. “Es mucha música que entró a mi sistema”, dice. “Estoy seguro de que se puede seguir mejorando. Encontrando más música, más sonidos, mejores maneras de hacer las cosas”.
Así el disco terminó moviéndose entre el tono cancionero de los adelantos “Tu recuerdo” –con una guitarra a lo Mariano Roger– y “En tus besos”, la pose de crooner maduro de “Conclusión” –que nació en Pinamar mientras estaba escuchando mucho Reflektor de Arcade Fire– y “Calmar mi sed”, el mejor track del disco, que con una guitarra que repta entre la distorsión y la sensualidad suena como un Lado B de AM, el disco de Arctic Monkeys de 2013. También están las dos partes de “Tres tigres”, la primera solo con su voz –en el demo era techno– y la segunda con una intro a lo “Fanky” de Charly García. “No fue intencional”, dice. “Después me di cuenta, me encantó y lo dejé. Amo ese tema de Charly. ¿Quién no?”.
Pero su relación de más de dos años con la fotógrafa Belén Asad quizás haya sido la mayor influencia del álbum. “Enamorarse te cambia la vida”, asegura Rocco. “Y más cuando es mutuo y se genera una sinergia creativa. Ella dirige casi todos mis videos, entonces es como una cosa muy explosiva, que están el amor y la creatividad, que es lo mismo, tienen la misma fuerza, y cuando convergen, salen todo el tiempo canciones, ideas... es un tiempo de mucha exploración y alegría”.
Con ella recorrió Europa en 2018, un viaje que incluyó descanso con algunas fechas. Ahí compuso “Delivery holandés”, que abre el disco y, como “Tu recuerdo”, está inspirada en la vida de su tío materno. “Él curtió mucho Ámsterdam en los 70 y yo tenía audios suyos en los que relataba por dónde caminar en la ciudad. Tenía coordenadas. ‘Andá a esta calle, a este lugar’... y estaba todo, fue muy fuerte y a la vez muy alegre”, cuenta sobre ese momento en el que sintió la presencia de su familiar ahí con ellos. “Estaba caminando y de la nada empecé a cantar: ‘Sos un delivery holandés/ esta noche somos tres...’ y después le puse las guitarras”.
Para la grabación, con Bosa y un equipo de pocas personas, entre las que estaban su bajista Simón Abentín, el baterista Pedro Bulgakov y Javier Berjano a cargo de las consolas, se instaló en febrero de 2020 en el estudio Sonorámica, en el Valle de Traslasierra, 17 hectáreas rodeado de monte, sin distracciones y una casa para alojarse a 200 metros de la sala dentro del mismo predio. “Fue muy loco porque era un nivel de concentración y entrega muy grande”, dice.
Suena como si a Rocco la organización le hubiera ganado al impulso lúdico que lo movilizó a ser artista, pero en realidad de ahí salió el personaje de “El gaviota”. “Yo juego mucho, no es que vino por una cosa de que no me banco más ser Rocco Posca. Yo interpreto en vivo a El Gaviota, pero ahora te está hablando Rocco”, explica. “A la hora de hacer música, olvidate de vos, sé alguien que te inspire, que te mueva, que te meta en mundos, en estados. Creo que vino por ese lado… Tenés todo esto a tu disposición adentro tuyo: cantar, componer, bailar, actuar, tocar, usalo todo. Y ahí apareció El Gaviota”.