Will Smith se luce como el padre que ayudó a Venus y Serena Williams a convertirse en campeonas
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Richard Williams, entrenador de tenis y padre de Venus y Serena Williams, es todo un papá celebrity. Williams padre creció en Shreveport, Louisiana, a mediados del siglo XX. Su libro de memorias de 2014, Black and White: The Way I See It, está lleno de anécdotas: de cuando contrató a un par de vagabundos para que lleven clientes al huerto de su familia, cuando se vistió con un uniforme del Ku Klux Klan de niño, cuando vio que linchaban a su mejor amigo. Sin embargo, la única anécdota que le escuchamos contar en Rey Richard es la de sentir que su propio padre lo había librado a su suerte. Es por eso que hace todo por su familia. Por eso, esta también es la historia de cómo sus hijas llegaron a ser el fenómeno que son.
Dirigida por Reinaldo Marcus Green, Rey Richard está ambientada a principios de los 90 (los disturbios raciales en Los Ángeles están en la televisión) cuando Venus (Saniyya Sidney), Serena (Demi Singleton) y sus tres hermanas todavía son chicas. Richard (Will Smith) trabaja como guardia nocturno; su esposa, Brandy (Aunjanue Ellis), es enfermera. Cuando no está en el trabajo, durante el día, la principal preocupación de Williams es conseguir entrenadores que se arriesguen a trabajar con estas jóvenes. Parece un chiste, ver a hombres blancos, especialmente a tipos como Paul Cohen (Tony Goldwyn) y Rick Macci (Jon Bernthal), llegando a Compton a probar cómo se vive del otro lado de la grieta racial. Pero es un chiste con una nota al pie. Cuando los tiroteos en auto se convierten en algo normal en el camino al éxito en la vida estilo Horatio Alger de los otros, algo anda mal.
La verdadera ironía es que la representación de los espacios de los blancos que la familia aprende a navegar tiene un aire más vívido y realista. A los estereotipos se les agrega una pizca de sátira, por ejemplo en las escenas en que las competidoras blancas de Venus salen a la cancha como mocosas privilegiadas. Los clubes de campo con sus piscinas y hamburguesas artesanales, el esnobismo del mundo del tenis, la casa que se les da a los Williams para que vivan mientras entrenan, son símbolos del privilegio racial en el deporte y de la facilidad con la que el dinero se convierte en una ilusión. No parecen tener ninguna posibilidad, excepto que sabemos cómo termina la historia.
Con su arco triunfal algo gastado, Rey Richard es útil para darle crédito a la idea de que Williams era un padre cuidadoso hasta ser casi insano. La generosa locura de la actuación de Smith, en línea con el Will identificable que conocemos de películas como La búsqueda de la felicidad, aumenta la inverosimilitud de todo. Como se le dice una y otra vez, sus aspiraciones con Venus y Serena son ambiciosas hasta el punto de la terquedad. No es necesario ser de Compton para que el sueño de ganar Wimbledon parezca una posibilidad remota. Pero, si sos de Compton, dice la película...
Aun así, Williams tiene una gran personalidad, maneja su vida como una firma de relaciones públicas y un equipo gerencial compuesto por un solo hombre, ejerciendo un cuidado amoroso sobre las vidas de sus hijas que contrasta con la ansiedad exitista de los padres blancos. Los medios de comunicación encontraron la forma de convertirlo en un freak de circo, con sus comentarios estridentes (algunos dirían sinceros) sobre la raza y el dinero y su decisión descarada de burlar el camino tradicional hacia el estrellato del tenis. Los que sospechaban de él, pensaban que Williams era un chanta. Esta película casi lo transforma en un santo.
La película, admirablemente sincera, roza su punto más débil al permitir que Smith efectivamente interprete a Williams como un santo, incluso si el guion lo reduce a su tamaño natural. Mejor es Smith cuando logra a un Williams impredecible, dominante o tonto: el que hace que su familia vea Cenicienta para interrogarlos sobre sus lecciones de vida, el que predica la humildad pero no la practica. El Williams cuya vida le queda grande a una película un poco anticuada y saturada de buenas intenciones.
Pero eso es lo que es Rey Richard, y es bueno que lo sea. Es un film generoso con la complejidad de sus personajes de una manera que los actores (para no hablar de los electores del Óscar ansiosos por recompensar su trabajo) no pueden resistir. La idea más brillante de la película es que, defectuoso o no, Richard Williams hace lo que hace en nombre de las chicas que está criando. Sí, estas son dos atletas únicas en la vida. Pero, ¿no somos todos producto del sacrificio o la falta de sacrificio de nuestros padres?
Este artículo fue publicado originalmente en Rolling Stone Estados Unidos