Martín Piroyansky, actor y director, habla sobre la creación de su nueva serie -que se estrena este viernes 11 por Amazon Prime- y cómo fue trabajar con Susana Giménez
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Pablo y Ramón, dos fracasados transitando sus treinta, acaban de pegarla con “Transformista soy”, un tema viral que capitaliza sobre las formas pop de Bandalos Chinos y la fascinación reciente con el arte del drag. Insisten, sin embargo, en desempolvar un tema viejo, “Porno y helado”, que escribieron a comienzos de una carrera que solo data de un par de semanas. Es una canción cruda a la manera de El mató a un policía motorizado, de guitarras lo-fi y estribillos para corear, compuesta para ser tocada en un centro cultural llamado El incestuoso.
En esta dualidad se cifra Porno y helado, la nueva comedia de Martín Piroyansky que se estrenó este viernes 11 en Amazon Prime Video. Si bien el título alude al ritual patético y asexuado que comparten sus protagonistas los viernes por la noche, también podría designar el punto donde intersectan dos rectas. Esta propuesta se sitúa, firmemente, entre el humor y la nostalgia, ofertando ambas con un comando milimétricamente calibrado. Donde los victorianos añoraban el medioevo y las audiencias contemporáneas, bajo el influjo de la regla de los veinte años, reciclan las tendencias estéticas de los 2000. ¿Quién mejor que el actor de Cara de queso para revalorizar a un género como el indie rock?
Porno y helado, de hecho, comenzó a ser conceptualizada por aquella época. “La idea la tuve hace quince años, cuando vivía con un amigo músico que junto a otro amigo suyo empezaron a armar una banda”, cuenta Piroyansky, quien ya entonces había definido la actividad homónima como disparador inicial. “Originalmente, era una película sobre dos losers que se cansan de esta vida de juntarse entre ellos y no conocer más gente y entonces empiezan con la música. Después me di cuenta de que era una buena idea para una serie. En ese momento no había más que algunas que venían de afuera, fue antes de Pol-ka y Underground, no como el boom de ahora. Me parecía que ahí había un tema bueno para contarlo episódicamente”.
Además de implicar un cambio de formato, el añejo del tiempo modificó otro aspecto clave en la premisa de Porno y helado: sus protagonistas, interpretados por Piroyansky y un excelente Nacho Saralegui, ya ni son músicos sino treintañeros que pretenden serlo con tal de rasguñar algo de atención. Una muestra de consciencia, quizás, del ideal rockstar como causa perdida, pero también un puntapié para que Piroyansky vuelva a los intereses que suelen poblar su obra: personajes antiheroicos, cuestiones vinculares y observaciones generacionales.
Definida su naturaleza de serie, el proyecto cobró impulso bajo el manto de la productora Navajo Films y, posteriormente, Amazon Prime Video, y concluyó su filmación tras doce semanas de rodaje en Montevideo y Buenos Aires, a principios de 2021.
Si los gags del resultado final están tan milimétricamente dispuestos (la taza epifánica, el agudo de fondo mientras se emite un recital de Björk, el departamento de Ramón decorado como su espacio de trabajo), se debe al talento de Piroyansky como gestor de proyecto. Porno y helado responde a la tradición cómica, presente desde Singin’ in the Rain hasta Curb Your Enthusiasm, de tener a dos protagonistas masculinos, uno más cínico y el otro más aparato, junto a una femenina más ácida (en este caso interpretado por una muy buena Sofi Morandi), pero encuentra dinamismo explorando diferentes avenidas y acumulando una fauna exótica de personajes secundarios.
Uno de los más destacados es Santiago Talledo en el papel de Segundo, una suerte de villano LGBTQ que refresca en una época donde los imperativos de representación, desde Ted Levine en El silencio de los inocentes a hoy, parecen demandar que toda vivencia oprimida se porte como un cordero de Dios. “Está bueno, dentro de la actuación, no romantizar ni vulnerabilizar y decir que el personaje gay tiene que ser el discriminado. Somos personas que podemos ser malas personas, personas que discriminan, podemos ser villanos. Segundo ni recibe tanta crítica porque está más allá y me gustó eso del personaje, está muy empoderado dentro de su ser, que es algo que en lo personal fui construyendo durante años. Él es un hijo de puta, no le importa nada y quiere cagar a todo el mundo, punto”, se ríe el actor.
Quien irrumpe en Porno y helado como un golpe de rayo, mediante un tilt up como para que no queden dudas, es Susana Giménez en su regreso actoral. Su incorporación al proyecto, facilitada por Amazon Prime Videos, la encontró encarnando a la mujer maquiavélica (“entre otras cosas”) del senador devenido candidato presidencial. “Susana fue una experiencia espectacular, nunca había ni soñado con que lo hiciera ella pero me pareció una idea brillante de casting. Improvisaba, tenía ganas de desafiarse a sí misma y esperaba que yo la dirigiera sin ningún tipo de capricho. Es muy cálida y cercana”, dice Piroyansky, quien fue invitado a la casa de Giménez en Punta del Este para compartir un asado junto a Ricardo Darín y Florencia Bas. Hay algo inherentemente gracioso en la yuxtaposición de Susana frente al absurdo del material pero también de su presencia junto al mundillo hipster. “Mientras filmaba veía el monitor con el asistente de dirección y nos quedábamos obnubilados mirando la pantalla, no entendiendo si nos gustaba cómo actuaba o si es que era Susana actuando con Nachito. Ahora, con el paso del tiempo y habiendo editado y visto la serie completa, confirmo que es una gran actriz. Tiene un magnetismo único”.
Por debajo del humor y la nostalgia, si Piroyansky se porta como un Woody Allen millennial de Colegiales, es de esperarse que contenga su costado bergmaniano también. “Vengo de una familia muy chistosa, creo que soy el menos gracioso. No consumo mucho humor, todo lo contrario. Me gusta más el drama, pero creo que eso me sirve. Poder sumarle referencias que no tienen nada que ver al humor familiar que ya traigo adentro lo enriquece mucho más. Más allá del humor absurdo y delirante que está todo el tiempo, hay muchas referencias estéticas a película que no son comedias”. Morandi vestida de Alex DeLarge es una, aunque Piroyansky cita a All That Jazz como otra influencia. “El collage de géneros, de películas de acción con persecuciones de autos y espionaje, metidas en una comedia la robustecen y hacen que tenga muchas más aristas y lugares para que la gente conecte también”.