El ex Violadores acababa de recibir un Gardel por su último disco y preparaba gira, libro, nueva música, reediciones e incluso volver a vivir en la Argentina después de 20 años en Perú
- 6 minutos de lectura'
Pil Chalar murió en un punto en el que proyectos, satisfacciones personales y expectativas luminosas confluían como nunca antes en cuatro décadas de actividad pública. La voz de Los Violadores y Pilsen, que falleció repentinamente el viernes 13, a los 62 años, en Lima, tenía pasaje para volar a Buenos Aires el próximo 24 se septiembre, una gira programada para presentar su último disco con Pilsen, un show de peso en el teatro Broadway para diciembre, sueños de un viaje a Alemania, un libro muy avanzado, en coautoría con el periodista Juan Ignacio Provéndola, y hasta una selección de cervezas artesanales con el nombre su banda. Además, según le había adelantado a Rolling Stone y confirman quienes se comunicaban con él a diario, planeaba volver a radicarse en su país después de dos décadas de residencia en Perú.
Hace menos de un mes se cumplieron cuarenta años del infame concierto de Los Violadores en la Universidad de Belgrano. Fue el viernes 17 de julio de 1981 (nótese la plena y extremadamente riesgosa vigencia del Proceso de Reorganización Nacional) y terminó con escándalo de proporciones sexpistolianas: batalla de sillazos, músicos golpeados en la comisaría 33 y posterior polémica en la prensa. Si no hubieran vuelto a tocar, a los Violadores les hubiera alcanzado con esa breve irrupción para ser leyenda.
Pero cuarenta años después, Enrique Chalar, voz cantante en aquel recital, se sostenía hasta sus últimos días inalterable en una cruzada personal de rock y comentario político, con coherencia difícil de encontrar en su medio ambiente. El rocker flaquito que se jugaba mucho más que una carrera artística aullando “¡Represión!” a principios de los ochenta, podía salir a escena hoy con una camisa de trabajo recibida de manos del recolector de residuos y militante de izquierda jujeño Alejandro Vilca. Ante la eventual consulta periodística, se prestaba amable a recordar el pasado, incluso los acontecimientos de la UB, pero lo entusiasmaba mucho más hablar de su obra más reciente con su eterna “banda nueva” post Violadores, Pilsen.
A Carne, tierras y sangre lo consideraba su mejor disco en mucho tiempo. Editado el año pasado y reconocido en este con el Gardel al mejor álbum de rock pesado/punk, era sobre todo un disco generoso, un menú diverso en estilos, sonidos, ideas y temáticas; de la modelo-refugiada iraní Negzzia a la crítica por el estado actual del rock, de las citas de Borges y Bioy Casares a las odas street punk cerveceras. Con su punto más elevado en la reversión del tema de Pilsen “Nonsanto”, esta vez con León Gieco como invitado sorprendente y conmovedor a la vez.
Muchos hallazgos de ese último disco tenían que ver con el trabajo en equipo de Pil con Tomás Loiseau, su más reciente socio creativo (junto al Tucán Barauskas, su mano derecha autoral por años). Músico y productor de Pilsen (además de batallador con su propia banda punk, Mamushkas), Tommy falleció en noviembre de 2019, a los 43 años, cuando solo le faltaba mezclar dos canciones de Carne, tierras y sangre. “Estamos descorazonados”, le dijo el ex Violadores a Rolling Stone en agosto de 2020.
“Para un tipo que siempre denostó el lado garca de la industria, recibir el Gardel fue muy importante porque destacaba que este había sido el disco que más había disfrutado junto con el primero de Los Violadores. Estaba feliz y quería ganarlo por Tommy, quería que el premio fuera a la casa de Tommy”, dice Mariano Asch, amigo y colaborador de Pil en esta última etapa. Está previsto que Carne, tierras y sangre se edite en vinilo antes de fin de año, al igual que una grabación rudimentaria, pero histórica, de Los Violadores, nada menos que de 1981, en Le Chevalet. En ambos casos, se trata de discos programados antes de la muerte de Chalar. Otra iniciativa que lo ilusionaba era la producción de un pack de cervezas artesanales con tres variedades inspiradas en, precisamente, Carne, tierras y sangre (rubia, negra y roja, respectivamente).
Un año después de la partida de Tommy, el que deja a muchos descorazonados es el propio Pil. “Estamos shockeados y muy tristes (…) Al inicio de los años 90, Pil empezó a distribuir nuestra música en Argentina y de esta manera hizo posible nuestra historia milagrosa con su país. Pil era un amigo leal que siempre nos apoyó tanto en momentos de alegría como en tiempos difíciles (…) Admiramos su coraje y el de sus compañeros tocando en una banda punk en plena dictadura militar”, publicaron, por ejemplo, en su Facebook oficial los Die Toten Hosen, la banda alemana, de algún modo hermana de los Violadores.
Precisamente, una de las ideas con más fuerza en la cabeza de Pil era la de volver, el año próximo, a Alemania, a compartir escenario con sus amigos de Die Toten Hosen. Mientras tanto, tenía pasaje para viajar de Perú a Argentina a fines de septiembre y comenzar una serie de shows por todo el país, que culminaría el 4 de diciembre en el Teatro Broadway, donde deseaba tocar exclusivamente material de Pilsen, banda con la que ya estaba componiendo para un próximo disco. Además, se encontraba, junto con Juan Riggirozzi, en plena preproducción de dos videos de canciones, “Por mil y una noches” y “Nonsanto” (con la participación de León Gieco). Actualmente, la formación de Pilsen se completaba con el histórico guitarrista Tucán Barauskas en guitarra, Damián Morales, en bajo, y Tulio Pozzio, en batería.
Por otra parte, Pil estaba escribiendo desde el inicio de la pandemia un libro con el periodista Juan Ignacio Provéndola, en el que recordaba el período desde su entrada en la banda hasta la grabación del primer disco de Los Violadores, es decir de 1981 a 1983. “La época que más disfrutó, según me dijo, junto con esta última. Pil tenía una memoria formidable, increíble. Y estaba muy entusiasmado con el trabajo, incluso hizo personalmente algunas de las entrevistas a otras fuentes de la época. Un día antes de su partida, quedé en mandarle los primeros capítulos. Pero el viernes, mientras estaba con la compu, me llega la noticia”, dice Provéndola, que por el momento prefiere dejar pasar un tiempo prudencial hasta definir el futuro del texto.
En la entrevista del año pasado, Pil había confesado a Rolling Stone sus ganas de volver a vivir en Buenos Aires. Si bien admitía un presente relajado en Lima, haciendo deporte en un club, disfrutando en las playas cercanas y hasta “horneando pan de masamadre”, lo tentaba la idea de que su hijo, a punto de terminar la secundaria, estudiara en Argentina. “Estamos pensando en volver a radicarnos allá para que Ian vaya a la UBA. La vida no es tan larga y a todos nos tiran un poco los sabores y los olores”, decía. Fuentes de su entorno, confirman que la familia había avanzado en ese proyecto y pensaba concretarlo a fin de este año.