“¿A dónde mira Phil Collins?”, se pregunta Charly García en el título y en la primera estrofa de un poema devocional que forma parte de la antología Poetas Rock, compilado por el periodista Gustavo Alvarez Núñez en 2003. “Preclaro genio divino cambiaste el mundo para mí”, dice García que nunca ocultó su fanatismo por el músico inglés que hoy cumple 70 años. “¡Maldito, Gabriel, maldito! Malditos intelectuales. Si el departamento de marketing de nuestra grabadora no nos hubiera abandonado te querrían a vos, pelado. Me querrían a mí, García”.
La confesión de Charly desnuda grietas, antagonismos y otras fisuras que acompañan a Collins desde los días en que reemplazó a Peter Gabriel y se convirtió en el nuevo cantante de Genesis. Con la edición del genial A Trick of The Tail (76), la banda británica contradijo todos los pronósticos y hasta torció su destino manifiesto de dinosaurio progresivo para transformarse en una nave más pop, cercana e irresistible. Atrás quedaba un pasado glorioso de disfraces y puestas en escena ambiciosas, cuando Gabriel inauguró en los tempranos 70 el período de un rock teatral con escasa tolerancia a hadas o viajes astrales, en donde la ciencia ficción, los relatos distópicos y la tensión nuclear movían a los personajes de obras cumbres como Nursery Crime (71), Foxtrot (72), Selling England By The Pound (73) y el proto-punk The Lamb Lies Down on Broadway (74).
Antes de Genesis, Phil Collins ya era un baterista curtido en sesiones de grabación -formó parte de los registros de All Things Must Pass de George Harrison- y con unos cuantos shows en vivo. Primero junto a los amateurs Freehood y luego como pieza fundamental de Flaming Youth, un cuarteto psicodélico que dejó un disco debut y despedida, el intrascendente Ark 2 (1969). En su notable autobiografía, Aún no estoy muerto, Collins detalla el momento que marcó el resto de su vida. Un aviso publicado en la revista Melody Maker requería un baterista “sensible a la música acústica”. La prueba de aptitud se realizó en la casa de los padres de Peter Gabriel, un lujoso caserón con pileta ubicado en las afueras de Londres, en el coqueto condado de Surrey.
Allí el entusiasta chico suburbano conoció a Peter, Mike (Rutherford) y Tony (Banks), tres egresados del exclusivo y prestigioso colegio Charterhouse. No solo salió airoso de la prueba, también comprobó in situ el linaje de sus futuros compañeros de banda. “Los tres son lo que son: ex alumnos de colegio privado con todos los privilegios y el bagaje propio de esas raíces. Impecablemente criados para ser oficiales y caballeros de antaño, quizá no son lo que uno espera de un grupo de rock surgido de los alocados años setenta”. Casi al mismo tiempo que aumentaba su protagonismo en Genesis, la batería de Collins parecía multiplicarse en los créditos de grandes discos de la década del 70. Participa en obras claves de Brian Eno (Taking Tiger Mountain (By Strayegy), Another Green World, Before and After Science, Music for Films).
Dueño de un sonido característico cercano a la escuela Bonham que también se escucha en trabajos de John Cale (Helen of Troy) y Robert Fripp (Exposure). Cinco álbumes con la banda de rock-jazz Brand X son otra prueba palmaria de la contundencia instrumental del músico y compositor. El grupo significó una respuesta británica a Weather Report con formaciones móviles que incluían a enormes sesionistas como Percy Jones, Morris Pert, John Goodsall y Robin Lumley. Brand X llegó a ser un nombre influyente para bandas como Serú Girán y Spinetta Jade. Esa pasión nacional había comenzado un tiempo antes cuando comenzaron a editarse los discos de Genesis en nuestro país y llenó varios micros para ver a la banda en Brasil durante mayo de 1977. Charly García, Gustavo Bazterrica y Pomo, entre otros músicos, viajaron a Porto Alegre para ver uno de los shows de la última gira de Steve Hackett como guitarrista del cuarteto inglés. Tal fue la magnitud del acontecimiento que la revista Pelo sacó un número especial dedicado íntegramente a cubrir parte del tour.
A partir de ...And Then There Were Three (1978), Genesis abraza la causa pop sin lavar culpas. Es posible corregir el rumbo progresivo a partir de la imaginación melódica de las sinfonías –en frasco chico- de Banks y el poder adhesivo de un cantante todo terreno. Duke (1980), Abacab (1981) y Genesis (1983) marcan el cambio hacia una nueva década de éxito y adhesión instantánea en buena parte del planeta. Es imposible saber cómo se las ingeniaba para encontrar tiempo para producir a otros artistas como John Martyn, Eric Clapton, Fridda (Abba) o Philip Bailey en la primera mitad de los 80.
Mientras Genesis se convierte en una banda para grandes estadios luego de una década de giras extenuantes que terminaron con el primer matrimonio de Collins, el hombre solo y devastado escribe su propio capítulo para el catálogo de los discos de divorcio. La carga no es tan dramática gracias a los viejos vinilos de la Tamla-Motown y a una caja de ritmo (CR-78) que cambiará el pulso de la década: el hit claustrofóbico “In The Air Tonight” inicia la saga de tiros libres al ángulo de los charts, tema incluido en el mega vendedor Face Value (1981). “Recuerdo a Tony decir muy a menudo que mis canciones solo tienen tres acordes y por tanto son indignas de Genesis. Sin la batería ni los ornamentos, ‘In The Air Tonight’ es solo la caja de ritmo y tres acordes. Por lo tanto, es muy probable que ni siquiera les llame la atención”, cuenta Collins en su autobiografía.
Para los que extrañaban a Gabriel ya en 1976, cinco años después tenían razones suficientes para odiar a Collins que, según los conspicuos y viejos fans de la banda, había mancillado el legado de los creadores de “Supper’s Ready”. El tiempo se encargó de unir a los dos cantantes en lo más alto de los rankings de una década que los tuvo como animadores indiscutidos. Tanto en la esfera solista como en los discos finales de Genesis, la figura de Phil acusó los efectos de la alta exposición. La imagen del baterista luciendo un chaleco a cuadros mientras sostiene el ritmo de “Do They Know It’s Christmas?” parece totalmente ajeno a esa reunión de nuevos talentos (Duran Duran, Spandau Ballet, U2, Wham, Culture Club) convocados por Bob Geldof para el registro benéfico bajo el título de Band Aid. Iniciativa de ayuda humanitaria que luego se convirtió en Live Aid con la producción de los conciertos multitudinarios realizados en Londres y Filadelfia el 13 de julio de 1985 con el fin de recaudar fondos para luchar contra el hambre en África. ¿Quién fue el único músico que estuvo en los dos escenarios el mismo día? El bueno de Phil cruzó el Atlántico –en menos de 3 horas- a bordo de un avión Concorde luego de tocar en Londres junto a Sting y con la misión de participar de la reunión de Led Zeppelin. El show fue un desastre, aunque la culpa no fue toda de Collins.
También se puede sumar al síndrome Droppy que vivió el músico inglés, la promocionada actuación en Miami Vice, la serie producida por Michael Mann. Imposible no ser un blanco fácil de críticas infames, persecución mediática y hasta ser la víctima directa de un anuncio escalofriante. En 1992 y desde el programa Malas compañías por Rock and Pop, Mario Pergolini lanzó una noticia falsa que se convirtió en un tsunami, rápidamente otros medios argentinos se hicieron eco de la noticia y comenzaron a emitir programas homenajes a Phil Collins o revelar las causas del deceso. Según el conductor fue un experimento radial que duró varias horas hasta que se pudo confirmar que se trataba de una tremenda fake news en tiempos en que las noticias corrían a otra velocidad.
Casi como una maldición gitana lanzada desde un país lejano la vida del músico en los noventa sumó divorcios, pleitos millonarios y graves problemas de salud. Volvió a tocar con Genesis en la década pasada e intento retomar su carrera solista con suerte dispar. Ahora se anuncia una gira por Gran Bretaña junto a sus viejos compañeros, ya no puede tocar la batería por un grave problema de columna y en los últimos días parece signado por una gran nube negra que dispara títulos amarillistas sobre pleitos entre millonarios. Todavía persisten las sensaciones de su última visita al país. En marzo de 2018 ofreció un show brillante en el Campo de Polo de Palermo. A paso lento y ayudado por un bastón de color rojo, Phil Collins cruzó el escenario para ubicarse en una silla cual comandante de una máquina del tiempo. Su fragilidad contradecía a las imágenes de juventud que unos minutos antes mostraban las pantallas gigantes. El músico exhibió sus heridas de guerra producto de una vida en giras agotadoras, serios problemas de salud y unos cuantos excesos etílicos. Un combo que casi lo mata y él relata en la maravillosa autobiografía Aún no estoy muerto, que también es el título de la gira (Not Dead Yet) que lo trajo por segunda vez a Buenos Aires. Durante una hora y media, el hombre quieto cambió esa percepción inicial con un show deslumbrante: paseó su historia escrita de melodías inolvidables, éxitos globales y un adorable don para dominar multitudes. Esa noche Charly García fue un fanático más, el mismo que cerró su poema alusivo con una frase sin eufemismos: “¡Aguante Phil, carajo! ¿Qué saben los boludos?”.