Poco antes de su muerte, el músico había completado un nuevo álbum, ‘Siervo’, que finalmente se lanzaría el 22 de octubre. Aquí la historia y un anticipo de esas canciones.
- 21 minutos de lectura'
El canillita del puesto de diarios de la avenida Díaz Vélez lo reconoce con la mirada. “¡Uy! Pasó Palo Pandolfo”, le dice el pibe a su interlocutor, del otro lado del celular. Se llama Federico y es su primer día de trabajo. Al instante siente el alboroto en la cuadra, corta la llamada y va a ver qué pasa. Palo está tendido en la vereda frente a la sucursal del Banco Francés. La primera asistencia la recibe de un policía, que repite el procedimiento de RCP sin lograr ninguna reacción. En el banco hay tres enfermeros del Hospital Durand, salen disparados hacia la calle. Tampoco pueden hacer nada. La ambulancia del Durand llega unos minutos después y la escena no tiene solución. Palo había salido a caminar por Parque Centenario, no llevaba documentos, solo tenía la llave del lugar en donde estaba parando por esos días. Casi sin pensarlo, Federico empieza a enviar mensajes contando lo sucedido. La noticia corre rápido, enloquecida, sin saber aún el desenlace. “Alguien anónimo, a través de un fan, me manda un mensaje diciendo que Palo se había caído en la calle”, cuenta El Ruso (Germán Alperowicz), manager de Pandolfo. “Coincidía con que dos horas antes me había dicho que iba a caminar al parque. Yo vivo en Florida (Vicente López) y empiezo a buscar gente que esté por el lugar. Llamo a Luis Emilio, el sobrino de Palo, que vive cerca de ahí, y es él quién lo termina reconociendo”. Fulminante. El corazón de Roberto Andrés Pandolfo se detuvo pasadas las 14:30 del jueves 22 de julio. Tenía 56 años y asumía el oficio de escribir y cantar canciones en donde cualquiera puede mirarse.
El cantor federal fue su última invención, tocar y tocar en donde sea. “Agregamos una nueva función x entradas agotadas! Centro Cultural Morán − domingo 8/8 − 8 pm! Blas Bizzio synth-bass, caja rítmica, guitarra eléctrica, Eu guitarras acústicas, bombo, pandereta, o sea dos chabones muchos sonidos!”, dice el último tuit de Palo fechado el fatídico jueves de julio. “Esa mañana hablé dos veces con él, una charla de 27 minutos a las 11:30 y otra de dos minutos a las 12:45. Palo estaba bien, hablamos de muchas cosas. Del Morán, de la gira por Mendoza y San Juan para fines de agosto y de dos fechas más en el Morán para septiembre. Después nos guardábamos. Queríamos armar un show en la calle Corrientes para presentar el disco nuevo”, dice El Ruso.
En cuatro años de trabajo intensivo, Germán Alperowicz sumó a la función de mánager el nivel de aliado, una hermandad de a dos con el fin de mejorar la llegada de uno de los músicos más talentosos del rock argentino. A mediados de 2017, Alejandro Varela, director de la compañía S-Music, sello en donde Palo Pandolfo editó sus últimos discos de estudio, Esto es un abrazo (2013) y Transformación (2016), le propone a Germán trabajar como nuevo manager de Palo. “En junio de ese año, La Hermandad presenta Transformación en el teatro Gran Rivadavia. Voy a ese show a ver cómo era todo en torno a Palo, a adentrarme en su mundo. Luego comenzaron las charlas en su casa”.
El primer show de Germán como manager de Palo fue en Lomas de Zamora, pero no se realizó por un corte de luz en toda la zona sur. En 2019 juntos organizaron 79 recitales, un récord para Palo. “Él estaba luchando por su reconocimiento, por lo que hoy ven todos y todas. Yo no soy fan ortodoxo de Pandolfo, ni de Don Cornelio ni de Los Visitantes. Era más del lado de Los Caballeros de La Quema, Las Pelotas, Los Piojos”, dice el productor musical que también es sonidista y mánager de la banda Andando Descalzo. “Tengo mucho rock independiente y conozco la escena. Pero desde que empecé a laburar con Palo y me presentaba como su manager siempre me respondían. Nunca nadie me habló mal de él. Jamás. Me ayudó a entender cómo funcionaba la escena. Me presentaba como ‘mi socio’. Siempre estaba agradecido de que lo acompañara. Ayer Varela me dijo ‘yo no te puse a trabajar con Palo, él te eligió’”.
Curtido en el under porteño de la segunda mitad de los 80, Palo sobrevivió al desbande y a los excesos de Don Cornelio, el grupo oriundo de Flores que dejó un disco debut brillante (Don Cornelio y la Zona) y un segundo opus (Patria o muerte) tan jugado como incomprendido en su momento. Al frente de Los Visitantes amplió su lenguaje artístico en donde tango, folclore y hardcore convivían sin conflictos. De nuevo un comienzo inspiradísimo para dejar dos obras que podrían explicar el estado de ánimo en una era de vacío ideológico y esperanzas nimias para la patria joven que padeció el menemismo. El nuevo siglo lo encontró en un viaje solista autogestivo, similar a las fábricas recuperadas por sus obreros en donde solía tocar. Pero la crisis de 2001 arrasó con todo y también se lo llevó puesto.
“Tocábamos todos los fines de semana, que era algo que él había construido luego de la separación de Los Visitantes. Después de lanzar su disco A través de los sueños (2001) queda en la quiebra y agarra su guitarra y sale a tocar. Ahí arranca ese Palo Pandolfo que con el tiempo se autoproclama El Cantautor Federal. Me gustaba esa idea. Se la festejaba. Era una propuesta. Una nueva etapa de Palo muy humanista. Quizá siempre lo fue, pero quizás antes tenía algunos momentos de desorden, de salirse de esa humanidad”, cuenta el manager el proceso compartido de encarar acciones artísticas durante los últimos años.
La actividad solista de Palo desde 2000 contó con bandas de apoyo como La Fuerza Suave y La Hermandad, formaciones móviles para shows con producciones capaces de solventar los gastos de un grupo. “Yo era muy crítico y él me lo permitía. Cuando se desbordaba en algún sentido, mi misión era decirle: ‘¡Che, boludo, mirá que esto no está tan bueno!’”, dice Germán, quien produjo el ambicioso proyecto El vuelo del dragón (2018), una plataforma audiovisual que Palo definía como “un testimonio violento y visceral” de sus canciones al frente de Don Cornelio, Los Visitantes y de su etapa solista más reciente junto a La Hermandad. Grabado en el teatro Margarita Xirgu, la presentación funcionó como el registro de una autobiografía musical dividida en tres temporadas, que durante nueve meses fue lanzando nuevos clips de las canciones en todas las plataformas digitales.
“La figura de El Cantor Federal nace a fines del macrismo”, dice El Ruso. “El 2018 fue más dulce porque estábamos presentando El vuelo del dragón. En 2019 salimos a recorrer el país con Palo y Alito Spina (bajista de La Hermandad). Íbamos por ocho lucas, por 20, por 12. Fue salir los tres con la Suran de Palo. Encontramos a gente como nosotros recibiéndolo a Palo con mucho amor. Durmiendo en casas, hoteles, hosterías, en donde sea. Todos los que nos recibían querían que él estuviese ahí, que compartiese la mesa, que durmiera en la habitación de la madre, de la tía. Ahí comienza a surgir el formato para el nuevo disco”.
En los días iniciales de la pandemia, Pandolfo fue uno de los primeros artistas argentinos en realizar un show pago vía streaming. El 8 de abril de 2020 se presentó desde el living de su casa y empezó a mostrar un formato electroacústico. Solo con su guitarra, algunos instrumentos de percusión y una loopera usada como sequencer forman las herramientas para crear una atmósfera íntima que determina las líneas de Siervo, el nuevo disco de Palo.
“Siervo con s”, le dijo Palo a El Ruso. “Ese va a ser el nombre del disco”. El sentido de estar para el otro, de sumar gente para un proyecto mucho más amplio. No era una idea naif, significaba parte de un proyecto que hasta incluía la fundación de un partido político. “En los viajes íbamos conociendo gente que tiene conceptos muy distintos a los de este sistema capitalista que destruye la Tierra. Palo decía que si uniésemos a todas las personas que nos reciben en el país, nuestro partido tendría muchas chances. Era como nuestro juego”, cuenta el mánager. Palo era el diseñador del espíritu de un partido ecohumanista. Todo estaba escrito a mano en uno de sus cuadernos. El borrador incluía un estatuto. “Lo que más lo trababa era cómo íbamos a trabajar la seguridad. Porque era un tema difícil. No sabía qué hacer. En eso necesitaba ayuda. El partido está y hablábamos de eso en todo el país. Y dijimos lo hacemos y en todos lados juntamos firmas”.
Palo hablaba de sus ideas políticas, pero no mostraba las bases escritas del partido que quería fundar. “Hasta que, bueno, tuve que ir por todas sus cosas. En el estudio en donde vivió estos meses, Amapola, estaba la computadora prendida, estaban los cuadernos. Estaba todo. Ahí pude ver los cuadernos por primera vez. Muchas ideas sobre soberanía alimentaria, el concepto humanista y ecológico estaba clarísimo”, dice Germán. Palo nunca escondió su adhesión al actual gobierno, pero tenía serias diferencias en algunos temas como la minería a cielo abierto. El 10 de diciembre de 2019, Palo y La Hermandad participaron de los festejos por la asunción del presidente Alberto Fernández. “Palo era amante del proyecto de Néstor (Kirchner) y Cristina (Fernández de Kirchner)”, señala el manager. “Tuvimos un momento épico con La Hermandad, en el balcón de la Rosada, salimos a mirar la masa justo cuando estaban Los Caballeros de La Quema cantando ‘Avanti Morocha’. Eran 150.000 personas saltando al mismo tiempo. Estábamos en éxtasis total”.
La razón espiritual que explica la personalidad artística de Palo Pandolfo no es un delirio rockero ni una pose a favor de la sensibilidad extrema. Viene de su casa natal, un entrenamiento que el músico definió como “lenguaje materno”. “Mi mamá llegó a ser directora espiritual de la Escuela Científica Basilio: alcanzó el nivel de médium parlante. Dejaba su espíritu al costado y a través suyo otro espíritu se podía comunicar. Para mi viejo, que era un militante socialista, mi vieja era una fanática, una loca. Yo era el único que le daba bola”, dijo Palo a ROLLING STONE en septiembre de 2003. “Si bien nunca llegué a ir a la escuela Basilio, siempre me identifiqué con sus prácticas: ellos laburaban el concepto del sexto sentido, la reencarnación, la intuición. Te enseñan a reconocer tu espíritu, que funciona como una unidad que atraviesa el tiempo y el espacio, y que encarna acá para purificarse”.
“Tengo el recuerdo de mi vieja diciendo: ‘Cómo canta Palo’”, señala Juan Belvis en la casa de la familia Vitale en el corazón de San Telmo. Su mamá, Liliana Vitale, adora a Palo y Palo sentía lo mismo por ella. Siervo se grabó en la casona de techos altos y espacios repletos de historia de la música popular argentina. Juan trabajó en la producción, pero por sobre todo es el impulsor del proyecto que puso al cantor en otro ámbito de resonancia y, aunque aún cueste creerlo, es uno de los artífices para que el disco póstumo de Palo vea la luz en octubre. “La idea es lanzarlo el 22, el día del Derecho a la Identidad, en homenaje a la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo”, dice Alperowicz.
Para Liliana Vitale la voz de Palo es un canal, un volcán. “Porque todo eso que explotaba en él era como un magma. Ahora, liberar una cosa tan fogosa, tan grosa, y esa risa de fondo o ese llanto de fondo que tenía, es algo muy fuerte. Su ser era consciente de pertenecerle a esa sustancia que lo atravesaba. Él tenía muy clara su condición mediúmnica”, dice la cantante sin olvidar el plano espiritual de Pandolfo, para muchos cercano a lo chamánico. “Lo habitaba constantemente sin volverse loco, lo administraba bastante bien. Nunca menospreció esa ebullición. Liberar algo liviano es fácil, liberar eso es lo que lo va a hacer eterno”. Se podría escribir un tratado en base a la voz de Palo Pandolfo y a su expresividad, una puesta en marcha que utilizaba todo su sistema nervioso central a la hora de cantar.
“Otra cosa importante −dice Vitale− era su relación con el ying y el yang de su propia voz. Por lo general, se pueden escuchar polarizaciones: el falsete, en la voz de cabeza, o el anclaje en la garganta y en el pecho. Palo estaba viajando por todos lados con la libertad de usar una sustancia que mezcla ambas condiciones. Tenía muy claro eso de habitar lo ying, la voz de niño, la voz de la infancia es la voz libre, y tenía un peso en la palabra espectacular sin que eso lo hundiera para nada”.
Juan Belvis, en cambio, llegó al planeta Pandolfo mucho después que su madre. “Entre 2006 y 2007, gracias a Estefanía, mi ex mujer y madre de mi hija, recibí un seminario intensivo, ella tenía todos los discos”, dice el guitarrista, tecladista y productor que con su grupo 8 continúa la línea de vanguardia musical de los fabulosos M.I.A. (Músicos Independientes Asociados): su papá, Nono Belvis, fue uno de los motores del proyecto colectivo fundado por los abuelos de Juan, Donvi Vitale y Esther Soto. El contacto directo con Palo surgió gracias a El Club de Grabación, una idea inspirada en el proyecto “record club” creado por Beck Hansen, basado en elegir, junto a músicos y amigos, un disco y versionarlo íntegramente en una sesión de estudio maratónica de un día. El disco elegido fue el debut homónimo de Don Cornelio y la Zona. “Casi no mostrábamos lo que hacíamos con El Club de Grabación porque no queríamos que se generara la noción de estar sacando provecho de algo ajeno. Cuando Palo se enteró y vino a la proyección de la grabación no lo podía creer”.
Palo se enamoró del proyecto y hasta puso su voz en otra sesión del club dedicada a Miguel Abuelo Et Nada. La fraternidad quedó sellada cuando varios músicos del Club de Grabación lo acompañaron a un concierto en La Plata. “En el camarín surgió la charla sobre la posibilidad de hacer un disco de guitarra y voz. Me respondió que ese tipo de disco lo quería hacer a los 60. ‘Hagámoslo ahora’, le dije. Esto sucedió en diciembre de 2013”.
Encuentros casuales, algún mail respondido con un delay importante, acercaron a las partes a empezar a planear un proyecto compartido. “Después del mail en que me dice que sí, que pasó un tiempo, luego lo veo en un programa de TV y en un momento larga: ‘Lo tengo apalabrado a Juan Belvis, que me va a producir el disco’”. El primer encuentro fue en la casa de Paso del Rey. “Llegué y estaba con la compu, sonaba Cornelius. Le digo ‘Cornelius’ y responde: ‘Ah, ¿conocés?’. Y pensé: ‘Ya está’. Había complicidad”. Palo quería grabar en vivo como si fuera un juglar moderno junto a su bombo, una pandereta y su loopera.
El proceso de intercambios y descubrimientos mutuos arrancó a fines de 2018. “Por mi lado, no quería que haya una estética que me confunda, me interesaba que apareciera su impronta más originaria. Siento que después no terminaba siendo tan él en sus discos”, dice Belvis y recuerda esa etapa con mucho cariño y admiración. “Como él era tan docto en conocimientos, cuando yo le remarcaba algo desde un lugar más abstracto, él iba a un lugar mucho más rico y original”.
Palo utilizaba para grabarse una aplicación que viene en la Mac, no usaba multitracks y, según Belvis, odiaba el Pro Tools, algo que los unía en el momento de tachar una plataforma de grabación. “Yo uso el Digital Performer, le comenté que era más intuitivo. El Pro Tools es más para ingenieros, es frío. Le ofrecí darle clases y me dijo que sí. Estaba medio separándose y empezaba a venir a la casa de un amigo, cerca del Abasto. Ahí le enseñé a grabar en el Digital Performer. En cada clase lo veía y pensaba que no lo iba a lograr”. Juan reconoce que pedagógicamente no era muy bueno, pero con Palo tuvo más paciencia: “Sentí la misión de ayudarlo”.
En febrero del año pasado, antes de la pandemia, Belvis quería empezar a grabar en el estudio de su tío, Lito Vitale. “Empezamos a grabar e hizo dos o tres sesiones y quedaron dos temas. El día en que Alberto hizo el anuncio de la primera cuarentena, él me llevó en el auto, yo vivía en Chacarita, y me dijo: ‘No creo que nos vayamos a ver pronto’. Después me llamaba cuando tenía problemas con el Performer, hicimos varias videollamadas y fue mejorando. Para fines de 2020 me mudé, me separé. A muchos la cuarentena nos hizo mierda. Me contacta y me manda temas como ‘El alma partida’ y algunos otros. Estaba grabando increíble, varios tracks de percusión, todo genial, tenía sus demos enriquecidos”.
Palo pasó de la etapa de aprendizaje a disfrute plenamente de una gloriosa autarquía artística. Aún Belvis no puede entender que el músico nunca trabajó con un equipo de grabación más personal: “Me lo imagino haciendo muchos discos de esa forma, porque él no paraba de componer. Me mandaba canciones, una mejor que la otra, y le dije que mandara las sesiones del Performer así yo empezaba a editar un poco y a ordenar. Cuando le decía eso, él se emocionaba y preguntaba: ‘¿Esto va a sonar?’. En ‘El alma partida’ hay varias cosas que suenan del demo original, no podía creer que quedara algo que había grabado en su casa. Se emocionaba con esta noción. Así fue el proceso”.
La última vez que se vieron fue durante la filmación del video de “Tu amor”, en la casa de San Telmo de los Vitale. Además de Palo y Santi Motorizado, aparecen Juan Belvis, Lulo Vitale −hijo de Lito− y Juan Giménez Kuj, el equipo completo que participa en Siervo. Solo falta agregar algunas voces de invitados como Fito Páez y Sofía Viola. “Lo único que me dijo ese día fue: ‘Doble corazón’ abre el disco’”, dice el productor. “Lo loco es que él grabó todo de más. Guitarras, voces, todo de sobra. Se fue tranquilo, hizo todo lo que había que hacer. Deja un último disco de apertura. Muy inspirador. En otro plano. Lo escuchás y te inspira a seguir algo que él dejó ahí. Un disco muy distinto. Es increíble… Psicodélico, electroacústico como él quería”.
La foto de tapa de Siervo muestra a Palo de perfil en plena oscuridad, sólo un haz de luz como una especie de aura recorre las líneas que dibujan su cabeza y uno de sus hombros. La imagen está viva y genera un impacto a primera vista. “Hay un disco del que éramos fans y me recuerda a la foto del disco de Palo. Nicolás Jaar. Un chileno que hace música electrónica, muy original”. El disco de Jaar se llama Cenizas (2020) y es un precioso ejercicio de música experimental repleta de silencios, atmósferas y una misteriosa aridez ambient. La tapa tiene una lejana reminiscencia a la foto de Siervo. “A Jaar lo escuchamos mucho en su auto. Solía sonar cuando hablábamos de lo que atraviesa el disco, de la idea de lo doble. Él era muy fan de Twin Peaks, de la última temporada, la tercera; dadaísmo cinematográfico”. Palo le decía que se sentía viviendo en Twin Peaks. “Tenés que verla, es inexplicable si no la viste. Pero lo entiendo perfecto. A mí siempre me atravesó. Me hablaba de lo doble. ‘Doble corazón’, ‘El alma partida’, esta cuestión partida, de los dos pedazos, atraviesa todo el disco; y de Siervo viene la encarnación en el otro. La duplicación mística”.
Belvis pone play para escuchar el disco, de punta a punta.
Track 1 - “Doble Corazón”: Suena un ritmo marcial con la guitarra marcando el tiempo. “No tengo casa…, toda mi vida en una flor”. Palo rapea, habla de “la luz naranja, de la sanación”. Tiene un eco confesional a “Sangre”, aquella canción bandera de Los Visitantes pero llevada a 2021 con una carga emocional que casi asfixia.
Track 2 - “Párpados”: Es la canción reservada a Fito Páez, todavía falta agregar su voz. El rosarino la escuchó y quedó fascinado. “Sale a reptar por América”, canta Palo y la explosión pop también puede ser acústica.
Track 3 - “Ovni”: Suena Lulo en violoncelo, y Palo flota en una melodía que habla sobre la Luna y la libertad. La canción se revela en varias melodías y las cuerdas acarician al cantor místico. “Ovni” tranquilamente puede dialogar y competir con “Desarma y sangra”, de Charly García.
Track 4 - “El alma partida”: Tiene una clave rítmica del afro-pop y fue el primer adelanto de Siervo, tal vez el mejor reflejo sin oportunismo ni golpes bajos del daño y el dolor en tiempos pandémicos. Aquí Palo adelantaba la sonoridad del disco, acústico. “Nació a partir de retomar la frase de un poema que escribí hace un tiempo”, dijo el músico.
Track 5 - “La idea”: Suena como a un tema perdido de Paul McCartney, etapa Wings. Pura cadencia y dulzura. Palo toca todos los instrumentos, guitarra, batería y percusión. “Acá va a cantar Mora Navarro”, dice Belvis.
Track 6 - “El viento”: Un motivo folclórico con aires de chacarera y toques psicodélicos. Palo enumera todo lo que se llevó el vendaval, la tristeza de la letra no gana la pelea porque el groove domina a la canción. Aún falta agregar la voz de Sofía Viola y un arpa de voz a cargo de Daniel Melingo.
Track 7 - “Endemoniado”: “Ando siniestrándome, cosas que no quiero hacer”, canta Palo y luego dice “me elevo y no puedo ver, no quiero ver”. Suena despojado y la canción es una de las mejores baladas confesionales que haya escrito Pandolfo.
Track 8 - “Tu amor”: La idea de Belvis es retomar la primera versión del tema, sin guitarras eléctricas ni voces invitadas. Volver al espíritu Tanguito que tenía originalmente, con el tambor prestado a The Meters.
Track 9 - “Fe”: Suena a Ritual criollo. Es una de las primeras canciones que nacieron de la alianza Belvis-Pandolfo. Todavía le falta una mezcla, aunque la letra tiene algo de suave himno combativo: “La fe es una estrella”, dice.
Track 10 - “Madrigal”: “La compuso en una de las clases con el Performer, cuando llegué a la casa me dijo: ‘Hice un réquiem para un pibe que murió en Moreno’”, dice Belvis. La canción sigue la línea de “Barro tal vez” e incluye el sonido de unos grillos como aquella grabación de Luis Alberto Spinetta en Parque Leloir. “Son tomas de cinco minutos de grabaciones de grillos. Él me decía que eran los mismos grillos, 40 años después. Fue de las cosas que cuando murió dije: ‘¡No me dio el audio de los grillos!’. Y busco nuestro chat con Palo, y decía: ‘Van los grillos’. Fue lo último que tuvo que hacer y lo hizo”.
Track 11 - “Humo al aire”. Por una cuestión mística, Palo quería que fuesen 11 temas y la carga se percibe en la letra, llena de mensajes no tan ocultos: “Como pavo real floto en cadencias atmosféricas”. Se escucha una armónica a cargo del padre de Don Cornelio. “Me contó que era armoniquista en los 80, pero que en aquella época era mal visto en el ambiente punk y dejó de tocar”, dice Belvis.
La escucha termina en el estudio Los Elefantes, que ocupa una de las habitaciones principales de la casa de los Vitale. Juan sigue explicando amablemente que faltan detalles y otros retoques, pero lo más notable es que el disco todavía flota en el aire y la escucha es lo más parecido a una sesión espiritista. La voz de Palo estuvo presente por un buen rato y ahora esas letras y melodías empiezan a sonar más fuerte. Para Juan, Palo hizo “un diseño profundísimo de su muerte y ya estaba empezando a entender el ciclo”. La última letra de su último disco se llama “Humo al aire” y la letra dice: “Vuelvo al polvo”.