La película de la directora Chloé Zhao es una de las candidatas de los Premios Oscar 2021
- 5 minutos de lectura'
Nomadland
ELENCO: Frances McDormand, David Straitharn, Linda May, Charlene Swankie, Bob Wells. DIRIGIDA POR Chloé Zhao. 4 estrellas
Imagínense un lugar en el mapa tan atado a sus industrias que, cuando desaparece el trabajo, también desaparece el lugar. Como dice en su apertura Nomadland, la nueva película de Chloé Zhao, se puede “discontinuar” un código postal: “El 31 de enero de 2011, debido a una reducción en la demanda de cartón de yeso, U.S. Gypsum cerró su planta en Empire, Nevada, luego de 88 años”. ¿Qué pasa con los residentes del pueblo? Si necesitas trabajar para vivir, y si la casa se supone que es un ancla, ¿quién sos sin ninguna de estas dos cosas?
Es precisamente este conjunto de presunciones, con su actitud de preocupación liberal, lo que disecciona con talento Nomadland. Como la película revelación de Zhao de 2017, The Rider, el elenco está plagado de no profesionales, y para los lectores del libro de no ficción de Jessica Bruder de 2017, algunos de los personajes resultarán familiares. Está Linda May, en el papel de la aún alegre Linda, Charlene Swankie como Swankie, y en el papel de un hombre llamado Bob está Bob Wells, la personalidad de Internet de sesenta y pico de años, cuyos videos en su canal de YouTube (CheapRVLiving) se transformaron en un dedicado recurso para la gente que vive como nómades autodeclarados.
Entre ellos hay una verdadera estrella de cine. Frances McDormand hace de Fern, una viuda de Empire que hace relativamente poco empezó a vivir como nómade. Su camioneta (su casa) se llama Vanguard. Y para la gente de la vida que alguna vez tuvo, hay un halo de misterio respecto del destino de Fern. “No me quedé sin hogar”, le dice a una joven de la que alguna vez fue tutora, con tono de clarificación. “Me quedé sin… casa. No es lo mismo”.
Uno esperaría que una película que pivotea sobre esa diferencia despliegue una actitud de autoconciencia y complicidad. Nomadland, si bien está lejos de carecer de todo placer, no es una película alegre. En el retrato humano y talentoso de McDormand, Fern está llena de vida, recuerdos y deseos que confrontan sus necesidades. Pero los hilos que la mueven de un lado a otro no son sólo emocionales; como todo el mundo, se mueve con el trabajo, hace las valijas cuando se acabó, y vive comprometida con el largo viaje de la vida. Uno nunca siente solo pena por ella, lo cual es clave.
Pero la película también evita reducirla al recurso argumental en el que una estrella de cine, esforzándose por encajar en medio de una clase trabajadora migrante, podría transformarse con facilidad. McDormand siempre pareció esa extraña ganadora de un Oscar que se sentiría cómoda en nuestro living, y no tanto una de esas estrellas exageradamente glamorosas o magnéticas. En esta película, esto funciona. Ella es sin dudas la que nos conduce por la historia, algo que queda claro cuando la cámara, que la sigue desde atrás, se mueve como se mueve ella. Zhao se esfuerza por anclar a Fern en la realidad percibida de estos lugares. (Mientras filmaba en 2018, la directora y guionista vivió en una camioneta junto con el resto del equipo).
Es un ciclo tenue, una vida tenue. Esta es una película llena de transiciones: las idas y vueltas de las temporadas del trabajo migratorio constituyen su eje estructural. Las amistades que traba Fern a lo largo de la película son aún más frágiles. Son tan temporarias como el empleo.
Más allá de la majestuosidad y naturalismo de las imágenes, Nomadland está repleta de detalles sublimes y ominosos que la llevan en otra dirección: la casa rodante de Fern en medio de las paredes estrechas de un túnel montañoso; mariposas que se alinean en un espejo mientras ella se lava la cara; Fern, desnuda, flotando en una pileta de agua. No son detalles irónicos o elevados; no nos hacen sentir “mejor” acerca de la situación de Fern recordándonos que, para invocar un memorable paso en falso en este tema, la vida es bella.
De hecho, una de las preguntas de esta película (una de las cosas que la llevan más allá del mero experimento liberal) es la pregunta por la elección. En un momento, conocemos a la familia de Fern y nos enteramos de que se había distanciado de ella mucho tiempo antes del colapso económico que la dejó a la deriva (a ojos de los demás). “Dejaste un agujero grande al irte”, le dice la hermana. Un hombre con el que se cruza una y otra vez en las temporadas, David (David Strathairn), se vuelve algo así como una nueva ancla para ella. Entre ellos bulle una posibilidad. Pero él también tiene que tomar una decisión. Él también tiene una familia dispuesta a volver a recibirlo. ¿Lo hará? ¿Y Fern?
Retratar este estilo de vida como un asunto de voluntad puede ser contradictorio con la abrumadora sensación de ruina económica que deja a mucha gente sin elección y, en términos políticos, sin voz. Pero en Nomadland, la decisión aparece como una complicación necesaria. En la película las personas están unidas y colaboran en esta vida; también son individuos que tienen sus propias razones, sus propias experiencias. Si la película toma algún atajo inoportuno, es esquivar las condiciones de trabajo muchas veces brutales (en los trabajos que hace Fern, como el de Amazon CamperForce) que vuelven difícil imaginarse la decisión de vivir así, al igual que la elección de separarse de un hogar y una vida familiar como generalmente la concebimos. Habría sido estimulante ver una película tan rica como Nomadland esforzarse por hacerlo.