El joven actor habla de los desafíos de interpretar a El Diez y recuerda el día en que lo conoció
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Tengo sentado frente a mí al joven Diego Maradona de Argentinos Juniors, ese que en una tarde de sol le hizo cuatro goles a un tal Hugo Gatti, el arquero de Boca que antes del partido le había dicho que era un gordito. El mismo Maradona que poco después valía “10 palos verdes”, como cantaba orgullosa la hinchada xeneize. Y también el que en septiembre de 1983 recibió una patada descalificadora, jugando ya para el Barcelona, que le rompió el tobillo y casi termina con su auspiciosa carrera futbolística. Entre el primero y el último de estos Maradona transcurrieron apenas tres años. Y ese es el período que Nicolás Goldschmidt interpretó en Maradona: Sueño bendito, la serie producida por Amazon Prime Video que tenía fecha de estreno para octubre de 2020, pero que tras la pandemia y varios problemas de posproducción se podrá ver recién en el segundo semestre de este año, con estreno simultáneo en más de 240 países.
“De chico tenía una amiga que siempre me decía: ‘Vos sos el Diego’. Yo no me veía parecido, pero cuando me llamaron para hacer el casting de la serie, pensé que quizás tenía una oportunidad. Recién cuando hice una primera prueba caracterizado y me taparon el lunar que tengo acá, en el pómulo, me miré al espejo y ahí sí, no lo podía creer. ¡Era el Diego!”, cuenta Nicolás sobre lo que por ahora es el papel de su vida. “Por lo poco que vi, la serie va a ser una bomba”.
Nicolás nació en Choele Choel, Río Negro, dos meses después de que Maradona firmara con su zurda el Gol del Siglo en el estadio Azteca, en los cuartos de final de la Copa Mundial de México 86. “En mi casa siempre hubo un amor muy grande por él. Mi hermano era re maradoneano y tenía posters suyos colgados en la habitación”. Treinta y cuatro años después, a Nico le tocó ser el Diego. “Para el primer casting tenía que hacer una sola escena y la noche anterior me vi un solo video de él, una entrevista en Chile, cuando tenía 19 años. Copié el tono, la forma de hablar y no quise ver más nada. Ahí todavía no era el Maradona que todos conocimos después. Era un pibe común, con sus sueños, tímido ante las cámaras, miraba todo el tiempo para abajo. Fui con eso nada más, pensando en recrear a ese pibito simple que fue antes de convertirse en una leyenda”.
Nicolás dice que el desafío de ser Maradona fue constante. Las expectativas, ciertos momentos emocionales, la presión (“a veces no me podía dormir y cuando lograba dormir soñaba con el chabón”), pero asegura que lo más difícil fue fortalecer la zurda. “Primero tuve que afilar mucho la puntería con la zurda y después lograr la fuerza. Todo el laburo de construcción física tuvo su dificultad: comer mucho, entrenar bocha, darles a los gemelos, a la espalda, a los glúteos”.
Goldschmidt −que cuando llegó la pandemia se lucía en obras del off como Ametralladora, Coreomanía y Precarizada− fue un “chico Cris Morena” y su primer papel lo tuvo a los 10 años, en Chiquititas. “En esa época fue la única vez que vi a Diego en persona. Las hijas eran muy fanáticas del programa y vino a vernos al teatro y después hizo una comida para todos”.
¿Mientras filmabas no te lo cruzaste nunca?
No
¿Creés que a Maradona le hubiera gustado tu Maradona?
Eso es el punto suspensivo más grande. Pero bueno, por algo tuvo que ser así. Un amigo me dijo en el grupo que tenemos: “Nos perdimos de que el Diego te odie y te ame al mismo tiempo. Total. Hubiera sido así. Quedó ese anhelo de abrazarme con él y que me diga tal o cual cosa de alguna escena, pero bueno, tuvo que ser así y por algo es.
¿Qué se te pasó por la cabeza el día de su muerte?
Fue una locura. A mí me tomo unos días procesarlo. Hubo algo de eso de la negación, después el enojo… Recién dos días después pude hacer una bajada y entender lo que había pasado. Fue muy fuerte que en varios países se estuviera llorando a alguien que todos amaron. Tuve mucha mezcla de sensaciones, porque había cosas que eran como si las hubiera vivido, tenía otro acercamiento a su vida. Mucha gente me escribió diciéndome que esperaban que estuviera bien, como si se tratara de la muerte de un familiar.