Este mes debuta en el Cosquín Rock y en abril dará su primer show a gran escala en GEBA
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A los 22 años –el 12 de este mes, un día antes de debutar en el Cosquín Rock, cumple los 23–, a María Becerra le sobran los motivos para creérsela. Es cuestión de repasar todos los logros que consiguió a lo largo del año pasado: el título de la artista femenina argentina más escuchada en Spotify, una nominación en los Latin Grammy como Mejor Nuevo Artista, veintidós shows agotados en el Teatro Rivadavia con su Animal Tour, su participación en las dos canciones más escuchadas en el país, “Miénteme” con Tini y “Qué más pues” con J Balvin –que llegó a estar en el Top 10 global de Spotify–, y el anuncio de su primer show a gran escala en el Estadio GEBA el 14 de abril próximo. Y el mes pasado, con Tiago PZK, Nicki Nicole y Lit Killah, Becerra metió el primer hit de 2022, “Entre nosotros (remix)”, que alcanzó 25 millones de reproducciones en YouTube en su primera semana. Sin embargo, aunque sus triunfos la emocionan, mantiene un perfil bajo. “Al no tener las expectativas tan altas me sorprendo de todo lo que venga”, dice.
Es cierto que la explosión de su carrera musical en 2020 durante la cuarentena, que generó una ola de fama y reconocimiento internacional, fue una gran sorpresa para ella y todos los que la conocían, pero Becerra conoce la exposición desde muy chica. A los once años empezó a subir videos a Facebook de covers y castings que hacía para comedias y telenovelas. Tres años más tarde tuvo su primer viral y eso la impulsó a meterse en YouTube. Hija de un cardiólogo y de una maquilladora teatral, se crio en una casa de Quilmes rodeada de música. Ahí sonaban clásicos del rock como Creedence y Pink Floyd, por su padre, que cantaba y tocaba la guitarra, pero también Mariah Carey, Whitney Houston, Marco Antonio Solís y Luis Miguel, por su madre, una “romanticona hermosa” que le decía que algún día tenía que cantar como los artistas que escuchaban. Tenía que “cantarle a la vida”. “Era como un juego para nosotras, siempre era la estrella de mi mamá, ella me pedía que le haga shows”.
Y Becerra le hizo caso. Estudió canto en la academia de Valeria Lynch, tomó clases de baile y expresión corporal. A los 18 quedó para la obra Original, laboratorio de clones, en la que un científico creaba al hombre perfecto y ella hacía que este robot conociera el amor. Pero decidió dejarlo todo. “Me gustaba pero me consumía mucho tiempo, estaba en quinto año del colegio, me había quedado libre y dije: ‘Estoy dedicando mi vida a esto pero no es de lo que quiero vivir’, estaba hinchada los huevos”.
No sabía qué hacer. Quería vivir de la música pero se sentía insegura. Su madre y su representante le insistieron y decidió intentarlo. En septiembre de 2019 lanzó su primer EP, 222, su primer acercamiento al pop urbano, que recibió buenas críticas.
A pesar de que parecía encaminada en su verdadera vocación, Becerra estaba muy deprimida. Se había mudado sola a un monoambiente en Capital Federal y había decidido que si fracasaba como artista iba a ser profesora de canto. “Estaba re en una. Me despertaba triste, tomaba mucho. Había un agujero negro del que no podía salir”, recuerda. En una de “esas depres”, como ella le dice, se puso a tocar el teclado que usaba para vocalizar y aparecieron unos acordes que le gustaron. Sobre eso hizo la melodía del estribillo de lo que terminaría siendo “High”. Se grabó, le mandó el audio a su amigo y productor Big One y le pidió que haga un beat para la canción. Cuando estaba terminada, estuvo a punto de no sacarla porque el feedback entre sus conocidos no había sido el mejor. “Pero dije: ‘Ya fue, a mí me gusta, y si no le va como espero, no importa, saco otro’”. Pero el tema explotó y se convirtió en el primer hit de Becerra –hoy el video en YouTube tiene 65 millones de views– que después derivó en un remix todavía más exitoso con Tini Stoessel y la española Lola Índigo. “High” fue la soga que ayudó a Becerra a salir del momento oscuro que atravesaba.
A partir de ahí, su carrera como cantante ascendió a una velocidad furiosa. En febrero de 2021 sacó el EP Animal Pt.1, una saga que continuó en agosto con su primer disco. En el medio, J Balvin –uno de los artistas latinos más escuchados del mundo– la contactó por Instagram para que colabore con él. “Estaba de vacaciones y me llama mi representante y me dice: ‘¿María, vos no ves tu celular?’. Y me cuenta que lo llamó el mánager de J Balvin porque me había escrito y nunca le había respondido. Me había mandando: ‘hola ¿estás? No contestás’”. De esa historia que empezó con un desencuentro digital salió “Qué más pues”.
Becerra no está sola en eso de crecer sideralmente: ella es solo una de los y las exponentes de una camada de artistas argentinos que en los últimos cinco años conquistaron la industria de la música con géneros como el rap y el trap. “Estamos todos en la misma y siento que está muy piola esto que se formó de acompañarnos mucho”, dice. “Por ejemplo, yo me llevo re piola con el Acru. Y tener esos ‘ejemplares’ que están desde hace más tiempo que nosotros y que también son wachines igual, que nos aconsejen y que te centran un poco, de un cachetazo muchas veces, está buenísimo”.
Según Becerra, otro de esos “ejemplares” fuertes que tiene la escena es Duki. “Siento que él fue el eje de toda la movida que se empezó a armar, pero también siento que todos fuimos el eje de él en cuanto a su vida personal. Él siempre lo dice, que toda esta nueva camada llegó y le hizo superbien a su vida personal”, dice. “También siento que antes, al haber tan poquita movida de todo lo que era lo urbano, [al principio] había mucha gente que se aprovechaba. Todos empezamos tan wachines, y había mucho garca que se quería aprovechar. Mucho mal entorno, que al ser wachines es más fácil que te laven la cabeza”.