El Salmón recuerda en Rolling Stone su relación con Maradona
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Cuando cantamos en la puerta del predio de Ezeiza aún no éramos amigos con Diego, no nos conocíamos en persona... Él tenía esa forma humilde de tratar a las personas y a los artistas. Amaba la música, el canto y el baile. Trataba de forma dulce a todos los trabajadores, a los humildes y también a los rockeros. Fito [Páez] y Ale [Alejandro Avalis] venían anticipándome que me reservara, que me iban a presentar a “cierta persona”. Me contaron poco y nada para que fuera una sorpresa. Y lo fue.
Nunca pensé que íbamos a encontrarnos a Maradona en el predio de la Selección en Ezeiza. Ni que iba a estar la televisión, ni menos que íbamos a cantar. No lo supe hasta que llegamos ahí.
Como no fue posible entrar hasta la concentración nos quedamos ahí, en el descampado, en la puerta de entrada al predio. Era de noche ya. Le había dicho a Fito (mi típico reclamo inverso): “Pase lo que pase, no me hagas cantar, no me pidas cantar. No me des una guitarra, no me pidas cantar”.
No recuerdo mis letras, me gusta estar ensayado o tengo otro estilo que no es folclórico ni de cantautor. Tengo buena memoria pero es selectiva, una memoria que elige por su cuenta qué cosas me olvido.
No sé si pasaron diez minutos y ahí estábamos con Diego y con Fito y con las cámaras de televisión. Había una guitarra dando vueltas. Entonces se apagó la luz o lo que sea la clase de iluminación portátil que se utiliza para un programa de tele. Quedamos a oscuras no sé cuántos segundos. Cuando volvió la luz tenía la guitarra puesta, con estoicismo busqué en el bolsillo del pantalón una púa y cantamos.
Empiezo a cantar “Salud, dinero y amor” y –para mi sorpresa– me acuerdo la letra. El último verso lo cantamos a tres voces. Da gusto escuchar cómo entona Diego, que afina, y cómo encuentra la nota sin esfuerzo. Un talento mundial para muchas más cosas además de jugar a la pelota: para la música, para el baile y para transmitir energía peculiar e irrepetible.
Un par de semanas después de eso y antes del Mundial de Estados Unidos, Fito y Cecilia organizaron en su casa una reunión más “formal” por la noche, y cantamos un buen rato en el piano. Ahí conectamos, cantando y conversando encontramos la complicidad personal y propia. Nos “identificamos” y me sacó la ficha (como suele decirse). A partir de ahí ya nos tuvimos siempre en el radar, nos vimos más veces y en distintos países, siempre en nuestro propio ámbito personal y privado, clandestino. Compartimos un montón de cosas, pero casi nunca en público ni con cámaras. Para mi anterior cumpleaños me dedicó una frase (de la misma canción que cantamos aquella vez) y publicó una foto de su colección privada, creo que tomada en la cancha de Boca, un retrato casual muy bueno, especial.
Esta nota es parte del especial para coleccionistas dedicado a Diego Maradona de la serie Bookazines de Rolling Stone. Conseguila en los quioscos de diarios y revistas.