La figura del rock nacional escribe sobre el Diego y la relación que los unió desde que publicó el tema “Maradó” con Los Piojos
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Cuando me enteré de la muerte de Diego estaba de visita en lo de mi hija, en Uruguay, y sentí una tremenda tristeza. Mucho dolor. Es el día de hoy que sigo viendo imágenes de él joven. Una persona con mucho sol y mucha luna, mucha noche y mucho día. Me pareció un final muy triste.
Yo lo conocí en La Diosa, ya había salido “Maradó”, el tema de Los Piojos, y a través de Maru, que laburaba con la banda y era maestra jardinera de sus hijas, le había hecho llegar la canción en un demo, porque yo quería saber si él lo autorizaba. No quería hacer un tema que se llamara “Maradó” y que a él no le gustara o le jodiera por algo. Mi único y último temor era hacer algo que le cayera mal, porque era una loa hacia él y porque siempre lo amé.
Salimos con un amigo a La Diosa un domingo a la noche y en un momento me dicen que iba a venir Maradona. Cuando llegó, encaramos donde estaba, que era un espacio aparte, y cuando me ve me da un abrazo tremendo, de esos bien maradonianos, y me dice: “Gracias maestro por hacerme la canción. ¿Qué querés? Pedime lo que quieras”. Yo le dije que no quería nada y ahí justo salta mi amigo y le dice: “Que vengas a un show”. Yo estaba en otro planeta. “Listo, avisame cuándo tocan y voy”.
Nosotros justo tocábamos en Obras y vino. No lo podía creer. Al día siguiente me invitó al palco de Boca y me dijo que iba a volver al show que hacíamos esa noche también, porque quería que las hijas vieran cómo lo vitoreaba la gente, algo que no habían visto ellas. Porque cuando él salió al escenario con nosotros por primera vez, nadie sabía, y fue una ovación de minutos y minutos. Tremendo. Pero cuando llega al segundo show estaba con cara de culo, le pregunté qué le pasaba y me dijo: “No, es que la bruja no me dejó traer a las nenas porque mañana tienen clases”. Y ahí es donde le pide a Coppola que vaya a buscar los últimos botines que había usado y me los regala. No lo podía creer. Esa noche incluimos en la lista de temas “El farolito”, porque no la habíamos hecho el show anterior, y Diego nos dijo: “¿Cómo no van a hacer ‘El farolito’?”. Lo tocamos y lo invitamos otra vez al escenario y todo explotó por los aires.
Después nos vimos muchas veces, tocamos para el cumpleaños de Dalma, jugamos al golf, vino a comer asados a la quinta de Los Piojos. Nos reímos mucho juntos. Jugar al fútbol con él fue mágico. Ver de cerca esa zurda y las cosas que podía hacer con la pelota era algo increíble. Por ahí había un poste a 30 metros y decía: “Palo”. Y le pegaba al palo. Así, sin más. Era magia pura.
Yo era muy fana de él y con mi viejo lo veíamos siempre. Para mí era dueño de una magia única que, fuera como fuera el partido, si estaba él, podía pasar cualquier cosa. Yo empecé a escribir “Maradó” cuando lo detienen en el departamento de Caballito y lo terminé de armar cuando lo dejaron afuera del Mundial 94 de Estados Unidos. Un poco como toda esa cosa política frente a la magia de la pelota, lo contrasté con toda esa mentira del neoliberalismo, de Menem, de la joda loca, de eso que decía que íbamos a ser el Primer Mundo. Quería hablar de Maradona y la contrafigura de él, como ídolo, genio y representante de algo puro del juego del manejo de una pelota y la revancha de él contra los ingleses, contra el norte italiano y como estandarte de los que no tienen jeta. Yo vivía con mucho pesar todo ese discurso menemista, del éxito y de la farandulización. Me parecía nefasto, porque el pueblo se estaba cagando de hambre. Diego se pudo equivocar en un montón de cosas, de tan espontáneo que era. Pero él no se bancaba la careteada y representó siempre a los más carenciados. Por eso para todos nosotros Maradona siempre será mucho más que el mejor jugador de fútbol.
Esta nota es parte del especial para coleccionistas dedicado a Diego Maradona de la serie Bookazines de Rolling Stone. Conseguila en los quioscos de diarios y revistas.