El documental, dirigido por Nicolás Tacconi, reconstruye el surgimiento de la escena rock en Hurlingham antes de la aparición de la figura de Luca Prodan
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¿Qué había acá antes de Sumo? Esa es la premisa de Los rayos, el documental dirigido por Nicolás Tacconi que reconstruye la prehistoria del surgimiento de la escena rock en Hurlingham. Los hechos que devinieron en Sumo. Con múltiples voces, narra cómo fueron los años 70 en este suburbio con aires británicos anclado en el oeste del conurbano. Cómo un grupo de adolescentes se determinó a hacer música a pesar de las dictaduras, los prejuicios de la época y la falta de recursos.
“Sumo es increíble”, dice Tacconi, de 46 años. “Pero antes hubo un momento de decisión. Medio de salto al vacío y de decir ‘me dedico a hacer música’, con todo lo que implicaba en ese momento”.
Con una estética visual y climática que convierte cada entrevista en una charla íntima —casi casual—, la amalgama de personajes da forma a la historia. Pasan frente a cámara desde los que estuvieron muy cerca de la explosión de Luca Prodan —Tito Fargo, Diego Arnedo, Ricardo Mollo y Germán Daffuncio—, hasta un excéntrico coleccionista musical de la ciudad que devela grabaciones memorables, pasando por Mario Ferrarese —creador de FM Triac, la radio pirata y rocker del lugar—, plomos, DJ y músicos de la zona —como el Tano Salmos, Leandro Carrizo y Willy Marconi—, que formaron las bandas que precedieron a Sumo: Oiga Diga, La Corte del Rey Artane, Salmos y La Hurlingham Reggae Band.
“Queríamos que todos los personajes tuvieran el mismo protagonismo”, resalta el director, que trabajó tres años en la película. “Todos eran lo mismo en la historia. Y eso se sostiene por el espíritu que reconstruyen. Todos se hicieron con mucho rebusque y fueron parte de algo”.
En los personajes está el oro del film. Reviven la memoria colectiva de aquel tiempo que fue hermoso. Un tiempo donde forjaron su libertad y espíritu. Con sensibilidad y maestría, Tacconi capta ese espíritu entre hippie y rebelde. Cuando estás llegando al final y todavía no aparecieron “los Sumo” estás tan inmerso en el cuento que no importa quién va a aparecer después —si trascendió el barrio o no—: solo querés saber cómo sigue la historia, y eso es magia narrativa. Una luz que también brilla en la forma en que expone los sucesos y a sus protagonistas, no les fuerza una épica ni glorifica: los muestra, sencillos y despojados, y los pone a hablar.
“Si ellos no hubieran hecho todo eso, después no habría pasado lo otro”, dice Tacconi sobre la gestación del rock en Hurlingham, la ciudad en la que se crio desde los 9 años. “Haber elegido ser músicos y pasar las cosas que nos contaron. Salían a poner un cartel y les pegaban. Era una locura. Les pisaban las manos por ser músicos. Y en sus casas tampoco era tan fácil elegir eso. Lo dice Arnedo en la película. Era una convicción muy grande”.
A un conductor de radio interpretado por Fernando “Popa” Arnedo —sobrino de Diego— le dicen que en una semana su programa sale del aire. Entonces, casi a modo de despedida, decide repasar la historia de la música de su lugar, Hurlingham. Con esa clave de ficción que se imprime desde el inicio, Los rayos comienza a desplegarse como un documental poco convencional.
“Nos parecía bueno el cruce. Más interesante y fluido”, explica Tacconi, sobre la mixtura de ficción y documental. “Como una manera más entretenida de contar y podíamos poner otras cosas que reforzarán una idea que teníamos de que se hablara de la libertad y el coraje de elegir un camino propio en algo”.
Popa y Tacconi se conocen desde la escuela primaria y tuvieron un programa en FM Triac que se llamó Lo que el cuerpo pide, nombre que retoma la película. Durante esos años Tacconi escribió un germen del guion de Los rayos, que comenzó a producir recién en 2017.
Popa dice que se puso frente a la cámara porque Tacconi es su amigo y ya habían trabajado juntos —en 2013 hicieron Aire de chacarera, un documental sobre Mario Arnedo Gallo, el abuelo de Popa—. “Nos repartimos cosas en lo que vamos haciendo”, dice Tacconi. “Él está en la parte de hablar y yo estoy más afuera. Y eso nos funciona bien”.
Popa era un niño en el tiempo que cuenta Los rayos. Le gusta decir que veía ensayar a Sumo en la casa de su abuela, que era el pibe de la escuela que tenía el tío rockero —lo que para unos era alucinante y para otros estigmatizante—, que Triac —la radio por donde todo pasaba— quedaba a cuarenta metros de su casa. Ese lazo de Popa con la historia es fundamental para el clima que genera Tacconi. El intimismo de cada charla.
“A muchos de los personajes que aparecen los veo hace años”, dice Popa. “Por eso hay calidez en las charlas. Ellos no se sentaban con una postura dura. Y, un poco por haber vivido de costado la historia, sabía por dónde ir”.
Popa nació, creció y vive en Hurlingham, un lugar que cree “es medio un pueblo”. Ahí las casas son de estilo inglés, hay espacios verdes amplios con árboles gigantes y coposos y considerable porcentaje de ascendencia británica. Por eso, en los años de gestación de la escena, era un lugar donde llegaban con relativa facilidad discos y data de la música del Reino Unido —los ciudadanos resaltan, y en Los rayos se menciona que en la zona vivían personas que solían viajar al exterior—. Ese fue uno de los componentes de la chispa rockera del lugar. Popa suma otro: “Había una serie de tipos con inquietudes. Como quizás los había también en otros lados, pero acá se dio la química entre ellos. Y después cae Luca, como un rayo”, dice. “Acá había como un rock más pesado que el que sonaba en esa época, tipo Sui Generis. Y con Luca explotó. Agarró a esos pibes, que eran buenos músicos, y con toda la música que tenía en la cabeza, ajustó un poco y salieron todos como cañitas voladoras”.
Para reforzar la doble faceta ficción-documental, Los rayos cuenta con Esteban Bigliardi como partener de Popa. Haciendo de una especie de productor y co.conductor del programa de radio, Bigliardi aporta un aire introspectivo, de pausa y reflexión sobre lo que esos personajes van contando. “Esteban es actor e iba a estar más suelto”, cuenta Tacconi sobre la inclusión de Bigliardi, otro amigo de la infancia de Hurlingham. “Ayudaba a que Popa tuviera con quién interactuar”.
La conexión de Popa con los entrevistados, el aporte actoral de Bigliardi, la música y el peso de la historia fueron los elementos que Tacconi hizo engranar para que el relato fluyera. Lo hizo con delicadeza visual (gran trabajo de fotografía de Lucio Bonelli y de montaje en manos de Andrés Tambornino); y sonora, donde cada canción que suena es tocada en el momento justo para acentuar el clima.
Los rayos se estrenó cuando las salas volvieron a abrir este año. Inició una recorrida por carteleras federales, pero la segunda ola se la llevó puesta: estuvo dos días en cartel. Este mes —el sábado 10— tendrá su revancha vía Ticketek, una fecha esperada en Hurlingham, donde el documental se convirtió en tema de conversación. Tacconi y Popa destacan el rebote que tuvo la película con pocos días de exhibición.
Sobre esos personajes que protagonizan el relato y están entre los más ansiosos para masificar el documental, Popa destaca lo que es, en esencia, el espíritu de Los rayos: “Estos tipos tuvieron una fuerza muy copada, un impulso muy revolucionario para la época”.