Ana Poluyan, Gabriel Goncalves y “Pocho” Rocca, managers de Los Pericos, La Renga, Los Piojos y Ciro y Los Persas, cuentan cómo transitaron un año sin shows en vivo y hablan de ACMMA, la entidad que los nuclea
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No son caras conocidas, pero son los que deciden en muchos aspectos el destino de tres de las bandas de rock más populares del país. Durante mucho tiempo se mantuvieron en las sombras, detrás de los escenarios, cultivando el bajo perfil, pero cinco años atrás dieron un paso al frente y junto a varios colegas crearon la Asociación Civil de Managers Musicales Argentinos (Acmma), a través de la cual se plantearon como objetivo primario “poner en valor la industria de la música y equipararla con otras actividades culturales”.
Ana Poluyan (Los Pericos), Gabriel Goncalves (La Renga) y “Pocho” Rocca (Los Piojos, Ciro y Los Persas) aseguran que es la primera vez que posan para una producción fotográfica, que esto no es lo suyo, pero que aceptaron la propuesta de ROLLING STONE para visibilizar la problemática del sector, porque la situación de la música en vivo tras un año de pandemia es crítica. “La música en vivo fue la primera en cerrar y probablemente sea la última en volver a abrir”. La sentencia fue hecha hace exactamente un año, a través de un spot producido por Acmma, que ponderaba eso que hoy la publicidad gubernamental define como “la cuidadanía”, instando a quedarse en casa, con la esperanza de que pronto el mundo volviera a ser el que fue, pero al mismo tiempo dejando en claro lo duro que sería 2020 para los aproximadamente 500.000 trabajadores dependientes de la industria de la música. “Hoy ese video sigue tan vigente como entonces”, dice Poluyan, manager de Los Pericos desde 2003, primera presidenta de Acmma y actual vicepresidenta de la asociación. “Porque si bien en los últimos meses pareció que la música volvió a los escenarios, es solo una falsa realidad. El trabajo con aforos reducidos es vocacional, es para no quemarte la cabeza en tu casa y para que labure la cadena de valor (técnicos, asistentes, fleteros, sonidistas y todos los que trabajan alrededor de la música), pero no rinde. No cierra. Por más que a todos nos haya gustado colgar el cartelito de ‘sold out’ en los shows del verano, esos shows eran para 250 personas. Está bien a nivel publicitario, pero tenemos que ser conscientes de que la música en vivo no volvió a abrir, con estos aforos reducidos todavía está en la misma instancia que comentamos en ese video hace ya un año. Más allá de que desde Acmma priorizamos la salud y sabemos que el asunto está cada vez más bravo, que los números de contagios son muy desalentadores y que tenemos que cuidarnos, la situación es muy preocupante para todos los que trabajamos con la música. Y no solo desde el aspecto económico, sino también desde lo psicológico”.
Goncalves: Claro. Porque el coronavirus lo que trae para muchos de este rubro, que no pueden salir a hacer lo único o lo que mejor saben hacer, no es solo el problema epidemiológico, sino también lo que pasa en sus cabezas, debido a no tener un horizonte, no poder programar nada. Hay muchos chicos que están teniendo este problema. Tenemos que apuntalar también ese plano psicológico de todos los que trabajamos en esta industria, en la que estamos acostumbrados a lo creativo, a crear y a inventar… El encierro y la soledad que provoca esta enfermedad está generando un montón de problemas desde lo psicológico.
Ustedes como managers también tienen que ser un poco psicólogos de sus músicos…
Goncalves: Yo lo comparo con los directores técnicos en el fútbol, muchas veces el rol que tenemos es mantener todo funcionando, que todas las personas que integran el grupo lleguen a su lugar y tengan las mejores condiciones para que esa persona disfrute. ¿Por qué nos metimos en esto nosotros? Yo entré a la música porque la música era el lugar que me despejaba de todo lo demás y me divertía y me hacía sentir que estaba en un lugar totalmente distinto al que la sociedad me mostraba. Llegaba a este lugar y me despejaba de todo. Eso es lo que trato todo el tiempo de hacer. No solo con la banda, sino con el entorno también.
Poluyan: Sin dudas que como managers ocupamos un poco el rol del psicólogo, somos quienes tienen que mantener viva la llama creativa de los artistas y que todo el grupo de trabajo esté cómodo, que todos tengan lo que necesitan para subsistir. Por eso sabemos que, si se vuelve a cortar todo, va a ser muy difícil sostener a la gente desde la cabeza. Es fundamental pensar en proyectos e ideas. Para poder superar este año, nos inventábamos reuniones por streaming.
Goncalves: En lo psicológico eso me salvó. Poder proyectar y ver qué hacer con todo esto, a través de Acmma, nos puso en funcionamiento, que es lo que sabemos hacer. No tenemos otra herramienta. Porque, en definitiva, es la música y el arte lo que nos trajo hasta acá.
El mes próximo Acmma cumplirá cinco años al servicio de la comunidad musical y sus trabajadores y cuenta actualmente con cerca de 200 miembros, entre los que se encuentran managers de artistas de todos los géneros, consagrados y emergentes, de Massacre a Marilina Bertoldi, pasando por Soledad, Los Caligaris, Estelares, La Bomba de Tiempo, Fito Páez, La Orquesta Delio Valdez, Las Pelotas y Miranda!. “Si no hubiéramos creado Acmma antes, con la pandemia la hubiésemos tenido que crear. Por suerte, esta crisis nos agarró unidos y organizados”, dice Poluyan. “A la música en vivo le faltaba una asociación así para poder estructurar políticas, para ver en qué situación estábamos, para poder interactuar con el gobierno. Y así lo hicimos. Fue un impulso que sueltos no lo hubiéramos logrado jamás. Además, por ahí nosotros tres podríamos haber no trabajado en este tiempo, si nuestras cabezas nos lo hubieran permitido, pero hay mucha gente que no está en la misma situación. Y no estoy hablando solo de un sonidista o un técnico, sé de músicos superreconocidos que hoy están desarrollando otras profesiones y oficios”.
Rocca: Mercado Libre está que arde.
Poluyan: Ni hablar, lo que se está vendiendo de instrumentos es impresionante. Y yo no sé si la gente que está laburando de otra cosa va a volver a hacer música, más allá de la creatividad artística que esa gente está volcando en hacer otras cosas. Creo que fue vital tener la asociación y estamos interlocutando con un montón de gente que no es socia y dialogamos y nos sentamos con todos.
Goncalves: Armamos un chat que es de managers y que no incluye solo a los que estamos en Acmma, sino a todos los que quieran participar, y ahí se ve todo lo que está pasando en el sector y nos tratamos de ayudar. Acmma fue una pieza fundacional y fundamental para que tengamos esta posibilidad de hablar todo el tiempo. Con Pocho venimos trabajando hace un montón de años, pero eran actos aislados, no teníamos el lugar donde nuclearnos y darnos cuenta de que la mayoría de los problemas eran comunes a todos. Eso nos dio la posibilidad de visibilizarnos en un colectivo y desde ahí poder plantear todos los problemas hacia los demás. Nos tenemos que unir, los técnicos, los sonidistas, la gente de escenario, de las luces, todos tenemos que armar esta industria en algún lugar que nos agrupe, donde tengamos nuestras obras sociales y todo lo que ayude a los que trabajamos en esto. Hoy no lo tenemos. Nuestra banda armó una sociedad internamente, como todos, pero mis empleados están registrados como empleados de comercio. Y no lo son. Tenemos que tener un lugar que nos cobije y que nos cuide de acuerdo a las características de nuestra profesión. Algo que no existe. Ni siquiera en los transportes. Todos los que viajan con nosotros de gira son familia, hermanos que trabajan hace años con nosotros y sabemos que los micros están preparados para lo que necesitamos, pero no hay una legislación que los ampare, no hay una habilitación para estos micros. No tiene un lugar para enmarcarlos en la ley, entonces entran como casas rodantes u otras cosas, pero que no tienen que ver con nuestro sector. Estos micros que se necesitan para viajar, para ir de gira un fin de semana o quince días, no tienen una habilitación como tiene que ser, para que estemos todos protegidos.
Poluyan: Por eso hoy estamos con distintas comisiones para los diferentes temas relativos a nuestra problemática y, en especial, con un pedido de un plan de fomento integral de la música en vivo con el gobierno, que nos está escuchando y esperamos tener novedades al respecto pronto.
¿Cómo ha sido el diálogo con el gobierno?
Poluyan: El contacto fue permanente. El gobierno nos escuchó un montón y tuvimos buen diálogo todo el año. Fuimos a la Rosada, con Pocho, estuvimos con la Jefatura de Gabinete, hasta con Marcó del Pont, con Cultura, tuvimos una reunión muy buena a fines de marzo con el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. Nos escuchan y están sobre la situación.
¿Y cómo sería ese plan de fomento?
Poluyan: La idea es armar un plan de fomento integral, de políticas públicas que incluyan varias cosas: sostener el plan de becas que se están otorgando, hacer algunos ajustes impositivos para equipararnos con otras actividades culturales, donde estamos muy bien encaminados. Porque el libro no tiene impuestos, el cine tiene un instituto que le subsidia miles y miles de millones de pesos y el teatro también está exento de algunas cosas. Lo que pretendemos es equipararnos impositivamente con el teatro. Eso podría ser un empujón. Además, pedimos que haya una política de fomento de exportación. Vuelvo a hacer hincapié en toda la música que no se está haciendo, y lo hablo desde el punto de vista del músico emergente. Porque todos esos pibes que hoy no tienen ningún lugar para tocar, es música que no vamos a escuchar dentro de tres o cinco años. Ese semillero de gente, que está en su casa con el celular porque no puede ir al centro cultural de su barrio para tocar, es música que nos estamos perdiendo. Hoy se está generando un agujero cultural que vamos a observar dentro de un par de años. Por eso hay que fomentar por todos lados, por abajo para que los pibes puedan trabajar, hay que equiparar impositivamente para que los de arriba puedan también laburar y hay que fomentar todo lo que sea difusión de música nacional.
Rocca: Especialmente pensando en la exportación de la música argentina.
Poluyan: Claro, hoy para una banda salir del país es imposible. Si quiero ir a Uruguay a hacer un show, para poder salir con una guitarra tengo que pagarle a un despachante de Aduana 1.500 dólares. Como si a un médico le cobraran por salir del país con su estetoscopio. En vez de incentivar están poniendo trabas, que además son burocráticas porque ese dinero ni siquiera va a las arcas del gobierno, porque está privatizado.
“Los managers forran los tapizados de sus autos con la piel de sus músicos”. La filosa frase de Charly García tenía un único destinatario, por entonces su ex manager Daniel Grinbank, pero al mismo tiempo puso en palabras una generalización que se construyó como verdad absoluta en los años 80: los managers son el enemigo número uno del músico, son los que lo engañan y le roban a sus espaldas. “Del primero que se dijo eso fue del manager de Led Zeppelin, y no tenía nada que ver, todo lo contrario”, dice Gaby, quien en los inicios del trío de Mataderos entró en la banda como sonidista, “pero como laburaba en el centro, me pidieron si podía ir a preguntar a los lugares para ver si podían tocar. Así, poco a poco me convertí en manager. A fines de los 80 el manager era eso, un amigo que acompañaba y sabía qué era lo que los demás querían. Nadie me dijo cómo hacerlo y fui aprendiendo en el camino. No tuve la suerte de tener esto que tenemos hoy, de poder juntarnos y que otros managers hablen con vos y te transmitan sus enseñanzas”.
Rocca: En mi caso fue algo parecido. Primero fui asistente de Los Piojos, después plomo, stage y después manager porque se fue el que estaba y empecé a hacer los shows yo porque al ser el stage manager tenía los contactos. Me dijeron que ocupara ese rol hasta que consiguieran un manager y así quedé. Eso fue en 1994. Con Gaby, Killing (Castro, de Divididos), con Ana, con Cristian Merchot, con la “Negra” Poli (Redondos), con Timmy (McKern, Las Pelotas) intercambiamos mucha data y ese intercambio empezó a existir con nuestra generación, porque no ocultamos la información. En una época los managers eran muy cerrados. Nosotros nos juntamos y ahora a través de Acmma hacemos unas mentorías, que me encanta hacerlas, porque vienen pibes que ni siquiera saben si quieren ser o no managers y yo les cuento anécdotas o situaciones. El nivel de información que tienen los chicos que vienen es totalmente diferente a nuestra época. Nosotros descubrimos cosas del negocio en sí porque crecíamos y lo hacíamos. Nadie te decía cómo se hacían las cosas, cómo trabajar con las compañías, con Sadaic.
¿Qué les aconsejás a los que empiezan con esas mentorías?
Rocca: Ellos ya están mucho más informados que cuando empezamos nosotros, que tuvimos que descubrir la información por nuestra cuenta. Por eso yo empiezo desde algo más personal, da para contar más desde la anécdota y de la experiencia y especialmente de ver si realmente quieren ser managers. Porque a uno le tiene que gustar hacer esto. Yo me siento un privilegiado y disfruto de viajar, de las giras. Siempre lo digo, me voy a morir arriba de un micro de gira. Lo siento así. El día que no lo sienta, me bajo. Disfrutamos mucho de jugar, de hablar, salen muchas cosas interesantes en esos momentos.
Goncalves: Por eso estamos buscando que haya una ley que nos proteja y que los seguros nos protejan. En cuanto a lo de las mentorías, para mí se trata del intercambio de información, de uno y otro lado, no solo para el pibe que está empezando, porque él también te aporta información que te nutre. Es compartir y crecer juntos. Hoy con las nuevas tecnologías los pibes lo tienen mamado y lo están creando y te lo comparten y uno les devuelve su experiencia desde otro lugar por lo que viviste. Eso es lo más importante de la comunicación. Antes se pensaba que esconder información te iba a hacer crecer y al otro no, pero es mentira, eso achica a los dos. El compartir hace que todos crezcamos.
Poluyan: Además nosotros tenemos una manera muy familiar de trabajar con nuestras bandas. No es que vamos a laburar con uno con un porcentaje o lo que sea. Eso existe también, pero me parece que, justo en esta mesa, somos como familia. Yo empecé siendo manager por casualidad. Con una socia teníamos una productora de eventos y, cuando se fue Bahiano de la banda, les alquilé esta oficina a Los Pericos para que hicieran lo que quisieran, para que se juntaran y pensaran cómo iban a seguir. A las dos semanas sonó el teléfono y era un peruano que quería contratar un show y le dije: “Pero mirá que cambió el cantante”, medio como chiste, porque todavía no sabían quién lo iba a reemplazar, y me pidió condiciones y se las pasé. Bajé y les dije: “Hay un show en Perú”. Y ahí arranqué, medio de casualidad, en 2003. Al lado de ellos soy una bebé…
Gaby sostiene que el rol del manager, y del músico mismo, cambió a partir de los años 90. “Antes las compañías eran importantes para el crecimiento de las bandas y en un momento desaparecieron y las bandas crecieron cada una con sus propias fuerzas y ahí el manager pasó a ser productor, manager, sello discográfico”.
Rocca: En nuestro caso fue una elección también, una decisión grupal el tomar el camino de la independencia, marcado quizás por gente como Poli, Indio, inclusive Manu Chao. Después cada uno construyó su camino desde ahí.
Poluyan: Creo que creció en importancia el rol del manager porque cada vez hay más cosas que cubrir. Hay más frentes abiertos.
Goncalves: La mayoría de las bandas, cuando empezaron a crecer, se tuvieron que producir solas.
Rocca: Tuvimos que improvisar mucho para poder hacer shows, tuvimos que ir a lugares que no estaban habilitados para eso, convencer al municipio.
Goncalves: Y seguimos así. Los estadios de fútbol, de básquet, no son lugares preparados para la música o para el arte. Uno tiene que ir y acondicionarlos. Córdoba es el lugar que tiene más lugares preparados específicamente para el arte, donde encontrás un escenario, camarines, baños… En el resto del país no hay tantos lugares preparados. Avanzar en esa dirección también es algo de lo que nos queremos ocupar desde la asociación.
Poluyan: En ese sentido, la pandemia nos hizo retroceder mucho. Fijate el caso de El Orfeo, en Córdoba, que era un espacio especialmente construido para conciertos y ahora van a hacer un emprendimiento inmobiliario. El dueño se olvida la parte romántica y hace un edificio de oficinas. Eso también habla de la crisis de la industria. ¿Cómo están preparados para la segunda ola y las nuevas medidas restrictivas?
Rocca: Preparados estamos porque hay más conocimiento del Covid y las cepas y todo y lo que creo en lo personal es que hicimos bien las cosas. Por eso tendríamos que poder mantener nuestro trabajo, priorizando lo sanitario como lo estamos haciendo, porque la gente lo necesita y porque somos una industria.
Poluyan: Y porque los protocolos son seguros. Nadie se contagió en los shows que estuvimos haciendo. Ir a un concierto con los protocolos que tenemos es realmente seguro, incluso más que ir a una panadería, que están llenas de gente sin barbijo, haciendo cola uno pegado al otro. Es importante destacar el laburo que se hizo en protocolos y la operatividad con la que todos nosotros como productores supimos acatar las normas. De todas formas, me parece que hay que mirar todo el tiempo el semáforo epidemiológico. Siento que va a ser un año complejo y por eso tenemos que pedir otras herramientas que ayuden a la subsistencia de toda la cadena de valor mientras haya que trabajar con aforos reducidos o no trabajar directamente.
El proceso gradual de ampliación de géneros que transita la industria musical en los últimos años no ha sido ajeno a los managers, y cada vez son más las mujeres que se ponen al frente de esta suerte de pymes que resultan ser las bandas de rock hoy día. “En lo personal, sinceramente nunca sentí el tema del género como un peso, sobre todo en Argentina”, asegura Poluyan. “Sí me costó más en países como México o Colombia, que son países con los que trabajamos mucho. Probablemente más del 50 por ciento de nuestro trabajo esté ahí. En México, hace unos años, los tipos que nos habían contratado hablaban directamente con el asistente de escenario, no querían hablar conmigo. Imaginate, no solo era mujer, sino güera (rubia y de tez blanca), peor todavía. Pero fui afortunada, no a todas les ha pasado. No creo que sea general, pero para mí fue fácil hacer mi camino en este rubro”.
¿Te acordás de alguna situación difícil que tuviste que afrontar?
Poluyán: Una vez tuve que salir corriendo de Tijuana porque me amenazaron de muerte, con armas sobre la mesa. Querían que tocáramos y no había sonido, era una cosa ridícula. Tenían una consola de ocho canales y querían que tocáramos con eso. Yo le dije que no se podía y el pibe sacó un chumbo. Fue una situación muy violenta. Le dije que se quedara tranquilo, que iba a buscar a los músicos al hotel. Me tomé un taxi y me fui derecho a alquilar un micro y por el Nextel los llamé a todos para que salieran del hotel. Cuando llegué, los cargué a todos en el camión y nos fuimos al aeropuerto. Sentí que ese podía ser un lugar seguro. Llamamos a una conferencia de prensa y nos fuimos. Esa vez tuve miedo, fue fea en serio.
¿Y ustedes? ¿Cuáles fueron las situaciones más complicadas que vivieron como managers?
Rocca: En mi caso fue la separación de Los Piojos después de 20 años y volver a empezar con Ciro y Los Persas. Eso fue fuerte, porque crecimos juntos, hubo mucho movimiento, vivíamos juntos y nos manejábamos casi como un matrimonio. Fue fuerte tanto en lo emocional como en lo humano. Después también pasaron cosas en diferentes shows… Me acuerdo de un accidente de un auto en el que iban unos pibes a Junín y cuando te enterás de esas cosas te pega fuerte. Porque sentís una responsabilidad más humana que desde lo que pudo haber pasado con un auto que chocó.
Goncalves: Para nosotros lo más duro fue Cromañón. Todos teníamos amigos o conocidos ahí, chicos que iban a vernos...
Rocca: Vos fuiste a la puerta esa misma noche.
Goncalves: Sí, porque estaba laburando nuestro sonidista. Yo iba a ir con mi hijo Mati, que era chico, pero justo era el cumpleaños de un sobrino y se nos hizo tarde. Cuando estábamos llegando a casa escuchamos la noticia por la radio y me fui para allá para ver en qué podíamos ayudar. Los accidentes son momentos muy duros. Creo que también es una deuda pendiente que tenemos como sociedad de no haber hablado y saneado Cromañón todavía. Como sociedad todavía tenemos que darle un cambio, el más importante creo que fue la actitud de la gente y de los músicos y de los que trabajamos en esta industria ante la situación, pero no fue algo coordinado entre todos para pensar en cómo hacer para que esto no vuelva a suceder. La primera medida que se tomó fue cerrar todo y eso lo único que demostró es que lo que estaba pasando en el país estaba todo mal. Nos debemos una reflexión acerca de Cromañón para que no vuelva a ocurrir.
¿Vos creés que podría volver a pasar algo parecido?
Goncalves: No sé si lo mismo, pero pienso que se están tomando muchas medidas unilaterales, personales, un montón de gente tomamos conciencia para tratar de que no vuelva a ocurrir, pero no en el sentido global. Porque Cromañón fue mucho más que los problemas que ocasionaron eso, fue algo que tuvo que ver con la sociedad, con el protagonismo que cada uno quiere adquirir cuando vamos a un evento y ese protagonismo está cada vez más exacerbado. Hoy no solo el protagonista es el que está en el escenario, sino también uno que está entre el público filmándose y todo eso genera una distorsión de las cosas que a veces hace que se ponga peligroso el asunto. No importa lo que hagas, pero mientras salgas en cámara está bien. A mi entender, el protagonismo artístico, el importante, no es la destrucción sino la construcción. Cuando le apostamos a la destrucción se pone difícil. Pero te repito, no hablo solo del público ni del artista ni del dueño del local, sino de la sociedad, en todo sentido estamos buscando ese protagonismo, uno lo ve en las redes sociales, en la agresividad que hay ahí, sobre cualquier tema. Todos están con una agresividad tremenda y todos le dicen al otro lo que tiene que hacer, pero nadie hace lo que dice que hay que hacer.