La actriz y escritora acaba de publicar su primera novela, “Cómo me enamoré de Nicolas Cage”, escrita en inglés y traducida por ella misma al castellano
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Carla Quevedo confiesa que a veces puede ser demasiado exigente consigo misma. A pesar de que trabajó en teatro, cine y televisión con directores, actrices y guionistas consagrados, se define como “casi famosa”. De hecho, decidió volver a Argentina en febrero de 2020 después de años trabajando en Nueva York y Hollywood porque hizo un clic. Descubrió que ya no estaba dispuesta a aceptar el ritmo de vida que le imponía una carrera en el exterior. Ahora, instalada en Buenos Aires, publica su primera novela, Cómo me enamoré de Nicolas Cage (Ediciones B), una historia de amor y obsesión entre una actriz y un rockstar famosísimo, que empezó a escribir en inglés durante su estadía en Estados Unidos. Sobre el proceso, cuenta: “En 2020 la releí entera en un avión y entendí por qué no la había publicado antes y por qué tenía que ser yo quien la tradujera”. Lo que en la superficie parece una historia de desencuentro amoroso se convierte, a medida que pasan las páginas, en una reflexión intensa sobre la soledad, la distancia, la autoexigencia, y de dónde sale nuestra obsesión por el amor perfecto.
¿Cómo se relacionan tu parte actriz con tu parte escritora?
Son dos facetas distintas, sobre todo en la manera de contar una historia. Me encanta trabajar como actriz, pero me siento instrumento para contar la historia de otros, guionistas, directores, autoras. Me gusta meterme en los zapatos de otro y ser intérprete, que me digan qué quieren que logre; para mí es un desafío. Pero soy una voz que se presta para otro. La escritura es algo con lo que me siento mucho más conectada a nivel personal, donde tomo la palabra, más allá de que la ponga en voz de una narradora o un personaje. Soy yo quien decide qué historia contar, qué quiero decir y cómo lo quiero decir.
¿Cuánto pusiste de tu propia vida para darle voz a Marta, la protagonista?
Les suelo escapar a las definiciones porque son bastante bastardas, porque como todo no zafan del estigma. Técnicamente sería una autoficción, en tanto es una ficción que parte de una vivencia mía. No sabría qué porcentaje es mi vida y cuánto no. Siempre que contás una historia tiene algo de verdad y de mentira. Empecé a escribirla hace diez años. La escribí en inglés, cuando vivía allá. La traduje, pero esa traducción, como siempre, terminó siendo una reescritura. Para mí contar un recuerdo tal como fue es tanto o más difícil que escribir una ficción. No me parece que importe demasiado. Después que cada uno lea lo que quiera leer y crea lo que quiera creer. Está bueno dejar la lectura abierta.
Marta piensa mucho en la novia del tipo que le gusta y el odio que le tiene y lo que pasa con otras mujeres en general. ¿Quisiste enfatizar eso?
No quería contar sobre una mina que es re sorora y re deconstruida. Para mí no fue así y para la gran mayoría de nosotras no fue así, incluso las mujeres más feministas tuvieron que hacer un proceso. Lo que sucede hoy es una ganancia de años de lucha. Todavía veo una mina linda y lo primero que hago es odiarla, miro fotos y hago zoom pensando que seguro tiene estrías y todo lo que yo odio de mí lo proyecto en esa mujer que, como es más bella, seguro es más feliz. Es jodido porque ahí anida la idea de que un hombre va a venir a salvarme. Hasta que un hombre no diga “vos valés la pena”, no valgo nada. Eso es lo que sucede en todas las películas que vi en la infancia y las novelas que leía, son los cuentos que nos cuentan. Me parecía interesante, más que poner una Marta que ya hizo ese proceso, mostrar a alguien que cree en el amor romántico y va a terminar dándosela contra la pared.
Al mismo tiempo que decidías cambiar tu vida y volver a Argentina, estalló la pandemia. ¿Cómo la viviste?
Fue muy dura a nivel salud mental, sobre todo. Vine decidida a tomar las riendas de mi vida, no estar más sola y, bueno, como todo el resto del mundo, terminé encerrada y sola igual. Toda esa situación de tanto miedo me terminó afectando mucho. Volví a tener episodios que hacía años no tenía, algo que le pasó a mucha gente con historial de salud mental, la gran mayoría de la gente que conozco tuvo que volver a recurrir a tratamientos o empezar por primera vez. Al principio me cagaba de risa pensando que iban a ser dos semanas. Bueno, no fue así. Terminé sufriendo muchísimo. Por suerte pude pedir ayuda y salir de a poco de ese lugar. Ahora, por suerte, estoy super bien.