El músico mexicano habló de la escena de rock latino, el documental Rompan todo y la madurez de Zoé como grupo
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Cuando el mundo se detuvo, en marzo de 2020, León Larregui estaba de gira, cantando “Disco eterno”, como parte del superproducido tour que había devuelto, al menos por un par de días, a Soda Stereo a los escenarios latinoamericanos, con Zeta Bosio, Charly Alberti, Richard Coleman, consagrados cantantes invitados de aquí y de allá, y Gustavo Cerati sumando su voz desde las pantallas. “Recuerdo esos conciertos como si hubieran sido en otra era. ¿Quién sabe cuándo se podrán volver a hacer conciertos con tantos miles de personas? Lo viví con mucha emoción, fue lo máximo. Compartir con los Soda y todos esos músicos maravillosos. La estábamos pasando bomba. Más que nada con [Adrián] Dárgelos, que es muy amigo, nos la pasamos de arriba para abajo. Es de los últimos recuerdos de rock and roll que tengo”, dice Larregui, voz de la banda mexicana Zoé, que acaba de editar su séptimo álbum de estudio, Sonidos de karmática resonancia, a meses nomás de la salida de Reversiones, el disco en el que artistas como Mon Laferte, Juanes, Andrés Calamaro y Meme del Real, de Café Tacuba, reformularon el repertorio de la banda. “Es un proyecto que se inventó la discográfica y nos pareció muy interesante escuchar canciones de Zoé hechas en otros géneros. Las que están más alejadas del original son nuestras favoritas”.
Cuando empezaste a componer canciones, ¿soñabas con que algún artista reconocido en especial las cantara?
No en particular. Lo que yo siempre soñaba, que ya sucede y es maravilloso, es escuchar mis canciones de repente en la calle. A mí no me ha tocado, pero tengo amigos que me mandan videos en algún barrio o en algún restaurante en donde hay músicos de calle que están cantando mi canción. O algún mariachi tocando algún tema de la banda, en alguna serenata. Ese sí siempre fue mi sueño. Que una canción mía trascendiera a ese mundo popular en el que se convierte en algo que ya no es tuyo y es de la gente y se la dedican de unos a otros.
¿Viste Rompan todo, el documental sobre el rock latinoamericano?
Sí, lo vi y me encantó, pero creo que es un poco incompleto. Siento que hubiera estado increíble que abarcara mucho más, y que haya material de bandas que tendrían que haber estado y no están. Me parece, y sin mala onda, porque Gustavo Santaolalla es mi amigo también, que se basa mucho alrededor de él, más que del rock latinoamericano.
¿Y hoy cómo ves el rock latino?
Creo que estamos en un momento de letargo, ¿no? Pero en cualquier momento surge algo que rompe todo. Latinoamérica está llena de cultura, de talento y de propuestas. Por ahí hoy es más difícil romper todo y llegar masivamente a la gente, pero cuando algo es demasiado bueno, rompe todo y sale hacia afuera, como sea.
¿Sos de los que durante el confinamiento aprovecharon el tiempo para componer?
Fíjate que a mí me dio por otro lado y hablando con otros músicos a muchos también les pasó lo mismo. Fue como un bloqueo extraño. Porque uno pensaba que como tenía tiempo iba a poder componer tres discos enteros, ja. Hay gente que lo hizo. Pero yo no, a mí me dio por estar con la familia, lo aproveché por ese lado. Cuando me sentaba a tratar de escribir algo no me salían muchas cosas. Al final quizás un poco. Este año retomé algunas notas de audio de mi teléfono y por ahí encontré algunas cosas buenas. Justo estoy por hacer la preproducción de mi disco nuevo solista, así que al fin de cuentas me sirvió todo eso que pensé que no valía la pena. Esos intentos de canciones sí tenían su garra.
¿En el disco de Zoé se coló esta situación de confinamiento?
Nosotros ya teníamos grabadas cuatro canciones antes de la pandemia, pero el resto del material recién lo pudimos grabar cuando terminó la primera parte del confinamiento. Pues entonces, claro, todos esos meses de estar encerrado, de introspección, toda la incertidumbre del momento se ven reflejados y están impresos en la música y en la lírica. Creo que la parte más oscura del disco es este resto de canciones, porque fueron pospandemia. Los primeros cuatro temas tienen una inocencia que los seis que les siguen no, son un poco más densos.
¿De dónde surge el nombre, Sonidos de karmática resonancia?
Surgió cuando nos juntamos a escuchar los demos o bocetos y de darnos cuenta de que más allá de la distancia, algunos de la banda viven en otros países incluso, tenemos una forma muy sincrónica de componer, de notas, de tempos, de beats por minutos. Tenemos esta cadencia que me llevó a pensar que el sonido de Zoé es nuestro karma. Es como que nuestra forma de filtrar el mundo es este sonido. Nuestro mundo, nuestras influencias, nuestras musas, el resultado es este sonido de Zoé, que creo ya es bastante característico. Es infalible, lo escuchas y dices esto es Zoé. Y también en todo este ejercicio de escuchar los demos antes de producirlos, nos dimos cuenta de que había muchas canciones que tenían que ver con la vibra de los primeros discos y otras con las cosas más contemporáneas y frescas. Es como un recorrido de nuestra carrera, que va desde el principio hasta el final. No sé si es el final, pero bueno, hasta ahora. Por eso lo llamamos así.
Hace poco Dárgelos nos decía que entre Miami y Jessico, su sexto disco, los Babasónicos encontraron su síntesis, el adn de la banda. ¿Les pasó algo asi?
Creo que Adrián es muy hábil con las palabras y no pudo haberlo descrito mejor. Como que después de tantos años trabajando juntos y tantos discos, llegás a un punto en el que ya te conocés. No como personas, sino como entidad de grupo. Ya sabes quién es mejor para cada cosa, qué arreglos funcionan y cuáles no, cuándo te estás repitiendo o estás descubriendo nuevos territorios y entonces uno llega a esa madurez en donde se reconoce.