La actriz de Ozark y The Assistant contó cómo llegó al mundo de la actuación y cómo elige y prepara cada uno de sus papeles
- 10 minutos de lectura'
En marzo del año pasado, Julia Garner rodó una escena de todo el día en el subte con 400 extras en Nueva York para Inventing Anna, la inminente serie de Netflix. Cuando se sacó la peluca, se enteró de que la producción se había suspendido por la pandemia. Entonces se tomó un avión a su casa, durmió por un mes, encontró dos valijas que no abría desde 2018 y por primera vez en cuatro años pasó un tiempo prolongado sin ninguna máscara. Su rostro es igual de pálido y sus rizos igual de platinados, pero la experiencia no podría haber sido más diferente de la de los personajes que la hicieron famosa, en especial Ruth Langmore, la niña que lava dinero, lanza insultos, asesina a sus tíos y se pasea por los casinos flotantes del centro de Missouri con blusas tan baratas y onduladas que parecen camisetas de fútbol americano en la serie Ozark. Como tuiteó una vez LeBron James: “¡Ella es una gangsta!”.
En persona, o mejor dicho vía Zoom desde Atlanta, donde filma la cuarta y última temporada de Ozark, Garner está tan alegre, tranquila, cauta. Nada que ver con Ruth, que siempre pega primero y casi nunca pide disculpas. A los 27, diez años después de un papel chico pero clave en Martha Marcy May Marlene, un drama exitoso en el Festival de Sundance, Garner disfruta de ser demasiado aburrida como para que la acosen los paparazzi. Lo dice como si estuviera flameando una bandera blanca, tan acogedora como una manta. Su objetivo no es la fama sino el respeto, que se puede medir con la escala de un par de guiños de apreciación en la alfombra roja que la llevó a dos premios Emmy consecutivos como Mejor Actriz de Reparto.
En la Capital Nacional del Aburrimiento, es decir la casa que comparte en Hollywood Hills con su esposo, el músico Mark Foster, y su bulldog Biz, Garner hiberna y carga las pilas entre papeles. Pero en la pantalla es eléctrica, y atrae atención a pesar de su tendencia a elegir personajes que escuchan más de lo que hablan. “Todos mis personajes tienen una voz interior muy fuerte”, dice Garner.
Su idioma corporal ocupa el silencio. Mientras que otras estrellas exageran sus encantos para la cámara, Garner entra en cuadro con sigilo, como una cierva olisqueando el aire frío. Los personajes de Garner suelen ser subestimados y maltratados, y a veces sienten que algo imperceptible está terriblemente mal. Quizás su familia adoptiva es parte de una secta (como en su papel revelación), o el nuevo esposo de su madre, tan encantador como agresivo, la acosa con un cuchillo (Dirty John), o su novio mucho más grande es un agente de la KGB que está investigando a su padre, un mandamás de la CIA (The Americans). Quizás solo necesita algo de dinero de su abuela para un aborto antes de que descubran que está embarazada (Grandma). Sus chicas no son soñadoras, sino excavadoras; jóvenes acorraladas por una familia o un destino que hacen lo que pueden, amargamente, con las opciones a mano.
Pensemos en el último trabajo de Garner, The Assistant, en el que hace de Jane, una subordinada intimidada por un magnate estilo Harvey Weinstein, cuya rutina diaria consiste en organizar sus informes de taquilla, ordenar las jeringas de su medicación contra la disfunción eréctil, y distraer llamadas de su esposa. Jane reacciona a los insultos y las adulaciones de su jefe con una neutralidad muy pulida. Pero si estudiás el rostro de Garner (una boca naturalmente girada hacia abajo), podés ver cómo rechina el motor. La directora Kitty Green le dijo que “quería que fuera una película silenciosa”, dice Garner, “pero con un tema muy ruidoso”.
Green quería filmar toda The Assistant con planos generales, pero después del primer día de rodaje cambió el plan. “Vimos lo maravilloso que era el rostro de Garner en cámara”, dice Green. “Cada mirada, cada gesto, la manera en que se mueve, lo expresiva que es. Era increíble y había que acercarse”.
Garner leyó el guion de The Assistant dos meses después de la demorada expulsión de Weinstein de Hollywood. Antes de eso, probablemente la película no se habría hecho. “Fue difícil incluso en ese momento”, dice Garner. Y esto sin que su personaje siquiera diga la palabra “violación”. La película es tan contenida que Green escribió el personaje de Jane sin una personalidad específica; una mujer común cuya única pizca de individualidad es una inclinación por tazas de café no muy bonitas. Es “el mundo interior [de Garner] lo que hace que la cosa funcione”, dice Green. “Ella es la película, que no existiría sin ella. La película está escrita sobre su rostro”.
Cuando Jane transmite sus sospechas a un cobarde supervisor de recursos humanos, interpretado por Matthew Macfadyen de Succession, tiene dificultades para describir los abusos sexuales que tienen lugar a diez metros de su escritorio. En su lugar, arquea la ceja. Él no la entiende, o hace que no la entiende, y durante 12 páginas de guión intimida a Jane con acusaciones y amenazas. La escena es opresiva y estática y en el momento más agónico Jane deja caer una lágrima. Garner hizo una toma tras otra y en cada una de ellas apareció la misma lágrima. Green la llama “genial”.
Irónicamente, Garner se pasó la mayor parte de su vida huyendo del miedo infantil de ser vergonzantemente tonta. Por una discapacidad de aprendizaje, no aprendió a leer hasta los 10 años. Los médicos pensaban que podía tener un problema neurológico. En la clase se perdía, y le costaba mantener el ritmo de otros estudiantes, lo que intentaba descifrando sus expresiones faciales. “Tuve que aprender a actuar a esa edad, actuar de que sabía y de que entendía de lo que hablaban”, dice Garner. “De manera extraña, toda la vida me preparé para lo que hago”. Hasta ahora, es una gran imitadora. (Googleen su imitación de Britney Spears en The Tonight Show).
Por suerte su familia era cariñosa, paciente y creativa. Garner se crió en una familia judía y expresiva en el Bronx. Su padre, Thomas, es pintor y profesor de arte. Su madre, Tamar Gingold, es una ex dibujante de cómics israelí que se hizo terapeuta y transformó su living en un escenario de improvisaciones. Cuando llamaba algún telemarketer, Tamar ponía el teléfono en altavoz y simulaba ser la niñera rusa de la familia. Todo el mundo actuaba. A Julia le indicaron que representara a una niña de voz muy chillona y, en otra oportunidad, un pájaro. “El tipo decía: ‘OK, llamo más tarde’, y no volvía a llamar”, dice Garner riéndose. “Los telemarketers dejaron de llamarnos”.
Pero en la escuela las dificultades de alfabetización de Garner hicieron que fuera insegura. Los padres notaron el amor de su hija por el cine clásico (Fellini, Wilder, Scorsese, le pusieron todos los pesos pesados) y pensaron que una clase de actuación le daría confianza. A los 14, Garner se anotó en el T. Schreiber Studio en Nueva York. A los 15, empezó a ir a castings para papeles de chicas normales. Un director de casting de Nickelodeon resopló: “Cariño, sos genial. Pero no deberías estar acá”.
Tenían razón. A los 16, Garner estaba en la alfombra roja de Park City por Martha Marcy May Marlene, contestando preguntas sobre su papel como la víctima más joven del líder de culto John Hawkes. Es una cura extrema para la timidez. Garner le resta importancia: “A veces una necesita que la empujen a los extremos”.
Poco tiempo después del estreno de la película, Garner, entonces de 17 años, viajó a Los Ángeles, conoció un par de personas y le dieron una indicación no del todo sutil de que tenía que plancharse el pelo y cambiar su imagen. “Me di cuenta de inmediato de que no me iban a dar papeles de chicas comunes”, dice Garner. Volvió a Nueva York y se dedicó a hacer películas independientes. ¿Qué importaba si era demasiado rara para andar a los saltos en el papel de la novia achatada de un héroe adolescente? Mejor ser la elección extraña de algún director que quisiera elegir a una judía del Bronx para hacer de una mormona fundamentalista, su primer papel protagónico, en Electrick Children, de 2012.
Garner hace los deberes. Para entender lo que le pasa a una adolescente mormona, o a Ruth Langmore, de Ozark, escribe un diario íntimo desde su punto de vista, y trata de imaginar lo que les moldeó la personalidad cuando eran jóvenes. La madre le pasó pilas de libros de psicología que Garner dice que son “super beneficiosos para actuar”. Describe a sus personajes como personas reales que tuvo la suerte de conocer.
“Yo siento que cuando una persona joven atraviesa una experiencia, como la primera vez que le rompen el corazón, pierde la inocencia, y de algún modo queda pegada a esa edad”, dice Garner. “Para mí, el trauma es el trauma. El principal tema de Ruth es que no tiene mujeres. Solo sabe estar con hombres. Pero no está con hombres que respeten a las mujeres ni sean buenos hombres”. Eso explica la complicada relación de Ruth con Marty Byrde, interpretado por Jason Bateman, el primer hombre adulto de su vida que aprecia su inteligencia. “Ruth no sabe lo que es una relación normal y saludable”, dice Garner. “No sabe lo que es el amor incondicional”. Tampoco es eso lo que tiene con Marty, por supuesto, quien actúa como si Ruth fuera su hija pero también la mantiene a la distancia. Algunos de los momentos más desgarradores del programa son cuando Ruth traspasa los límites de la lealtad de Marty y se encuentra, una vez más, sin nadie en quien apoyarse más allá de sí misma.
“Con mucha facilidad, ella transmite tanta fuerza como vulnerabilidad”, dice Bateman sobre Garner. “Es la prueba de su talento, poder transmitir los dos extremos de ese espectro”.
Ahora, luego de llevarse dos premios Emmy por el papel, Garner recibe llamados de gente que “hace cuatro años me querían cambiar todo”. No lo dice con rencor. Pero ahora tiene su propio contrato de producción para poder cuidarse a sí misma, como Ruth. “Tiene muy buen gusto y un muy buen oído”, dice Bateman. Le imagina en comedias de personajes, quizás algo de David O. Russell o Christopher Guest. “Me gustaría verla aceptar algo así, porque sería fantástica”.
Garner está lista para jugar un poco más. Lo próximo será su interpretación de Anna Delvey, la famosa estafadora de celebridades que les robó a millonarios de Manhattan cientos de miles de dólares, en Inventing Anna, de Shonda Rhimes. Garner visitó a Delvey (su nombre verdadero es Anna Sorokina) en la cárcel, donde cumple con una condena de entre cuatro y 12 años por latrocinio, para armar el rompecabezas de una chica rusa de clase trabajadora que se reinventó como heredera alemana multimillonaria. Pero la encontró vaga y discreta. “Ni Anna se conoce a sí misma, y es difícil hacer de alguien que no se conoce a sí misma”, dice Garner. “Mis papeles son cada vez más difíciles cuanto más grande me pongo”.
“Yo siempre digo: ‘Quizás este sea más fácil’”, continúa, reflexionando sobre la carrera que viene construyendo. ¿Pero realmente quiere eso? “No”, dice, riéndose. “Si me dicen que un papel va a ser difícil, yo digo: ‘Es aterrador, es terrible’. Y después digo: ‘Lo voy a hacer’”.