Una cuenta regresiva a través de lo mejor del repertorio de la Doncella de Hierro
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40.“Moonchild” Seventh Son of a Seventh Son, 1988
Una obra de inspiración literaria dentro de una obra de inspiración literaria. “Moonchild” está vagamente basada en la novela del mismo nombre que el ocultista Aleister Crowley (el señor calvo en la tapa de Sgt. Pepper de los Beatles) escribió en 1917. El disco que la contiene, el séptimo de Maiden en ocho años, refiere al libro Seventh Son de Orson Scott Card. Escrita por Adrian Smith y Bruce Dickinson, la canción relata el nacimiento del personaje principal del LP conceptual y se destaca por su intro de tintes progresivos.
39.”The Loneliness of the Long Distance Runner” Somewhere in Time, 1986
Nadie se atrevería a discutir a Iron Maiden como banda ideal para salir a correr, y esta canción contribuye a esa fama no sólo por su título: después de un arpegio a medio tiempo se suma la batería para construir el crescendo, hasta que en la marca del 0:50 todo es vértigo y tresillos de bajo. Más allá del deporte, Steve Harris se apoya en un cuento de 1959 (que se hizo película en 1962) para hablar de cuestiones inherentes al heavy metal como la juventud y la rebeldía.
38.“Wrathchild” Killers, 1981
En su segundo disco Maiden inaugura su sociedad con el productor Martin Birch, altamente capacitado (gracias a su experiencia en LP como Heaven and Hell de Black Sabbath, Snakebite de Whitesnake o Stormbringer de Deep Purple) para hacer que el groove aflore en canciones de puro hard-rock como esta. “Mi madre fue una reina, a mi padre nunca lo vi, nunca debí haber existido”, escribió Harris en otra oda a la ira adolescente que la banda tocó en casi todos sus tours desde aquel momento.
37. “Brave New World” Brave New World, 2000
El regreso del Maiden clásico no solo implicó las vueltas de Bruce Dickinson (reemplazando a Blaze Bailey) y Adrian Smith (sumándose al ataque de tres guitarras con Dave Murray y Janick Gers) sino también la insistencia en la literatura como fuente de inspiración: el Brave New World del título viene de un libro de Aldous Huxley que a su vez cita a La tempestad de Shakespeare. Acá, una demostración de la versatilidad del grupo con una intro operática, un cruce de la base en las estrofas que suena como si le faltara una pata, un estribillo al galope y un solo puesto para florear destreza.
36. “Stranger in a Strange Land” Somewhere in Time, 1986
Para variar, un libro de Robert Heinlein aporta nombre e historia para esta canción –segundo single de Somewhere in Time– en la que el grupo innova con guitarras sintetizadas. Lleva la firma de Adrian Smith, que declaró que este tema fue uno de los primeros en los que sintió que tenía espacio para un solo: “Muchas cosas de Maiden hasta ese momento eran muy rápidas, agresivas y pesadas, pero ‘Stranger…’ me permitió hacerme lugar para extenderme un poco más”.
35. “The Clairvoyant” Seventh Son of a Seventh Son, 1988
Dentro del concepto de Seventh Son… llega un momento en el que el personaje central se hace cargo de sus poderes y reflexiona sobre el potencial y a la vez la carga que implican sus visiones. Eso es “The Clairvoyant”, una canción inspirada por el deceso de una famosa vidente británica (“si podía ver el futuro, ¿no tendría que haber pronosticado su propia muerte?”, se preguntaba Steve Harris, el compositor del tema) que, otra vez, bordea el progresivo con sus cambios de ritmo, su estribillo épico y un tándem Murray-Smith inspiradísimo.
34. “Where Eagles Dare” Piece of Mind, 1983
Piece of Mind representa el ensamble de la formación definitiva de Maiden. Dickinson ya había reemplazado a Paul Di’Anno en la voz y ahora Nicko McBrain llegaba a ocupar el lugar de Clive Burr en la batería, y como si quisiera plantar bandera se luce en esta canción con un fill inicial y una base que –aunque no lo parezca– están hechos a bombo simple. Otra fábula bélica, inspirada por la película del mismo nombre, firmada por Steve Harris.
33. “Paschendale” Dance of Death, 2003
La Batalla de Passchendaele tuvo lugar en Bélgica entre julio y noviembre de 1917, en el marco de la Primera Guerra Mundial. De aquel enfrentamiento que terminó con 400.000 muertes en ambos bandos habla la letra escrita por Adrian Smith, interpretada en primera persona (en el papel de un soldado británico de Infantería, con todo y uniforme) por Bruce Dickinson en los shows del grupo. La canción sintetiza el espíritu de Dance of Death y de la obra de Maiden en este siglo en general: varias partes con arreglos complejos que derivan en mini-sinfonías de más de ocho minutos.
32. “22 Acacia Avenue” The Number of the Beast, 1982
Un machaque de guitarra que muta en arpegio sigiloso y de ahí a una corrida de métrica atípica para desembocar en una especie de power ballad y, al fin, otro pasaje frenético: de cada paisano un pueblo en esta canción que Adrian Smith trajo de su anterior banda y que Steve Harris ayudó a reconstruir al estilo Maiden. La letra completa la historia que se empezó a contar en “Charlotte The Harlot”, del debut homónimo del grupo.
31. “The Clansman” Virtual XI, 1998
Hasta los fans más radicalizados coinciden en que el catálogo de Iron Maiden no hubiera sufrido demasiado si Virtual XI nunca hubiera visto la luz. Sin Adrian Smith desde No Prayer for the Dying y sin Bruce Dickinson desde The X Factor, el grupo ofrece un trabajo en el que sobresale “The Clansman”, un tributo a la lucha de los clanes escoceses por su libertad, la misma que Mel Gibson retrató en Corazón valiente. Ya con Blaze Bailey fuera de la banda, “Clansman” siguió dentro de sus setlists hasta el último de sus shows.
30. “The Prisoner” Number of the Beast, 1982
Una correspondencia ideal entre música y letra: con la serie de culto El prisionero como fuente de inspiración (de ahí el parlamento de su protagonista Patrick McGoohan en el inicio), se invoca el ansia de libertad mientras un fraseo de guitarra insistente y veloz incita a cualquier cosa menos a quedarse quieto. “No soy un número, soy un hombre libre”, canta Bruce Dickinson en una de las canciones que –quizás por parentesco sonoro con Judas Priest– más los arraigan en la New Wave of British Heavy Metal.
29. “When the Wild Wind Blows” The Final Frontier, 2010
Después de negar mil veces que su banda escriba canciones de amor, Dickinson no tuvo otra alternativa más que aceptar que esta mini ópera rock de once minutos, que cierra Final Frontier, es justo eso. Pero, claro, no todo es dulzura: la pareja protagonista espera el fin del mundo y se suicida en un búnker al confundir un temblor con la llegada del apocalipsis. ¿Cómo sostener una power ballad donde entrarían tres? Maiden sabe.
28. “Caught Somewhere in Time” Somewhere in Time, 1986
¿Qué tienen en común Iron Maiden y Cyndi Lauper? Que los dos compusieron una canción inspirada en la película Time After Time, en la que Malcolm McDowell hace del escritor H.G. Wells e inventa una máquina del tiempo que termina usando Jack el Destripador. El bajo repiqueteante de Harris acá es una de las mil razones por las que el thrash le rinde pleitesía. Otras bandas le venderían el alma a Pazuzu por un tema así, y sin embargo Maiden la ha tocado más bien poco.
27. “Empire of the Clouds” The Book of Souls, 2015
El track que cierra The Book of Souls es el más largo en toda la carrera de Maiden: 18 minutos en los que la impronta de la banda sigue ahí, palpable y reconocible, pero en este caso la aprovechan para experimentar con arreglos atípicos. Esta es toda de Dickinson: la letra dedicada a un accidente aeronáutico de 1930, las partes de piano y cello que abren y cierran el tema, la épica lenta y dramática que a la hora del solo –paradójicamente– levanta vuelo… Una canción que podría ser un disco en sí misma.
26. “The Wicker Man” Brave New World, 2000
El primer corte de Brave New World es una declaración de principios: sí, Dickinson y Smith volvían a la banda y el mundo del metal se moría por verlos en vivo otra vez después del affaire Bayley, pero Iron Maiden no tenía ninguna intención de vivir de la nostalgia. Por el contrario, “The Wicker Man” –otra vez inspirada en una película– los muestra apurados por vivir, y el vocalista entona “¡tu tiempo llegará!” en el estribillo como si fuera una autoprofecía.
25. “The Writing on the Wall” Senjutsu, 2021
Un regusto celta se asoma en ese riff que va y viene durante buena parte del tema que anticipó el decimoséptimo álbum de estudio de Maiden. El responsable es Adrian Smith, que sentó las bases para que Dickinson escriba una letra cien por ciento encastrada en su tiempo: la “escritura en la pared” del título refiere a una fábula del Viejo Testamento en la que un grafiti misterioso le avisa a Belshazzar, un rey fuera de control, que se le viene la noche.
24. “Flight of Icarus” Piece of Mind, 1983
Otra canción que el 99 por ciento del heavy metal mataría por tener en su catálogo y sin embargo Maiden la dejó ahí, en la gatera, sin tocarla en vivo entre 1986 y 2018. La razón fue que Steve Harris odiaba el medio tiempo que se le dio en la grabación, pero los fans metieron presión y el primer single de Piece of Mind volvió a las listas. ¿La inspiración? Para la letra: el mito griego de Ícaro, desde ya. Y para el riff: “Holy Diver” de Dio, para qué esconderlo...
23. “Bring Your Daughter... to the Slaughter” No Prayer for The Dying, 1990
“Traé a tu hija a la matanza” no es un eslogan de campaña electoral sino una frase vinculada al imaginario de la película para la cual fue compuesta esta canción: Pesadilla en lo profundo de la noche 5. Era un tema de Dickinson como solista, pero después la banda la regrabó y, sorpresa, terminó en el puesto más alto del chart británico. Es el único número 1 del grupo y fue el primero de una banda de heavy metal. Lo más parecido a un hit en la historia de Iron Maiden.
22. “Revelations” Piece of Mind, 1983
Hay una sutileza que hace que “Revelations” sobresalga en un disco sin puntos bajos como Piece of Mind. El paso es cansino (aunque en la marca de los 4:20 se retoma la carrera), los riffs no tienen demasiadas vueltas y hay aire entre las partes, lo cual hace apreciar más la línea de Steve Harris y –¡sorpresa!– las guitarras acústicas. Otra canción que lleva solo la firma de Bruce Dickinson, que alguna vez, en una banda con tres guitarras, se dio el gusto de calzarse una cuarta para tocar este tema en vivo.
21. “Children of the Damned” The Number of the Beast, 1982
El track 2 de The Number of the Beast confirma el rapto de inspiración indestructible de Maiden después de afianzarse con un par de discos y armar al fin su formación clásica con Bruce, Adrian y Nicko. ¿Puede funcionar una power ballad inspirada en dos películas de terror de los años 60 que repta durante tres minutos y entonces pisa el acelerador para convertirse en un himno de estadios? Dice Harris que sí. Si tuviste la suerte de estar en un show en el que la tocaron, seguro la recordás con cariño.
20. “Killers” Killers, 1981
No hay mucho que discutir sobre cómo le hubiera ido a Paul Di’Anno intentando cantar algunos de los temas de The Number of the Beast en adelante, pero convengamos en que acercarse a una vara tan alta también tiene su mérito. En este tema –el único en el que el vocalista tiene crédito de compositor junto a Harris– se muestra eficiente y versátil, como un Rob Halford sin la sección aguda del registro (un poco como un Meat Loaf también, perdón), y de alguna forma se las arregla para hacer funcionar la melodía sobre una base de esas que mandarían a la carga a cualquier caballería.
19. “Blood Brothers” Brave New World, 2000
“Para mí esta canción sintetiza a la banda. Es genial ver cómo la tocan en vivo ahora, como un clásico, con las legiones de fans abrazados como hermanos de sangre”, dijo alguna vez el productor Kevin Shirley, que trabajó con el grupo por primera vez en este, el disco de la reunión con Dickinson y Smith. Compuesta por Steve Harris en un atípico tempo de vals, “Blood Brothers” es el himno a la hermandad moderadamente cursi que todo mega-recital de heavy metal necesita.
18. “Infinite Dreams” Seventh Son of a Seventh Son, 1988
Uno de los muchos secretos del éxito de Iron Maiden es hacer que la complejidad de algunas de sus canciones no afecte su contundencia. “Infinite Dreams” es un ejemplo de eso: la armonía es intrincada, el ritmo cambia más de una vez, Dickinson va del medio sin esfuerzo al agudo violento mientras discurre sobre la vida y lo que quizás venga después y tendríamos que discutir a qué llamaríamos estribillo. Y sin embargo la canción motiva y tiene un solo histórico (chequear en la marca de los 4:40), por lo que es una pena que no la toquen más.
17. “Dance of Death” Dance of Death, 2003
Alguna reseña remarcó cierto parecido entre esta épica progresiva y “Stonehenge” de Spinal Tap, y una vez que uno maneja ese dato queda condicionado para siempre. Pero “Dance of Death” aporta matices en un disco inconsistente, con su crescendo dramático y su letra sobre un hechicero que viaja al infierno y baila con los muertos. Harris y Gers andaban con ganas de escribir algo distinto y abrirle la tranquera a la ñoñez sin culpas: bien por ellos.
16. “Iron Maiden” Iron Maiden, 1980
“Adonde estés, Iron Maiden te va a alcanzar, no importa lo lejos que sea”. Podría haber sido el primer tema del primer disco, pero no: lo dejaron para el track 9, como avisando que –te guste o no– de ahí en más ibas a tener que lidiar con todo eso que acababas de conocer. La misma banda a la que le elogiamos sus estructuras progresivas es la que acá bordea el punk, con velocidad y melodía. Pasan los años, pasan los cantantes y “Iron Maiden” sigue en todos los shows del grupo, porque ¿qué haría Eddie antes del bis si alguna vez dejaran de tocarla?
15. “Can I Play with Madness” Seventh Son of a Seventh Son, 1988
El otro coqueteo de Maiden con el mainstream extrametalero además de “Bring Your Daughter…”: cuando salió como single en marzo de 1988 llegó al puesto número 3 del chart británico y anticipó el éxito de Seventh Son. La canción fue mutando de una balada llamada “On the Wings of Eagles”. que llevó Adrian Smith y terminó convirtiéndose en otro himno de estadios con un estribillo irresistible, incluso cuando a mitad de camino cambia tanto de ritmo que parecen dos temas pegados en un medley.
14. “Alexander the Great” Somewhere in Time, 1986
Una elección que puede parecer polémica a esta altura del conteo (más que nada porque se trata de una canción que jamás fue tocada en vivo), pero el track final de Somewhere in Time merece un reconocimiento por embutir en ocho minutos un nivel de exactitud histórica pasmoso. La vida y obra de Alejandro Magno, con todo y su reinado en Macedonia y Egipto, sus batallas y su muerte joven en Babilonia, en ocho minutos que hasta incluyen un guiño a la música de la Edad Antigua en la apertura. Debería ser obligatoria en las escuelas.
13. “Seventh Son of a Seventh Son” Seventh Son of a Seventh Son, 1988
El mismo Steve Harris que destacaba la esencia punk del debut de Iron Maiden decía de Seventh Son (que salió apenas ocho años después): “Fue un nuevo desafío para nosotros hacer un disco conceptual. Siempre amé el progresivo: Yes, Genesis, Emerson Lake & Palmer. Y el tema que da nombre al disco es una canción poderosa con ese elemento prog muy presente”. Efectivamente, es una mini ópera rock de casi diez minutos con todos los climas, imaginería de película de terror clásica y un “uooooooh” de Bruce Dickinson capaz de revivir a un muerto.
12. “The Evil That Men Do” Seventh Son of a Seventh Son, 1988
“El mal que hacen los hombres los sobrevive. El bien suele ser enterrado con sus huesos”. En el siglo XVI, William Shakespeare le hizo decir eso a Marco Antonio al dirigirse al pueblo romano después del asesinato del César en su obra Julius Caesar. Muchos años después, Adrian Smith, Bruce Dickinson y Steve Harris unieron fuerzas compositivas para tomar aquel concepto y convertirlo en la canción más urgente (cuatro minutos y medio, riff marcado, solo de Smith y el enésimo estribillo pegadizo de su larga historia) en un disco clásico que, como ya dijimos antes, está signado por la complejidad del rock progresivo.
11. “Powerslave” Powerslave, 1984
Bruce Dickinson estaba trabajando con tres ideas y Steve Harris lo convenció de que no hiciera con ellas tres canciones distintas, sino que las ensamblara en una sola. Así nació “Powerslave”, la historia de un faraón arrogante que se enfrenta a su condición de humano en su lecho de muerte y jura volver como momia. El Frankenstein se nota en los pasajes que matizan la habitual velocidad: un break oriental en la apertura, una sección media de blues psicodélico. La arenga marcial de los 5:15. ¡Y ese solo de Dave Murray! Todo en su debido lugar.
10. “Phantom of the Opera” Iron Maiden, 1980
Esta adaptación de la novela gótica de Gaston Leroux muestra la ambición de Steve Harris, que a los 24 años y sin experiencia en estudio se animó a componer una obra conceptual de más de siete minutos contando una historia de principio a fin en varias secciones muy diferentes en lo musical. Una intro wagneriana, un riff a tiempo medio a los dos minutos, un puente que cobija el solo y de alguna forma logra conjurar el blues y la música clásica, otro riff distinto después de los 4:30, Di’Anno dándolo todo para cumplir con el histrionismo… “Phantom” no da respiro.
9. “Wasted Years” Somewhere in Time, 1986
Adrian Smith tenía miedo de mostrarle este tema a Harris; lo veía demasiado “comercial” para los parámetros del grupo. Pero al bajista no solo le gustó: también lo candidateó como primer single de Somewhere in Time. Sin duda hay algo en ese estribillo heroico y esa estructura simple que linkea con lo que movía la aguja en las radios de rock allá por 1986: no es casualidad que el glam metal siempre haya visto a Maiden más como referente que como par.
8. “Fear of the Dark” Fear of the Dark, 1992
Otra correspondencia perfecta entre letra y música: una fábula sobre uno de los miedos más universales (aquello que acecha cuando se apaga la luz), que espera agazapada, avanza sigilosa y se te tira encima de repente. La canción definitiva para hacer pasadas de velocidad durante el running: basta con verlo a Dickinson correr el escenario de punta a punta mientras esquiva estallidos cuando empieza la parte rápida para darse cuenta de que no hay forma de escuchar este tema y quedarse quieto.
7. “Aces High” Powerslave, 1984
Después de tanto tiempo sin ver a Maiden en vivo, a los fans les va a correr un escalofrío por la espalda con esta imagen: suena “Doctor Doctor” de UFO, se apagan las luces, se escucha el fragmento del discurso de Winston Churchill que dice “vamos a ir hasta el final, vamos a pelear en Francia...” y empieza el riff de “Aces High”. Treinta segundos más tarde la marcha es –como corresponde a una canción sobre aviación de guerra– supersónica: más de un guitarrista se ha anudado los dedos tratando de tocar así de difícil, así de rápido.
6. “Run to the Hills” The Number of the Beast, 1982
Steve Harris escribió unas cuantas minióperas con introducción, nudo y desenlace, pero para eso generalmente ensambla varias partes distintas con quiebres de ritmo, armonías complicadas y se extiende por ocho o nueve minutos: el mérito de “Run to the Hills” es que todo entra en 3:54 minutos. La canción relata la invasión de los colonizadores europeos al Nuevo Mundo; la primera sección está escrita desde el punto de vista de los nativos, la segunda lleva la voz de los conquistadores y la tercera es una narración imparcial. Ah, y además fue un hit: top 10 en el chart británico.
5. “2 Minutes to Midnight” Powerslave, 1984
A esta altura nadie puede dudar de que una de las atracciones principales en la valija de juguetes de Maiden es la facilidad con la que escriben estribillos para ser coreados a los gritos por no menos de treinta mil personas transpiradas. He aquí uno de los mejores ejemplos de ese poder: “Dos minutos para la medianoche, para matar a los nonatos en el vientre”, canta Dickinson (coautor con Smith) en relación al Reloj del Juicio Final que mide cuán cerca estaría la humanidad de su fin. ¿Dónde está ahora? A cien segundos de las 12.
4. “The Number of the Beast” The Number of the Beast, 1982
La importancia de un crescendo bien construido: después de un texto en modo Vincent Price (leído por un actor ignoto que agarró viaje por un cuarto de la plata), el machaque de guitarra suena como en un remolino y es entonces que Bruce Dickinson levanta la voz y entra la batería con un repique en el hi-hat y al minuto y medio el cantante mete un agudo imposible, se acopla la base y ya no hay forma de parar ni tiempo de mirar atrás. La letra no es una oda satanista sino que está inspirada en una pesadilla que tuvo Steve Harris después de ver La profecía 2, pero nada de eso impidió que los fanáticos religiosos –irónicamente– les hicieran la cruz.
3. “Rime of the Ancient Mariner” Powerslave, 1984
Un día Harris se copó con el poema “La balada del viejo marinero” de Samuel Taylor Coleridge e hizo lo que hacen los distintos: la adaptó a una canción de casi catorce minutos. Claro que debe ser fácil imaginar un relato complejísimo en el que el personaje principal cuenta cómo las tormentas llevan su embarcación hasta la Antártida y por matar un pájaro su vida se convierte en una tragedia sabiendo que el encargado de llevar ese relato será Dickinson: con Bruce al frente, “Rime...” en vivo es una obra de teatro en sí misma. Y funciona aunque no sepas inglés.
2. “The Trooper” Piece of Mind, 1983
Este himno del cuarto disco de Maiden está inspirado en la Carga de la Brigada Ligera, una operación fallida de la caballería británica en la batalla de Balaclava, durante la Guerra de Crimea en 1854. Por eso Dickinson flamea su bandera mientras la tocan en vivo, cosa que le generó más de una puteada en la Argentina (en el show de 2019 en Vélez la cambió por la celeste y blanca). Una particularidad de este tema es que no tiene estribillo. O, visto de otra forma, tiene el estribillo más eficaz de la historia: “Oh oh oh oh oh oh oh oh oh”.
1. “Hallowed Be Thy Name” The Number of the Beast, 1982
No importa si la escuchaste mil veces o si recién la estás conociendo, si sos fan de Iron Maiden o si apenas los tenés de nombre, ni siquiera si te gusta o no el metal: eso que pasa al minuto de “Hallowed Be Thy Name” está entre las experiencias más energizantes que la música le puede dar a un ser humano. El riff, el trote de la base y –sobre todo– las notas agudas estiradas hasta el absurdo de Bruce Dickinson logran construir una situación física: si no te desbordan las ganas de gritar, de sacudir la cabeza o de salir corriendo en cualquier dirección, no tengas dudas de que algo malo le está pasando a tu cerebro. Siete minutos que pasan volando.
Este artículo fue publicado en el Bookazine Rolling Stone dedicado a Iron Maiden.