Zeta Bosio y Charly Alberti tocaron anoche en el Campo de Polo. Este domingo 19 vuelven a presentarse
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La llegada a Buenos Aires de Gracias Totales - Soda Stereo tuvo sabor a victoria que se hizo esperar. La gira comenzó el 29 de febrero de 2020 en Bogotá y tenía prometido hacer una escala porteña en marzo de ese mismo año, hasta que el Covid-19 y las restricciones lo fueron desplazando en el calendario. Mitad recital, mitad espectáculo audiovisual, el homenaje encabezado por Charly Alberti y Zeta Bosio sostiene su pívot central en la puesta en duda de la presencialidad. Los diecinueve temas con los que comandan esta celebración en primera persona se alterna el rol protagónico vocal entre invitados in situ, presencias virtuales en pantalla y la voz e imagen de Gustavo Cerati desde archivo, dependiendo el caso.
Y es justamente esa dinámica aleatoria la que sostiene un show en el que de algún modo quién está sobre el escenario pasa a ser un factor secundario porque lo que mandan son las canciones y el impacto visual que las acompaña desde una pantalla de cuatrocientos metros cuadrados. En las formas, Gracias Totales - Soda Stereo juega con la idea del flashback temporal desde el minuto uno, cuando un video en un plano subjetivo pone a andar un VHS rotulado con el nombre del trío, y que da pie a un compilado de grabaciones informales del grupo. Acto seguido, una versión de “Sobredosis de TV” abre el juego con la banda (que completan Richard Coleman y Roly Ureta en guitarras, y Fabián Von Quintiero en teclados) calcando la versión plasmada en Ruido blanco, y con la voz e imagen de Cerati como mascarón de proa. Casi sin solución de continuidad, Coleman dio el paso al frente para hacerse cargo de “Hombre al agua”, con Ureta encendido a la altura del solo final.
“Disco Eterno” dio paso a la virtualidad, con el mexicano León Larregui presente en formato video. Lo mismo ocurrió en el tema siguiente, con Álvaro Henríquez de Los Tres como vocalista de “El rito”, y el fervor fue notable, la prueba de que en este show importan más las canciones que quién las canta y desde dónde. “Lo que sangra (la cúpula)” tildó ambos casilleros: presente en el Campo de Polo, Rubén Albarrán marcó la diferencia a fuerza de carisma y de sintonía con el groove latino del tema de Doble vida, poco antes de que “Signos” tuviera a Julieta Venegas en formato audiovisual. Después, para liberar tensiones, Walas presente en el Campo de Polo para “Juego de seducción”.
En el medio de un espectáculo signado por la casi nula interacción entre tema y tema en pos de no alterar el continuum del show, hubo en el Campo de Polo dos vistos buenos transgeneracionales. Primero, Benito Cerati tomó el escenario por asalto en “Zoom”, con una actitud arrasadora y un mensaje de despedida por demás emotivo: “Sepan que mi papá está en todos ustedes, lo veo”, dijo mientras recorría el campo con la mirada. Cerca del final del show, Simón Bosio, que había aparecido como ocasional tercera guitarra, dio un pase al frente con una Stratocaster negra y se cargó el protagónico en las seis cuerdas de “Un millón de años luz”, en la que Mon Laferte también sumó su voz a la distancia.
La ausencia indisimulable de Gustavo Cerati se volvió presencia en varios segmentos del show. Luego de la apertura, “En la ciudad de la furia” tuvo al cantante de regreso en las pantallas al frente de uno de sus más grandes himnos, y fue difícil permanecer inerte al escucharlo cantar que un hombre alado extraña la tierra. La cosa se puso emocionalmente más difícil en “Fue”, que virtualidad mediante unió a Cerati, Bosio y Alberti, con el bajista y el baterista solos en la inmensidad del escenario. Más adelante, el recurso se repitió en “Primavera 0″ pero esta vez fue pura enjundia distorsionada.
También desde Dynamo, la interpretación de Draco Rosa de “En remolinos” estuvo en sintonía con la tormenta eléctrica que se veía de fondo en las pantallas, uno de los momentos de mayor intensidad de la noche junto con la versión de “Cuando pase el temblor” a cargo de Gustavo Santaolalla: ronroco en mano, el ex Arco Iris conectó con el espíritu latinoamericanista del tema de Nada personal. Otros hallazgos estuvieron en manos de las interpretaciones remotas de Adrián Dárgelos en “Trátame suavemente” y Fernando Ruíz Díaz en “Persiana americana’'. Sobre el final, “Prófugos” a cargo de Juanes confirmó que, al menos en este show, repertorio mata intérprete.
Pasada la hora cuarenta de show, la progresión de cuatro acordes de “De música ligera” anticipó un final más que anunciado (no por nada la gira lleva por nombre la frase que Gustavo Cerati inmortalizó en 1997 en la despedida de Soda Stereo). Dejar en manos de un angloparlante el cierre del show de una de las bandas más importantes de la historia latina podría pasar como una elección desafortunada, pero lo cierto es que la versión a cargo de Chris Martin (y sobre todo su dicción) supo estar a la altura. Entre abrazos, payasadas y vitoreos, todos los involucrados saludaron en un aire de despedida tácita. Nadie lo mencionó ni le puso esas palabras, pero la idea parecía estar implícita cuando Charly Alberti tomó el micrófono: “Gracias por acompañarnos en este hermoso viaje”.