Un centenar de fans -incluido Charly García, entre otros músicos reconocidos- viajaron desde el país en un insólito tour para no perderse al grupo de Phil Collins en uno de sus mejores momentos
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Oscar López pregunta: “¿Dónde está Charly?”, asomándose por el pasillo de uno de los micros destinados a músicos, periodistas y demás integrantes del tour organizado para ver a Genesis en Porto Alegre. Es el lunes 9 de mayo de 1977 y la parada obligatoria en Gualeguaychú, Entre Ríos, sufre la primera demora considerable. A través de su productora, Baires Espectáculos, el manager de La Máquina de Hacer Pájaros llenó tres micros de la empresa Turismo Patri con algunos allegados y unos cien fanáticos de la banda británica que llegaba por primera vez a Sudamérica.
La tensa espera finalizó cuando Charly García apareció junto a un agente uniformado. El ex Sui Generis sabía que en la catedral de la ciudad entrerriana existía desde 1929 un órgano alemán Laukhuff de transmisión neumática, una maravilla de grandes dimensiones que se dispuso a tocar sin pedir permiso ni medir consecuencias. Uno de los curas del lugar llamó a la policía y desató un alboroto que terminó neutralizado por el organizador.
El agotador viaje de 1.366 kilómetros retomó la marcha y sumó 200 kilómetros extra a la hoja de ruta cuando uno de los choferes se equivocó de camino. Ni el cansancio, ni el tiempo invertido, ni el precio del paquete, que incluía transporte, tres noches de hotel y la entrada para ver a Genesis en el estadio Gigantinho, conspiró en contra de una experiencia única en varios sentidos. Marcó un punto de inflexión en materia de coberturas periodísticas, también un cambio de paradigma para los músicos argentinos que asistieron al show y una aventura inolvidable para los valientes que compartieron cinco días con sus ídolos en plan de gira rara y misteriosa.
En uno de los micros viajaron Héctor “Pomo” Lorenzo, baterista de Invisible, los hermanos Bar de la banda de rock sinfónico Orion’s Beethoven y tres integrantes de La Máquina de Hacer Pájaros. A García lo acompañaron el bajista José Luis Fernández y el guitarrista Gustavo Bazterrica. “(Oscar) Moro y (Carlos) Cutaia no fueron, eran los dos casados de la banda”, dice Oscar López, que por aquella época ya era un productor bastante curtido con trabajos para Sui Generis, Pescado Rabioso y Claudio Gabis, entre otros. López también había sido parte del equipo que organizó los tres conciertos de Santana en Buenos Aires durante octubre de 1973. “Estaba bastante conectado con productores brasileños como Marcos Lazaro, que en 1985 armó Rock in Rio. Existía la posibilidad de que Genesis bajara a Buenos Aires”, dice el productor argentino, que en un primer impulso pensó en la cancha de Ferro como escenario.
“No nos dieron los permisos. Ni ellos ni nosotros pudimos obtener los seguros para cubrir todos los servicios que necesitaba la gira para llegar a Argentina. Entonces, Marcos Lazaro me dice que arma un paquete turístico. ‘Te guardo cien entradas y venite para acá…’. Lo hablé con mi socio, se lo dije a los chicos de La Máquina y finalmente me decidí”.
En tiempo récord, López publicitó el tour musical en las revistas especializadas de la época. Los avisos de una página aparecieron en Pelo, Expreso Imaginario y Roll, con una promoción que remarcaba la frase “al increíble precio de 29.500 pesos”. En las mismas publicaciones, la filial argentina del sello Philips aprovechó la volada para publicitar cuatro títulos de Genesis recientemente editados. El valor de los vinilos oscilaba entre 1.300 y 1.800 pesos.
Eran días aciagos para el país y escapar por unos pocos días a Brasil sonaba a plan perfecto, aunque casi todo el continente estaba dominado por gobiernos de facto. La dictadura cívico-militar argentina ya había pasado el primer año de mandato imponiendo un régimen de terror, censura y represión que crecía día a día. En medio de aquella larga pesadilla, La Máquina de Hacer Pájaros estaba a punto de lanzar Películas. El segundo y notable disco de la banda liderada por Charly García es una de las mejores pinturas del estado de las cosas: “Qué se puede hacer salvo ver películas”, canta García en el tema principal del disco, un mensaje encriptado para evitar la censura y exponer de un modo sutil las sensaciones dominantes de asfixia colectiva.
El manager de la banda estaba tan involucrado con el proyecto que puso el sonido ambiente de su moto Honda 500 para el comienzo del tema “Ruta perdedora”. López sorprendió a los técnicos de los estudios Ion metiendo la tremenda máquina japonesa para que los micrófonos captaran de primera mano el característico ruido canchero de la aceleración en seco. Meses más tarde, Charly contó en la revista Pelo que la letra trataba de explicar “que el rock no es un paraíso, puede ser todo lo contrario: una ruta que va a cualquier lado”.
Wind & Wuthering, el octavo disco de Genesis, fue lanzado en el Reino Unido el 17 de diciembre de 1976. A los pocos días, la banda inició una gira mundial que incluyó 14 países con escala de ocho conciertos en Brasil. No había pasado tanto tiempo desde la partida de Peter Gabriel –a mediados de 1975–, decisión que dejó atónitos a fanáticos y a buena parte de la prensa inglesa que veía en este quinteto esencial una excepción a los delirios de grandeza del llamado rock sinfónico. Genesis escapaba con humor e imaginación a los excesos virtuosos de un estilo dominado por mastodontes como Yes o Emerson Lake & Palmer. El mejor ejemplo de las diferencias frente a los postulados de la exageración es The Lamb Lies on Broadway (1974), una obra conceptual ambientada en Nueva York, en donde Gabriel interpreta a un pibe portorriqueño que llega a la ciudad en busca de su hermano perdido. Para volver más real al personaje, durante la gira presentación el cantante se corta el pelo, viste una campera de cuero, zapatillas de lona y jeans desteñidos. El sonido, la crudeza y el eje temático del álbum doble reflejan cierta urgencia proto-punk anticipando la explosión de 1977. Una obra mayor del rock que aún permanece como un tesoro por descubrir. Pero, contra todos los pronósticos, Gabriel abandona el grupo y nadie apuesta una libra por la continuidad del ahora cuarteto. La reinvención llega cuando Phil Collins se corre de la batería para asumir el lugar de cantante. El resto sostiene el cambio gracias a la notable capacidad orquestal de Tony Banks, las guitarras que tocan lo necesario de Steve Hackett (guitarra) y los aportes delicadísimos de Mike Rutherford en bajo o guitarra de doce cuerdas.
La nueva versión de Genesis sorprende con A Trick of the Tail (1975). Collins no tiene el carisma de Gabriel pero suple sugestión y disfraces con extraordinaria naturalidad. La batería sigue siendo su instrumento madre, pero para la gira presentación llama a un viejo amigo, Bill Bruford (Yes, King Crimson). Al terminar el tour, Bruford retomaría su carrera solista y Genesis convocaría a Chester Thompson (Frank Zappa, Weather Report) para ocupar el lugar durante la gira de 1977.
En mayo de 1977, Alejandro Fernández Lecce cursaba tercer año del Colegio Nacional Rafael Hernández de La Plata y, como tantos otros, gracias a la revista Pelo se enteró de la excursión para ver a Genesis en Porto Alegre. “Primero llamé por teléfono al número que aparecía en el aviso, después tuve que pedir autorización en el colegio y más tarde conseguir que mis padres suscriban la autorización con un escribano público”, dice Alejandro 44 años después. “Yo era el único menor, la mayoría de los que viajaron andaban por los 25. Todos me trataron muy bien, me cuidaron maravillosamente”. Ya a fines de los setenta, el benjamín del tour se convirtió en músico con un largo recorrido que incluye participaciones en bandas platenses como Ultravioleta, Los Baraja y Aguirre, y en los últimos 25 años llevó adelante diferentes proyectos discográficos inspirados en tango electrónico, deep house y downtempo.
“No sé cómo mis viejos me dejaron ir. Salimos desde la calle Viamonte, creo, muy cerca del Luna Park. Me tocó el asiento número 21, atrás de todo, con los dueños de la disquería El Agujerito. También estaban los periodistas de Expreso Imaginario Fernando Basabru y Uberto Sagramoso. Pomo me regaló un casete de Al Di Meola, que fui escuchando todo el viaje. Muy buena onda”, recuerda Fernández Lecce.
‘Cuando terminé con Sui Generis, empecé a ir a la oficina de Oscar López. Había un Farfisa, nada del otro mundo, pero yo me llevaba los grabadores, me armé como un miniestudio. Ahí compuse ‘!Ah!, te vi entre las luces’. El socio de Oscar tenía discos de Genesis, que entonces no era muy escuchado acá: Trespass, Nursery Crime... Yo hice varias canciones como minióperas... Cambié. Tenía los instrumentos en el momento correcto, salió toda la parte clásica que llevaba adentro y me sentí como pez en el agua”, dijo Charly García en el número 50 de Rolling Stone (mayo de 2002). Influencia y admiración que el compositor nunca negó y mantuvo a lo largo de décadas. En uno de los incontables intercambios que revela Fernando Samalea en su libro Nunca es demasiado, Charly dice:
–Sí, man. Yo me la pasaba escuchando discos ingleses de rock sinfónico. Aunque me gustaban más cuando tenían órganos y sintetizadores o contaban una historia interesante, la mano Tommy, Quadrophenia o El lado oscuro de la luna. No tanto esos pomposos tipo Merlín, los Caballeros de no sé qué y el Santo Grial de Wakeman, que te gustan a vos -agregó mirándome con picardía.
Ante el dardo directo, el baterista contrataca:
-¡Cheee, Rick es Rick! Probablemente el tecladista más grande del rock…
-Bue, a mí me cae mejor el de Genesis, Tony Banks.
-Y, sí, claro. Qué masa “Entangled”, de A Trick of the Tail, un tema divino: arranca en plan acústicas y clavicordios, se pone folk y termina con esos teclados superponiéndose.
-¡Eso mata, loco! Me copaba hacerlo con Serú o La Máquina. Agarrar una progresión e ir agregándole capas. Tony Banks, you know? O sea... los otros hablaban de guerreros o ángeles, que en realidad arrasaban en nombre de Dios.
A Alfredo Rosso no le faltaron ganas para viajar a Brasil, pero su flamante nuevo trabajo como empleado del sello Music Hall borró cualquier intento de fuga. “Pedir una licencia de cinco días me podía costar el puesto”, dice el periodista, que en 1977 ya formaba parte del staff de la revista Expreso Imaginario. “Entre los viajantes estaba el querido amigo, recordado periodista Fernando Basabru y Uberto Sagramoso. Uberto sacó unas fotos increíbles y Basabru se las arregló para entrevistar a los cuatro músicos sin nada pactado, porque la banda no tenía pensado que iban a ir unos cien argentinos a ver el show y que habría periodistas”.
Basabru cubrió el evento con minuciosidad en el número 10 de junio de 1977, la nota ocupa cinco páginas del suplemento Mordisco, que venía con la Expreso, incluyendo la reseña del show, las entrevistas y un recuadro de apostillas. “Oscar Valdez se mandó desde Rawson (Chubut) para ver a Genesis. Las suyas fueron 57 horas. Vamos todavía”, escribe Basabru en el informe especial.
“La visita de Genesis fue importante en su momento porque era de hecho la primera banda de rock progresivo inglés que visitaba Sudamérica”, dice Rosso. “Y por otro lado también fue la primera gesta a la cual Alberto Ohanian –uno de los directores de la revista– consideró que valía la pena que Expreso Imaginario fuese a cubrir. Después iba a repetir esa amplitud de criterio, inteligencia y esa generosidad enviándonos a los festivales de jazz de San Pablo en el 78 y en el 80, que fueron también eventos increíbles. Lo de Genesis fue un poco el comienzo de todo”.
‘Ahora damos grandes conciertos”, dice Phil Collins desde las páginas de su autobiografía Aún no estoy muerto. “En Londres tocamos en el Rainbow. Al parecer se presentan ochenta mil personas para comprar las ocho mil entradas. Tres noches en Earl’s Court. En el Madison Square Garden de Nueva York. Vamos por primera vez a Brasil, donde tocamos para ciento cincuenta mil personas y nos asignan a cada uno un guardaespaldas armado para evitar que nos secuestren. Es una experiencia totalmente nueva. Lidiamos con la policía militar, casi nos aplasta un camión en una autopista. Improvisamos en bares con músicos locales, vivimos el despilfarro de la discográfica junto a las favelas y coqueteamos con el vudú. Todo el viaje es interesante y aterrador. Compro algunos instrumentos brasileños tradicionales de percusión: como el surdo, un gran bombo de mano que tocaré en la canción de Peter ‘Biko’. Y, por supuesto, una piraña disecada”.
A las 21:10 del miércoles 11 de mayo suena “Squonk” en el estadio Gigantinho. Es el arranque del segundo show de Genesis en Porto Alegre. Sorprenden la perfección del sonido y la intensidad de las luces, las crónicas hablan de 250 faros de avión y luces láser. “Me acomodé cerca de los técnicos y me explotó la cabeza. Llegué al escenario y vi los instrumentos, no lo podía creer. Lo que más me sorprendió fue la pedalera de Hackett, que era una caja completa, una bestialidad; y los teclados, igual. El sonido era un disco, escuchabas todo, entendías exactamente todo. En una parte, creo que es en ‘Robbery, Assault & Battery’, Collins queda encerrado en una cárcel circular y los barrotes eran rayos láser blancos, gruesos”, dice Alejandro Fernandez Lecce.
El show del miércoles se interrumpió por una fuerte indisposición estomacal de Mike Rutherford. La banda retornó al escenario y se dispuso a interpretar, justamente, la suite “Supper Ready” –uno de los puntos más altos de Genesis en la etapa Gabriel– pero debieron abandonar el escenario porque el malestar que aquejaba al bajista se volvió insoportable. Final abrupto y silbatina general. Sin embargo, los argentinos que estuvieron presentes lamentaron el desenlace, pero en ningún momento le bajaron la calificación al concierto, que terminó casi 40 minutos antes que el primer show de Genesis en Porto Alegre un día antes.
“Fue tan fuerte desde lo emocional que salí y no me acordaba nada. Un flash. Tengo pantallazos, pero no detalles de cada tema porque me explotó la cabeza. El sonido era increíble. Era como escuchar el disco”, dice el músico platense y la referencia más cercana se puede percibir en Seconds Out, el álbum doble grabado en el Palais des Sports de París en 1977 y que marcó la última participación de Steve Hackett como guitarrista de la banda inglesa. Y entonces quedaron tres.
“Para muchos de nosotros y, sobre todo, para los que tocábamos en La Máquina, Genesis era uno de los grupos que más nos influenciaron y en esa época estaban en un gran momento”, dice José Luis Fernández, que estuvo a punto de conocer a los integrantes de la banda gracias a los contactos de Oscar López. “Había que quedarse un día más. Tony Banks quería conocerlos, quería estar con los músicos que habían viajado para verlos. El manager, Tony Smith, le había contado la aventura en micro. Les mostraron el kilometraje que habíamos hecho y alucinaron. Pero bueno, ya estaba arreglado que nos volvíamos al otro día del show”, dice el productor que años más tarde se convertía en el fundador de Rock en tu Idioma, una etiqueta discográfica que puso en el mapa del rock latino a bandas mexicanas como Caifanes o Maldita Vecindad, y también fue responsable de la invasión argentina en Latinoamérica con Virus, Soda Stereo y Miguel Mateos.
Los enviados de la revista Pelo viajaron en micro unos días antes que arribara el contingente organizado por Oscar López. El fotógrafo Rubén Andón y el cronista Andrés Alcaraz llegaron a Porto Alegre con la intención de acreditarse y obtener la mayor cantidad de material periodístico para concretar una edición extra dedicada exclusivamente a los shows de Genesis en Brasil. “Teníamos un dato del hotel adonde ir, que era el hotel San Luis, y recuerdo que le preguntamos al conserje si nos podía dar información, si sabía dónde estaban hospedados los músicos de Genesis. El tipo nos señala una rubia alta que creía que estaba trabajando en el tema de prensa. Obviamente era la jefa de prensa de Projeto Aquarius, la productora encargada de la gira por territorio brasileño. Al rato teníamos una credencial que nos daba libre acceso a todos lados”, dice Andón y expone cómo eran las coberturas por aquellos días. “Con la credencial, ingresábamos al hotel, no a las habitaciones, pero sí podíamos encontrar a los músicos desayunando. Andrés hizo notas con todos los Genesis, inclusive Chester Thompson. Me acuerdo de que Rutherford me firmó un bolso de cuero que yo tenía para las cámaras de fotos”.
Andón todavía recuerda el impacto de las luces. “Ahí entendí por qué, en las revistas internacionales de la época que yo veía, las fotos eran increíbles. Cuando sacaba en Buenos Aires, claro, no me daba la luz”. También recuerda que los músicos de la banda se sorprendieron de la cantidad de argentinos que habían viajado para verlos. “Collins siempre le escapaba a la prensa y a nosotros nos dio nota”.
La estrategia de Pelo para lograr que la edición especial cumpliera con los términos de tiempo y forma contó con la ayuda de una azafata de Varig que ofició de puente entre los aeropuertos Salgado Filho y Ezeiza. “Ella volaba todos los días a Porto Alegre. Un amigo la esperaba en Ezeiza, ella llevaba una bolsita con los rollos que yo había sacado durante el día. Mi amigo los revelaba y luego los dejaba en la redacción de Pelo. Así ganamos muchísimo tiempo porque cuando volvimos en micro ya estaba publicado el suplemento con la cobertura de toda la gira. Para mí fue una experiencia maravillosa”, dice el fotógrafo de tapas inolvidables como La grasa de las capitales de Serú Girán o Wadu-Wadu de Virus, entre muchas otras.
A más de 44 años de la primera y única gira de Genesis por Brasil, el legendario grupo nacido en el colegio Charterhouse volvió presentarse en vivo en septiembre de 2021 luego de aplazar The Last Domino Tour por culpa del azote pandémico. Phil Collins ya no puede tocar la batería y ocupa su lugar central sentado en una silla a lo largo de todo el show, como ocurrió en su última vista al país en el Campo de Polo. Collins arrastra una grave lesión que le afectó la medula, debido a malas posturas y la suma interminable de haber vivido en giras durante casi 50 años. Ahora, el lugar de baterista es ocupado por su hijo Nicholas, mientras que Tony Banks y Mike Rutherford permanecen tan imperturbables como en los días de And Then There Were Three (1978). A pesar de la fragilidad de Collins, la gira avanza por Gran Bretaña y en pocos días cruzará el Atlántico para crecer en Estados Unidos y Canadá.
Bien al sur de todo, Charly García no pierde oportunidad para manifestar su adhesión eterna al legado de Genesis. Es muy cierto que los mejores discos fueron grabados durante toda la década del 70, tanto con Gabriel como con Phil Collins, es hora de cerrar esa grieta. También hay que admitir que fue el único dinosaurio de la era progresiva que supo moldear una idea pop que duró hasta que Phil dijo chau.
En marzo de este año, un tweet publicado por una fan de Charly se volvió viral: “ayer le regalé mi disco favorito y se puso re contento, me dijo ‘este me encanta, mi canción favorita es la última: ‘Afterglow’”, escribió Camila Holgersen el pasado 13 de marzo. En la foto aparece Charly junto a su asistente, mientras una chica con la remera de Say No More le entrega un vinilo de Genesis. Gracias a los foros de seguidores, Camila supo en qué horario podía cruzarlo en la puerta del departamento de Coronel Díaz. “Cuando me enteré que podía llegar a estar frente a frente con Charly, me dejé llevar por la emoción y enseguida supe qué tenía que llevarle. Yo tenía una edición alemana bastante antigua de Wind and Wuthering, fue un regalo que me trajo una persona muy querida y me arriesgo a decir que era mi posesión material más importante. No conozco otra persona con esa sensibilidad y amor por la música, y sabía que a él le gustaba Genesis. Así que agarré el disco y entré a una tabaquería cerca de mi casa, donde le compré un puro cubano sellado y se lo llevé en un paquete transparente, donde escribí ‘Quién me dará algo para fumar?’. Ni siquiera pensé en llevarle cosas para que me firme, sólo quería que tuviera mi disco y saber que ahora era suyo”, dice Camila desde Dublín en donde vive desde hace unos meses trabajando en el sector de Learning de Linkedln.
“Hola, flaquita linda!”, dijo Charly en la puerta del edificio que esconde mil historias de devoción. “Cuando me vio con un vinilo creo que asumió que se lo llevaba para firmar, porque me miró expectante. Con ese gesto volví a la tierra y le dije: ‘Charly esto no es para firmar, es un regalo que quería traerte a vos, es para vos’. Le extendí los regalos y cuando vio el paquete reconoció el verso de ‘Confesiones de Invierno’ que le había escrito encima, me señaló y lo cantó mirándome a los ojos”. Camila escucha los discos de Genesis desde que tiene memoria gracias a la pasión de su padre por la banda inglesa. Tiene entradas para el show cuando Collins, Banks y Rutherford pasen por Dublín.
En el marco de la presentación cordobesa de Películas, Charly habló con Patricia Perea, la periodista que años más tarde sería el blanco de sus dardos y que quedaría inmortalizada en el tema que le da título a Peperina (1981). La charla grabada, de cuando los protagonistas aún se llevaban bien, permaneció oculta durante mucho tiempo hasta que el periodista, también cordobés, Diego Quiroga rescató la cinta y comenzó a difundirla. En un tramo de la entrevista, Charly ofrece una buena síntesis de lo que vivió unos meses antes en Brasil:
-Es lo mejor que vi en mi vida. Me pareció que fue perfecto, salvo una pifiada de sintetizador en un momento. Era como si me hubieran puesto un disco en el living de mi casa y estuviera viendo una película en cinemascope. Algo totalmente irreal. Cuando terminó me quedé como diciendo ‘uy, ahora tengo que volver a la vida’. Genesis debe ser en su estilo lo mejor que hay en el mundo en este momento. Me hacen acordar a Los Beatles, en su amor a la música y la letra”.