El ex jugador de la NBA Al Harrington fundó la compañía cannábica Viola Brands hace 10 años y mezcla negocios con activismo
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A finales de 2011, Viola, la abuela de Al Harrington de 79 años, visitó a su nieto. Cuando la estrella del equipo de la NBA Denver Nuggets se enteró de que estaba tomando varios medicamentos para un glaucoma, la diabetes y la presión alta, le dijo que hacía poco había leído sobre tratamientos para esas enfermedades con cannabis, y le preguntó si consideraría la idea. Después de todo, estaban en Colorado, donde la marihuana medicinal es legal desde el año 2000. A Viola no le interesaba fumar porro, dice Harrington, pero la convenció cuando confesó que los ojos le dolían tanto que le costaba ver: “Le dije: ‘Bueno, si estás tomando esos medicamentos y no funciona, tenés que darle una oportunidad al porro’”. Harrington consiguió un poco, la ayudó a vaporizarlo en el garaje, y después se tomó una siesta antes de un partido. Cuando la fue a ver una hora y media después, la encontró llorando. Estaba leyendo la Biblia, dice Harrington. Era la primera vez que era capaz de hacerlo en más de tres años. En diciembre pasado, la NBA anunció que ya no haría test de marihuana a los jugadores en la temporada 2020-2021. Este año, la NFL anunció que solo sancionaría con multas, y ya no con suspensiones, a los jugadores que dieran positivo de consumo de marihuana, y la Major League Baseball retiró el cannabis de las “drogas de abuso”. Harrington estaba más adelantado. Tras 16 temporadas como basquetbolista profesional, fundó Viola Brands en 2011. Ahora es una empresa que opera en varios estados, con tiendas en California, Oregón, Washington, Colorado y Michigan, y hace poco anunció su expansión a Oklahoma, donde el mercado de la marihuana medicinal está en pleno boom.
Harrington, 41 años, está decidido a romper con los estigmas alrededor del consumo de cannabis. “Me apasiona cambiar el relato que demoniza esta planta”, dice. Cuando era chico en Orange, Nueva Jersey, su relación con el cannabis era diferente. La madre de Harrington, que lo crio sola luego de que el padre falleciera cuando el niño tenía 8 años, le advirtió que se alejara de la marihuana, a la que comparaba con drogas duras como el crack y la heroína. Era el pico de la época del Just Say No, cuando la policía y penas desproporcionadas en causas por drogas aterraban a las comunidades urbanas de color. Los cacheos constantes hacían que jóvenes negros e hispánicos cayeran en la cárcel por cantidades de porro minúsculas.
Las cosas desde entonces han cambiado mucho; meses atrás, por ejemplo, Nueva Jersey legalizó el consumo recreativo de cannabis. Es un momento estimulante en la ciudad natal de Harrington. “De ver cómo se llevaban presos a dos tipos del vestuario por tener una bolsita de porro cuando era chico a ahora, que es totalmente legal, es genial ver lo que progresamos”, dice.
En 1998, cuando Harrington tenía 18 años, fue contratado por los Indiana Pacers de la NBA. Le sorprendió enterarse de que algunos compañeros del equipo fumaban porro. No parecía afectar su juego de manera negativa, y empezó a reconsiderar la idea del cannabis como una droga dura. Cuando se mudó a Colorado en 2010 para jugar en Denver Nuggets, la industria del cannabis evolucionaba rápidamente, lo que intrigó a Harrington. “Cada vez que agarraba el diario había algo sobre los beneficios del cannabis y la evolución de la industria”, dice.
Cuando vio el alivio que la marihuana había producido en su abuela, Harrington supo cuál sería la siguiente jugada. “Eso me inspiró a un viaje de profundización en el cannabis”, dice. “Somos pioneros de algo”. Su anticipación y sus instintos comerciales están dando sus frutos: la industria del porro legal generó 18.000 millones de dólares en ventas en 2020. Muchas celebridades lanzaron sus compañías de cannabis (Willie Nelson, Snoop Dogg, hasta Martha Stewart tiene una línea de CBD) pero Harrington está seguro de que Viola no es una marca de celebridad. “No es dinero fácil”, dice. “Queremos hablar de tener un impacto en la gente que se vio afectada por la Guerra contra las Drogas”.
Los afroamericanos tienen 3,64 más oportunidades que los blancos de que los arresten por posesión de cannabis. Mientras los dos grupos consumen drogas en la misma proporción, la tasa de encarcelamiento de negros por drogas es casi seis veces más alta que la de los blancos. Harrington está decidido a devolver derechos a las comunidades minoritarias. “No queremos estar sentados acá haciendo plata y la gente ahí sufriendo”, dice.
Harrington siempre quiso dejar una marca; fundó una compañía benéfica en 2007 con el objetivo de proveer productos esenciales a familias necesitadas. Viola es una marca con intenciones sociales, dice: “Tuvimos que pensar a través de qué formas o sociedades podíamos ayudar a la comunidad de manera significativa”.
Ahora le gusta fumar, y cultivó un profundo aprecio por el porro desde sus días en Colorado, donde recuerda estar sentado en un cultivo durante horas. “Hay algo especial en esos ambientes, en el olor”, dice. “Es fantástico desarrollar respeto por la planta, y entender todos los detalles que hay que cuidar para cultivarla”. Enfatiza la consideración que requiere cultivar, manufacturar y empaquetar las flores, los armados y los concentrados de Viola Brands. “Una de las cosas en las que nos queremos enfocar es el proceso, que la gente entienda el cuidado que ponemos en estos productos para nuestros pacientes”.
Esa conciencia se tradujo en una iniciativa filantrópica llamada Viola Cares, que busca ayudar a gente que estuvo en la cárcel durante su transición hacia la sociedad, trabajando con la organización sin fines de lucro Root & Rebound.
“Nuestro objetivo es desmantelar las consecuencias colaterales que hay en tener un registro criminal”, dice Eliana Green, de Root & Rebound. El grupo tiene un abordaje triple, enfocándose en servicios legales, el cambio de políticas en relación a las drogas, y en la educación pública. “Cuando logremos que se aprueben mejores leyes, y que la gente se beneficie de ellas, tienen que aprender cuáles son sus derechos”, dice Green.
Además de devolverles derechos a personas con condenas por cannabis, Harrington quiere que haya más dueños de minorías en la industria del porro. La falta de acceso a capital y el racismo económico sistémico han impedido que las minorías entraran en el mercado legal; una investigación de 2017 reveló que menos de un quinto de las personas que son dueñas o socias son personas de color, y los afroamericanos constituyen apenas un 4,3 por ciento. Harrington dijo que quiere crear 100 millonarios negros gracias a Viola Cares, financiando a solicitantes que quieran entrar en el negocio del cannabis, y ayudando a marcas del under a volverse legales.
“Algunas marcas del mercado negro tienen muchos seguidores, pero no tienen los recursos para sacar la licencia, porque no pueden cumplir con las regulaciones”, dice. Quiere usar las licencias y los recursos de Viola para que esas marcas entren en el mercado legal. “Eso es ser dueño, que no sea un trabajo. Que sea su propia marca”.
Este artículo fue publicado originalmente en Rolling Stone Estados Unidos.